Maqueta del Palacio de Congresos y Centro de Convenciones en los Jardines de la Bienal. Louis Kahn, 1968. De la exposición Arquitecturas Ausentes del siglo XX. Imagen: Ekain, Flickr
Venecia es una ciudad que acoge una variada muestra de arquitecturas, componiendo así un suntuoso fresco de la historia de la disciplina, algo de lo que ya he escrito anteriormente. Cuando el viajero acude por vez primera a esa ciudad no puede sentir menos que una admiración extrema frente a la grandeza y hermosura de las edificaciones allí acumuladas. Sin embargo, deberíamos pensar que es hoy una ciudad de fantasmas que reflejan el esplendor de una civilización ya desaparecida.
Allí, la herencia de la arquitectura es extensa y fabulosa. Los edificios que existen a lo largo de sus canales han sido respetados y admirados desde hace siglos. A pesar de que la sociedad que les dio origen se ha esfumado, son amados por sus descendientes hasta el extremo de que prefieren mantener esa escena espectral invariable, casi en un estado de perfecta congelación. Hacer arquitectura contemporánea en ese ambiente es una tarea casi imposible, solo al alcance de unos pocos privilegiados. El enorme peso de ese legado, curiosamente, impide la introducción de nueva arquitectura y solo genera la acumulación de fantasmas.
Los dos últimos siglos de la ciudad representan un espacio temporal por el que han ido apareciendo numerosos espectros arquitectónicos novedosos que se añaden a una rica tradición cultural, y que tienen solo una presencia en el mundo de las ideas. El siglo XX, especialmente, ha acogido allí varios intentos de hacer esa nueva arquitectura; protagonizados por ilustres representantes de la tradición arquitectónica contemporánea y que se incorporan como nuevos aparecidos a ese fiasco recurrente que supone intentar renovar el pasado de la ciudad. El reiterado fracaso de gentes como Wright, Le Corbusier, Louis Kahn y, más recientemente, Aldo Rossi o Enric Miralles, ha aportado nuevas e ilustres sombras arquitectónicas a Venecia, que nos invitan a reflexionar sobre la razón de tanto rechazo.
Capricho con edificios palladianos. Canaletto, 1745
De alguna manera uno de los primeros representantes de este hábito fantasmagórico, que añade el desvelamiento de posibles alternativas a los espacios formados entre los canales lo representaría Andrea Palladio. Un arquitecto al que su inmenso prestigio entre las élites venecianas de la segunda mitad del siglo XVI le permitió, sin embargo, construir numerosas obras no solo en la terraferma véneta, sino también en el entorno urbano de la propia ciudad. Es el caso de la iglesia de San Giorgio Maggiore, finalizada en la primera década del siglo XVII, y que constituye un hito arquitectónico que está muy presente en el imaginario de los venecianos y sus visitantes, presidiendo la isla del mismo nombre a la salida del Canal Grande, frente a San Marcos.
Palladio intentaría desplegar allí todo su saber con escaso éxito. Ambicionaría introducir algunas otras aportaciones más a ese rico entorno. Obras ligadas a su especial manera, el Paladianismo -ese estilo basado en los órdenes clásicos, que adquiriría una adjetivación sobre la base de su nombre- que quedarían solo en su fase conceptual. Un ejemplo de esto es su propuesta de reconstrucción del puente de Rialto, que no ganaría el concurso celebrado al efecto, y que, por tanto, nunca llegaría a construirse. Ya entonces, los ciudadanos de Venecia empezarían a velar por una manera estética muy caracterizada, sobre la que no permitirían variaciones estilísticas. La propuesta de Palladio, inspirada lógicamente en una forma manierista del clasicismo, se encontraría de frente con una concepción más pintoresca de la arquitectura que no supera los estilemas decorativos del peculiar gótico local.
Canaletto sería un artista que plantearía interpretar sus ciudades admiradas con el objetivo de realzar su belleza. La presencia del agua en ciudades como Roma, Londres y, sobre todo, Venecia inspiraría muchas de sus precisas composiciones. En una de sus obras, denominada Capricho con edificios de Palladio de 1745, el artista intentaría prefigurar el espacio en torno al puente de Rialto veneciano con la combinación de la propuesta nunca realizada por el arquitecto de Padua, para ese monumento simbólico de la ciudad, y dos de sus edificios más significados, la famosa Basílica y el Palazzo Chiericati, ambos en la próxima Vicenza.
El pintor nos sitúa ante un lugar ideal en el que la armonía compositiva y de lenguaje representa una posición intelectual programática en la defensa de unos ideales estéticos. Sus fantasmas arquitectónicos representados en la imagen nos acompañarán así en la constatación de la incapacidad de conformar la realidad a la consideración de la voluntad artística, una imposibilidad que ha ido creciendo a lo largo de la historia en los siglos más recientes. Incluso, en aquellos momentos de máxima apertura intelectual, potente voluntad política y capacidad económica.
Propuesta para la Fundación Masieri de Frank Lloyd Wright en su entorno. Interpretación pictórica de Dionisio González
Pero es a lo largo del siglo XX, cuando se aprecia con más intensidad esa fractura entre el peso de la historia y la voluntad de aportar el zeitgeist arquitectónico a los espacios venecianos. En el transcurso de los pasados cien años ha habido varias ocasiones en que se ha intentado incorporar nueva arquitectura de alta calidad artistica al legado cultural de la ciudad lacustre. En la mayor parte de los casos, ello ha sido imposible debido al poder omnímodo de una ideología pacata e inculta de entender los procesos dinámicos de transformación que han acontecido en las ciudades históricas hasta llegar a las formas en que las percibimos hoy en día.
Entre esas obras que forman una galería de fantasmas arquitectónicos típicamente venecianos, destacaría algunas propuestas elaboradas por ilustres arquitectos como el Memorial Masieri de Frank Lloyd Wright, el Hospital en San Giobbe de Le Corbusier, el Centro de Convenciones de Louis Kahn o las más recientes Piccolo Teatro de Aldo Rossi y la nueva Escuela de Enric Miralles.
La propuesta de Frank Lloyd Wright para el llamado Memorial Masieri hubiera sido una magnífica muestra de cómo se podría haberse entendido respetuosamente la tradición arquitectónica de la ciudad, incorporando nueva arquitectura esencialmente contemporánea. Con aquella idea, el arquitecto americano trataría expresar y sintetizar el carácter local a través de una composición de su fachada a partir de la esquematización de las formas tradicionales locales. Concebiría ese borrador de lienzo -que actúa como diafragma- a partir del entendimiento de los elementos tipológicos característicos de los palazzos venecianos, provenientes de una antigua tradición de raíz gótica que se concreta y sedimenta solo a lo largo del siglo XVIII. La verticalidad del trazado propuesto por Wright queda enfatizada al realzar el cuerpo central propulsado hacia delante, generando el típico ritmo de huecos omnipresente en numerosos edificios existentes en el Canal Grande, como el próximo Palacio Foscari.
Planta del nivel 3 del primer proyecto para el hospital en San Giobbe. Le Corbusier, 1964
Lamentablemente, la incuria y la ignorancia popular espoleada por unos medios de comunicación, más inclinados a apoyar el escándalo que las aportaciones culturales verdaderas, impedirían que tuviera lugar esta poética interpretación del lenguaje veneciano. Lo más lúgubre del asunto fue la propia tibieza de los miembros de la élite local, ligada a la Facoltá de Architettura, que dejarían a una posible obra maestra casi totalmente desguarnecida y sin apoyo intelectual, excepto si consideramos las escurridizas manifestaciones de algún significado arquitecto como Carlo Scarpa. Así, el Memorial Masieri se transformaría en otro fantasma más de la ciudad que rondará a lo largo de los siglos por sus húmedos canales.
El Hospital de Le Corbusier se situaría frente a la iglesia de San Giobbe en el extremo noroeste de Venecia, ocupando nuevo espacio sobre la laguna. La estrategia del arquitecto suizo para insertar una obra contemporánea en una zona marginal de la ciudad de los canales se basaría en el énfasis en el diseño de la planta, estableciendo una original composición estructurada sobre una malla de galerías y racimos de habitaciones sobre pilotes.
Le Corbusier propondría una estructura horizontal elevada sobre el agua y apoyada en pilastras que se integraría en el entorno rematando las redes de callejones colindantes y estableciendo una nueva piazzetta de acceso al equipamiento sanitario. La definición de las secciones adquiriría un papel preponderante en el nuevo edificio. Así, los cubículos de los pacientes se cerrarían al exterior, iluminándose cenitalmente de una manera tenue y controlada. Estos espacios se integrarían en una malla de pasillos que estructuraría al nuevo hospital como una red de calles sobreelevadas a las que se incorporaría vegetación, situada en patios estratégicamente repartidos.
La preocupación del arquitecto estribaba, en este caso, en el logro de un entorno amable y compasivo en el que situar a aquellos que sufren y requieren de reposo y tranquilidad para recuperarse de sus dolencias. La radical estrategia formal y compositiva prevista por Le Corbusier no encajaría tampoco con las maneras locales de entendimiento de la arquitectura. Las intrigas y reservas de los responsables locales harían el resto y ese interesante proyecto no pasaría lamentablemente de una fase de diseño muy preliminar de la que conservamos algunos esbozos y una maqueta de madera, transformándose en un nuevo recuerdo para la historia.
Maqueta del Palacio de Congresos y Centro de Convenciones en los Jardines de la Bienal. Louis Kahn, 1968. De la exposición Arquitecturas Ausentes del siglo XX. Imagen: Ekain, Flickr Durante los últimos años de su fecunda etapa final, el gran maestro americano Louis Kahn produciría también uno de sus diseños más fascinantes, relacionado con la ciudad de las góndolas. Se trataba de un centro de conferencias junto a un pabellón de exposiciones que se localizaría en los jardines de la Bienal. El edificio para conferencias se planteaba como un gran espacio longitudinal suspendido en el aire sobre los jardines, mediante el empleo de una estructura de colgantes catenarias. Albergaría dos salas simétricas unidas en su centro por un gran espacio dedicado a los escenarios. Su volumen cubierto con tras cúpulas en casquete esférico se hubiera asemejado a la estilizada silueta de las góndolas, esas barcas características que surcan habitualmente los canales venecianos. De este fantasma arquitectónico solo quedarían para la historia una colección de dibujos y una maqueta del conjunto en madera de balsa.
Siguiendo esta tradición fantasmal, en 1998 Enric Miralles y Benedetta Tagliabue ganarían el concurso para la nueva sede de la Facoltá di Architettura di Venezia. Este ha sido un último intento para introducir nueva arquitectura en la ciudad histórica. El proyecto de EMBT se basaría en un reconocimiento poético de las preexistencias ambientales e históricas, que permitieran ofrecer un sesgo pedagógico a los futuros profesionales de la arquitectura ya desde el propio edificio que les acogería. Esta lírica propuesta del arquitecto catalán tempranamente fallecido, tampoco ha sido posible que pueda materializarse realmente. Su concepción formal reflejaba la forma de expresión muy personal del arquitecto catalán, una estrategia estética que entra en potente contradicción figurativa con las arquitecturas populares venecianas. Es algo que podemos apreciar en una de las maquetas del proyecto que se nos aparece finalmente como la última sombra arquitectónica, relacionada con aquella ciudad situada a la orilla del mar Adriático.
