El barrio de Taco en la ciudad de La Laguna. Isla de Tenerife
A veces, uno se pregunta como es que las localidades que habitamos han podido llegar a transformarse en esos lugares donde reina tanta fealdad. Es una cuestión inquietante sobre todo cuando se reflexiona sobre la belleza urbana y se compara con lo percibido en algunos espacios cotidianos que transitamos. Si visitamos otras ciudades y territorios del mundo podemos concluir provisionalmente que este es un fenómeno que se ha universalizado durante el siglo XX.
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Vista áerea de la ciudad de Arrecife en la isla de Lanzarote
<--- Robert Smithson, precursor del Land Art, descubrió hace ya algún tiempo que los monumentos del futuro serían, con mucha probabilidad, todas esas informes infraestructuras, construcciones y detritos que nos rodean en nuestra cotidianeidad. En su famoso texto de 1967 en el que describía un paseo personal por el paisaje de su infancia, A tour of the monuments of Passaic, New Jersey, decía de manera premonitoria:
Ese panorama cero parecía que contuviera ruinas al revés, esto es todas esas nuevas construcciones que podrían eventualmente construirse. Lo opuesto a la “ruina romántica” porque los edificios no se caen “después” de que se construyen sino que se levantan como ruinas ya desde antes de que empiece la construcción. Esta “mise en scene” antiromántica sugiere la desacreditada idea del tiempo y muchas otras cosas pasadas de moda.
Como contraposición, me viene también a la memoria el famoso tratado decimonónico de Camilo Sitte, Construcción de ciudades según principios artísticos que, ya desde el enunciado de su título, nos podría parecer un esfuerzo fútil, propio de sentimentales irredentos, teniendo en cuenta como se lleva a cabo la urbanización hoy en día. También los esfuerzos desarrollados en Inglaterra a finales del siglo XIX por las corrientes revolucionarias inglesas para lograr una forma de vida más armoniosa para las vastas masas proletarias y de las cuales
Raymond Unwinfue su más cualificado traductor a una mejor forma de la ciudad. De hecho su panfleto de 1912, Nothing gained by overcrowding! (Nada se gana con el exceso en la concentración de población) fue todo un éxito social e influyó enormemente para que muchas primeras periferias de las ciudades inglesas tengan ese aspecto tan envidiable que se observa en nuestros días.
El carácter pintoresco de la forma urbana. Hampstead Garden Suburb. Londres, 1910. Barry Parker y Raymond Unwin, urbanistas. Foto: Steve Cadman, Flickr
Lo cierto es que para nuestra especie la cuestión de la belleza está situada en la cúspide de nuestras aspiraciones, como explicaba en un
anterior comentariode hace un par de meses. Es un hecho que, a partir de un momento indeterminado del segundo tercio del siglo XX, hemos renunciado como regla general, a construir una arquitectura hermosa, y no digamos ya un urbanismo armonioso, que satisfaga realmente nuestras necesidades de contar con un entorno agradable para vivir. La generalidad del espacio habitado está poblada por monstruosidades que además de su fealdad, no son realmente prácticas haciendo la vida cotidiana más difícil si cabe. En el caso de Canarias, los últimos intentos serios de diseñar el crecimiento de las ciudades de una manera estéticamente apropiada, superando meras funcionalidades, se remontan a las décadas de 1960 y 1970 en las que se proyectaron las primeras ciudades turísticas al sur de las islas mayores, Gran Canaria y Tenerife.
La ciudad turística de Playa del Inglés en el Sur de la isla de Gran Canaria. Foto: Eduardo Cáceres, Génesis y desarrollo del espacio turístico en Canarias
Haciendo historia ya, en 1970 en Gran Canaria, se desarrolló el concurso para la construcción de la urbanización turística Maspalomas Costa Canaria que abriría el camino a la primera ciudad de vacaciones de las islas. En el se plantearon ideas para colonizar un territorio dunar por aquel entonces desértico, aplicando algunas ideas debatidas en los últimos Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, liderados por Le Corbusier. Unas buenas ideas que dieron lugar a algunas obras relevantes de la arquitectura contemporánea de esa isla y un urbanismo comedido que finalmente fue sobrepasado por las ansías especulativas de los promotores inmobiliarios que vinieron después de los correctos impulsos iniciales. Años despues en la isla de Tenerife, se planearon réplicas similares también más o menos afortunadas con la misma intención colonizadora de espacios marginales próximos a la costa, como las urbanizaciones turísticas de Ten-Bel y Playa de las Américas que son ejemplos coetáneos de la ciudad de Maspalomas. También y al calor de los fuertes beneficios económicos producidos, en otras islas del archipiélago canario surgieron otras iniciativas de este tipo que, en su conjunto, han convertido a Canarias en uno de los enclaves mundiales más relevantes del turismo de masas orientado al disfrute del sol y el mar, con un volumen consolidado de 12 millones de visitantes en el último año. Los proyectos iniciales de las ciudades turísticas canarias, ideados como estrategias urbanas de base fuertemente arquitectónica, plantearon embrionariamente lo que luego han derivado en extensas conglomerados urbanos ocupadas por poblaciones que superan los 100.000 habitantes, en los casos de Gran Canaria y Tenerife. Aquellas estrategias territoriales de nueva colonización se basaron en los principios del Movimiento Moderno y la Carta de Atenas. En el caso de Ten-Bel, los conceptos urbanos elaborados por los últimos CIAM, en particular las propuestas del
Team Tende los Smithson y Candilis, Josic y Woods, tuvieron un eco lejano que dio lugar a la forma urbana de los espacios turísticos más emblemáticos de este archipiélago. Actualmente, esos voluntariosos planteamientos iniciales han sido subvertidos y corrompidos por las apetencias especulativas desbocadas y la anuencia de estamentos políticos locales de cortas miras. Las ciudades turísticas canarias han derivado en espacios con graves dificultades funcionales, escasez de zonas verdes, masificación, etc. y en los que la calidad arquitectónica brilla por su ausencia, sustituida por una estética de parque temático que trata de vender una imagen inspirada en una estereotipada arquitectura popular. Lo cierto es que estas estrategias de marketing han sido copiadas hasta la saciedad a lo largo de todo el mediterráneo, siendo imposible diferenciar este producto turístico caracterizado por una escasa calidad y una consecuente reducción constante de los beneficios aportados.
La ciudad de Gáldar en el Norte de Gran Canaria. Foto: Carlos Schwartz, BASA
En el desarrollo urbanístico de Canarias del último medio siglo ha ocurrido un fenómeno curioso que está a caballo entre lo que ocurre en Europa y lo que se produce en la periferia planetaria menos desarrollada, especialmente en Latinoamérica. Mientras las islas se han ocupado espacialmente de una manera anárquica y masiva que tiene que ver con las formas de la llamada urbanización marginal y la autoconstrucción, al mismo tiempo se ha impuesto una legislación territorial de corte centro europeo que pretende sofocar los excesos derivados de la incapacidad pública para controlar eficazmente los usos del suelo. Ello ha originado que actualmente en las islas se practique una técnica que bautizaría provisionalmente como urbanismo de legalización. Esta práctica consistiría en dar paulatinamente estatus legal a toda la ocupación clandestina y desordenada que se ha realizado previamente por una multitud de agentes urbanizadores e inmobiliarios informales, que actúan preferentemente sobre las áreas de expansión urbana alrededor de las capitales insulares y las ciudades turísticas. El urbanismo de legalización se apoyaría en unas leyes que han ido traduciendo a la realidad del archipiélago, de una manera muy sofisticada, la experiencia legislativa española hasta llegar casi a un punto de paralización administrativa. Este hecho es debido al divorcio creciente entre la realidad informal de la construcción urbana y la complejidad alcanzada por el corpus legal aplicable.
Barrio de San Matías en la periferia de la ciudad de La Laguna. Isla de Tenerife
El caso es que la reglamentación urbanística y de ordenación del suelo, que se ha desarrollado en Canarias en los últimos 20 años, causa admiración en el resto del estado español y es considerada un ejemplo a seguir para combatir los desmanes que frecuentemente se producen en otros lugares como el arco mediterráneo español, por ejemplo. Sin embargo, la realidad de los conglomerados urbanos canarios es descorazonadora: se vive en lugares orientados indefectiblemente al acceso en vehículo privado en los que apenas existen espacios libres públicos accesibles y en los que los equipamientos imprescindibles son crecientemente escasos. Al mismo tiempo y con carácter general, se ha logrado una provisión mínimamente eficiente de algunas infraestructuras tales como abastecimiento de agua domiciliaria, suministro eléctrico y conexión telefónica así como la pavimentación global de las redes viarias básicas. Sin embargo, con una reglamentación extensa y prolija no se ha logrado lo más importante, la construcción de ciudades habitables, en las que prevalezcan los principios de armonía urbana a los que se referían Sitte y Unwin. En Canarias se ha dedicado demasiado tiempo a cumplimentar los farragosos trámites que exige esa amplia legislación, dejando exhaustos a los escasos urbanistas supervivientes, casi sin capacidad real para proyectar realmente las ciudades. El esfuerzo realizado ene stos últimos veinte años se ha concentrado exclusivamente en el como hacer más que en lo que tiene verdadera relevancia el qué de las ciudades, la forma final de la urbanización y de la edificación que se va a concretar. Lo cierto es que las tramas urbanas desarrolladas en estos últimos años en el archipiélago son ineficientes y cubiertas con una arquitectura deleznable, sometidas a poderosos energías especulativas y orientadas exclusivamente a doblegar las endebles normativas para obtener el máximo beneficio económico. Es el momento para empezar a considerar seriamente lograr un nuevo salto adelante que suponga corregir las carencias a las que ha llevado este grave sometimiento político a los intereses particulares de todo tipo de operadores privados, agentes inmobiliarios y constructores principalmente.
Perspectiva de la calle O’Daly en el centro histórico de Santa Cruz. Isla de la Palma
Es necesario volver a repensar la urbanización para lograr que, de una manera generalizada, las calles tengan circuitos peatonales exclusivos, mejores andenes o aceras por las que caminar cómodamente; espacio para que puedan transitar las madres con sus carritos sin tener que arriesgar su seguridad, etc. Lugares para que el paseo a pie y los recorridos en bicicleta sean una posibilidad cierta. Otro hecho significativo que conviene corregir en los espacios urbanos de Canarias es la ausencia de vegetación y jardinería, elementos que mejoran notablemente la calidad y la estética del espacio urbano. La falta de verde es clamorosa más allá de los centros de las ciudades y que es contrarrestada informalmente por la potente presencia cercana del espacio natural protegido de las islas. La vegetación es necesaria allí donde vive el grueso de la población que, en nuestros días, no puede desplazarse a un parque público porque su ausencia es total. La alternativa es acudir al centro comercial más próximo obligadamente para su esparcimiento y ocio. La falta de vegetación denota una falta de sensibilidad social que contribuye al deterioro formal del espacio público. La existencia de arbolado y jardinería como regla general, supone un estadio superior de civilización que adjetiva claramente los espacios de aquellas ciudades que admiramos como París o incluso, Nueva York. Generalmente este hecho es fruto del ingente esfuerzo de generaciones anteriores, más conscientes que la nuestra de la importancia de estos elementos en el entorno cotidiano y que constantemente nos recuerda nuestro pasado vegetal primigenio, probablemente inserto en el propio genoma. Finalmente, el espacio público es un bien esencial. Un lugar en el que se produce la necesaria socialización colectiva y que sufre el asalto constante para una reapropiación privada mediante concesiones, publicidad, actuaciones y espectáculos, etc. Se debería incrementar tanto cuantitativa como cualitativamente impidiendo su monetarización en la esperanza de mejorar en estos aspectos de lo urbano, el futuro común de nuestras sociedades. —>
A comienzos de este mes de Noviembre de 2008 se ha inaugurado un edificio extraordinario que se convertirá con el tiempo en un referente monumental a visitar en la ciudad de Santa Cruz en la isla canaria de Tenerife. Tenerife Espacio de las Artes es el segundo proyecto en esta isla concluido por los arquitectos suizos Herzog y de Meuron (con la colaboración de Virgilio Gutiérrez), tras la reforma de la Plaza de la Plaza de España en su centro urbano más significado.
