Uno de los estanques del Memorial del 11 de Septiembre. Peter Walker y Michael Arad. Nueva York, 2011
Esta semana están conmemorando en Nueva York el décimo aniversario del luctuoso derrumbe de las torres gemelas del World Trade Center. Una de las actividades relacionadas con dicha efeméride consistirá en la inauguración de un monumento conmemorativo. Se suma así un nuevo espacio para la evocación de un suceso histórico que conmueve y conmoverá nuestras conciencias durante un largo tiempo.
El September 11th Memorial es el resultado de un concurso de ideas que ganó el equipo encabezado por el paisajista americano Peter Walter, con la colaboración de Michael Arad. Ocupa el vacío producido por la desaparición de aquellas torres singulares que proyectará Minoru Yamasaki, que eran un símbolo representativo de la ciudad de Nueva York y, por extensión, de los Estados Unidos. Unas arquitecturas monumentales con guiños formales neogóticos que eran casi una evocación de una forma particular de entender la cultura y la propia civilización. Los dos rascacielos idénticos que formaban el World Trade Center de Nueva York no fueron nunca una muestra de arquitectura estéticamente relevante, pero, sin embargo, tanto su tamaño monumental como su posición paisajística les dieron una relevancia icónica sin parangón.
La intervención paisajística y escultórica proyectada por Peter Walter consiste en dos gigantescos estanques cuadrangulares que ocupan el espacio vacío sobre el que se situaban los cimientos de las torres. Se plantea así el mantenimiento del vacío generado y la acentuación de esa sensación de pérdida que induce la insinuación de la volumetría desaparecida. Allí, en el fondo de esos espacios hundidos, se intercalan sendos estanques de gran magnitud sobre los que caen ingentes volúmenes de agua a la manera de cataratas. En su centro, unos segundos cuadrados huecos actúan como desagües acuáticos que conducen a desconocidas cavernas del interior de la tierra. El movimiento del agua rememora de alguna manera la energía infinita generada por la acción destructiva en un punto concreto del planeta.
Recreación infográfica del Memorial del 11 de Septiembre. Imagen: PWP
Es una propuesta que induce a un pensamiento terminal del horror, también evocativo de la desaparición ocurrida en aquel lugar como resultado del ataque terrorista más ampliamente difundido y conocido de la historia. De acuerdo a las imágenes digitales que se han elaborado para exponer la idea, el September 11th Memorial será probablemente, un lugar de visita obligada y un atractivo importantísimo para la ciudad, una vez sea inaugurado y abierto al público.
Este futuro espacio monumental se une así a una estela de obras a medio camino entre la escultura, la arquitectura y el diseño del paisaje que evocan hechos o figuras relevantes de la historia. Unos cuantos ejemplos relativamente recientes pueden ilustrarán ese numeroso conjunto de espacios dedicados al recuerdo que se remontan tan atrás como las estelas y tumbas que nuestros antepasados prehistóricos dejaron por doquier en recuerdo de aquellos coetáneos desaparecidos. Es el caso de la evocadora arquitectura que se construiría en el Túmulo de las Fosas Ardeatinas, situado a las afueras de Roma; o aquella otra construcción abstracta que hace ya veinte años se instauró como monumento al holocausto judío en el centro de Berlín; o el también famoso recinto conmemorativo a los soldados fallecidos en la guerra de Vietnam, situado en la ciudad de Washington.
Monumento a los martires de las Fosas Ardeatinas. Mario Fiorentino, Cacaprina, Cardelli, Aprille, arquitectos y el escultor, Mario Coccia. Roma, 1949. Foto. Federico García Barba
En Roma, un arquitecto muy dotado para la monumentalidad, como Mario Fiorentino, con el concurso de otros colegas neorrealistas, haría un magnífico trabajo para acoger las tumbas de los judíos exterminados por las tristemente famosas SS alemanas en las llamadas cavernas ardeatinas. Allí, en 1949, se colocarían alineadamente las tumbas de los fallecidos bajo una potente y pesada cubierta de hormigón, generando un espacio umbroso y acongojante que se ilumina por una mínima franja de luz abierta en sus límites laterales. El Monumento ai martiri delle Fosse Ardeatine refleja el peso de tanto hecho histórico angustioso que carga sobre las conciencias de la especie humana.