Case Cicogna alle Zattere. Ignazio Gardella, 1959
Solo algunos arquitectos italianos de la segunda mitad del siglo XX han logrado comprender la difícil y sutil relación que supone el diálogo de la nueva arquitectura con las preexistencias de un pasado tan monumental. Desde diversas actitudes es lo que representarían algunos trabajos de Ignazio Gardella, Carlo Scarpa y Aldo Rossi.
La Casa delle Zatere de Gardella, terminada en 1959, representa un absoluto sometimiento estilístico a los dictados predominantes en la percepción estética local. Así su edificio de apartamentos se mimetiza en el emplazamiento previsto, manteniendo proporciones y ritmos similares a los edificios vecinos. Junto a ello incorpora elementos constructivos tradicionales tales como tejados y carpinterías, que ayudan a la integración formal de la nueva arquitectura a costa de la autenticidad. Todos estos elementos extraídos de las tradiciones locales, y asumidos por toda una generación de arquitectos italianos, conformarían una estrategia estilística, el Neoliberty, que tendría un relativo éxito en contraposición a las expresiones finales disgregadoras del Internacional Style.
Acceso a la Tienda Olivetti en San Marcos. Carlo Scarpa. Foto: Gregorio Carletti, Flickr
Ante un entorno tan hostil a los cambios y las innovaciones como el veneciano, la estrategia personal de Carlo Scarpa para afrontar la arquitectura en su ciudad, sin renunciar al espíritu de su época, consistiría esencialmente en el disimulo. Para Scarpa, pasar desapercibido sería todo un arte que encajaría perfectamente con las actitudes y predisposiciones de sus conciudadanos. Lo cierto es que él sería uno de los pocos artistas insignes del siglo XX que lograría introducir en Venecia el mayor número de intervenciones de arquitectura contemporánea. Un ejemplo de ello es su propia intervención en el edificio para la Fundación Masieri. O la reforma para la tienda Olivetti en los soportales de San Marcos.
Il Teatrino del Mondo atracado al final del canal Grande junto al Palacio del Dogo. Aldo Rossi
Con su proyecto para el Piccolo Teatro del Mondo, Aldo Rossi nos plantearía una estrategia diferente para afrontar este problema del conservadurismo estético: construir un edificio móvil que discurriera por los canales de la ciudad y, finalmente, desaparecer. El principal exponente italiano del Neoracionalismo nos señalaría así que solo de esta manera -que renuncia a la permanencia- se podría plantear un diálogo contemporáneo con el espíritu de aquella ciudad.
Venecia ejemplifica así una actitud que se extiende en la cultura europea reciente, la reverencia irracional al pasado. Todo lo antiguo, debido únicamente a la costumbre y al acomodo que supone una presencia consuetudinaria, se consideraría así siempre mejor que las posibles aportaciones de nuestro tiempo. Una ilusión que conduce al inmovilismo y la castración cultural, ya que la antigüedad de las cosas no es en si misma una señal de la calidad de la obra de arte Como señalaría Theodor Adorno en relación a la estética, el tiempo no es ningún argumento.
Maqueta del proyecto ganador para la ampliación de la Facultad de Arquitectura de Venecia. Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, 1998
Scarpa reformaría numerosos espacios y edificios sin que se percibiera de una manera rotunda su estilo orgánico, inspirado en Frank Lloyd Wright. Su obsesiva inclinación al resideño de todos sus proyectos, le permitiría una continua adaptación a los dictados del entorno intelectual e ideológico predominante.
Hay lugares en los que existe una riqueza artística que se expresa de manera destacada en las formas de su arquitectura urbana. Venecia es uno de esos sitios en los que ha logrado acumularse una arquitectura que es fascinante en su conjunto, debido a su innegable hermosura, su dignidad formal y, finalmente su unidad estilística. Hasta que llega un momento en que las razones colectivas que le dieron origen desaparecen y ese canon estético logrado se asienta definitivamente, inmovilizando con ello la vida para admiración de turistas e historiadores.
La ciudad de Venecia condensa la historia de una civilización con más de mil años de antigüedad, que se desarrollaría en una geografía peculiar muy característica. Allí, en unas condiciones territoriales complejas y durante largos siglos, se produciría una cultural muy sofisticada. La realidad de Venecia se expresa de manera evidente en la arquitectura de sus edificios. Una herencia que ha quedado en una situación de decadencia paulatina, desde que se produjera en 1797 disolución de sus instituciones seculares y su sometimiento a las tropas napoleónicas. Puente de Rialto. Uno de los hitos urbanos de la ciudad. Terminado a finales del siglo XVI, según diseño de Antonio da Ponte de 1524
Según John Julius Norwich, la fundación de la Republica Serenísima se remonta a los albores de la Edad Media, cuando un grupo de ilirios atemorizados por las consecuencias de las invasiones bárbaras provenientes del Norte optaran por esconderse en las islas y marismas arenosas de aquella zona lacustre costera del Veneto, situada entre las desembocaduras de los ríos Piave y Brenta.
Sobre unos suelos inexistentes algunos esforzados empezaría a construir una base territorial para una ciudad que sería luego asombro de muchos durante siglos. Según leyendas locales, su primitiva población se compondría inicialmente con la inmigración de los habitantes de las continuamente arrasadas ciudades romanas de Aquilea, Padua, Altino y Oderzo. Allí, en el conjunto de pequeñas islas que formaban el archipiélago de Rialto situado en el centro de la laguna, se fundaría la ciudad en el año 421, según consta en una antigua tradición veneciana.
Al principio, se ocuparían pequeñas franjas alargadas de arena que apenas superaban el nivel del agua, entre los innumerables meandros y canales serpenteantes por donde desaguaba los varios ríos que vierten sobre la laguna. Unos espacios sometidos a todo tipo de contingencias derivadas de crecidas, tormentas y el influjo recurrente de las mareas. Con el curso de los años se consolidarían aquellos pequeños recintos y unas formas constructivas peculiares, apoyadas sobre el caranto, ese sustrato de arcilla limosa e inestable arena que ha constituido el problemático fundamento de la arquitectura veneciana. Las maneras constructivas de Venecia harían que se importara casi todo, desde los artesanos, artistas y constructores hasta los materiales reutilizados, que provendrían de antiguos edificios demolidos en las proximidades. Un ejemplo de ello es el uso recurrente del llamado mattone altinelle de origen romano, en las fábricas tradicionales de la ciudad y casi siempre traído desde el exterior.
Indefectiblemente, las extremas condiciones geográficas empujarían a los venecianos a convertirse en expertos marinos y, al mismo tiempo enormemente conservadores en lo referente a las acciones sobre la ciudad. A lo largo de su historia, aquella civilización se sustentaría por un lado en la innovación de las tecnologías ligadas al mar y el comercio subsiguiente y, por otro, en la acumulación creciente de riquezas y sofisticación social.
Espacio del crucero de la basílica de San Marcos de Venecia
Una de las primeras influencias culturales provendría de la poderosa y lejana Constantinopla de la que importarían la sofisticación de su arquitectura bizantina. Una clara y evidente muestra de esta ascendencia es la basílica de San Marcos, un edificio que perpetuaría aquella tradición fundacional de la sede episcopal por el propio apóstol y cuyos restos se trasladarían finalmente desde Alejandría para reposar allí. Esencialmente, su planta en cruz griega nos da ya una pista de las referencias técnicas y motivos estéticos traídos a Venecia desde la lejana ciudad a orillas del Bósforo. Cuando observamos sus interiores, presididos por su cúpula central sobre pechinas, totalmente estucados al oro y llenos de iconos pintados, se hace evidente la estrecha relación comercial de la Republica con la capital del imperio oriental.
Pero sería el arte gótico medieval, tamizado por esas primitivas expresiones bizantinas, lo que conformaría definitivamente esa especial manera de construir la arquitectura en Venecia. Un sello que caracterizaría la ciudad a lo largo de los siglos posteriores y que glosaría John Ruskin en su libro The Stones of Venice, de 1853, de una manera sumamente elogiosa e inigualable.
Fachada al Canal Grande de Ca d’Oro. Terminada en 1434, según proyecto de Marco Amadio
Algunas muestras de ese peculiar estilo gótico local se insertarían en el propio Palazzo Ducale, el principal edificio de la ciudad situado al final del Canal Grande. La parte gótica del palacio se empezaría adosándose a la basílica de San Marcos y se proyectaría en la forma de castillo fortaleza. A lo largo de los siglos iría ampliándose y reconstruyéndose paulatinamente hasta alcanzar la forma actual. En sus fachadas destaca la característica doble logia porticada de arcos apuntados y la tracería de óculos cuadrilobulados. La suntuosidad pétrea del edificio se complementa con el diseño cuadrangular de la fábrica de ladrillo bicolor, empleado en su parte superior. Un material que le da esa tonalidad blanco rosácea tan característica, conformando esa imagen tan particular y única.
Las formas tipológicas venecianas tienen su expresión mas asentada en su arquitectura residencial y, especialmente, en los palacios. En esas estructuras masivas, la actividad comercial característica de los venecianos se encaja en amplios espacios diáfanos en la planta baja, conectados directamente con el canal a través de pórticos a cubierto donde descargar las mercancías. En primera planta se colocaban las oficinas destinadas a la administración de las empresas familiares. Estos recintos, interiores junto con la típica composición tripartita de las fachadas constituirían los elementos esenciales tipológicos presentes en numerosos edificios que dan frente a los principales canales. Ejemplo de ello, es la llamada Ca D’Oro, realizada en el siglo XV por Marco d’Amadio en la etapa más brillante del gótico. O el Palazzo Corner construido por Mauro Coducci y que constituye una de las joyas del renacimiento veneciano. O incluso, Ca Pesaro, la inmensa estructura que iniciaría el arquitecto Baldessare Longhena en 1676 y es una muestra del estilo barroco en la ciudad.
Il Bucintoro frente al Palacio del Dogo. Giovanni Antonio Canal, Canaletto. 1750
El espacio de la plaza frente a la basílica de San Marcos es uno de los recintos urbanos más significativos de la historia. Lo que fue una simple explanada vacía iría rodeándose de edificios que acabarían por conformar espacialmente el corazón de la ciudad. Un lugar donde se harían las más importantes celebraciones y se recibiría a lo dignatarios que visitaban la ciudad, en unas condiciones de magnificencia acordes con el poder que la republica alcanzaría en su momento de máximo esplendor.
Veduta del tramo del Canal Grande que incluye las iglesias de Santa Lucía y Santa María di Nazareth, pintado por Francesco Guardi en 1780
Allí se situarían las oficinas comunes, aquellas que apuntalarían el entramado administrativo y comercial de la sociedad veneciana. Son las llamadas Procuratie, que se empezarían a construir en el siglo XII; que rodeando el regularizado espacio de la plaza, integrarían en un espacio organizado a las distintas magistraturas que compondrían el gobierno colectivo de la republica, bajo el mandato del Procurador de San Marco. Junto con la Biblioteca Marciana, la Logetta y la Zecca, esas maravillosas obras de Jacopo Sansovino de una finura extrema, acabarían de definir uno de los espacios urbanos más bellos que se han hecho en la historia de la humanidad.El Canal Grande, la arteria principal de la ciudad, contaría probablemente en sus orígenes con una acumulación de edificios anodinos, como aquellos que nos muestra Francesco Guardi en su vista de 1780 y que hoy han desaparecido. Con el paso del tiempo y la acumulación de poder y riqueza por los venecianos irían disponiendo sus residencias en los márgenes de esa arteria fluvial, agregando así una serie de episodios de arquitectura soberbios.