Emplazamiento del edificio del TEA en el centro de la ciudad de Santa Cruz (Coordenadas de localización en GooglEarth: 28 27’49-16 15’02)
Tenerife Espacio de las Artes, o TEA de acuerdo al acrónimo que se ha elegido para denominarlo, es la culminación del trabajo colectivo de una década para dotar a esta ciudad con un recinto cultural que aglutine dos museos y una biblioteca junto con los espacios de apoyo necesarios. Situado en uno de los lugares centrales de Santa Cruz, caracterizado por la vecindad del mercado principal de la ciudad y junto al barranco que la cruza, este nuevo equipamiento introduce un nuevo punto urbano focal que va a incrementar notablemente la atracción turística y mejorar notablemente la oferta cultural global de la isla. Durante las últimas décadas se ha venido generando una gran actividad artística en Tenerife, alrededor de la fotografía que derivó finalmente en la creación del Centro Insular de Fotografía, institución que ha venido organizando anualmente un encuentro dedicado a esta especialidad denominado FotoNoviembre. Así mismo, las autoridades culturales de la isla han ido adquiriendo en los últimos años obra del pintor surrealista tinerfeño Oscar Domínguez con el objetivo de generar una colección artística que diera cobertura a la institución de un museo de arte dedicado al siglo XX, el Instituto Oscar Domínguez de Arte Contemporáneo. El edificio del TEA viene a cubrir las necesidades de contar con una sede para estas dos instituciones junto con un tercer elemento fundamental que las complementa: el traslado de la pequeña biblioteca municipal de la ciudad y su proyección hacia el futuro con unas aspiraciones de mucho mayor alcance. De hecho, la biblioteca insular Alejandro Cioranescu se ha convertido en la pieza que aglutina y define el conjunto, otorgándole su personalidad fundamental. El proyecto aprovecha de una manera inmejorable el lugar elegido estableciendo una nueva relación funcional con dos partes de la ciudad que han permanecido históricamente separadas, la pequeña plaza rotonda del mercado principal y el núcleo fundacional en torno a la calle de la Noria al otro lado del barranco. Estos dos espacios, situados a distintas cotas, se han ligado mediante la instauración de un nuevo eje diagonal que atraviesa el espacio del propio edificio y los une peatonalmente a través de un patio triangular situado en su centro medular. Este gesto, extraño a la práctica anterior de estos arquitectos, ha supuesto una elección que ha condicionado definitivamente de la forma del edificio. Un hecho que se produce a partir de un reconocimiento de las propias condiciones y necesidades del lugar para introducir de la mejor manera posible una aportación voluntaria al espacio público de la ciudad. Así como en la primera obra de Herzog y de Meuron, el prisma perfecto constituía el soporte ideal para la investigación sobre el lenguaje aplicado a las superficies, en esta etapa la desmaterialización del volumen y la expansión del espacio mediante el plegamiento y la perforación constituyen los motivos que guían la formulación de la arquitectura. En este caso, el gesto diagonal constituye la esencia del proyecto, aquél que da un sentido unificador al espacio arquitectónico. En este camino, la búsqueda de referencias que sustenten la forma propuesta es una constate en la obra de estos arquitectos y la metáfora de las formaciones minerales ha constituido probablemente un rico repositorio de signos a los que recurrir, como muy bien refleja la tienda Prada en Tokio, terminada a mediados de la década de 2000.
Planta por el acceso superior y el nivel donde se sitúa el Instituto Óscar Domínguez de Arte Contemporáneo
La recurrencia al trabajo artístico de pintores y escultores es otro campo al que estos autores prestan una atención minuciosa como grandes admiradores que son de las últimas expresiones del arte contemporáneo. Un dialogo fructífero que les ha permitido introducir matices muy sugerentes y que indudablemente enriquecen finalmente la expresión de sus edificios. El recurso a la indefinición del espacio mediante la magia de los espejos y las refulgencias pretende ser una recurrencia a la virtualidad en la arquitectura, un concepto que podría caracterizar nuestra contemporaneidad y que Herzog y de Meuron introdujeron por primera vez en su proyecto para las oficinas Ricola en Laufen de1999, convertido en recurso expresivo. En ese caso, como muy acertadamente ha señalado Rafael Moneo en su ensayo sobre la obra de estos arquitectos, se confía en la materialidad del vidrio como artilugio esencial para conseguir unos efectos espaciales ambiguos. En este juego de las transparencias y la voluntad desorientadora de la escultura, Dan Graham es una fuente de inspiración innegable para este propósito concreto de los arquitectos. La creación de una experiencia mágica a partir de la confusión espacial que originan los reflejos múltiples se percibe claramente en muchas instalaciones al aire libre de Graham. Algo similar a lo que ocurre a mayor escala al transitar un edificio como este Tenerife Espacio de las Artes.
Seccion del edificio y planta baja en la que se encuentra la biblioteca Alejandro Cioranescu
En consecuencia, la interpenetrabilidad de los espacios y la conexión entre interiores y exteriores se confía a unos muros cortina de cristal transparente que permiten reflejos capaces de generar múltiples lecturas y visiones que sorprenden al paseante que atraviesa su espacio público central. A este juego contribuye el trabajo realizado de extracción de sólidos triangulares y generación de diagonales en un proceso de fluidificación y generación de la transparencia e interacción espacial compleja. Colección de maquetas del proyecto. Imagen del libro Natural history editado por Philip Ursprung con motivo de la exposición antológica de la obra de Herzog y de Meuron celebrada en 2002 en el Canadian Center for Architecture de Montreal
El esfuerzo de investigación que refleja esta arquitectura se centra en las preguntas que exploran la materialidad de la construcción, tal como se puede inferir también de las contestaciones a las preguntas realizadas en una entrevista de Wilfried Wang para su libro sobre la obra de Herzog y de Meuron. En ella, los arquitectos quieren interrogarse sobre algunas cuestiones esenciales de la arquitectura ¿Que es lo que contiene el peso? ¿Qué constituye lo brillante? ¿Que es una pared o qué es la luz? Preguntas que se hacen constantemente también grandes escultores contemporáneos como el propio Graham o asimismo, Carl André y Richard Serra. En este caso, el trabajo con los materiales se refleja en la elección de dos planteamientos contrapuestos: La definición volumétrica del paralelepípedo envolvente con una estructura muraria pixelada, fuertemente masiva y pesada, y la ligereza de unos cerramientos interiores que acentúan las transparencias. Los lienzos exteriores se realizan en un macizo hormigón oscurecido que incorpora una caligrafía basada en una interpretación fotográfica abstraída del paisaje próximo. La interacción entre horizonte y construcción es también otra cuestión que se refleja en este edificio. Probablemente como resultado de un diálogo fructífero con la cultura local muy permeada por la presencia de un paisaje de una gran potencia y variedad. El territorio canario define unos paisajes de una diversidad extrema, incluso dentro de una propia isla. En el caso de Tenerife, el volcanismo reciente ha configurado unos horizontes de montañas y lava que definen un ambiente coloreado con tonos oscuros y ocres. La propia forma de la cubierta del edificio reintroduce en la ciudad una geometrización del paisaje que permite una nueva lectura de los monumentos próximos y de la silueta urbana global en ese punto.
Fachada Noreste del edificio con el diseño piexelado de huecos
El uso sobrio del color hace referencia también a esta idea del volcanismo, con predominio de las tonalidades grises y el contrapunto de la calidez de la madera en los pavimentos de la gran sala de la biblioteca. Este es el espacio principal del edificio, aquél que otorga una personalidad concreta a la obra. La biblioteca se concibe como una gran catedral de la cultura, excesiva en su configuración y que debido a ello. se transfigura en una gran apuesta de esta sociedad hacia el futuro: promover un espacio suficiente para atesorar el conocimiento y albergar la sensibilidad. La identificación de la rígida geometría de base se confía en una trama reticulada de puntos de luz en forma de lágrima que atraviesa los espacios y en el que escaleras helicoidales de comunicación vertical actúan como contrapuntos dentro del enorme volumen generado. Estos grandes cilindros interiores puntúan los espacios y definen también unas potentes referencias formales para la orientación. El énfasis puesto en el magnífico espacio de la biblioteca Alejandro Cioranescu contrasta con la escasez formal y la crudeza del Museo Oscar Domínguez y el Centro de Fotografía, casi residuos frente a la idea principal. Parecería que se ha optado en este caso por cumplir estrictamente su acondicionamiento para que den un servicio secundario. Estrategia que contrasta con las propuestas más brillantes de otras arquitecturas expositivas como las realizadas por el italiano Renzo Piano en la Fundación De Menil en Houston o el propio Museo Beyeler, en la misma ciudad en la que residen estos arquitectos, Basilea. Este hecho ha supuesto unas claras dificultades para la iluminación de los espacios expositivos, el aprovechamiento de sótanos residuales que aparecen casi como ocultos y a lo que resta brillantes la poca claridad de recorridos y accesos. Una duda final se plantea sobre el significado de la dualización de la inversión pública que refleja un edificio como éste. El TEA pertenece a una generación de grandes inversiones públicas sin límite presupuestario en la capital y una importante carencia de servicios esenciales en el resto de la isla. Podría esconder una concepción elitista de la política cultural como una actuación encaminada a los grandes gestos frente al ocultamiento de las importantes necesidades educativas de base que lastran socialmente a este archipiélago con una gravedad inusitada. No obstante, bienvenido sea este nuevo equipamiento cultural en el que hay que reconocer ineludiblemente el esfuerzo de la institución política por excelencia de esta isla, su Cabildo Insular. También el de muchas personas que han llevado a buen puerto esta iniciativa. En particular a Dulce Xerach Pérez, sin cuya apuesta visionaria no sería una realidad. También a Virgilio Gutiérrez Herreros el arquitecto que ha garantizado la calidad final de la obra y a Sinesio Domínguez Suria, un constructor como quedan pocos en esta isla. Y finalmente a Jacques Herzog y Pierre de Meuron que han logrado expresar magníficamente el deseo de superación de una sociedad como la nuestra.
Espacio interior de la biblioteca Alejandro Cioranescu con la cristalera superior que enlaza con la plaza intermedia
Ha aparecido un comentario bastante crítico sobre este edificio en ABCD del 8 de noviembre, el semanal de cultura del diario madrileño ABC, titulado Subirse a la Palma en Tenerifey firmado por Fredy Massa con el que estoy de acuerdo en su planteamiento genérico pero que obviamente no comparto en lo que se refiere a sus críticas concretas al edificio. Gracias por la referencia Anónimo informante.
Se ha producido otra aportación periodística muy interesante del amigo Juan Ramírez Guedes en el diario El Pais del 15 de noviembre y titulada, Intersecciones en Canarias, que conviene consultar para tener una visión más profunda sobre este edificio.
Una versión reducida de mi comentario también ha aparecido como artículo de opinión en la edición del 9 de noviembre del períodico local Diario de Avisos.
Recientemente ha tenido un importante reconocimiento internacional un edificio excepcional, la biblioteca Santo Domingo Savio en el Parque España de la ciudad colombiana de Medellín. Una obra del arquitecto Giancarlo Mazzanti que ha obtenido el Premio a la mejor Arquitectura de los años 2004-2006 otorgado por la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo.
