Por Jesus Pedreira Calamita
Había estado en varias ocasiones en Santiago de Compostela. Había visitado siempre la espectacular y grandiosa Plaza del Obradoiro. Pero nunca había hecho la visita de las Cubiertas de la Catedral.
La visita era novedosa. Hacía muy poco tiempo que se podía realizar, ya que hasta hace sólo unos años solo podían acceder a las cubiertas los que estudiasen Teología, la visita era sin guía, y, además, debido a lo peligroso de la misma había que firmar un documento en el que el visitante se hacía responsable en caso de producirse algún accidente.
Una vez accedimos al Palacio de Gelmírez estuvimos unos minutos observando su interior. Parecía que estábamos en la Plena Edad Media. No en vano hacía más de un milenio que aquellas piedras habían sido colocadas en ese lugar. Las paredes tenían musgo y daba la impresión que en cualquier momento aparecerían murciélagos.
Y…comenzamos la preciosa aventura. Aunque ciertamente dura. La ascensión consistía en subir 103 altos escalones. Algunos tuvimos que hacer varios descansos porque cincuenta metros de altura nos separaban del inicio de la ascensión.
Al llegar al final de la misma, pude contemplar una de las más espectaculares visiones que haya visto a lo largo de mi vida, aunque…la dureza meteorológica aumentó. Parecía que la naturaleza o las bruixas no quisieran que nuestros ojos admirasen tanta belleza. Los paraguas hicieron su aparición y el viento arreció. La posición era dura: por un lado, las explicaciones claras, cultas y tranquilas de nuestra guía -obviamente, debe estar acostumbrada a realizar la visita en condiciones similares en muchas ocasiones-; por otro, la altura a la que nos encontrábamos y lo resbalizado de las escaleras exteriores hacía que estuviésemos en tensión; un resbalón y una peligrosa caída podía producirse en cualquier momento; la lluvia y el fuerte viento evidentemente no hacían sino empeorar la situación. Pensamos en guarecernos hasta que el tiempo amainara…
Vista de las cubiertas de las cubiertas de la ciudad de Santiago desde la Catedral
Pero era tan bonito el paisaje que contemplaban nuestros ojos que nos quedamos obnubilados. Un paisaje sobrecogedor. Único. Absorbente. Estábamos boquiabiertos ante tanta belleza. El recorrido en las alturas de la Catedral de Santiago no puede dejar indiferente a nadie. La ciudad de Compostela se desarrolló a partir de la construcción de su Catedral. Ciudad Santa junto con Roma y Jerusalén la capital gallega atrae en cualquier época del año a miles de peregrinos de todo el mundo. Desde lo alto se ve con nitidez toda la ciudad. Una normativa urbana del siglo XVIII prohíbe edificaciones superiores a la altura de la Catedral.
La visión de la ciudad era perfecta. El cielo era gris y plomizo y la lluvia aún más intensa. Pero queríamos seguir contemplando una belleza sin igual. De frente, la visión de toda la ciudad. A la izquierda, el extensísimo Convento de Monjas de clausura -hoy hay 28-; detrás, el gran reloj. Más allá, el Palacio de San Martín, que alberga además del Seminario Mayor el Archivo Histórico Diocesano de Santiago; al fin, debajo de uno de los ábsides continuaron las explicaciones, ya a resguardo de la lluvia .
Llegó la hora de bajar. Y como en la subida resonaban armoniosos los cánticos de dentro de la Catedral.
En definitiva, la próxima vez que vayan a Compostela –bien tras realizar en todo o en parte de la Ruta Jacobea, o simplemente de visita- no dejen de ir a las cubiertas de la Catedral .No les defraudará. Contemplarán algo nuevo, y, si además, el tiempo acompaña la felicidad será total –aunque muchos opinan que Santiago de Compostela se aprecia en su estado más puro con frío y lluvia que con sol.
Merece la pena contemplar la bellísima ciudad gallega desde las cubiertas de su Catedral. Sin duda.
Jesús Pedreira Calamita es Licenciado en Derecho, Sociología e Historia
El día era típicamente de Compostela. Lluvia, viento y algo de frío. Llegamos a la hora concertada al Palacio de Gelmírez – en honor del primer Arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez (1059-1139) e impulsor de la Catedral-, situada junto a la Seo compostelana, actual sede Arzobispal.