Así como la ciudad entre las aguas de la laguna tuvo un proceso de crecimiento y consolidación urbana que duró más de un milenio, en la que se experimentó un intenso proceso de adaptación y transformación de la geografía, a finales del siglo XVII había alcanzado su máximo esplendor y entraría en una etapa de decadencia que conduciría primero a la desaparición final de la república, luego a su señalamiento como lugar de intensidad artística sin competencia y en tercer lugar, a su transformación en espacio dedicado al turismo cultural por excelencia.
Es durante el siglo XVIII cuando tanto el alcance de las posesiones territoriales de la Republica Serenísima veneciana disminuye a pasos agigantados y con ello iría languideciendo su importancia política. Todo un conjunto de factores, políticos, sociales, económicos, etc. harían que la propia ciudad y sus arquitecturas fuera deteniéndose lentamente, convirtiéndose así, de manera paulatina, en un museo de su propio pasado que se expresa en las formas de sus espacios construidos. Es curioso constatar que ese inicio del proceso de frenado y congelación coincide con una eclosión cultural sin precedentes en la que se acumulan multitud de obras y artistas relevantes en el lugar. Son los años en que vivirían allí músicos como Vivaldi, Albinoni y Monteverdi; pintores como Tiépolo, Guardi y Canaletto; y arquitectos como Palladio.
La plaza de San Marcos en dirección a la Basílica. Canaletto, 1724
Finalmente, Giovanni Antonio Canal, mas conocido como Canaletto, establecería, mediante sus famosas Vedute, el imaginario canónico de Venecia a lo largo de su vida en una anticipación hiperrealista, casi fotográfica de una realidad ampliada. Esas pinturas detallistas describen con minuciosidad la forma de habitar la ciudad en su época de mayor esplendor. Sin embargo, como señalaría André Corboz en su interesante ensayo sobre la obra del pintor veneciano, muchas de sus vistas están retocadas para realzar la grandiosidad de los lugares en los que se fijaría, el Gran Canal, la plaza de San Marcos, las vistas del Palacio Ducal, la Biblioteca y su próximo Campanile.
Canaletto describiría así una ciudad que nos acerca a un pasado interpretado. Su trabajo abre una ventana que, más allá de su cuestionado realismo, nos presenta a los fantasmas de una sociedad sofisticada. Una época ligada colateralmente a la Ilustración europea y cuyas ricas costumbres hoy nos asombran. Imaginar a través de los ojos del pintor, el carácter de la sociedad veneciana arropando a su Dux en la celebración anual del Desposorio de las Aguas, presidiendo la Regata anual del Gran Canal en su embarcación Bucentoro o incluso observar las mejoradas perspectivas de la Piazza de San Marco y el Campanile, son experiencias deliciosas que definen su esencial contribución a la comprensión de una época estelar en la historia de la humanidad.
Las vistas urbanas de Canaletto representan también el momento de consolidación de ese imaginario veneciano de origen más gótico y medieval que renacentista. El pintor padovano contribuiría enormemente a su fijación arquetípica, impidiendo cualquier reconfiguración posterior y, con ello, surgiría la extrema dificultad que existe para añadir nuevas piezas de arquitectura a esa maravillosa aglomeración urbana.
Capricho del Canal Grande incluyendo la catedral londinense de San Pablo. William Marlow, 1797
Según Sansovino, el hijo del afamado arquitecto, el nombre de Venecia vendría del latín Veni etiam, venid otra vez. Una invitación permanente a visitar ese lugar ya que, según él, por muchas veces que vengáis, siempre veréis cosas nuevas, y nuevas bellezas.
Compañeros turistas, sigamos visitando Venecia en estos momentos de decadencia europea como nos recomienda Sansovino. Quizás así logremos entender lo que nos sucede y aprendamos algo.
El urbanista Joan Busquets en la presentación del Master Plan de la ciudad francesa de Dunkerque
A finales del año pasado la fundación holandesa Praemiun Erasmianum concedería su galardón anual a este arquitecto y urbanista catalán. Esta institución tiene a gala reconocer cada año a personas que hayan contribuido al desarrollo de la cultura y las ciencias humanas de una manera relevante. Entre sus galardonados se encuentran arquitectos esenciales para el entendimiento de la historia del siglo XX como Jean Prouvé, Hans Scharoun y Renzo Piano.
En este caso, el Premio Erasmus se ha otorgado en reconocimiento al dilatado esfuerzo de Joan Busquets, a lo largo de varias décadas, en el campo del planeamiento urbano y sus importantes contribuciones al diseño del espacio público en las ciudades. La entrega del galardón tendrá lugar el próximo 9 de noviembre en la ciudad de Amsterdam.
Propuesta de tercer puente sobre el río Maas, Rotterdam. Joan Busquets, 1998
Joan Busquets ha sido durante muchos años profesor del Departamento de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Cataluña, en la escuela de Arquitectura de Arquitectura que tiene su sede en Barcelona. Conjuntamente con Manuel Solá Morales, lideraría desde sus inicios en los años 70, el conocido Laboratorio de Urbanismo de dicha ciudad, un espacio de reflexión al que se integrarían durante muchos años otros numerosos profesionales y estudiosos, como José Ignacio Linazasoro, Josep Muntañola y José Luis Gómez Ordoñez. El LUB ha definido una intensa experiencia académica dedicada al estudio de la historia y la formalización del desarrollo urbano en el ámbito de Cataluña.
En 1975, Busquets presentaría su trabajo sobre la Urbanización Marginal, una influyente tesis doctoral centrada en la formación metropolitana de Barcelona, específicamente dedicada a entender los procesos de conformación de sus periferias. Un trabajo que también identificaría la forma de ocupación y edificación irregular de las periferias urbanas de los países atrasados, producida en el segundo y tercer cuarto del siglo XX. En ese análisis adquiría un protagonismo estelar lo ocurrido en el conjunto del estado español, en el que las barracas, el chabolismo y la infravivienda tendrían un papel relevante en el desarrollo de las principales urbes de este país.
Su forma de abordar el diseño de la ciudad parte de un riguroso análisis de las transformaciones operadas en el uso y la forma del espacio urbano a lo largo de los siglos. Busquets considera que solo desde el conocimiento intenso del pasado construido de la ciudad se está en condiciones de proyectar el futuro del hábitat por excelencia de la humanidad. En las actuales circunstancias, ello tiene que ver especialmente con una mayor densificación y complejización del territorio que utilizamos.
Propuesta para la reestructuración de la Avenida dos Estados. Sao Paulo, 1999
Su prestigio, que alcanzó su cénit en los años anteriores al momento de ejecución de la reforma de la capital catalana para su adecuación a las Olimpiadas de 1992, lo que le llevaría posteriormente a trabajar con numerosísimos municipios y ciudades en todo el mundo. Especialmente, en los continentes europeo y sudamericano. Sus ideas, consejos y propuestas se han seguido en Holanda, Francia, Italia, Portugal Brasil, además de en España. Finalmente, en 2002 asumiría la cátedra Martin Bucksbaum de la reconocida Graduate School of Design de la universidad americana de Harvard.
Cuando hay voluntad política, el urbanista adquiere el rol que desde su formación disciplinar pretende desempeñar: un técnico que asesora y aconseja a los responsables de los municipios a mejorar el funcionamiento y la forma de sus ciudades. Esto es algo que he ido aprendiendo a lo largo de los años desde el magisterio del profesor Joan Busquets.
Diseño de la Place Centrale de Échirolles. Francia. 2000
Mi primer contacto con él y su compañera Rosalía se produciría precisamente en mi ciudad. Sería a comienzos de los años 70. Yo era entonces un estudiante de arquitectura que acababa de comenzar su carrera. Lógicamente, tenía una idea muy difusa de cuales eran los cometidos del arquitecto y, mucho menos, cuales eran las tareas a las que se dedicaban los urbanistas.
En esos años, se acababa de instituir el Colegio de Arquitectos de Canarias y sus responsables iniciarían una intensa actividad cultural que tendría su reflejo más destacado en la exposición de Escultura en la calle de 1973. Una de aquellas actividades consistiría en la organización de una especie de escuela de verano de arquitectura en la que se encontrarían profesores, profesionales y estudiantes en talleres organizados, para deliberar sobre cuestiones disciplinares de una manera distendida. Uno de esos talleres lo dirigiría Busquets durante algo más de un mes; y en el participaría yo junto a otros compañeros. En ese momento, propondría dos temas de análisis y debate, el reconocimiento de la urbanización marginal existente en el área metropolitana de Tenerife y la reflexión sobre la evolución histórica de la ciudad fundacional de la isla, La Laguna. Ordenación de BeatrixLaan. Proyecto de reestructuración de Den Hague. Holanda, 2004
Tiempo después, junto a otros compañeros, partiría de Canarias a acabar la carrera de arquitectura Barcelona. Allí retomaría mi relación con Joan Busquets y me permitiría conocer a otros magníficos profesores de urbanismo como Manuel Ribas y Antonio Font. Algunos de nosotros se integrarían allí y pasarían posteriormente a formar parte de alguna manera del Departamento de Urbanismo como José Miguel Alonso y Joaquín Sabaté.
Años después y siendo ya un profesional en ejercicio, acudiría al Congreso Iberoamericano de Urbanismo que se celebraría en Barcelona en 1988. Allí asístiría a la presentación las estrategias en curso para la metamorfósis de su ciudad con motivo de la Olimpiada y que Joan Busquets realizaría de una forma impactante y muy brillante. En aquel momento, era responsable -transcurría el mandato el alcalde Maragall- del Departamento de Urbanismo del Ayuntamiento de aquella ciudad, justo cuando se estaban diseñando las iniciativas que conducirían a una transformación espectacular de la ciudad. Todo ello, quedaría reflejado en una publicación esencial titulada Urbanisme a Barcelona. Plans cap al 92. Allí se explicaban los objetivos y criterios de trabajo que servirían para generar un inmenso cuerpo de instrumentos urbanísticos que lograrían producir una evolución muy positiva de la urbe catalana.
Las arquitecturas construidas en Beatrixlaan, línea de metro lígero de Den Hague. Zwarts&Jansma Architecten
En aquellos días, Busquets me invitaría a celebrar un encuentro con otros urbanistas en su casa de la Trinidad del Monte. Lo cierto es que siempre he recibido una calida acogida por su parte y ese acogimiento me permitió relacionarme con diversos responsables de ciudades, estudiosos del urbanismo y otros amigos catalanes y sudamericanos: Recuerdo a la responsable intendente por entonces del urbanismo de la ciudad de México que reconocería la frustración que genera la imposibilidad de intervenir en una ciudad tan difícilmente controlable como la inmensa metrópolis centroamericana.