Me gustaría usar esta referencia concreta para reflexionar sobre el proceso real en que se desenvuelve la arquitectura y denunciar la colonización del reconocimiento profesional por una concepción exclusivamente formal del hecho arquitectónico espoleado por los medios de comunicación especializados. Generalmente, no se hace referencia al papel que la identificación en las ciudades de las necesidades colectivas y la planificación urbana consiguiente tienen en la generación de arquitectura de calidad.
La ciudad de Medellín vista desde el entorno de la biblioteca de España
Los arquitectos nos hemos acostumbrado a la interpretación de la obra de arquitectura a partir del glamour de las imágenes finales de la edificios como si ello hubiera sido el resultado de la voluntad heroica de un artista iluminado. Pero la arquitectura es el resultado de un esfuerzo que implica generalmente un importante trabajo colectivo, la intervención de un numeroso grupo de personas. Probablemente, se podría interpretar como el resultado de la concepción que una sociedad concreta tiene para lograr una forma de habitar. Este zeitgeist colectivo, que los edificios representan en el mundo físico, solo comienza a ser valorado por los propios arquitectos a partir de su aparición en las revistas de arquitectura, espacios que cada vez ejercen menos una crítica racional. Ello conlleva un error de apreciación que no tiene nada que ver con la valoración que las propias sociedades hacen de sus arquitecturas construidas; obras que se han producido casi siempre debido a procesos de gestión y conformación de las ciudades de carácter mucho más amplío que tiene que ver con la calidad política y de las instituciones sociales que han conseguido desarrollar. Si bien se pudiera considerar que un edificio entra en la historia de la arquitectura cuando se publica o se escribe sobre él, en estos últimos años se ha producido una perversión importante en la valoración de las obras realmente significativas para el avance de la disciplina. El énfasis casi exclusivo en las imágenes y en la estética fotográfica ha obviado por lo general el esfuerzo intelectual imprescindible que permitan desentrañar el verdadero valor de la arquitectura como contribución al desarrollo cultural de un territorio concreto. En el caso de esta Biblioteca de España, que supone también un resultado formal estéticamente muy logrado, habría que estimar el esfuerzo que la ciudad de Medellín ha venido haciendo para mejorar las condiciones globales colectivas y en del que esta arquitectura supone solo una guinda para un pastel largamente cocinado. Un reciente trabajo de Jimena Martignoni titulado Estrategias para Medellín y aparecido en el número 64 de la revista alemana TOPOS, permite conocer el trabajo de planificación desarrollado en esa ciudad y que ha llevado a la producción de arquitecturas de relieve en una última instancia. Según el mismo, la metrópolis colombiana ha pasado de contar con 300.000 habitantes en 1950 a superar 3 millones y medio de habitantes en la actualidad, convirtiéndose en este breve lapso temporal en la segunda región más importante del país. Su situación en el valle del Aburrá en la parte central de los Andes en el encuentro de las dos ramas del río Medellín ha configurado un entorno geográfico caracterizado por una difícil topografía que no ofrece buenas condiciones para encajar un crecimiento poblacional tan acelerado. Además la ausencia de una base económica conveniente ha originado importantes focos de pobreza que fueron el caldo del cultivo para un desarrollo de actividades ilegales en torno al tráfico de drogas y, así mismo, una gran violencia por la que la ciudad ha sido y es reconocida internacionalmente. El aislamiento geográfico y este entorno económico y social de partida tan desfavorable han condicionado la definición de una planificación territorial pública que intenta superar las desventajas acumuladas. El valle de Aburrá está dividido administrativamente en diez municipios pero para la organización de la estrategia territorial se ha logrado una coordinación a través del Área Metropolitana compuesta por los alcaldes y liderada por la alcaldía de Medellín y la gobernación junto al apoyo de varios consejeros. De acuerdo a Jimena Martignoni, una de las principales herramientas son las Directrices Metropolitanas de Ordenamiento Territorial, que han logrado implementar para lograr un desarrollo armónico, la coordinación de las intervenciones públicas y una rehabilitación de los entornos marginales. Este documento inició su proceso de redacción en 2004 con la constitución de un taller de trabajo formado por expertos en diferentes materias relacionadas con el desarrollo urbano. A través de un proceso paulatino de discusión y acercamiento de posiciones han logrado consensuar un documento estratégico de planeamiento que ofrece una guía para la actuación urbanística en los distintos municipios.
Esquema de ordenación de las Directrices Metropolitanas de Ordenamiento Territorial de Medellín
Observado desde la distancia es curioso detectar una diferencia de planteamiento significativa en la acción para la mejora de los ámbitos metropolitanos frente a lo usual en España o el entorno europeo. En Europa se concibe la ordenación territorial como la definición de un rígido sistema legal de asignación de usos y aprovechamientos sobre cada pieza de suelo mientras que pareciera que en Latinoamérica, tomando como referencia este caso que se comenta, se actúa de una manera más dinámica, estableciendo la programación de acciones concretas coordinadas en un proceso participativo de las instituciones con responsabilidad pública en la gestión del territorio. Según lo expresado por la autora, las acciones de mejora previstas en las Directrices se orientan a la actuación sobre tres segmentos esenciales de la planificación territorial del ámbito metropolitano: el entorno natural, las infraestructuras y las tramas urbanas. En este último caso, se detectó la necesidad de proveer de nuevo espacio para atender una fuerte demanda de acogida de nuevos residentes. Otro hecho significativo era la existencia de una multiplicidad excesiva de códigos de uso del suelo en los distintos municipios que finalmente fueron coordinados y reducidos únicamente a nueve tipos diferentes. Las Directrices Metropolitanas de Ordenamiento se complementan con la definición de Proyectos Estratégicos que actúan sobre tres tipos de cuestiones dirigidas a estimular la recualificación y reestructuración del conjunto de núcleos urbanos inconexos: las mejoras del entorno natural y las riberas del río, el desarrollo de nuevos centros logísticos y la creación de nuevas centralidades. El último grupo señalado estaría orientado a la provisión de servicios y equipamientos públicos de todo tipo junto a espacio recreativo y para el esparcimiento de la población. Una de las actuaciones más importantes con el carácter de nueva centralidad es el denominado Proyecto Urbano Integral, cuyo objetivo principal era la actuación sobre espacios degradados para conseguir su reconversión y generación. Una de los primeros Proyectos Urbanos Integrales se ha producido en el Noroeste del conglomerado urbano al crearse un gran parque urbano, el Parque de los Deseos, que ha incluido el despliegue de una serie de edificios públicos de carácter cultural con la construcción de una Casa de la Música, un Planetario y un Jardín Botánico. La instalación de una red de teleféricos como sistema de transporte público, el llamado Metrocable, ha supuesto una solución muy imaginativa para facilitar las conexiones y el transporte personal, mejorando con ello la calidad de vida en el conjunto. La creación de este servicio ha beneficiado a la población de menores ingresos que pueden desplazarse al trabajo más fácilmente entre la parte alta de las laderas de la ciudad y las zonas centrales junto al cauce del río. Es en el grupo de acciones de centralidad donde también encajaría la intervención para crear un nuevo edificio público, la biblioteca de Santo Domingo Savio en el Parque España en el barrio del mismo nombre. Este proyecto se inscribe en un programa cultural y educativo compuesto por diez escuelas y cinco bibliotecas destinado a mejorar las condiciones de las áreas marginales de la ciudad. La biblioteca de España, concebida como un polo de atracción en si mismo, dota de un importante atractivo a un barrio constituido por construcciones de bajo presupuesto y escaso interés.
Planta de emplazamiento de la nueva biblioteca. Fuente: Eikongraphia
El edificio se coloca en el lugar de una manera sorprendente en lo alto de la ladera selvática del barrio de Santo Domingo, conectado con la zona central por un teleférico implementado para la mejora global de los accesos a esta parte de la ciudad. La apuesta es una referencia cultural en el paisaje de la ciudad, junto a los barrios marginalizados de ranchos pobres que se extienden por las vertientes más agrestes. Con ello se intenta conferir una dignidad a espacios en los que históricamente no se suele intervenir ni dotarlos con equipamientos públicos de calidad. La composición del edificio se define como tres grandes rocas volcánicas que se incrustan en la parte superior de la montaña, generando una imagen de gran potencia icónica. El acceso se produce en un nivel intermedio desde una plaza atrio que actúa como gran balcón que se asoma a las vistas de la ciudad de Medellín. La definición de la forma concreta de los volúmenes se produce mediante el plegamiento y recorte de las superficies de los grandes volúmenes cúbicos que se colocan de una manera desigual con el objetivo de lograr el mejor aprovechamiento de la parcela.
Plaza de acceso al nuevo equipamiento cultural
En su interior se despliega el programa de la biblioteca en bandejas despegadas de la piel exterior, configurando así unos espacios de una gran riqueza espacial en los que la luz canalizada desde lucernarios superiores otorgan una atmósfera calida sumamente adecuada a la lectura. El uso de grafismos expresivos y colores muy vivos otorgan al conjunto de tres piezas con una gran contemporaneidad de lenguaje.
Espectacular vista del espacio interior de uno de los módulos
Desde una perspectiva internacional, el esfuerzo de planificación y coordinación desarrollado para mejorar las condiciones colectivas de vida en la ciudad de Medellín son un ejemplo de la actuación liderada desde la elite dirigente para lograr un positivo desarrollo conjunto de la población, junto a la superación de situaciones de pobreza extrema, la atenuación de la violencia asociada y una herencia de marginación Este recóndito lugar de Colombia ejemplifica un camino a emprender por la ciudad latinoamericana hacia la superación de lacras acumuladas durante décadas de inacción política. El proyecto de la biblioteca España simboliza una arquitectura comprometida con las necesidades de las capas más desfavorecidas de la población sin renunciar a establecer una nueva imagen de esperanza. Un poderoso emblema de otro futuro posible.
El paisajista francés Gilles Clement es un personaje curioso que lleva décadas aportando e innovando un pensamiento heterodoxo sobre la relación del hombre con el medio. Desde su posición pedagógica en la Ecole Nationale Supérieure de Paysage de Versailles dirige anualmente cursos magistrales orientados a una deliberación dedicada al entendimiento de las grandes cuestiones territoriales que afectan a nuestro mundo. Su concepción de la jardinería va más allá del reducido recinto de los espacios verdes urbanos y sugiere una relación más armónica, anárquica y sosegada, con las otras formas vivas que nos acompañan en nuestro universo cotidiano frente a la voluntad de control exhaustivo del espacio, surgida del racionalismo.
Cuando se leen sus breves textos reunidos en una nutrida colección de libros publicados se observa una inmensa voluntad pedagógica que pretende explicar unas ideas alternativas a la convención ecológica al uso. En la observación de sus acciones y argumentos viene a la memoria aquel curioso personaje de Being there, la novela de Jerzy Kosinsky que fue llevada a la pantalla en 1979 por Hal Ashby, contando con el inefable Peter Sellers como actor principal. Su protagonista, que se presentaba como Chance Gardener, era un deficiente mental cuya vida entera había transcurrido confinada y dedicada a la mejor evolución y cuidado del jardín de su rico patrono en la ciudad de Washington. Cuando éste muere y, en consecuencia, este hecho le lleva a perder su empleo de repente, el limitado mundo de Chance desaparece y tiene que abandonar su amado jardín para adentrarse en la peligrosa selva de la ciudad contemporánea. Mr Chance, provisto exclusivamente de su limitada filosofía paisana, debe enfrentarse con un mundo disparatado de mil desordenes y agresiones constantes. Su relación con el resto de la humanidad que circula a su alrededor no puede ser más surreal. Al principio lo toman por loco o estúpido al escuchar su convencional alegato fundado exclusivamente en la interpretación de las nubes y el bienestar de las plantas; pero al final su primitiva filosofía le lleva a convertirse en asesor del máximo dirigente de los Estados Unidos. Una curiosa parábola que permite lecturas muy ricas sobre el devenir contemporáneo y que recomiendo para entender algunas cuestiones de nuestra realidad actual.
