En los últimos años hemos visto como ha proliferado el vínculo entre el sector vinícola y la arquitectura contemporánea. Un “maridaje” que más tiene que ver con cuestiones de marketing que con aspectos funcionales o prácticos. Las bodegas más prestigiosas han usado la arquitectura como marca o imagen de diferenciación en un sector donde la competencia es feroz. Este proceso de modernización se ha visto de manera evidente en el sector vitivinícola español, que ha tratado de dar un salto de calidad para impulsar su imagen y producto al exterior, mediante la contratación de las más prestigiosas firmas de arquitectura como Norman Foster, Santiago Calatrava, Zaha Hadid, etc.
Se podría decir que este proceso tiene un precedente en la utilización de edificios emblemáticos para encabezar los grandes cambios de estrategia de las ciudades en su puesta en valor dentro del panorama internacional, como supuso el Museo Guggenheim de Bilbao de Frank Gehry en Bilbao o como ejemplo más cercano (salvando las distancias), el Auditorio de Santa Cruz de Tenerife de Santiago Calatrava.
De esta manera han aparecido numerosas bodegas de autor, a partir de volúmenes representativos enclavados en entornos rurales de gran valor paisajístico donde proliferan los viñedos. Unos edificios que deben diseñarse teniendo en cuenta notables cuestiones funcionales, no olvidemos que son infraestructuras de carácter industrial, y el entorno donde se ubican, normalmente rural vinculado a la actividad agraria que exigen una sensibilidad notable aunque desgraciadamente muchas veces no sea así.
Bodegas Portia, Ribera del Duero, Burgos (Norman Foster)
Otro aspecto que ha hecho a las grandes bodegas apostar por este tipo de arquitectura ha sido el auge del enoturismo. Se ha aprovechado la oportunidad para construir edificios complementarios a las infraestructuras vinícolas originales que puedan albergar hoteles, comercios, restaurantes, centros de convenciones, salas de exposición, etc. con el objeto de contribuir a la promoción y divulgación de la cultura del vino así como de las propias marcas.
Restaurante y habitación de hotel de Bodegas Marqués de Riscal, La Rioja (Framk Gehry)
La incorporación de este tipo de bodegas no solo ha sido explotada por la industria vitivinícola española, otras regiones de importante relevancia en la cultura del vino como Burdeos o California han utilizado este reclamo o estrategia de marketing.
Dominus Estate, California (Herzog & De Meuron)
Sin embargo esta estrategia supone un coste muy elevado, dadas las características de los edificios propuestos y los desorbitantes honorarios de los arquitectos contratados. En esta época de crisis ejecutar este tipo de instalaciones, supone un esfuerzo inviable para muchas marcas, ya que dichas construcciones están asociadas al mundo del diseño de lujo y exclusividad propio de un público de alto valor adquisitivo. Sin duda una inversión que solo las grandes compañías vinícolas pueden sufragar.
Hece un par de semanas, nuestro compañero y profesor Agustín Juárez dió una charla sobre este mismo tema en la Cofradía del Vino de La Orotava.
Deberías haber asistido porque hizo un repaso muy completo sobre los edificios que se han hecho en España en los últimos años. Coincidía contigo en el excepticismo. Un segundo capítulo que sería un buen complemento a este podría analizar lo que se ha hecho aquí en Tenerife. Ya tenemos unas cuantas bodegas con un toque de arquitectos.
Una pena haberme perdido esa charla.
Como bien dices me ha faltado hacer una reflexión sobre los edificios vinculados a este uso existentes en Canarias y/o Tenerife, así como la vialidad e idoneidad de este tipo de proyectos dada la fragilidad paisajística del suelo rústico de las islas. Un buen tema para otro post.