En años posteriores he seguido manteniendo algunos contactos esporádicos con Joan Busquets. Hubo un momento en que pretendí realizar una tesis doctoral sobre las fundaciones de ciudades canarias y retorné a la escuela para hacer los cursos correspondientes. Recuerdo de esos tiempos una lección magistral suya sobre la formación portuaria de Marsella, impartida a un reducido número de alumnos. Mi última impresión sobre su trabajo ha sido el libro que escribiría sobre su ciudad en 2004 y titulado Barcelona. La construcción urbanística de una ciudad compacta. Una exhaustiva descripción y análisis que explican los sucesivos procesos formativos de la urbanización en su ciudad natal a lo largo de los siglos. Cada año, por Navidad, he ido recibiendo de forma puntual algunas tarjetas postales en las que me enseña imágenes de sus últimos trabajos. Un reconocimiento de ámbitos territoriales de numerosas ciudades, dibujados con mimo y, a veces, de su propia mano. A partir de ahí, he entendido también la importancia que tiene el dibujo de la forma urbana como mecanismo para entender las peculiaridades de los lugares. Un esfuerzo esencial el del urbanismo para la mejora de los espacios en que vivimos y del que, por tanto, pueden surgir las ideas para su mejora funcional y estética. Toda una vida aprendiendo con Joan Busquets. Gracias, maestro. Rehaciendo la forma en que hacemos las cosas En un momento dado, se encuentran un arquitecto y un químico, interesados en cambiar las maneras en que se emplean materiales y desechos en la construcción y la industria. Establecen una relación de intercambio de ideas e intereses y resulta que tienen muchos criterios en común. Deciden en consecuencia ponerlos por escrito para explicarlos y difundirlos. Este libro hecho con material 100% reciclable es el resultado de ese esfuerzo a cuatro manos realizado por McDonough y Braungart.
Hoy en día todos los discursos bienintencionados, tanto académicos como sociales, económicos, políticos etc. suelen estar trufados de términos como salvaguarda de los ecosistemas, sostenibilidad ambiental, reciclaje de residuos, eficiencia energética, etc. Su uso continuado en el discurso cotidiano como herramientas propagandísticas, demagógicas y políticas ha ido generando una devaluación constante de su significado hasta casi perder su contenido implícito.
De la cuna a la cuna trata de centrar el discurso de la sostenibilidad sobre una parte de este problema. Sus autores enfocan la cuestión poniendo el énfasis en la necesidad de reorientar el consumo acelerado de materias primas no renovables que se produce actualmente. Para ellos, el reciclaje primario no es suficiente para afrontar un mundo futuro donde la escasez se va a hacer omnipresente. Pero, es más, la ignorancia y el encubrimiento de las consecuencias ambientales en el uso inadecuado de determinados productos químicos ha ido conduciendo a un insidioso envenenamiento de nuestro entorno.
Debido a ello, sus autores propugnan acometer los cambios necesarios para lograr una mayor responsabilidad en la interacción con el planeta; en la identificación y reclasificación de todos los productos empleados en la industria desde nuevas perspectivas y consideraciones, así como su empleo responsable y la consideración de su reciclaje desde el mismo inicio del proceso de diseño de lo que consumimos.
La primera reflexión que apuntan es la que se refiere a su interacción con el medio y la salud de las personas. Numerosos elementos que usamos cotidianamente -o consumimos como alimentos y enseres- contienen enormes cantidades de ingredientes químicos y minerales tóxicos que afectan a la naturaleza y también directamente condicionan la salud de las personas. Son los agentes mutágenos, cancerígenos, pesticidas y conservantes presentes tanto en aparatos, como especialmente en aquellos plásticos de todo tipo que se incluyen en los mismos. Y que generaran enormes costes en su tratamiento posterior si se quiere realizar su reciclaje seguro. Los residuos que producirán estos productos han ido transformando progresivamente nuestro entorno en un espacio agresivo donde la toxicidad está presente de una manera creciente e invisible.
Container city, Londres. Uno de los muchos barrios que se han proyectado usando contenedores de mercancías reciclados. Imagen: nobbiwa, Flickr
Los autores hacen un repaso crítico a las diferentes ideas que han ido condicionando el pensamiento sobre la sostenibilidad hasta el momento. Desde Malthus y su énfasis en el problema que supondría el crecimiento exponencial de la población, hasta el informe titulado Nuestro futuro común, que publicaría las Naciones Unidas en 1987 donde se denunciaría que las condiciones crecientes de polución amenazan la propia supervivencia humana sobre el planeta. El inventario incluye también la referencia a Silent Spring, el trabajo que Rachel Carson publicaría en 1962 en el que se expresaría la necesidad de preservar la escasa naturaleza salvaje restante desde una visión romántica, frente a la agresión de los poderosos agentes contaminantes que se difunden desde la actividad industrial. Su denuncia significaría por ejemplo, el abandono paulatino del DDT un producto químico que hoy ya suena a historia en las prácticas agrícolas. En 1982, aparecería una secuela maltusiana titulada Los límites del crecimiento, un esfuerzo conjunto de determinadas personalidades que se aglutinarían en el llamado Club de Roma y que tendría una gran repercusión mundial. En ese texto se enfatizaría el gravísimo problema que significará la desaparición próxima en el tiempo de recursos esenciales para el mantenimiento de la vida como consecuencia del crecimiento poblacional acelerado y la extensión del comercio mundial. Sus autores señalarían que en los próximos cien años, la tendencia a la acción humana descontrolada llevará a la humanidad a un inevitable decrecimiento demográfico y de la capacidad industrial. Veinte años después publicarían un segundo informe, Más allá de los límites, en el que daban por hecho la inevitabilidad del proceso, haciendo recomendaciones que inciden en esa idea: Minimicemos el uso de elementos no renovables, prevengamos la erosión, frenemos el crecimiento de la población y del capital físico, por ejemplo. McDonough y Braungart reflexionan también sobre la base de otros libros y proclamas similares como el titulado Lo pequeño es hermoso de Fritz Schumacher de 1973, Usar menos cosas: soluciones ambientales para quienes somos realmente de Lilienfeld y Rathje de 1998 e incluso presentan algunos esfuerzos realizados por los grandes conglomerados químicos como Basf, Monsanto y DuPont para afrontar las criticas que han ido surgiendo de una manera creciente.
El resultado es que la percepción popular frente a este problema ha crecido con los años y somos cada vez más consciente de la insostenibilidad de los procesos en curso que genera la humanidad. Sin embargo, el sistema ideológico dominante manipula constantemente esa forma de entender la situación. La aplicación de tenues distorsiones en los medios que difunden las ideas impiden las acciones necesarias para afrontar con éxito la imprescindible corrección a la insostenibilidad global. La necesidad de una acción mundial coordinada es una evidencia papable que es muy difícil en las actuales circunstancias. La acción de los innumerables intereses y agentes que intervienen en la economía planetaria distorsionan sutilmente las ideas racionales en su beneficio. Así, se ha venido enfatizando la búsqueda de lo menos malo como la actitud correcta sobre el uso de materiales y productos en el discurso que aparece en los escenarios de la comunicación de masas. Propuesta para la remodelación ambiental del complejo fabríl de River Rouge, de la Ford Motor Co. Proyecto de William McDonough + Partners
Sin embargo, esta posición es totalmente insuficiente ante la situación actual de creciente degradación ambiental. Según McDonough y Braungart sería necesario actuar con una mayor radicalidad actuando sobre lo que presentan de una manera muy anglosajona como la Ecoefectividad de las 4 Rs: Reducir, Reusar, Reciclar y Regular. - Reducir el uso de materiales contaminantes y, en consecuencia, la producción masiva de basura tóxica. Al respecto, señalan que los sistemas de incineración de basuras, que generan ingentes cantidades de partículas microscópicas, están produciendo una contaminación invisible que va afectando paulatinamente a grandes masas de población. Debido a ello los tejidos humanos presentan ya cantidades apreciables de minerales tóxicos como cadmio, mercurio, etc. que inducen enfermedades letales a corto y medio plazo. Las nuevas alergias masivas serían un ejemplo de este fenómeno
- Reutilizar los productos supone contribuir a disminuir el consumo de combustibles fósiles, al atenuar el transporte de mercancías y también aprovechar más eficientemente recursos escasos en trance de desaparición. Es más, una consecuencia del uso es la incentivación del empresariado local, aquel que crea empleo en el sitio, atenuando el inexorable proceso de deslocalización global del trabajo.
- Reciclar los productos debe extenderse tanto al ciclo de uso orgánico como al técnico. Lo que usamos y consumimos contiene materiales que son biodegradables – y que, por, tanto, deben considerarse siempre como alimento dentro de la cadena biológica- pero también minerales básicos y compuestos que es posible mantener dentro del sistema tecnológico al ser nutrientes valiosos para la industria.
- Regular implica que es necesario imponer normas que incentiven eficientemente el comportamiento colectivo en esa dirección y con ello lograr los tres objetivos anteriores. A este respecto, el libro remite a la argumentación que haría Jane Jacobs en su libro de 1992 Sistemas de superviviencia. Ella describiría las dos principales tensiones inherentes al desarrollo de las civilizaciones, la que comercia y la que guarda. Para Jacobs, el cometido principal de los guardianes se debe centrar en la protección del bien común frente a las tendencias autodestructivas de los comerciantes. Mientras que la acción incontrolada del comercio puede corromper en última instancia el esfuerzo de los que actúan como guardianes; pero también el exceso de celo de éstos últimos pueden llegar a detener la acción positiva del comercio. Según ella, una buena regulación es aquella que permite el equilibrio entre estas dos tendencias contrapuestas y extremas de construcción y destrucción colectiva.
El empleo de madera reciclado en la arquitectura reciente. Villa Welpeloo. 2012 Architecten.
La combinación de los criterios anteriores debería conducirnos a la implantación de una mayor ecoefectividad colectiva. Un concepto que no es una estrategia para la total supervivencia de la especie, ya que los procesos desatados no se pueden combatir solo con un mejor o menor consumo. El ecosistema global acabará imponiendo despiadadamente sus mecanismos de autorregulación. Sin embargo, sí se puede lograr una mayor capacidad de resistencia colectiva a largo plazo si se adoptan esos principios.
En consecuencia, según McDonough y Braungart, sería necesario un cambio de actitud colectiva, que implicara la eliminación radical del concepto de basura, ese elemento que es el resultado del consumo masivo al que nos fuerza el sistema económico imperante. Ello significaría diseñar y programar las cosas que usamos y nos alimentan -junto a los envases, procesos y sistemas de distribución- en el entendimiento de que es necesario que -de una manera o de otra- todo pueda reintegrarse constante y nuevamente a los ciclos productivos, en una especie de metabolismo integral que afecte a la totalidad del planeta.
De esta idea esencial y simple surge el título del libro De cuna a cuna. Frente a la situación actual del consumo material en la que se fomenta ciclos de uso en que se extraen cosas del territorio para luego enterrarlas nuevamente -lo que los autores consideran la estrategia de cuna a tumba- se propondría transformar radicalmente el sistema productivo para que los productos que usamos, materiales, alimentos e instrumentos, se estuvieran constantemente reintegrando en los ciclos metabólicos que nos afectan tanto como humanos como al conjunto de los ecosistemas.