El jardinero Chance en su cerrado universo particular
Gilles Clement podría ser una especie de Mr. Chance evolucionado e inteligente que también ha dedicado gran parte de su vida a tratar de entender cual es la mejor actitud frente a los fenómenos ambientales y, en especial, respecto a los organismos vivos que pueblan este pequeño recinto en que se ha convertido el planeta. Dice Clement al respecto: La evolución es una teoría de las interacciones. La selección natural transforma los encuentros fortuitos en relación. El jardinero parece ser un intermediario en la intersección de los encuentros imprevistos.
Con un discurso generalmente muy escueto, Clement ha aportado tres ideas básicas para superar una visión simplista de la ecología como defensa a ultranza de lo biológico existente. El Jardín en Movimiento, el Jardín Planetario y el Tercer Paisaje son esas tres nociones. Para entender estos conceptos hay que primero escucharle antes en su definición sobre lo que entiende por jardín, jardinero y paisaje. Según Clement, el jardín combina el trabajo del hombre con la inventiva del resto de la naturaleza; se presenta como el escenario de las relaciones entre los seres humanos y el resto del universo, gestionado generalmente por la intuición y el genio de sus jardineros. La explicación del concepto jardín tiene que ver para Clement con el lugar donde se acumula y preserva lo mejor; donde se gestionan adecuadamente los bienes elegidos del patrimonio natural. En el jardín todo está ordenado, todo se conoce y tiene nombre. Los campesinos podrían conceptuarse como los antecesores del jardinero contemporáneo, ya más asumido como paisano. Es decir, aquel perteneciente aun paisaje concreto. Los jardineros pretenderían para el autor ordenar un territorio salvaje sometido a la acción caótica de las especies animales y los vegetales y ejercer un cierto control en beneficio propio y del conjunto. En nuestros días la mezcla masiva de las especies existentes, su vagabundeo universal, es un hecho irreversible apoyado por el desplazamiento acelerado de los animales y, especialmente, del hombre. Por ello, para este pensador la labor del jardinero debe reducirse a situarse en medio de este encuentro espontáneo que se produce en el mundo biológico, intentando reducir los efectos nocivos y ayudando a la implantación de lo positivo. En sus palabras: Hacer lo menos en contra y lo más a favor. Solo lo viviente, capaz de invención, transforma los estados instantáneos de los individuos o del paisaje existente en otros, en espacios nuevos.
Versión del Jardin en mouvement. Parc Lazenay en Bourges. Foto: Jordi Chueca, Flcikr
Según Clement, los jardineros conductores deben observar más las dinámicas en curso y ejecutar menos. Este planteamiento Clement lo sitúo en su radicalidad cuando en 1977 compró una pequeña propiedad en el valle de la Creuse, en la región de Limousin al Este de Francia, para experimentar directamente sus ideas. Allí surge el concepto del Jardín en Movimiento, en el curso de los años y de la observación cuidadosa. Clement intenta su disociación de las aproximaciones estéticas al paisaje y pretende seguir el ejemplo y la sabiduría del jardinero: observar el desarrollo de las plantas, el discurrir de los animales, el movimiento del sol y la acción del viento y los otros meteoros. La propuesta de Clement es revolucionaria, dejar hacer a los elementos, observar y efectuar ligeras acciones correctoras. Dejar espacio a la vida para que libremente se pueda instalar en el lugar y las especies desarrollarse libremente. En este contexto, el jardinero solo actúa para mejorar las expectativas del conjunto sin alterar la riqueza de las relaciones ya presentes, manteniendo la calidad biológica de los sustratos, orientando el agua, limitando a lo mínimo imprescindible la acción de las herramientas, etc. Con ello y el desplazamiento anárquico, creativo, de las especies se estaría en presencia del Jardín en Movimiento. En cierto sentido, Clement propugna un grado negativo de acción sobre el territorio, algo parecido a lo que el arquitecto japonés Kengo Kuma define como arquitectura del borrado en relación al espacio construido. Un segundo concepto de interés es el que se refiere al Jardín Planetario: La consideración de la totalidad del planeta como un universo finito, cerrado, en el cual se desenvuelven las especies vegetales y animales bajo la fuerte acción del hombre. Según él habría que actuar en este espacio constreñido como los jardineros medievales que limitaban su acción a la recolección y preservación del patrimonio natural dentro de entornos definidos. Así como las plantas y los animales se distribuían por el mundo según sus capacidades vitales dentro de las zonas climáticas en que se encuentra dividido el planeta, esta riqueza se halla actualmente amenazada gravemente por la mezcla incesante de los elementos en juego, fundamentalmente por la acción de la actividad humana en un proceso destructivo en clara aceleración y expansión. A partir de estas consideraciones, Gilles Clement contribuye a organizar en 1999 en el Grand Halle de la Villete de París una exposición consagrada al Jardín Planetario, que tuvo un profundo eco en el mundo francófono. Dividida en tres partes, un primer tramo mostraba la diversidad, tanto de las especies biológicas como de las que corresponden a las culturas humanas; diversidad mantenida fundamentalmente por el aislamiento primitivo. En un segundo plano se presentaba la época de las migraciones de las especies naturales, sobre todo la que ha realizado la humanidad. Este proceso ha tenido como consecuencia una creciente mezcla de los elementos biológicos y, especialmente la interacción y el ensamblaje de los individuos generando nuevas variedades imprevistas. En la tercera parte, se mostraban los esfuerzos más notables para orientar positivamente este fenómeno, que estaban teniendo lugar en diferentes partes del mundo. Entre ellas, se exponían las propuestas de Curitiba, el desarrollo de una aproximación alternativa a la agricultura alrededor del concepto de permacultura, acciones para la limpieza de terrenos polucionados, etc.
Uno de los espacios del Parc André Citroën de París, diseñado por Gilles Clement junto a Allain Provost
Esta exposición del Jardín Planetario recogía la propuesta de Clement del jardín como modelo de gestión del mundo. Con motivo de este evento decía: Si la resolución de los problemas ambientales se realiza siempre localmente, precisamente dentro de la economía del lugar, con su ecología específica, la visión siempre será global. Para abordar una reconfiguración de la destrucción en curso, la producción y consumo in situ de la energía y el agua se convierten en cuestiones cruciales. Ello llevará a una economía y a una gestión apropiada del habitar, de la ciudad y sus habitantes en la que el corazón deberá ser necesariamente un jardín. La noción del Tercer Paisaje surge para Clement de la identificación de unos espacios singulares que han sido abandonados a su suerte por el hombre al ser ámbitos inaprovechables, tanto desde el punto de vista de la urbanización como de la agricultura. El Tercer Paisaje tampoco tiene que ver con el espacio natural valorado y protegido legalmente. Incluiría simplemente lugares extraños como los barbechos, los pantanos, los bordes abandonados y todos aquellos espacios que no interesan realmente al funcionamiento del sistema territorial tal como ha sido concebido hasta ahora.
Ejemplo de Tiers paysage rodeado por un mar de caña de azucar. Isla Mauricio. Foto: Une ecologie humaniste
De acuerdo a lo anterior, la gestión del territorio se dividiría entre tres tipos de jardineros del terreno: el explotador agrícola, el constructor urbano y un tercer actor menos identificable, la propia naturaleza en libertad. Por ello, Clement le concede al Tercer Paisaje un valor incalculable como depósito de la riqueza biológica, una reserva genética para una posible reconstrucción futura del planeta. Son estos lugares de indecisión, donde se puede producir el intercambio libre de las especies y su evolución, los que conviene gestionar para que su ámbito de influencia pueda extenderse, así como también lograr establecer una interrelación para que sus condiciones reviertan de una manera más amplia en la viabilidad futura del conjunto del territorio habitado. En definitiva, una visión superadora de la concepción ecológica al uso en la que las especies vegetales y animales tendrían una importancia por encima de la humanidad. Para Clement en su visión humanista, la esperanza futura de la vida sobre la tierra no se podría separar del destino de los hombres, especie biológica entrelazada indefectiblemente con sus pares naturales y con su destino común. Es una lástima que tanto éste como otros múltiples textos del autor no se hayan traducido todavía al idioma castellano con la profusión que se merecen.
María en el huerto cerrado. Maestro del Paraiso. 1430. Stadelches Kunstinstitut, Frankfut am Main
La creciente proliferación en los países avanzados de documentos legales para la protección del paisaje, como el Convenio Europeo del Paisaje que ha sido ratificado recientemente por España, reflejan una preocupación por la acelerada destrucción del entorno que ha acompañado los inicios del siglo XXI. Toda una parafernalia de planes, leyes y textos diversos han surgido para intentar una mejor salvaguarda de un bien impreciso que no llega a definirse de una manera clara. En este contexto, el paisaje depende de la interpretación conceptual que intenta imponerse desde diversas perspectivas disciplinares con resultados inciertos.
El paisaje, la belleza de la naturaleza, es en realidad un producto de la inteligencia humana, del pensamiento del hombre y del trabajo de los individuos que ha llevado centurias desarrollar. Es un libro infinito, un palimpsesto que recuerda la historia de milenios. El aspecto estético del paisaje es el resultado y no la precondición o causa de una buena política, una buena economía y una buena administración del ambiente. Si hoy en día el entorno parece hostil, destruido y destructivo es debido a una mala política y una mala economía que ha hecho que sea así.
Estas palabras pronunciadas por Argan ante el Senado italiano en 1985 como argumento para superar una concepción estrictamente estética del término. No obstante, se reconoce que tiene que ver un conocimiento subjetivo y parcial de las cosas: una visión peculiar del territorio que puede ser muy específicamente europea. Es en este continente donde la civilización ha ido conformando un espacio altamente humanizado y en el que naturaleza y cultura se funden en una infinita serie de acciones superpuestas. La concepción global del territorio como el hábitat lógico de la humanidad ha partido de la concepción de la ciudad como un espacio controlado alternativo al entorno salvaje. La sede del hombre pasó de ser un punto en el bosque inhóspito a su transformación en residencia y campo cultivado; posteriormente ese entorno modificado se percibe y pasa a ser paisaje al que se aspira a retornar como fuente de la vida para habitarlo como ciudad continua sin límites. En otros continentes, como en las Américas, este proceso se ha experimentado de una manera mucho más acelerada y virulenta. Por ello el paisaje americano se experimenta de otra manera. Allí lo natural se observa con reverencia y admiración. En Europa, la mirada se vuelve más crítica.
Credle, Colorado. Andreas Feiniger, 1942. Foto: Library of the Congress
El concepto del paisaje como tal debe considerarse una forma de percepción cultural de un territorio determinado. El territorio varía constantemente a partir de la utilización individual y colectiva que del mismo hacemos de una manera paulatina. Su disfrute o rechazo depende de los instrumentos que utilicemos y de los medios perceptivos de los que disponemos. No es lo mismo observar la ciudad cuando la recorremos a pie que disfrutar del territorio con la vista desde un avión.
¿Como se puede proteger algo tan inasible y variable?