El Monumento a las Víctimas del Holocausto (Holocaust Mahnmal), diseñado por el arquitecto Peter Eisenman en 2005 junto a la Pariser Platz berlinesa es un espacio que induce sensaciones de claustrofobia y de burocratismo que nos llevan a rememorar la forma extremadamente racional en que el estado nazi realizaría un exterminio tan atroz. El recurso a las decenas de miles de monolitos de hormigón que generan una especie de laberinto que solo deja ver la silueta del cielo generan un lugar que nos introduce de una manera altamente empática en el desamparo experimentado por aquellos millones de personas sacrificadas sin piedad.
Holocaust Mahnmal. Peter Eisenman, arquitecto. Berlin, 2005. Foto Sleepy Surge, Flickr
Nuevamente, ahí en esa ciudad de los muertos en miniatura, la dureza del material y la abstracción de los paralelepípedos hacen aflorar el sentimiento de la inhumanidad presente de una manera recurrente a lo largo de los siglos en las acciones de nuestra especie. El Monumento a las Víctimas del Holocausto posiblemente se inspira en otro conjunto funerario, las alineaciones megalíticas de Carnac en Bretaña.
En el Vietnam Veterans Memorial Wall, de la escultora chino- americana Maya Lin, la idea para el homenaje a los 58.000 soldados desaparecidos se circunscribiría a la generación de una ligera inflexión topográfica. Allí en ese espacio paisajístico se incrustaría un monolito horizontal de granito negro oscuro en el que se grabarían los nombres de todos aquellos que dejarían sus vidas en el curso de aquella guerra infame. El recurso a la unificación en una sola pieza de miles de personas fallecidas generaría así una emotividad colectiva que ha convertido a ese lugar de la ciudad capital de los Estados Unidos, en uno de los más visitados a lo largo de los años.
Esa propuesta de 1982 convertiría a Lin en una de las artistas vivas más reconocidas en el panorama americano. Ella es autora de numerosas propuestas escultóricas de un alto interés, como la llamada Tabla del Tiempo situada en los jardines de la universidad de Stanford.
Vietnam Veterans Memorial Wall. Maya Lin. Washington DC, 1982. Foto: Gregg Zollo, Flickr
Lo interesante de estas obras de carácter personal es la manera en que se apela a formas volumétricas para expresar un sentimiento colectivo de una manera metafórica. Es el recurso a determinadas sensaciones e ideas que se desprenden involuntariamente del acceso a espacios y materiales que, en su tectónica, son capaces de inducirnos un pensamiento de solidaridad y comunidad con nuestros semejantes de una manera difícilmente explicable con palabras.
Podríamos considerar a estas propuestas como una expresión artística en su estado más puro. La manera en que se llegó a lograr imaginar estos recintos es algo que se esconde en la mente de sus creadores y no puede copiarse o remedarse absolutamente. Probablemente, el proceso creativo surge ahí de la conjugación de ideas y conceptos sobre la experiencia que el autor pretende inspirar al visitante, junto una acumulación mental de experiencias previas de hechos, escultóricos, literarios o arquitectónicos surgidos con una pretensión similar.
La pared del monumento de Maya Lin con los nombres grabados de los soldados fallecidos en la guerra de Vietnam. Foto: H.C. Woodward, Flickr
Ello induce a pensar que es en la artisticidad humana donde puede estar una esperanza de futuro, más allá de la dictadura de la economía y el imperio de las maquinas. La imposibilidad de reproducir el momento creativo, la idea artística, es un valor por encima de su consideración monetaria.
El desarrollo de la disciplina racional y el progreso material no va a conducir a un mundo mejor como demostraría el propio holocausto judío. Hay una cosa superior a las demás, el Arte. Un libro de poesía vale mucho más que un ferrocarril, diría Gustave Flaubert en su Cuaderno íntimo de 1840.
Mesa del tiempo. Maya Lin. Universidad de Stanford, California. Foto: Ian Hsu, Flickr
Del WTC edificio 7 no han hecho memorial?
Me ha encantado,Federico. Muy interesante y muy bién escrito. Enhorabuena!
Gran artículo!!!
Me ha encantado y lo comparto con tu permiso, gracias Federico !!
Me ha gustado mucho, Federico, una buena reflexión arquitectónica, artística sobre un nuevo paisaje urbano de la pérdida, la ausencia.
WOW! me encanta el artìculo, exacto!, … MUYBUENO!