Finalmente, propondrían un cambio radical de paradigma para que se reestablezca el equilibrio ambiental frente a la dictadura económica a la que ha derivado finalmente nuestra civilización tecnológica. El criterio convencional de diseño de productos, basado exclusivamente en costes, funcionalidad y estética debe reorientarse hacia una actitud más responsable con las verdaderas necesidades colectivas y la preservación de nuestro entorno, alejándonos así paulatinamente de la influencia dominante de la economía.
“Siguiendo al Partido Comunista, revitalizando China”
La transformación del sudeste asiático en una región ampliamente urbanizada ha tenido a
Allí, en las últimas décadas, la explosión urbana de las regiones costeras ha dado lugar a una expansión económica sin precedentes, que ha sido dirigida con mano férrea por el Partido Comunista Chino hasta convertir al conjunto del país en una de las economías más pujantes del planeta. Como señalaría Deng Xiao Ping, la urbanización es el motor principal de
Las tradiciones campesinas que persisten en las nuevas metrópolis chinas. Imagen: Centro de Taipei, Taiwan. Eco Warriors. C.J. Lim + Ed Liu
Durante miles de años, el llamado Reino del Centro había sido un subcontinente campesino donde la mayoría de la población vivía muy ligada a la tierra. Según la Sociedad Geográfica de China, en 1980 solo el 17,9 % de la población residía en las ciudades. Ese porcentaje habría subido al 50% del total en 2010. En consecuencia, la forma de vida de los chinos ha experimentado por un cambio espectacular en solo 30 años. Este crecimiento brutal de la urbanización se ha concentrado principalmente en las ciudades y provincias más próximas a la costa, permaneciendo el resto del territorio en una situación ancestral de pobreza muy notable.
El crecimiento urbanístico chino no podría entenderse sin analizar las singulares estrategias de planificación del desarrollo que se han ido implantado allí sobre múltiples facetas de la vida de sus habitantes. Sin embargo, ciertos expertos señalan que algunas instituciones burocráticas colectivas muy asentadas están influyendo negativamente en el logro de una plena urbanización, al mismo tiempo que generan ineficiencias notables en el proceso.
Uno de los elementos básicos del sistema chino de organización colectiva es lo que se conoce como danwei. Este término hace alusión a la unidad de trabajo en las que se dividieron e instituyeron las empresas cooperativas, dependientes del estado a comienzos del nuevo estado comunista. Los miembros y familias asignados al danwei vivirían y trabajarían de una manera comunal, practicando una actividad similar. Según Mari Fujita -profesora de la UBC School of Architecture, de la universidad canadiense de Vancouver- ello tendría una repercusión y correlato espacial también ya que el barrio acabaría asimilado al danwei, que se concebiría como un espacio que integra el lugar de trabajo, la residencia y los servicios sociales ofertados por el estado en ese lugar. Para su planificación física se adoptarían inicialmente esquemas de organización similares a los que propondría Clarence Perry para las periferias americanas en las llamadas unidades de barrio. Sin embargo, finalmente se aplicarían los criterios espaciales pensados para los microdistritos soviéticos, definidos como superbloques de vivienda colectiva en los que todas las actividades comunes de la población se pueden realizar en un área accesible, a pie en menos de cinco minutos. El danwei se organizaría pues como un recinto a la manera de barrio integrado, dando servicio a una población entre 5 y 15.000 habitantes.
La red de transporte en la gran conurbación existente en el Delta del Río de las Perlas
Hacia 1978, el 95% de la población china pertenecía de una manera u otra a un danwei específico. Debido a ello, hasta el día de hoy, la población china debe estar inscrita en una comuna concreta, esas aglomeraciones en las que la propiedad ha sido ostentada colectivamente a partir de la implantación del régimen maoísta. Este sistema de registro personal y familiar ligado al danwei, la zona de residencia y trabajo, es conocido como hukou. Establecido en los años 50 del siglo pasado, supuso una limitación muy estricta de la movilidad de los ciudadanos, definiendo dos categorías principales, la rural y la urbana. El registro hukou ha sido una herramienta para el control de las migraciones al carecer de derechos aquel que se desplaza a otro sitio sin el permiso correspondiente. Por ejemplo, sin la cédula de identificación que otorga el hukou es muy difícil acceder a servicios esenciales, como los vales de racionamiento para la compra de comida. El empleo, la educación, el matrimonio, etc. han dependido hasta fechas muy recientes de la categoría otorgada por esa forma de control de la residencia.
Por ello, el hukou ha generado con el paso de los años una situación de segregación y apartheid de facto, que sufren aquellos millones de personas que han emigrado a las ciudades y no pueden obtener legalmente una certificación oficial como residente urbano. Por lo que señalan los expertos (véase el dossier de julio de 2011 sobre China del periódico La Vanguardia y el reportaje monográfico de la revista The Economist, publicado el 25 de junio), ello les impide acceder a viviendas convencionales, obtener servicios sanitarios públicos y lograr educación colectiva para los hijos. A pesar de ello, más de 200 millones de campesinos chinos viven de manera casi permanente en las ciudades costeras –en Pekín y Shanghai más de un tercio de la población es emigrante- en las que se ha producido un desarrollo industrial y comercial impresionante.
La presión para emigrar a las ciudades responde a razones diversas, pero en el caso chino se debe a que el sistema de partido único ha sido incapaz de eliminar las diferencias entre el campo y las ciudades y de alguna manera se ha estimulado indirectamente. Los residentes inscritos en el hukou en las regiones urbanizadas acceden a mejores servicios del estado y tienen la posibilidad de conseguir trabajos mucho mejor remunerados. Es más, las fuertes necesidades de mano de obra barata en los densos conglomerados productivos de la costa han supuesto un factor de atracción potentísimo para los habitantes de las regiones situadas más hacia el interior del continente. Es lo que ha venido ocurriendo en el llamado Delta del Río de las Perlas, que se ha organizado bajo la influencia de Hong Kong y en el que se sitúan otras ciudades gigantescas como Shenzen, Guangzhou o Dongguan, con poblaciones que superan los siete millones cada una. Al igual que en el entorno de Shanghai y Beijing.
La ciudad de Shanghai y la localización de las nuevas ciudades en curso de realización. Imagen: Shanghai New Towns
Desde hace más una decena de años se ha intentado cambiar el estatuto de propiedad de la tierra y estimular con ello la aparición de un mercado sobre el suelo. Si bien los terrenos agrícolas siguen teniendo un carácter colectivo, en algunas regiones se ha empezado a otorgar derechos de uso a los campesinos y, en fechas más recientes, se ha ido permitiendo a algunas regiones experimentar nuevos mecanismos que faciliten un uso más eficiente del exiguo suelo. Es el caso de la provincia de Chengdu, donde se ha iniciado una nueva reforma de la tierra en 2007 y se ha empezado a dotar con certificados que establecen los límites de los terrenos de los que pueden disponer la población y contratos personalizados de aprovechamiento por treinta años con cláusulas de renovación.
El problema de la planificación y la regulación asociada es que suelen llevar aparejados elementos distorsionantes que no fueron previstos inicialmente. Un ejemplo de ello es otra práctica que tiene que ver más directamente con el manejo del suelo, el llamado dipiao. Consiste en un sistema por el cual un promotor inmobiliario que quiere desarrollar urbanísticamente una parcela concreta debe aportar una certificación de que ha logrado poner en uso agrícola otra superficie similar en cualquier otro sitio. La fuerte demanda de suelo para edificación en las zonas costeras ha originado un tráfico ingente de certificaciones dipiao en las ciudades y, en consecuencia, la aparición de numerosas prácticas corruptas como las que se refieren a la falsificación de las acreditaciones o la presión abusiva que ejercen los propios funcionarios para lograr que los campesinos se trasladen a pisos en las zonas próximas, liberando así el suelo interesado.
En medio de este proceso acelerado de desarrollo de las ciudades y territorios pujantes, los urbanistas chinos han debido realizar un esfuerzo considerable para encauzar las enormes transformaciones experimentadas. Para ello, han investigado e intentado aplicar las estrategias, soluciones y modelos de desarrollo regional experimentadas con éxito en otras partes del mundo. El análisis de las prácticas urbanísticas y la historia del urbanismo del siglo XX han tenido allí un eco evidente en las formas y maneras en que se están implementando los desarrollos de las ciudades chinas en la actualidad.
El centro de la Nueva Ciudad del Támesis. Imagen: Mari Fujita
Un ejemplo de ello es el proceso de radical transformación experimentado por el territorio próximo a Shanghai que es expresión de esas fuerzas urbanizadoras presentes en las principales regiones orientales de China. El caso de la metrópolis costera ha sido explicado muy concienzudamente en el libro colectivo Shanghai New Towns que ha publicado en 2010 la editorial holandesa 010, coordinado por Harry den Hartog.
Refiriéndose al caso de Shanghai, Zheng Shiling (Director del Instituto de Arquitectura y Espacio Urbano de la Universidad de Tongji) señalaba -en la introducción al libro- que el Departamento de Planificación Urbana de la región había ido adaptando la ciudad progresivamente desde un planteamiento monocéntrico hacia otro más policéntrico y descentralizado. Es lo que recogería el Master Plan Estratégico de 1999 bajo el lema Una urbe, nueve ciudades. Una idea que luego pasaría a reorientarse en 2003 hacia el logro de una ciudad central y tres ciudades secundarias. Finalmente, se ha determinado establecer una nueva estrategia para la estructura urbana regional que se denomina Visión 1-9-6-6: una urbe central, nueve ciudades nuevas, sesenta poblaciones y 600 villas centrales.
El concepto 1-9-6-6 actúa sobre una superficie de 6.340 kms cuadrados desarrollando numerosos nuevos centros y subcentros urbanos de todo tipo de carácter. Una estrategia que estructurará una amplia región urbanizada que aprovecha la geografía de la extensa llanura aluvial de tierra en forma de lengua en la desembocadura del río Yang-Tsé. La parte central o corazón junto al estuario constituye un espacio muy densamente habitado, superando los 50.000 residentes por km2, lo que genera problemas de todo tipo y ha llevado a los responsables del urbanismo por optar por una descentralización radical que afecta tanto a la residencia como a las múltiples actividades productivas asociadas.
Planta de la nueva ciudad de Gaoqiao. Es significativa la traza circular del canal como referencia a la tradición acuática de los Paises Bajos. Kuiper Compagnons. 2001
El desarrollo experimentado en Shanghai a lo largo de dos décadas escasas ha llevado aparejado la participación de numerosos técnicos y empresas de diversos países. Las propuestas para el desarrollo de las nuevas ciudades y barrios han dado lugar a numerosísimos ejemplos de formas de organización de nuevos tejidos urbanos que ha significado la aparición de un urbanismo de carácter temático. El apoyo a tematizaciones urbanas específicas ha buscado conseguir la calidad de los modelos imitados en las nuevas ciudades que se han ido construyendo en una secuela de las ideas de diseño de la empresa Disney. Es lo que ocurre con la llamada Villa Holandesa (Gaoqiao), proyectada por Kuiper Compagnons o la Ciudad del Támesis (Songjiang), diseñada por la ingeniería británica Atkins Design. Distritos construidos como remembranzas y ecos de los lugares a los que hacen
La reproducción de las formas arquitectónicas holandesas en el barrio de Kattenbroek de Shanghai
También es destacable la llamada Pujiang New Town, que pretendía ser una copia literal de alguna metrópolis italiana. El trabajo se encomendaría al equipo dirigido por el prestigioso arquitecto neoracionalista Vittorio Gregotti. El carácter italiano se confiaría a un eje central de grandes equipamientos y edificios monumentales a la manera del EUR 42 romano mientras que la gran masa de la residencia se conformaría siguiendo los modelos tradicionales de las ciudades chinas. A pesar de los desencuentros entre los técnicos y promotores se ha producido allí un sugestivo ejemplo de urbanización contemporánea.