El paisaje es el resumen de la relación histórica mantenida por nuestros predecesores con el medio físico en que nos desenvolvemos. Es una consecuencia de la acción humana sobre la geografía y sobre la biología que alberga. Hoy depende del grado de desarrollo cultural y la consciencia que tengamos sobre la enorme capacidad de que disponemos para transformarlo. En el pasado esto no era así. Si buceamos en la historia y analizamos la disposición de los jardines en la Edad Media, la concepción del paisaje era completamente opuesta a la que podamos tener hoy. El jardín medieval, el hortus conclusus, era un patio separado por una tapia de un entorno muy peligroso que albergaba fieras y todo tipo de amenazas; un lugar en el que la humanidad se recluía para disfrutar placidamente de algunos árboles y flores escogidas con primor; un espacio que daba sustento espiritual y material frente a las incertidumbres del mundo. En la etimología de la palabra jardín, que procede del alemán garten, se encuentra la referencia al claustro: un lugar de acumulación de lo mejor, mejores frutos, flores, legumbres y una mejor forma de vivir. El paisaje se apoya en un sustrato geográfico que depende de la geología, de la forma en que se han formado sus suelos, la topografía y la relación con el agua y el clima. La vegetación y la fauna han evolucionado teniendo en cuenta obligatoriamente estas condiciones de partida y ello ha generado una gran variedad de especies y biomas. Topographic landscape. Maya Lin, 2006. Foto:LorenaCupcake, Flickr
Pero la forma del paisaje obedece también a las maneras concretas en que el hombre se relaciona con el medio. Es una expresión de su cultura material específica y del grado de sensibilidad alcanzado en la valoración del hábitat habitual, del entorno próximo. Eso nos lleva a reconocer una variabilidad muy grande en las formas del paisaje en el mundo; variedad que acaba interactuando con la cultura de los pueblos para definir especificidades muy peculiares. Por ello, es tan difícil proteger el paisaje. Porque su valoración contemporánea parte de su reconocimiento estético, pero esto es como la espuma del fenómeno que, según señalaba Argan, fundamentalmente es una cuestión económica y, finalmente, política. Hoy el paisaje se ha convertido en solo un recurso más concebido para su mera apropiación económica y la política ha amparado esta visión simplificadora olvidando las consecuencias estéticas negativas, y si me apuran espirituales, que tanto perturban a los que lo observamos en nuestros días. En el entorno de la cultura occidental estos hechos se han producido con especial virulencia y la violencia de la destrucción de nuestro entorno cotidiano se aprecia especialmente en el paisaje urbano. El paisaje es por tanto, un concepto de una gran subjetividad que requiere ser identificado. Para que un lugar u objeto adquiera valor primero tiene que ser designado, señalado. La representación de los objetos es la tarea previa para la puesta en valor de determinadas cuestiones en el marco de la cultura. El primer paso en esta dirección tiene que ser de la identificación de los valores que queremos destacar y ahí nos han precedido los artistas. El arte es el instrumento básico para identificar la belleza de las maravillas que nos rodean. La percepción del paisaje como valor cultural ha sido siempre una tarea de artistas, escritores, pintores y más recientemente, fotógrafos y cineastas. Ellos han descrito de una manera comprensible para los demás los elementos importantes que componen el paisaje que nos rodea, iniciando así su inventario. Posteriormente, antropólogos, historiadores, geógrafos y otros especialistas han seguido completando la tarea, recopilando, inventariando y clasificando. Pero nosotros los arquitectos también somos a veces notarios y partícipes en este proceso debido al carácter transversal, holístico de nuestra disciplina.
Pero en definitiva, ¿De que hablamos cuando queremos proteger el paisaje?
Yo creo que es una cuestión relacionada con la ordenación territorial y el manejo de un mundo que cada vez está más completo. El espacio físico que nos ha tocado vivir es un ámbito reducido que se rebosa por momentos. Ya no se puede concebir la naturaleza como un lugar externo que se extiende hasta el infinito y una fuente inagotable de recursos y materias primas. Actualmente, asistimos a innumerables desmanes que afectan al territorio. El paisaje del que disfrutaron nuestros abuelos ha sido transformado y desfigurado brutalmente debido a un aprovechamiento y depredación salvaje de los recursos heredados. La dictadura de una concepción económica liberal o del desenfreno individual ha ocasionado ya una destrucción sin parangón en la historia de la humanidad.
Beirut. Interrupted city. Foto Gabriele Basilico
Por ello su correcta administración es una tarea esencial y para ello lo primero que hay que hacer es un cambio radical en las mentalidades. A medida que transcurre el tiempo y la historia humana se acelera, cada vez es menos posible seguir apropiándonos individualmente sin control de la materia prima que forma nuestro mundo. El paisaje debe gestionarse colectivamente en nuestros días. Es a partir de la constatación de este hecho cuando se puede emprender la tarea de su protección. En un mundo lleno de personas, la protección de los restos inventariados del paisaje cultural heredado que no han sido deformados, se debe culminar. Pero además se debe emprender una tarea complementaria que es la de una posible rehabilitación de aquello destruido allí donde sea posible. Un trabajo sumamente complejo y respecto al que estamos actualmente improvisando las herramientas para llevarlo a cabo. En el último siglo y medio se ha trabajado mucho en el discernimiento de cuales deben ser las pautas correctas para la restauración y rehabilitación de la arquitectura. Se han generado amplios debates y extensas polémicas que nacieron en los países que cuentan con un patrimonio cultural más rico y variado. Italia y Francia por ejemplo. La rehabilitación del patrimonio paisajístico es una cuestión absolutamente novedosa sobre la que estamos en los umbrales de su planteamiento y sobre la que no contamos con elementos de juicio razonables todavía.
Reforma del Paseo de Colón. Puerto de la Cruz, 2003. Federico García Barba, arquitecto en colaboración con Cristina González Vázquez y Ángel García Palmas
Hoy en día, después de atravesar un período de intensa degradación paisajística, se requieren otro tipo de herramientas mas activas y la disciplina del paisajismo ofrece mejores recursos para ello. Una aproximación que supone una intervención positiva en el paisaje como la que se realiza desde la jardinería y el paisajismo, es una necesidad y a la vez supone un peligro. En este caso, se actúa también desde la subjetividad y desde el talento del arte que puede fallar o atinar. No obstante, hay que actuar con valentía en la esperanza del acierto en la rehabilitación y mejora de los lugares que conforman el paisaje heredado. Las islas, por sus peculiaridades espaciales, ofrecen la posibilidad de experimentar de una manera muy directa estas cuestiones, relacionadas con la transformación positiva del entorno. Convendría trabajar intensamente en estos espacios finitos para definir el alcance de la protección del paisaje sin contradecir excesivamente las enormes transformaciones en curso. Una de las aportaciones que considero más interesantes que he leído últimamente sobre estas cuestiones es la que ha establecido el trabajo del paisajista francés Gilles Clement en su trabajo, Une ecologie humaniste, resumen de 25 años de pensamiento y enseñanza sobre esta joven disciplina del paisajismo.
En palabras de Clement, la vida avanza según un caos poético que se ofrece a aquellos que no quieren cerrar los ojos.
Con motivo de la Expo del Agua celebrada en el verano de 2008, un conjunto de piezas de arquitectura e ingeniería se han añadido a la ciudad de Zaragoza. Un balance somero señalaría el predominio de la mediocridad junto a algunas intervenciones brillantes que aportan nuevos hitos al paisaje de la capital de Aragón.
Llegar a la principal urbe aragonesa en el nuevo tren de alta velocidad, el AVE que une Madrid con Barcelona, es todo un acontecimiento. Esta infraestructura de transporte ha reforzado ampliamente la posición de la ciudad en el mapa de la península ibérica. La nueva estación de Delicias es un magnífico hito urbano diseñado con buen criterio para desempeñar un papel monumental en la imagen urbana global. Su funcionalidad y su inserción en el entorno concreto se apoyan en una arquitectura apropiada. En definitiva, un edificio con una gran personalidad que aporta urbanidad y cuyo perfil identifica el nuevo desarrollo de la ciudad hacia el Oeste. Su amplío espacio de recepción de trenes es todo un espectáculo visual, ejecutado con una alta calidad espacial como corresponde al gran arquitecto que lo ha proyectado, Carlos Ferrater. La obra de Ferrater, prevista y realizada con anterioridad a la Expo del Agua de Zaragoza 2008, ha constituido una buena anticipación de lo que debiera haber sido posible en este acontecimiento internacional respecto a la producción de buena arquitectura y una correcta adición de nueva ciudad.
Perspectiva superior de uno de los vestíbulos del Hotel Iberus
He tenido la oportunidad de quedarme en el interesante hotel Iberus, situado casi dentro del propio recinto de la Expo. Un trabajo de Elías Torres y José Antonio Martínez la Peña que contiene sugestivas ideas arquitectónicas pero que ha sido construido de una manera chapucera. Su gran ala de habitaciones se ha planteado con una orientación paralela al río Ebro, lo que permite a sus habitaciones disfrutar de unas espectaculares vistas panorámicas sobre los nuevos puentes realizados junto al meandro de Ranillas. Los espacios comunes de recepción y vestíbulos sucesivos a triple altura definen visuales muy atractivas, lo que junto a un exquisito uso del color otorga a sus interiores de una alta calidad espacial. Todo ello se complementa con el recurso en el interiorismo a piezas de mobiliario del maestro danés, Jacobsen, lo cual es una garantía de sobriedad. Lástima que una ejecución constructiva muy mala haga que desmerezca el esfuerzo proyectual realizado.
Ordenación urbana particular del recinto de la Expo de Zaragoza ocupando el meandro de Ranillas
Paseando por la Expo de Zaragoza, más allá de sus arquitecturas concretas, no se puede sentir sino decepción ante unas expectativas culturales no satisfechas, colonizadas totalmente por una idea del entretenimiento mal entendida y con escasez de recursos narrativos realmente válidos. El vacío intelectual ha presidido la práctica totalidad de los pabellones construidos y además muchos de los recorridos expositivos apenas han ofrecido un dialogo inteligente a sus visitantes. Los discursos sobre el gravísimo problema que supone actualmente la administración del agua en el mundo se han caracterizado por una simpleza enmascarada bajo toda una parafernalia de pantallas, diseño de señalética junto a una explosión innecesaria de colores y signos que no han pretendido comunicar prácticamente nada. La ausencia de información coherente ha sido patética, teniendo en cuenta la grandilocuencia de los objetivos, aquellos por los que se pretendía una reflexión sobre la necesidad de una mejor gestión de un recurso esencial. Todo ello acompañado por monumentos autistas como la llamada Torre del Agua del arquitecto Enrique de Teresa, que constituyen un despilfarro constructivo evidente. Pasear por sus rampas interiores observando la enorme escultura en forma de inmensa gota de agua que ocupa su gigantesco atrio interior lleva al espectador a interrogarse sobre cual es el sentido de este gran edificio que recurre a sistemas constructivos de una supuesta última tecnología y que obliga a recorrer una espiral descendente que se antoja infinita al visitante. Sin respuesta, en mi caso. Quizás sus promotores hayan tomado como referencia el ejemplo de la torre Eiffel realizada con motivo de otra Exposición Universal, la de París de 1889. Un emblema urbano que hoy constituye un hito identificador de la ciudad a nivel mundial enclavado en uno de los espacios más significados de esa ciudad, el Champ de Mars. Es dudoso que ocurra una historia similar con la enfática Torre del Agua.
Vista desde el acceso al pabellón de la Comunidad Autónoma de Aragón
El pabellón de Aragón, de los arquitectos locales Daniel Olano y Alberto Mendo, parte de una idea recurrente en otros experimentos arquitectónicos recientes: la disposición de amplios espacios diáfanos horizontales superpuestos y puntuados en su isotropía por pozos de luz interiores en las que se concentra la armazón estructural. Es curiosa la concepción de su envolvente a la manera de tejido de cestería, generando una imagen y personalidad muy particular. Los puentes realizados con motivo de este acontecimiento son quizás una buena aportación territorial de la Expo de Zaragoza. La Pasarela del Voluntariado, o el Pincho como la han bautizado los zaragozanos, es un magnífico trabajo de ingeniería del equipo encabezado por Javier Manterola. Se despliega con elegancia en un simple trazo arqueado sobre el Ebro, comunicando peatonalmente la entrada Oeste del recinto de la Expo con la orilla sur del río en las proximidades del centro de la ciudad. El pabellón puente de la arquitecta iraquí Zaha Hadid, con el apoyo de la ingeniería británica Arup Associates, constituye un espectacular acceso desde el nuevo barrio de Delicias. Es todo un acontecimiento atravesar sus intrincados espacios interiores que desarrollan una interesante idea estructural de celosía metálica inspirada en la forma de un narciso y recubierta de escamas metálicas que dotan al edificio con una imagen muy característica. En mi opinión, sin embargo, lo considero un gesto brillante pero excesivo que tapona innecesariamente el paisaje característico del río en este punto.
El pabellón de España en su emplazamiento
Pero sin duda, el mejor edificio de la Expo es el pabellón de España de Patxi Mangado. Una lírica interpretación de un bosque enclavado sobre una lámina de agua. La especie de manglar constructivo del arquitecto navarro, ofrece desde su enigmática silueta, una referencia clara de mesura frente a la multitud de gestos vociferantes de las arquitecturas a su alrededor. El recurso a una geometría de ángulos y contornos precisos contrasta poderosamente frente a un universo de babas y burbujas que han pretendido rememorar de una manera simplista el tema acuoso general. Los espacios interiores del pabellón de España ofrecían un sobrio relax visual tamizado por el bosque columnar de sus perímetros. El recurso a colores oscuros y unas contundentes carpinterías de madera de roble, junto a pavimentos del mismo material, otorgan una cualidad estética a este edificio que sobresale frente al conjunto de sus vecinos.
Plantas del pabellón de España
Las Exposiciones Internacionales presentan un handicap en origen, consistente en la premura de su ejecución física. Crear una pieza completa de ciudad sin una idea global de coherencia urbana apropiada es un lastre muy difícil de superar por las arquitecturas concretas, como ya señalaba en la entrada anterior. Si además, se plantean como un campo en el que se prima la experimentación arquitectónica es muy difícil conseguir un entorno favorable a la vida urbana posterior. Un fenómeno que acompaña a numerosas muestras de este tipo como ejemplifica el devenir de la Expo de Sevilla, paradigmático de un abandono a su suerte de un territorio que ha contado con inversiones multimillonarias. Algo tendrá que ver en estos procesos de degradación, la burocratización de la arquitectura a partir de la fagocitación de los proyectos por toda una caterva de gestores y empresarios temporales, cuyos únicos objetivos son el cumplimiento estricto de plazos y el control presupuestario. Los que reciben la encomienda de sacar adelante acontecimientos de este tipo comenten el grave error de no están para sutilezas culturales que son las que realmente generan la calidad de lo que se quiere llevar a cabo. Es sorprendente la ausencia de investigación destacable en la arquitectura realizada en la Expo de Zaragoza. Investigación relacionada con temas trascendentes para el futuro inmediato, tales como el ahorro energético, el manejo eficiente del agua, el reciclaje, etc. Varios objetivos en línea con las preocupaciones de mucha arquitectura sensible con la situación actual de la humanidad. En este caso, apenas se pueden señalar edificios confortables que hayan sopesado las condiciones climáticas, es decir que funcionen teniendo en cuenta el aprovechamiento pasivo del sol y el viento. El reciclaje de residuos sólidos y de aguas negras, junto a un aprovechamiento del agua de lluvia, podrían haber sido también otro motivo para la exploración de nuevas ideas arquitectónicas. Igualmente, la utilización de materiales alternativos en la construcción futura podría haber sido otro campo de investigación interesante a incentivar: Estrategia que contemplara la valoración de los materiales desde el punto de vista de su aportación a la contaminación global, que procuren reducir su impacto y que no supongan una acumulación de procesos que generan un consumo energético innecesario, bien debido a un transporte excesivo o bien por la utilización de procesos industrializados altamente dependientes de calor o electricidad
El puente del Tercer Milenio. Comunicación básica de la Expo con la estación ferroviaria de Delicias
Incluso la exploración del carácter emblemático de la arquitectura destinada a la representación pública como monumentos urbanos pudo ser mucho más ambicioso en este caso, lastrado por una forma urbana deslabazada y chapucera que no contribuía a la aparición de un arquitectura representativa. El entusiasmo de la población aragonesa para visitar la muestra contrasta con el comentario de los zaragozanos sobre la repercusión de la Expo en la ciudad. Indagando en sus opiniones sobre este evento se extraería una duda generalizada sobre las ventajas que ha obtenido esta capital de un esfuerzo colectivo de este calibre. Parecería que en Zaragoza, el verano de 2008 ha transcurrido velozmente pautado por una invasión de extraños, insensibles a su trajín cotidiano, y a la espera de la llegada de un otoño reparador de las costumbres habituales sencillas y apacibles.
Este verano he tenido oportunidad de visitar la Expo del Agua en la ciudad de Zaragoza. Me ha permitido observar por primera vez un acontecimiento de este tipo y reflexionar sobre su significado y las posibles repercusiones en una ciudad concreta. Como visitante, hay dos cuestiones sobre las que me gustaría dar mi opinión personal: el urbanismo y la arquitectura.
Aspecto del acceso Norte al recinto de la Expo de Zaragoza
La Expo de Zaragoza se inscribe dentro de una ya larga trayectoria de acontecimientos urbanos que se plantean como una confluencia entre la cultura del entretenimiento masivo y la reorganización de las ciudades. La aportación de un motivo para el encuentro y la visita de gran cantidad de personas a un lugar específico es aprovechado para catalizar procesos de gestión urbanística con el apoyo de técnicas de mercadotecnia tematizada. Un desarrollo urbano singular que sin este tipo de estímulos sería muy difícil gestionar y llevar a cabo. Por ello, las llamadas Exposiciones Universales se han convertido en una de las herramientas más socorridas para reforzar el posicionamiento de una ciudad específica en la competición global por un mayor reconocimiento mediático entre los espacios urbanizados avanzados. Una práctica que forma parte de una nueva variante de la publicidad, definida como branding urbano o city marketing; disciplina que trata de imponerse como técnica indispensable para una supuesta mejora de la economía de los territorios y la generación de un discutible enriquecimiento local. Explicado con otras palabras, el city marketing es un mecanismo de apoyo que contribuye al intercambio desigual para atraer más recursos a sitios determinados a costa de su detracción de otras sociedades y colectivos menos avispados. Algo similar, en lo referente a esta táctica del branding de ciudades, representan las competiciones deportivas de todo tipo, especialmente los Juegos Olímpicos. También otros eventos de masas juegan un papel destacado en esta estrategia publicitaria orientada a la competición: es el caso de los conciertos masivos, los acontecimientos culturales, junto con toda una parafernalia de actividades menores que buscan ocupar el escaso espacio que ha quedado definido por los medios convencionales de comunicación de alcance planetario. Las Exposiciones Internacionales son acontecimientos con una larga tradición que se inicia a mediados del siglo XIX en Londres con aquella Great Exhibition of the Works of Industry of all nations, auspiciada por el príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria, que atrajo maravillas de todos los continentes y países de la Tierra y donde se construyó el renombrado edificio de acero y cristal, Crystal Palace, del jardinero Joseph Paxton que tanto inspiraría a la arquitectura durante el siglo XX. El magnífico parque Hyde, enorme espacio libre en el centro de esa ciudad y en el que se desarrolló ese acontecimiento, es una consecuencia imprevista de esa gran exposición y que, hoy en día, observamos con admiración como una de las señas de identidad más significativas de Londres. Durante la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX se seguirían produciendo numerosos acontecimientos de este tipo, la Columbus Fair de Chicago en 1896, la World Fair de Nueva York en 1936, etc. En España, los pioneros en estas actividades fueron los catalanes con su exposición de 1887 que dejó el parque de la Ciudadela como herencia a la ciudad de Barcelona hasta llegar a la Expo de Sevilla de 1992, el precedente inmediato en nuestro país del acontecimiento que se acaba de celebrar en Zaragoza A pesar de toda su parafernalia de supuesto apoyo a la sostenibilidad, una supuesta reflexión sobre el agua como recurso escaso que se ha elegido como motivo inspirador en esta ocasión, etc., la Expo de Zaragoza lo que claramente ha promovido es un incremento forzado del atractivo hacia esa ciudad durante un lapso temporal determinado. Estrategia de sugestión que utiliza los mismos mecanismos y recursos que han codificado internacionalmente las empresas que trabajan orientadas al negocio de los parques temáticos o de atracciones. Este tipo de instalaciones generan ex novo un poderoso flujo de visitantes a partir de la acumulación de una serie de atracciones espectaculares, supuestamente innovadoras y ligadas al entretenimiento cultural. En definitiva, es una forma diferente de generar turismo de masas hacia lugares que no cuentan con muchos recursos reconocibles al respecto.
Interior del Pabellón Puente, obra de la arquitecta Zaha Hadid
De acuerdo a lo expuesto por Francisco Javier Monclús en su libro Exposiciones Internacionales y Urbanismo. El Proyecto Expo Zaragoza 2008, la ordenación territorial de esta nueva adición a la ciudad de Zaragoza se apoya en ideas elaboradas con mucha antelación por el planeamiento urbanístico. El Plan General de Ordenación Urbana de 1989 ya contenía una primera aproximación al espacio en el que iba a situarse el recinto de la Expo del Agua. Este planeamiento concebido en una etapa caracterizada por las dificultades para el desarrollo residencial y de las actividades económicas, se planteó con unos objetivos de restricción del crecimiento. Aun así ya definía un eje vertebrador de las posibles adiciones a la ciudad por el Oeste, la que bautizó como Ronda del Rabal que constituiría el último tramo del Tercer Cinturón Urbano de la ciudad enlazando los barrios de la Almozara y Actur a través del meandro de Ranillas. Este potente eje estructural constituiría junto a la ribera del río Ebro el elemento definidor del enclave donde se localizaría finalmente la Expo de Zaragoza. La revisión del Plan General de 2002, mantuvo este potente bucle viario interior, estableciendo los mecanismos de gestión necesarios para poder acometer una actuación como la que implica necesariamente una operación singular de este tipo. La ordenación urbanística concreta del lugar es fruto ya de un encargo directo de 2001 a la consultora vasca IDOM para definir el recinto expositivo, una vez aceptada la candidatura de la ciudad por el Bureau Internacional des Expositions. Su apuesta principal ha sido la definición de un gran espacio edificado formando frente a la gran vía estructural de la ronda hacia el Norte y el Este. Este edificio proyectado como una especie de gran ameba informe contendría a una gran parte de los pabellones y definiría un límite físico del futuro recinto junto con la orilla del río, lo cual generaría un gran vacío intermedio en el que se podrían situar algunos pabellones representativos que se prefiguraban formalmente también como otras manchas acuosas a modo de gotas. Finalmente,l frente fluvial se trataría como un gran parque lineal en el que se insertarían los accesos en puente desde la ciudad.