Otra propuesta interesante es la denominada Dongtan Ecocity, más en línea con las recientes preocupaciones por la responsabilidad ecológica, el reciclaje y la autosuficiencia alimentaria y energética. Diseñada por ARUP trata de afrontar el problema del irreversible daño ecológico que sufre toda la región de Shanghai, estableciendo nuevas maneras alternativas de afrontar el desarrollo. En Dongtan se ha establecido el objetivo habitual de la transferencia cero de carbón a lograr para esa ciudad de 500.000 habitantes.
Traza urbana de la New Town de Pujiang. El recurso a la racionalidad de la cuadrícula pretende ser una referencia a la tradición neorracionalista italiana. Gregotti Ass., 2001
Las periferias de las ciudades chinas han sido el territorio abonado para todo tipo de experimentalismos relacionados con el urbanismo. Vistos desde la distancia reflejan las enormes dificultades organizativas y la pericia para conjugar los intereses colectivos con la iniciativa privada incipiente que está apareciendo en esos lugares.
Cada una de estas experiencias merecería unas reflexiones específicas en si mismas. Constituyen ejemplos del creciente interés internacional por la producción de núcleos urbanos ex novo en los distintos países que cuentan con procesos económicos ligados a una urbanización acelerada y briosa.
Los nuevos ciudadanos de las metrópolis chinas. Imagen: Shanghai New Towns
La playa de Las Teresitas en Tenerife es un lugar que ha adquirido un estatus como recinto de ocio público inalienable para los habitantes de la ciudad de Santa Cruz. También ha representado para algunos una gran oportunidad de negocio, al haber logrado privatizar indirectamente unas plusvalías ligadas a su valor colectivo. Finalmente, es un ejemplo de una forma negativa de hacer política, lastrada por la sombra de la corrupción urbanística y la evidencia de un engaño ligado a unas supuestas mejoras en su forma de uso.
Fruto de esas tensiones solapadas, Las Teresitas se ha convertido en el escenario de una lucha soterrada en el que se dirimen contiendas económicas y políticas que han ido perjudicando cada vez más al conjunto de la ciudadanía de Santa Cruz de Tenerife. Dada la amplía difusión que ha tenido este caso, muchos se han sentido enormemente defraudados y engañados por los responsables políticos que han lidiado con esta situación en el pasado. Sin embargo, y a pesar de los desencuentros, convendría seguir buscando una vía para superar los desaguisados ya cometidos y solucionar -de una vez por todas- los problemas que sigue teniendo la playa como lugar de uso y disfrute para la mayoría de los que habitan esta ciudad.
Hoy en día, es también un tramo apetecido de la costa insular espacio que languidece ante la incapacidad para poder llegar a un acuerdo ciudadano sobre como terminar de adecuar un lugar geográfico que se recreó hace varias décadas. La cuestión se ha agravado recientemente con la constatación de la amenaza que supone la acción de las mareas para el vecino barrio costero de San Andrés.
La historia de la generación de ese espacio de ocio surge en la década de 1960 cuando, en plena eclosión y efervescencia del desarrollismo, unos cuantos prohombres de la ciudad se propusieron utilizar un área improductiva como ámbito para hacer una operación urbanística de calado. Se trataba de poner en valor inmobiliario unos terrenos baldíos y estériles atendiendo a las incipientes apetencias y posibilidades de uso sobre la costa. Esta iniciativa urbanizadora, al igual que muchas otras que surgirían entonces en toda España, recibiría un empuje con la promulgación posterior de una ley que permitía la colonización indiscriminada de la ribera del mar con destino a iniciativas turísticas. Así, unos terrenos al borde de una playa incomoda se reconvirtieron legalmente en urbanizables y contaron además con el apoyo de la ejecución de una acción de ingeniería marítima. Esa zona se convertiría así en un espacio altamente accesible a los bañistas, con una extensa lámina de agua protegida de las inclemencias del oleaje y dotada de una amplía superficie de arena rubia, traída al efecto desde el cercano desierto del Sahara.
De acuerdo al objetivo de los promotores de la urbanización y contando con el apoyo del Ayuntamiento, aquella operación -sufragada mayoritariamente con dinero público- sería el catalizador para el desarrollo de una gran urbanización en esa parte extrema del municipio. Según la argumentación aportada –algo que desde entonces se ha convertido en un recurso y coartada habitual para este tipo de operaciones- con ello se generarían riqueza y numerosos puestos de trabajo, tanto en el momento de la construcción como en la posterior explotación de las nuevas infraestructuras. Visto desde la perspectiva actual, aquella urbanización hubiera supuesto una masiva colonización edificatoria en un entorno caracterizado por fuertes desniveles y la presencia de importantes valores naturales. De acuerdo al plan urbanístico, desarrollado al efecto entonces, se construiría la totalidad de las laderas traseras a la playa con torres y bloques que se dispondrían en unas condiciones topográficas muy adversas y que, debido a ello, hubieran generado un impacto paisajístico deplorable por su magnitud.
El intenso afán especulativo desatado, las múltiples controversias entre los distintos actores intervinientes y las dificultades inherentes al desarrollo de la propuesta llevarían a su bloqueo durante muchos años. Diversos litigios judiciales relacionados con la constitución de la entidad privada que tendría la responsabilidad de su ejecución -y en la que muchos de los propietarios del suelo se verían envueltos sin quererlo- frenaría la radical transformación propuesta y aprobada por el Ayuntamiento en sus inicios.
Centro de atención a visitantes, “Infobox”. Las Teresitas, Dominique Perrault. 2006
Hace varios años ya publiqué aquí un texto, titulado Tipologías aplicables al urbanismo, en el que pretendía hacer una somera clasificación sobre las distintas formas en que la edificación se dispone en las parcelas a los efectos urbanísticos. Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido y la experiencia acumulada desde entonces me parece conveniente hacer una revisión de aquellas ideas expuestas.
Por Francesc Muñoz
Ed. Gustavo Gili. Barcelona 2008
Este libro hace un certero diagnóstico de la evolución reciente de algunos procesos globales de urbanización que analiza conjuntamente. Su autor utiliza para ello las herramientas disciplinares que corresponden a una perspectiva eminentemente sociológica y geográfica. Usando recursos retóricos relacionados con la invención de nuevos vocablos, como territoriantes o la misma urbanalización, se describen y explican algunas claves significativas de la forma en que, se han ido transformando de una manera bastante parecida diversas áreas urbanizadas en muchos países a lo largo y ancho del planeta.
Para Francesc Muñoz lo ocurrido en las últimas décadas en las ciudades y territorios metropolitanos ha sido una consecuencia de la imposición de pautas de consumo del espacio orientadas a la adaptación de los lugares a las necesidades del capitalismo avanzado, o postfordista como hoy algunos lo adjetivan. Se han impuesto así unos paisajes replicados planetariamente en cualquier sitio, en los que es más importante la continuidad en la integración de un comportamiento social, adaptado a las nuevas estrategias de distribución masiva de productos, que la respuesta a las verdaderas necesidades de los propios habitantes de los lugares.
Picadilly Circus. Londres, 2009.
De acuerdo al relato espacial de Muñoz, durante los últimos cincuenta años habrían surgido vastos territorios donde la organización del espacio se basaría en el despliegue de amplías redes de autopistas y otos sistemas de comunicación personal y de servicios. En íntima conexión con esas infraestructuras se implantarían numerosos archipiélagos de islas urbanizadas inconexas. Barrios suburbanos de baja densidad en los que ha imperado un modelo de habitación uniforme y usos residenciales mayoritarios, que han ido salpicando las periferias y complementando a los centros urbanos preexistentes de mayor densidad. Este continuo territorial, contaría también, con numerosos enclaves especializados, como esas gasolineras con servicios cada vez más sofisticados; o los numerosos polígonos comerciales, administrativos y logísticos siempre aislados, controlados centralizada y privadamente.
Al mismo tiempo se habría propiciado la transformación acelerada de aquellas ciudades heredadas del pasado hacia una mayor adaptación al consumo de mercancías amparadas por marcas globales, atenuando las raíces culturales autóctonas y domesticando así las diferencias culturales para hacerlas aptas a su utilización como espacios para la distribución y el comercio masivo de productos. El mecanismo básico para la colonización global de las ciudades se apoyaría en las nuevas estrategias espaciales ligadas al consumo turístico. Un sistema que genera atractivos locales asimilables por la cultura genérica del entretenimiento; que encuadra los contrastes locales en una narración fácilmente asimilable y simple; y que, finalmente, haga más sencilla la lectura de las singularidades preexistentes a amplias muchedumbres de visitantes. Una de las bases de este proceso sería la reformulación de un pasado idealizado, en el que supuestas esencias urbanas se exacerbarían como elementos asimilables para la venta por los grandes operadores del mercado de consumo turístico. Paulatinamente, se habrían ido construyendo así marcas asociadas a las ciudades que faciliten su venta como productos turísticos diferenciados en el mercado global de la industria del viaje.
La plaza de Cataluña tomada por el Movimiento de los Indignados del 15M. Barcelona, Mayo de 2011. Foto: Federico García Barba
En esta deriva del urbanismo contemporáneo, Muñoz identifica tres procesos simultáneos en curso hacia la completa banalización del espacio o urbanalización. El más importante sería la especialización económica de los espacios con una atención prioritaria a la implantación de monocultivos altamente rentables en determinados lugares. Consecuencia, de lo anterior, tendría lugar una segregación o zonificación de las partes del territorio y la ciudad hacia una mayor uniformidad de formas y usos adaptados a las distintas especialidades económicas asignadas. Y, en tercer lugar, se produciría la tematización paisajística que llevaría implícita la simplificación de las maneras en que se desarrolla la vida ciudadana en las distintas partes en que se habrían dividido las ciudades y territorios. Todo ello, estaría conduciendo a las ciudades -esos artefactos que se habrían ido construyendo colectiva y trabajosamente a lo largo de la historia- a un empobrecimiento paulatino de su papel como herramientas culturales y sociales al servicio de la población.