En amarillo la localización del recinto de la Expo de Zaragoza 2008. Plano de Estructura Urbanística del Texto Refundido de 2007 del Plan General de Ordenación Urbana
Lo curioso es que este esquema formalizador que actuaría sobre una superficie notable, superior a las 25 hectáreas, ha acabado construyéndose tal cual con una arquitectura de compromiso que poco contribuye a la urbanidad de Zaragoza. Las premuras temporales, la apelación a la eficacia y la ausencia de una decantación adecuada han impedido que se produjera una aportación realmente significativa a la ciudad más allá de algunas honrosas arquitecturas que constituyen una excepción al emblematismo requerido y al carácter estructurador y de nueva centralidad urbana perseguida. El parque fluvial ha sido también otra oportunidad perdida. En un inicio, responsabilidad de los arquitectos paisajistas catalanes Batlle y Roig, proyectaba el aprovechamiento extensivo de la orilla del río Ebro junto con la inclusión de un edificio puente sobre el río. Interesante idea que acabaría materializando la arquitecta iraquí, Zaha Hadid. La propuesta de Batllé y Roig no se ha llegado a perfilar convenientemente y el espacio de encuentro con el río es, en el verano de 2008, una indefinida sucesión de superficies verdes rematada por una especie de banco continuo prefabricado que es casi la única aportación que han podido llevar a cabo estos arquitectos. El resto del meandro al exterior de la vía de ronda se ha tratado como un gran espacio de transición entre la ciudad y el territorio abierto circundante menos antropizado, ello de acuerdo a los objetivos que se definieron en el planeamiento. Quizás esta parte del meandro de Ranillas ha tenido mayor suerte en cuanto a su tratamiento. Y ello podría obedecer a su carácter residual respecto a la globalidad de la intervención relacionada con la Expo y su posición excéntrica respecto a la ciudad. Se ha definido como un gran parque fluvial que respeta la previa condición de marisma con gran presencia de láminas de agua y parcelas agrícolas. La propuesta de los arquitectos locales Alday y Jover, junto con el apoyo de la paisajista francesa Christine Dalnoky ha procurado preservar el mosaico de paisajes e introducir elementos que permitan una mayor accesibilidad y así aumentar el disfrute de este espacio vegetado de más de 120 hectáreas, iniciando con ello su aprovechamiento para actividades recreativas y de ocio para los ciudadanos.
Vista de aérea del conjunto de las obras de la Expo de Zaragoza, prácticamente finalizadas
Estas simples ideas urbanísticas y de paisajismo básico, no han podido ser desarrolladas convenientemente en el tiempo. En su momento fueron fagocitadas rápidamente por una visión economicista de bajo vuelo, algo que se ha extendido indefectiblemente entre las elites dirigentes de nuestro país. El burocratismo que caracteriza actualmente a las actuaciones urbanísticas importantes, así como a la arquitectura que pretende tener trascendencia, suele coartar la creatividad desde sus inicios, rodeando o sustituyendo directamente a sus verdaderos impulsores por toda una cohorte de expertos en el desarrollo constructivo, estructural, de ingeniería, etc. que exhiben de una manera muy discutible una supuesta eficiencia como marca de identidad. La desconfianza del sector público respecto a los urbanistas y sobre todo hacia los arquitectos, artistas irredentos según el tópico al uso, ha llegado a un punto en que es difícil lograr espacios urbanos de calidad y, mucho menos, arquitectura pública realmente valiosa. Junto a ello, la clase política que tiene la encomienda de la gestión nuestras ciudades procuran el descargo de la responsabilidad pública en toda una parafernalia de personajes interpuestos, técnicos en project management, consultoras de ingeniería, gestores empresariales, etc. que está socavando aceleradamente y sin remedio el prestigio duramente adquirido por el urbanismo y la arquitectura española en las postrimerías del siglo XX. Un esquema urbanístico o una idea espacial de arquitectura necesitan de una decantación en el tiempo así como un desarrollo apropiado que conduzca a una posible excelencia constructiva y a una calidad real de los edificios. Esto no se puede llevar a buen término delegando su proyectación en empresas consultoras en las que se diluye la responsabilidad del diseño, compuestas por cientos de profesionales y donde la visión burocrática y de una eficiencia mal entendida, relega la calidad de la arquitectura a un papel subsidiario.
Es curioso que allí donde se proyecta masivamente la atención política y técnica, junto con la intervención de la burocracia asociada suele producir resultados no concordantes con el esfuerzo realizado. Sin embargo, algunas iniciativas que no presentan una imagen tan lastrada por la avalancha mediática posiblemente supongan una mejor proyección hacia el futuro de los lugares. El ejemplo inmediato en el caso de Zaragoza, es el que representa la Plataforma Logística de Zaragoza. PLAZA constituye una interesante apuesta económica hacia el futuro que ha identificado un recurso no explotado que se apoya en las condiciones geográficas de un territorio, sus comunicaciones y su posición en el cuadrante noreste de la península ibérica y que, sin embargo, su éxito no es muy conocido más allá de Aragón.
Esta semana acudo invitado a un taller participativo que tiene como objetivo la producción de ideas para el futuro de una institución carismática canaria, la Reserva de la Biosfera de Lanzarote. Estas son algunas de las reflexiones que quisiera exponer allí para animar el debate. Ideas sobre cuales deben ser hoy las estrategias para la preservación de los valores ambientales y urbanísticos presentes en los espacios insulares, pequeños laboratorios de la deriva planetaria.
El voluntarioso e ilusionante trabajo creativo realizado en la isla de Lanzarote por el artista César Manrique durante los años 70 y 80 del siglo pasado ha generado un microcosmos especial que hoy se encuentra gravemente cuestionado por una especulación rampante que ha destruido ya muchos de sus numerosos paisajes emblemáticos.
Paisaje volcánico del parque nacional de Timanfaya en Lanzarote. Foto: Stephen Downey, Flickr
Decía César Manrique, en una entrevista recogida en su libro de 1988 Escrito en el fuego, que cualquier artista auténtico, inmerso en una determinada naturaleza, ciudad o latitud, está condicionado por haber recibido todos los matices y sensaciones del medio donde habita. El paisaje hay que interpretarlo como una especie de palimpsesto en el que se resume la cultura heredada, el esfuerzo transformador de generaciones actuando sobre el territorio primitivo. El paisaje no debe concebirse como una visión idealizada o romántica de lo natural impoluto, sino que cabe interpretarlo desde una determinada posición estética adquirida de una manera casi biológica. La visión del paisaje valora los horizontes conocidos, la disposición de las especies biológicas familiares, la cultura tradicional de los campos, los artilugios insertados por innumerables generaciones anónimas de constructores junto a un reconocimiento de las fuerzas cósmicas que actúan en nuestro entorno, el sol, el agua, las nubes, etc. Esta contemplación despierta emociones que van más allá de la mera estética para atraer una reflexión sobre la relación del hombre con el universo. Algo que está insertado en lo más profundo del genoma que nos define y rememora nuestro pasado primigenio casi vegetal y geológico. El gran sufrimiento intelectual que se experimenta en nuestros días está relacionado con la paulatina destrucción de nuestros paisajes sometidos a una dictadura implacable de las fuerzas económicas empeñadas en la extracción de las plusvalías ocultas que contienen determinadas porciones del territorio, afectadas por características visuales singulares y sujetas a la admiración colectiva. En 1970 se crea la institución de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote, atendiendo localmente a los objetivos definidos en el programa de Unesco,
el Hombre y la Biosfera. Aquella institución pionera se basó en dos objetivos loables para la viabilidad de Lanzarote hacia el futuro, la conservación y protección de la biodiversidad local así como el fomento del desarrollo económico y humano compatible. En otro contexto, estas ideas iban a ser recogidas con carácter genérico como la esencia del desarrollo sostenible en el famoso informe, elaborado en 1987 por el equipo encabezado por la ex primera ministra de Noruega Gro Harlem Bruntland, y titulado Nuestro Futuro Común. Este texto seminal definía ambiguamente al desarrollo sostenible como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.
El peculiar cultivo del viñedo en La Geria de Lanzarote. Foto: tonygalvez, Flickr
En la actualidad estos dos objetivos, la protección de la biodiversidad y el fomento del desarrollo, se han convertido en antagónicos ya que si solamente extrapoláramos el nivel de recursos necesarios para el consumo de los estadounidenses al conjunto de la humanidad haría falta una superficie equivalente a 5 planetas. Es lo que se conoce como huella ecológica de la humanidad. Se calcula midiendo la superficie de tierra que cada persona podría necesitar como media para su supervivencia. Según un modo eficiente de vida soportado en una agricultura de autoconsumo, bastaría un valor de huella ecológica de 1,5 hectáreas por familia, mientras que el consumo humano basado en el desarrollo industrial medio europeo implicaría ya una superficie de 2,5 hectáreas por persona cuando el planeta solo dispone de 1,8 hectáreas, si se repartiera equitativamente la totalidad de la superficie disponible. Según el economista francés Serge Latouche, el desarrollo sostenible es un oxymoron, una antinomia contradictoria que permite interpretaciones contrapuestas. El desarrollo sostenible ya es una imposibilidad que debe rechazarse porque lleva implícita la estratagema ideológica que avala un desarrollo económico y especulativo incompatible con el mantenimiento de la vida sobre la tierra. El sistema economicista, tal como es concebido actualmente, constituye un mecanismo de depredación despiadada de los recursos que ha conducido y conducirá a crisis recurrentes. La especulación sobre el territorio, las materias primas, los alimentos, etc. nos dirigen a una posible destrucción global que ya fue denunciada a mediados del siglo XIX por el naturalista francés Jean Baptiste Lamarck que señalaba entonces de una manera inquietante y catastrofista que el hombre está destinado a exterminarse a sí mismo después de haber transformado en inhabitable el globo terráqueo. Como es apreciable, todos estos procesos se apoyan en una ideología autodestructiva que nos ha transformado de ciudadanos y habitantes en consumidores, cuya obligación principal es el consumo acelerado y creciente de recursos. Unos ritos cotidianos inducidos que no nos procuran una mejor calidad vital, ni muchos menos, confort espiritual. Hay que buscar alternativas que reconduzcan la situación actual, aquella presidida por una economía especulativa concebida como constante apropiación individual y privada de los recursos colectivos.
Hoteles ocupando la franja costera del Papagayo en Lanzarote
En Canarias y, especialmente en Lanzarote, hemos sufrido en las últimas décadas esta tempestad de rapiña y expoliación, fustigada por nuestras propias gentes. Pero hemos llegado a una situación en la que se vislumbran los límites, ya no hay más isla que consumir, todo está controlado y monopolizado cada vez más. El archipiélago ha sido el paraíso de la economía especulativa que, de continuar, nos aboca a un escenario suicida. Pero ¿Cuáles son los bienes intangibles que hemos dilapidado? Fundamentalmente, clima y paisaje. Ventajas difícilmente reproducibles en otros contextos geográficos. El clima benigno del archipiélago es la principal ventaja competitiva con la que cuenta Canarias y que hace tan atractivas a nuestras islas. En el caso del paisaje se ha partido de unas condiciones de gran belleza y diversidad que se han desperdiciado aceleradamente. Y lo hemos realizado de una manera altamente rentable y sistemática, aun a costa claramente de las posibilidades de las generaciones futuras.
Temperatura media de la tierra en verano e invierno. El punto verde junto a África define la posición de Canarias
En este contexto de apropiación exacerbada de los recursos y de competencia fraticida habría que cambiar algunos valores sacrosantos. Entre ellos, los que propugnan mayor desarrollo, consumo más sofisticado, más libertad e individualidad. Sus posibles sustitutos: austeridad, mejor cultura, apoyo mutuo, más decisión colectiva, control sobre la especulación territorial. Habría que publicitar mejor una alternativa humanista que nos transforme de consumidores en personas con mayores recursos intelectuales, entretenidos en mejorar nuestra percepción, valoración y conocimiento del mundo que nos rodea. También es necesario continuar con los esfuerzos ímprobos realizados por una parte de esta sociedad insular, una batalla constante para conservar los valores que presenta nuestro territorio y que hasta el momento ha sido perdida en aras de un desarrollismo mal entendido. La intervención pública de una innumerable pléyade de asociaciones ciudadanas, colectivos ecologistas, colegios profesionales, etc. ha incentivado la producción de una gran cantidad de textos legislativos dedicados a la ordenación y gestión del territorio del archipiélago. Más de 12 leyes urbanísticas han sido dictadas por el Parlamento de Canarias desde que en 1987 fuera aprobada la Ley de Espacios Naturales que preservó del desarrollo urbano y del aprovechamiento antrópico a casi la mitad de la superficie del archipiélago. Legislación que, desgraciadamente y a pesar del esfuerzo, no ha podido frenar el deterioro creciente de nuestros espacios urbanos cotidianos y el paisaje más cercano. Sin embargo, el desarrollo económico, catalizado por el éxito del sector turístico primero y luego la lluvia de un sinfín de recursos europeos como consecuencia de la entrada de España en la Unión Europea, ha seguido su camino inexorable en el consumo del territorio restante produciendo unos espacios urbanos dejados al despliegue sin freno de las apetencias especulativas de un empresariado con unos objetivos muy pedestres y cortos de miras. El resultado es un conjunto de ciudades y territorios altamente urbanizados, muy densos y de una gran fealdad. Espacios edificados en los que no se ha cuidado la calidad de la urbanización y cuya forma urbana es detestable. Finalmente, también la arquitectura resultante es de una gran mediocridad formal como resultado de intentar exprimir al máximo las grandes edificabilidades otorgadas por el planeamiento. Nuestra posición dentro del espacio económico del mundo desarrollado nos ha lanzado a un consumo desenfrenado que debe atemperarse. Por ello, deben de proponerse objetivos diferentes para el futuro, como el decrecimiento de la actividad económica que es una posibilidad a considerar seriamente. El incremento constante del Producto Interior Bruto regional no es un dogma incontrovertible. Por el contrario el menor consumo de materias primas, energía, agua, suelo y biodiversidad deben ser objetivos alternativos que no deben escandalizar. El decrecimiento material constituye una restitución justa frente a otros territorios expoliados y que puede acompañarse con un mayor desarrollo intelectual. Frente a representarnos como consumidores deberíamos imaginarnos entretenidos buscando un mayor enriquecimiento cultural y logrando un mejor acceso a la información relevante. Como escribiría el economista heterodoxo Georgescu-Roegen en La ley de la entropía y el proceso económico, el crecimiento económico y demográfico mundial no solamente debe ser estabilizado, sino invertido si la humanidad desea salvaguardar la habitabilidad de la biosfera. En este momento, hay que empezar la inmensa tarea de la rehabilitación global de este paisaje urbanizado que nos ha tocado vivir. Hay que plantearse este quehacer desde la definición de utopías concretas. Debemos batallar por la mejora de unos territorios en los que se inscriban ciudades más agradables y bonitas. Aunque ello implique la demolición de muchas barbaridades realizadas, legal o ilegalmente, y cerrar el grifo definitivamente a la picaresca y al individualismo insolidario en el manejo del territorio.
El reloj de flores del Parque García Sanabria. Un espacio emblemático de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife
Frente a esta situación heredada hay que recuperar urgentemente el pensamiento de César Manrique, volviendo a recuperar sus textos. Es reconfortante y a la vez desolador releer sus palabras de hace ya veinte años:
Alcanzar la meta de la utopía es conseguir lo imposible.
El pueblo de Lanzarote ha conseguido por primera vez en su historia un sentido estético general a través de sus ejemplares obras realizadas. Así se ha llegado, por ese entendimiento antropológico de una visión general, a la aceptación plena del cuidado de la belleza, de su arquitectura y de sus espacios. Lo verdaderamente dramático es que después de los esfuerzos y trabajos realizados con un desbordante entusiasmo de amor y entendimiento de la enorme belleza escondida de nuestra vulcanología, surjan ahora una serie de personajes con el solo propósito de explotar ese prestigio conseguido por nuestro pueblo sin importarles en absoluto la ruina de la isla, exterminado en el más mínimo tiempo, el legado de centenares de milenios de evolución vulcanológica y geológica. Siempre estamos oyendo disculpas, inconvenientes, aprobaciones anteriores, leyes caducas y un sinfín aparente de excusas. Creo que el caso no puede ser más evidente, descarado y elemental para darse cuenta que ha llegado el momento de PARAR.
Jardín de Cactus de Guatiza, Lanzarote. Paisajista, César Manrique
Históricamente, algunos investigadores sociales se han preguntado cuales son las necesidades que debe cubrir suficientemente una sociedad en relación a sus miembros. Abraham Maslow ha tratado de responder a esta cuestión y, a partir de su trabajo de investigación sobre la sicología de los individuos, desarrolló su famosa pirámide de necesidades.
Más recientemente, apoyándose en las ideas y trabajos de Maslow, Richard Florida ha querido trasladar esta forma de entender las demandas personales en relación a las ventajas que ofrece el entorno urbanizado. Un capítulo de su libro de 2008, Who’s your city? (que ya he comentado anteriormente en esta página) se titula esclarecedoramente, Mas allá de la ciudad de Maslow, y ofrece un análisis, basado en los trabajos de su equipo de investigación The creative class Group, sobre la percepción personal de los lugares en relación a su posible calidad. Richard Florida ha definido a partir de amplías encuestas lo que llama la Pirámide del Lugar. En este esquema geométrico distribuye y organiza jerarquizadamente los objetivos que tenemos a la hora de buscar el entorno que mejor se adapta a nuestras aspiraciones vitales. En su base ha colocado lo que define como oportunidades y que se refieren a la satisfacción de las necesidades primarias que un lugar debe cubrir. Serían el acceso a la comida y al agua, al trabajo, al desarrollo profesional, la existencia de redes de apoyo social, etc. En un segundo nivel de su esquema dispone lo que denomina como servicios básicos, tales como una educación conveniente, servicios de salud, vivienda y acceso al transporte, entre otros. En tercer lugar, establece un nuevo grupo de aspiraciones que relaciona con lo que denomina liderazgo. Es decir, condiciones políticas apropiadas, de negocios, diversidad humana y posibilidad para una mínima corresponsabilización en las decisiones colectivas. En un cuarto nivel sitúa a una serie de valores compartidos por la sociedad que deberían concurrir en cada sitio concreto. Entre ellos, la tolerancia, la confianza colectiva, la posibilidad de autoexpresión, etc. Finalmente para Florida, la aspiración a la belleza tendría que ver con la calidad del paisaje geográfico o natural, también con la autenticidad, la riqueza formal o estética de los entornos urbanos y la expresión artística o el consumo cultural, junto a la existencia de espacio para el desarrollo de actividades de entretenimiento colectivo.
La belleza del espacio vegetal transformado por la iluminación. Parc de Gerland, Lyon. 2000. Michel Corajoud, paisajista
En la hipótesis elaborada por este autor, aquellos territorios que cuentan con una mezcla que se adapta convenientemente a las especificidades de cada persona, los adjetiva como lugares vibrantes. Serían las ciudades y regiones metropolitanas que tienen una particularidad esencial: ejercen un poderoso magnetismo para el llamado talento. Es decir para lo que según él sería la gente con mayores capacidades, iniciativa y creatividad. Atractivo que generaría un círculo virtuoso de mayor riqueza que, a su vez hace más atrayente a esos lugares ampliando sucesivamente el ciclo de concentración y atracción. Serían esas regiones del planeta que han logrado concentrar y ofrecer los mejores servicios y recursos, aquellos que satisfacen variada y extensamente al conjunto de necesidades a los que se aludía anteriormente. Basándome en estos precedentes, me atrevería a formular una nueva versión de este concepto relacionada con una posible calidad de vida en las ciudades y en los extensos territorios urbanizados que conforman nuestro escenario vital cotidiano. Se podría conceptualizar como pirámide de necesidades en el entorno habitado.
Esta pirámide podría ser una herramienta disciplinar para la evaluación de las ciudades y que ofrezca un diagnóstico en lo referente a su posición y grado de desarrollo comunitario. Este esquema de necesidades urbanas contaría con cuatro niveles de satisfacción sucesiva. Siguiendo a Maslow y Florida, se pueden clasificar ordenadamente de menor a mayor importancia y se refieren a las necesidades de seguridad, básicas, políticas y, finalmente, estéticas.
Necesidades de Seguridad Representarían a las cuestiones imprescindibles para el desarrollo personal con una mínima calidad de vida - Disponibilidad de un mercado de trabajo variado y con oportunidades para todos - Economía local viable a largo plazo - Seguridad frente a las actitudes criminales y antisociales - Servicios sociales y sanitarios aceptables mínimamente
Necesidades Básicas Comprenderían al conjunto de elementos que son necesarios para un desenvolvimiento con comodidad, personal y familiar, en relación al mundo inmediato que nos rodea. Desde esta perspectiva y, entre otras, las necesidades básicas incluirían como mínimo a las siguientes cuestiones: - Viviendas asequibles para todos - Escuelas y educación apropiada para los más jóvenes - Calles seguras y cómodas para desplazarse a pie principalmente - Infraestructuras eficientes, bien diseñadas y mantenidas - Transporte público accesible y barato
Espacios seguros de mi ciudad. Parque Boluvevar en Santa Cruz de Tenerife. Germán Delgado, arquitecto
Necesidades Políticas Incluirían aquellos aspectos que garantizan una participación de las personas en los procesos de toma de decisión que afectan a la colectividad y que suelen reclamarse correlativamente, o a partir de que las necesidades básicas y de seguridad han sido razonablemente cubiertas. - Facilidad para contactar con otras personas y hacer amigos - Oportunidad para la participación colectiva en las decisiones comunitarias - Tolerancia y apertura hacia la diferencia de raza, cultura, clase, etc. - Liderazgo político local adecuado y claramente ético
Necesidades estéticas Las necesidades estéticas se podrían encuadrar en lo que se refiere al constante enriquecimiento personal, el deseo de experiencias relacionadas con la belleza y las artes así como con la búsqueda de un conocimiento renovado y cada vez más complejo y sofisticado Algunos señalan que estas últimas necesidades tienen algo que ver con la trascendencia, y de hecho las actividades culturales, han pasado a suplantar a las prácticas religiosas en algunas capas de la sociedades contemporáneas, en una especie de aquellas religiones sustitutorias a las que hacía referencia
Las necesidades estéticas se refieren a las siguientes cuestiones, entre otras: - Belleza del paisaje y el entorno natural - Variedad de jardines y parques - Oferta de entretenimiento y espectáculos - Acceso a infraestructuras culturales
Aunque parezca un programa político, los puntos anteriores son reflejo de profundos anhelos que subyacen al conjunto de la humanidad, tal y como han dilucidado Maslow y Florida a partir de un esfuerzo intelectual y de investigación realmente notable.
Los Hervideros, isla de Lanzarote. Foto: josemazcona, Flickr
Todo las anteriores aspiraciones, clasificadas y jerarquizadas, quizás suene un poco ingenuas en los tiempos que corren pero creo profundamente que deberían ser una guía para ordenar los debates y los procesos de toma de decisiones que nos afectan a todos en lo que se refiere a la constante gestión y transformación positiva de nuestro entorno habitado.
Por si fuera poco el despilfarro energético ahora nos ofrecen la arquitectura dinámica como la panacea para mejorar la eficiencia energética. Y la pregunta es ¿donde pretenden construir estas cosas? En Dubai, por supuesto. La nueva meca de los arquitectos. Verdaderamente curioso hasta donde puede llegar el marketing profesional.