Estos procesos van íntimamente ligados a la constante banalización de las sociedades contemporáneas. Tomando como referencia las tesis sobre la banalidad contemporánea del filósofo José Luis Pardo, Muñoz señala que las ciudades estarían sufriendo una constante adaptación al consumo de masas, mediante su simplificación narrativa. Para Pardo, la banalización asociada se produciría a partir de dos sistemas. El primero de ellos se articularía desde la generación de dos elementos: energía y diversión. Las costumbres, los objetos y los espacios deben mostrarse llenos de actividad e incorporar elementos para el recreo, aumentando así su atractivo para amplias capas de la población. Por otra parte, se deben también aplicar técnicas para garantizar la asepsia y la suavización en esos mismos elementos, unificando y facilitando de esa forma su consumo indiferenciado. La Postdamer Platz de Berlin con el edificio de la Philarmonie de Hans Scharoum en primer plano. Foto: Skycrapercity
Según el autor, la urbanalización sería, por tanto, un proceso de adaptación global del espacio urbanizado que se caracterizaría también por dos tácticas ideológicas específicas, el cosmopolitismo brandificado y el romanticismo de consumo.
En el primer caso, el autor hace referencia al papel que las marcas han adquirido en el desarrollo de las sociedades contemporáneas. Todo ha pasado a estar representado por narraciones esquemáticas de la realidad, en un proceso de reducción de las experiencias a piezas consumibles con facilidad y rapidez. Las imágenes simplificadas han ido adquiriendo ahí un papel más preponderante en todo tipo de actividades y los elementos que han llevado a un paroxismo esta tendencia son las marcas y, finalmente, los logos de todo tipo que acaparan la representación.
En el caso de las ciudades se habría producido también este proceso de reducción a un nuevo vocabulario de marcas y logos identificables. Es lo que Muñoz identifica como cosmopolitismo brandificado en el que el consumo de los espacios urbanizados se hace a través de la intermediación necesaria del branding para lograr la interrelación entre productores y mercancías culturales de todo tipo. Las ciudades se habrían transformado así en meros contenedores preparados para el consumo; soportes en los que representar y colocar las distintas marcas, de tal manera que constituyan el escenario necesario para la experiencia del consumo.
El proceso hacia la implantación de un cosmopolitismo brandificado ha sido plenamente asumido por las marcas globales de consumo en su despliegue planetario. Así, han aparecido recientemente subespacios específicos orientados a una mayor especialización de producto como los barrios o calles de moda. Es el caso de la reserva de espacios de las ciudades a consumos muy especializados, como la confluencia entre Oxford y Regent’s Street en Londres, la Rue du Faubourg SaintHonoré en París o Rodeo Drive en Los Ángeles. Y también, la constitución de espacios específicos destinados a restringir exclusivamente la exposición del consumidor a las mercancías propias. De esa manera, se propondrían AppleStores, Niketowns, etc. Tiendas ampliadas a la manera de centro comercial en las que solo se podría acceder a los productos propios de cada marca.
Obelisco de la Plaza de la Constitución en la avenida de Mayo de Buenos Aires. Foto: Sociedad Nocturna
El romanticismo de consumo englobaría ese estilo de vida que se incentiva en múltiples lugares a partir de la cultura de masas, una especie de ideología relacionada con una nostalgia de un pasado idealizado y la tematización de las arquitecturas y los espacios. Un ejemplo extremo de esa manera de entender las formas de habitar las ciudades sería el caso de Celebration en Florida. Una nueva ciudad promocionada por la empresa de entretenimiento americana Disney, en la que se propondría a sus habitantes unas pautas de comportamiento muy rígidas, relacionadas con el tradicionalismo de las formas construidas y los espacios colectivos.
En Celebration se establecería un escenario idealizado, caricaturizando de una manera decorativa las formas urbanas características en los pueblos y pequeñas ciudades de los Estados Unidos a comienzos del siglo XX y enfatizadas durante décadas por la industria cinematográfica. La superchería romántica llegaría a tal extremo que se habrían propuesto dispersar hojas secas en el mes de septiembre y nieve a finales de cada año, sin tener en cuenta el clima de un lugar situado realmente en el trópico. Finalmente, la apuesta de Disney no ha tenido el éxito esperado y una gran parte de sus 12.000 viviendas han quedado desocupadas. Quizás ello sea debido a la falsedad extrema de su propuesta y la rigidez del comportamiento exigido.
El libro se completa con una caracterización de cuatro ciudades significativas elegidas al efecto por el autor: Londres, Berlín, Buenos Aires y Barcelona.
Puerta de Brandeburgo. Berlín
En el caso de Londres, Muñoz hace una descripción de las condiciones de especialización de la ciudad hacia los sectores de servicios de ingeniería, financieros, seguros, publicitarios y, así mismo, el consumo cultural. Actividades que la dotarían de una marca global potentísima. Sin embargo, se presentaría también como una ciudad dual donde la pobreza ha ido instalándose y creciendo progresivamente en determinadas partes y barrios. En Londres se habría desarrollado un urbanismo para yuppies en determinados puntos como los conocidos Docklands, barrio de moda de la ciudad. Y también la generalización en la ciudad histórica de numerosos productos culturales en un proceso que describe como festivalización.
Berlín queda conceptuado en el libro como ciudad logo que habría renacido de sus cenizas en un esfuerzo para su puesta en el mercado de la competición global de ciudades, una vez ocurrida la reintegración de las dos partes en que fue dividida la ciudad tras la 2ª Guerra Mundial. Ese proceso habría llevado a un disparadero especulativo que transformó el espacio urbano en un producto inmobiliario de atractivo para inversores de todas partes. En ese caso, la estrategia de transformación se habría apoyado en una reconsideración morfológica en la que la recuperación de las formas de las arquitecturas históricas preexistentes tendría un papel protagónico.
Estancia Abril, un country en el Gran Buenos Aires. Foto: Tomm
Para Buenos Aires, Muñoz elige el lema de ciudad cuarteada. Con ello querría expresar el carácter de extrema segregación experimentado por este territorio en su sometimiento extremo a las fuerzas económicas internacionales. La metrópolis argentina habría alcanzado una extensión considerable en la segunda mitad del siglo XX, ocupando sus 12 millones de habitantes una superficie superior a los 4700 kilómetros cuadrados.
Allí se habría producido un proceso de división extrema del espacio y la segregación injusta entre grupos poblacionales. La extensión de las llamadas villas miseria, por un lado, y la implantación de numerosísimos countries, o comunidades con el espacio privatizado y el acceso restringido, por otro, habría ido contribuyendo progresivamente al cuarteamiento urbano al que hace referencia el autor.
En Buenos Aires se habrían ido sufriendo así todas esas perversiones a las que alude el libro. Una debacle urbana, económica y social inherente a la aplicación de las recetas neoliberales que el capitalismo financiero internacional impuso salvajemente en las últimas décadas del siglo pasado y los comienzos de éste. Los procesos privatizadores sin control colectivo y la corrupción inseparable a una política totalmente diezmada, habrían llevado a un espacio urbano previo rico a su degradación y empobrecimiento extremo, plenamente equiparable en última instancia al de otras metrópolis degradadas del planeta.
El barrio financiero de la City. Londres, 2009. Foto: Federico García Barba
Finalmente, Barcelona sería la ciudad marca por excelencia. Ejemplificaría así el éxito de una estrategia conscientemente desarrollada por las élites catalanas para lograr competir globalmente y atraer capital en pie de igualdad con otros espacios metropolitanos representativos a nivel europeo. Es importante considerar que ello ha sido el resultado de un esfuerzo de alineamiento colectivo que contempla tanto la economía como el urbanismo y el marketing de ciudad; una voluntad colectiva planificada y desplegada a lo largo de varias décadas ya. Sus hitos más significativos serían en primer lugar, el comienzo de la última etapa democrática, con la elección de los Ayuntamientos a finales de los años 1970; seguiría la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992; y, posteriormente, otros acontecimientos más o menos conocidos como el Forum de las Culturas de 2004.
Como señala Muñoz, en esta estrategia de transformación de la ciudad el urbanismo se habría convertido en un instrumento de comunicación de los nuevos ideales democráticos. Así un elemento esencial para la difusión de una marca progresista de desarrollo territorial habría ido derivando hacia la implantación progresiva de un territorio urbanalizado. La imagen demagógica sería así un elemento esencial para lograr la transformación buscada de Barcelona como metrópolis dinámica y con cierto halo progresista que contribuyera a espolear su atractivo internacional.
El resultado de este proceso que ya tiene una historia superior a tres décadas, ha sido una profunda y radical remodelación de la ciudad, mediante el cual se habría puesto en valor lo existente previamente, como elementos esenciales de la marca sociourbanística. Un espacio territorial ligado al mediterráneo y a Europa; La arquitectura de Gaudí y el Modernisme como anclas y referencias estilísticas; el multiculturalismo y el mestizaje como sobre la base de una identidad peculiar, el catalanismo. El esfuerzo desarrollado para la diferenciación y puesta en valor del producto urbano iría aumentando exponencialmente con los años el atractivo de ese ámbito territorial.
Brandcelona, como la bautiza el autor, sufriría así un proceso autoinducido de mejora de la imagen de la ciudad en competencia turística global y que ha acabado por engullir a la propia ciudad y sus espacios más reconocidos. Hoy en día, el centro urbano y algunos lugares significativos han sido colonizados radicalmente por los visitantes que acuden masivamente en detrimento de los propios residentes que han sido expulsados en la práctica.
La Casa de les Puntxes, un hito del Modernisme catalán. Puig i Cadafalch, arquitecto. Foto: Federico García Barba
Aunque choque inicialmente, de lo dicho más arriba creo que está justificada la caracterización actual de los procesos metropolitanos como urbanalización. No obstante, puestos a generar nuevos vocablos o neologismos a mi me habría gustado que se hubiera empleado el término territoriano más que el de territoriantes para definir nuestra condición contemporánea. Un vocablo que reflejaría más adecuadamente el carácter contemporáneo de nuestra forma de relacionarnos con el medio que habitamos. Habríamos pasado así de vivir la ciudad a integrarnos en esos vastos territorios metropolitanos ocupados difusamente que caracterizan nuestra existencia cotidiana.
Ingresamos en el siglo XXI transformados de ciudadanos a territorianos. Habitantes de un planeta en lo que es más importante la exacerbación del consumo y las posibilidades para la conexión entre los lugares que la idiosincrasia exclusiva y los elementos culturales heredados, propios de esos territorios
Debido a ello, los procesos culturales ligados a la banalización estarían produciendo paisajes adaptados en las ciudades que son, al mismo tiempo, brillantes, sorprendentes, limpios y suaves, incentivando así su adecuación a las necesidades del capitalismo global. Un proceso que habría ido tratando de limar las asperezas preexistentes en las ciudades para presentarlas adecuadamente como lugares atractivos. Un proceso a la manera del que la empresa Disney habría hecho con sus parques temáticos de una manera premonitoria y a una escala menor. Así, los centros históricos y los antiguos frentes portuarios y marítimos de las principales urbes mundiales han sido transformados y convertidos en espacios adaptados para el consumo de mercancías y productos intrascendentes.
Panorámica de la propuesta de intervención definida en el Plan Especial para la reconversión del Río Manzanares
He tenido la oportunidad de asistir en Comillas a la tradicional apertura de la exposición de los trabajos presentados a la XI Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo. Un acto que tuvo lugar el 21 de julio y concentró en esta ocasión a una nutrida representación de personas. Es un momento en el que numerosos arquitectos y estudiantes acuden a Santander para participar en los actos y encuentros que allí se concentran cada dos años.
Espacio de la ciudad de Barcelona afectado por el Distrito de Actividades 22@
El sector oriental de Barcelona, conocido como Distrito 22@, es el espacio de la ciudad que mayores transformaciones ha experimentado en las últimas décadas. En fechas recientes y movido por la curiosidad, he recorrido de nuevo a pie ese barrio que se sitúa a lo largo de la prolongación de la Diagonal hacia el mar. Estas son las impresiones de un observador externo dos años después de mi última visita.
El debate urbanístico catalán del último medio siglo ha estado ligado prioritariamente a la reflexión sobre la mejora de la funcionalidad y las formas urbanas. A principios de los años 70, serían dominantes las preocupaciones más sociales, pero en el curso del tiempo, aquella discusión sobre la ciudad se ha ido inclinando paulatinamente hacia unas visiones economicistas y de la competitividad global de las marcas territoriales. La búsqueda de un mejor posicionamiento económico de la región ha sido finalmente el pilar básico del urbanismo en la consideración de Barcelona como ciudad “mediterránea” preponderante. Esa transformación urbana competitiva orientada a su integración en los flujos globales ha tenido una repercusión notable en la reforma radical del sector Noreste de la ciudad, aquel que se prolonga por la costa desde el parque de la Ciudadela hasta la ribera del río Besós. Un esfuerzo colectivo de primera magnitud en la redefinición urbanística de una parte de la ciudad que ha durado ya varias décadas.
Ello ha sido la consecuencia de la acumulación de una serie de hechos históricos que surgieron eventualmente en respuesta a una voluntad colectiva para la reformulación del espacio urbanístico. En primer lugar, ocurriría la reapertura de la ciudad hacia el mar, junto a la Barceloneta y también en la transformación del puerto central en un espacio integrado a la ciudad histórica. Posteriormente, se centraría en la terminación de otro espacio significativo inconcluso durante casi un siglo, el tramo Este de la avenida Diagonal desde la plaza de las Glorias y los espacios colindantes hasta el encuentro con la costa. Como colofón lógico a aquella operación surgiría otra iniciativa urbanística, el llamado Forum de las Culturas de 2004, que inauguraría una celebración de nuevo cuño a la manera de las exposiciones universales. En último lugar, la renovación y transformación radical de los barrios populares situados en ese cuadrante con los espacios situados en el entorno del Poble Nou como piezas más significativa. Todo ello, como decía con el objetivo de mejorar la integración a la ciudad en la competencia económica global.
Hotel ME. Avenida Diagonal de Barcelona. Dominique Perrault, 2008
Los protagonistas de esta historia son numerosos pero habría que encuadrarlos en los diversos grupos e iniciativas culturales que se han desarrollado en la ciudad desde comienzos de la década de los años 70 del siglo XX. Personas y grupos que se posicionaron claramente frente a las decisiones urbanísticas que tuvieron como referente uno de los últimos alcaldes del franquismo, José María Porcioles. La aprobación en 1976 del Plan General Metropolitano (PGM) -un documento que constituye una pieza de planeamiento estructural técnicamente bien definido- fue el último eslabón de una política urbanística contestada que, sin embargo, no ha sido sustituida durante todo este largo período temporal transcurrido. Las operaciones urbanísticas desarrolladas han utilizado la técnica de la planificación y proyectación de la ciudad por partes. Diversos y numerosos planes especiales, modificaciones puntuales del PGM, estudios de detalle, etc. han sido acometidos durante las últimas décadas para conseguir los precisos objetivos pretendidos en cada momento. La tarea de liderazgo intelectual y material de este proceso colectivo ha sido protagonizado por gentes como Manuel Solá Morales, Joan Busquets, Manuel Ribas y Joaquín Sabaté que han ido aportando interesantes ideas y criterios de actuación desde la posición académica, mientras que otros como, Oriol Bohigas, Juli Estebán y Josep Antonio Acebillo, también Ricard Fayós y Oriol Clós más recientemente, han sabido gestionar los numerosos esfuerzos técnicos necesarios asociados a la arquitectura y el urbanismo a la búsqueda de una transformación adecuada de Barcelona y su hinterland territorial amplío.
El resultado final presenta tanto numerosos brillos como algunas sombras. Algo inherente a todo proceso complejo como es el que se relaciona con el urbanismo. Algunos alaban y admiran internacionalmente el éxito de las fuertes apuestas ciudadanas desarrolladas como reflejan, por ejemplo, la medalla concedida por el Royal Institute of British Architects a la ciudad olímpica tras 1992. Otros denigran la transformación inapelable de Barcelona en una ciudad de marca global y, también, su colonización turística radical. En 2008 se publicaría un opúsculo curioso titulado Odio Barcelona que reflejaría de alguna manera el descontento intelectual de unas elites locales, arrolladas por las fuerzas inexorables de una apuesta económica que trata de colocar a la ciudad en el Olimpo de las ciudades planetarias reconocidas. En ese libro manifiesto enloquecido, fruto de la impotencia, se proclamaría que en un escenario político y social desquiciado por los rigores del pensamiento unidireccional, la especulación inmobiliaria y el silenciamiento sistemático de cualquier voz discordante, “Odio Barcelona” se erige en un grito dislocado y subversivo, necesario e impertinente, no exento de humor y cargado de altas dosis de ironía. Un salvoconducto imprescindible para la supervivencia de la autonomía intelectual. De alguna manera, algunos señalarían con esa escritura la necesidad de recuperar una visión social frente al economicismo que ha acabado imperando en la reconversión radical experimentada por la ciudad.
Nueva ordenación de la plaza de las Glorias. Servei de Planejament del Ajuntament de Barcelona
En la zona Noreste de Barcelona, bajo el manto del llamado Distrito de Actividades 22@ (una modificación del antiguo PGM que transforma radicalmente la antigua zona normativa 22a), se ha intervenido de una manera fragmentaria, añadiendo paulatinamente nuevos pedazos transformados de ciudad. Desde la precursora villa Olímpica hasta la constitución de los recientes ámbitos especializados que se han dedicado a la biotecnología, los medios audiovisuales, las telecomunicaciones y la energía, pasando por la actuación del citado Forum de las Culturas. Todos ellos proyectados a partir de instrumentos urbanísticos concretos y armados mediante estructuras y burocracias de gestión específica, formadas por sociedades privadas ad hoc, pero con una parte sustancial de capital público. Solo en los ámbitos 22@ se ha intervenido en más de 2 millones de metros cuadrados de suelo neto edificable, dando carta de naturaleza a la transformación hacia un tejido urbano más complejo de usos diversificados, comerciales, de oficinas, hoteleros, para la investigación avanzada, etc. La consecuencia evidente ha sido la catalización de una importante especulación inmobiliaria y la sustitución acelerada de los usos y poblaciones tradicionales, hegemonizada por intereses privados locales.
El resultado de la transformación experimentada por la ciudad en esta cincuentena de años podría quedar representado por dos enclaves diversos, pero significativos, de esa parte de la ciudad que se ha convertido en el laboratorio por excelencia de las técnicas urbanísticas recientes de la iniciativa pública catalana. Estos serían las seis manzanas que conforman el recinto del Campus Audiovisual y el espacio tradicional en torno a la Rambla del Poble Nou.
El visitante de la recién reformada trama de la ciudad, orgullo de sus próceres, accede a ese nuevo fragmento urbano ascendiendo desde el corazón de la tierra, desde la estación de metro de la plaza de las Glorias. Se encuentra frente a un territorio colonizado por importantes infraestructuras, iconos arquitectónicos deslumbrantes y un sinfín de potentes transformaciones y obras en curso, cuyo exponente más visible es la presencia de numerosa maquinaria pesada. Posteriormente, me enteraría que la brillante intervención sobre el redondo nudo de infraestructuras viarias -realizada hace solo dos décadas- está siendo sustituido por un nuevo espacio libre que generará una nueva plaza parque de escala intermedia, integrando el mercado de antigüedades de Les Encantes en una nueva configuración más aséptica y cuadriculada.
Edificio Media TIC del arquitecto Enric Ruiz Geli, 2010
En uno de sus vértices, la llamada torre Agbar, el edificio icónico por excelencia que publicita la imagen de la nueva ciudad, es una presencia poderosa cuyos elementos constructivos están sufriendo un acelerado proceso de envejecimiento, que ya empieza a ser preocupante. Desde allí, el usuario del transporte público puede abordar el flamante tranvía que transita ese nuevo tramo de la arteria de comunicación más importante de la ciudad, la avenida Diagonal.
Un poco mas allá se sitúa también el hotel, firmado por el arquitecto francés Dominique Perrault que ejemplifica meridianamente ese tipo de arquitectura reciente inexpresivo, originado desde los programas de ordenador y cuya imagen construida pregona en su similitud esa condición digital a la que recurren tantas y tantas otras propuestas similares. Unos edificios que acaban convirtiéndose en construcciones sin alma ni hálito poético debido a su propio fundamento proyectual.El recorrido a través de esa nueva vía de amable sección muestra las nuevas edificaciones que han aparecido en los últimos años, completando en su vera un perfil caracterizado por un cierto autismo expresivo y un desigual resultado arquitectónico. Aquel día, al descender en el tramo final, comprobaría que el espacio central en rambla es todo un éxito de paseantes, corredores y ciclistas. El diseño aplicado a la urbanización es una nota positiva en esta parte de la ciudad. Junto a un nuevo centro comercial anodino, me adentraría en las calles y avenidas de sección generosa que albergan ya una multitud de nuevos edificios empresariales hasta llegar nuevamente a las traseras de la torre de la empresa Aguas de Barcelona.
En ese espacio reducido, bautizado como Campus Audiovisual, unas construcciones planteadas desde la diferencia lingüística extrema, pautan las calles y tratan de separarse a toda costa de sus vecinos. Pareciera que su máximo objetivo fuera lograr una forzada distinción en el idioma arquitectónico empleado que contribuya al realce de la marca empresarial y que, sin embargo en su grito, logran un efecto cacofónico contrario, próximo al ruido visual. Sobre el fondo de la torre Agbar y sus larguiruchas hermanas en altura, el edificio Media Tic del arquitecto Enric Ruiz-Geli destaca sobremanera en su despropósito. Una demostración del discurso anecdótico tecnológico formal que enmascara un vacío de contenidos programáticos, apoyado en la retórica escasamente concreta de lo digital y las nuevas tecnologías y la sostenibiildad energética. Mantras publicitarios a los que se recurre para enmascarar la ausencia de un esfuerzo serio de diseño que contemple soluciones reales para eso que se reclama.
Ordenación del Campus Audiovisual de Barcelona. Imagen de la propuesta del Plan Especial
Próximo al MediaTic se vislumbra otro esfuerzo icónico desafortunado en la nueva sede para la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, un proyecto de 2008 de los arquitectos paisajistas Batllé y Roig. Su sección irregular, recubierta por un sistema de lamas horizontales a modo de vestido parasol, enmarca un programa convencional de oficinas que pretende adquirir un redundante protagonismo sobre la calle desde la formalización de una piel que resalta su individualidad a toda costa. Una patata volumétrica que expresa el desconcierto de sus autores desde el desparpajo más extremo.
Sede de la Comisión Nacional del Mercado de las Telecomunicaciones. Batllé y Roig arqutiectos, 2010
En contraposición a los anteriores, destaca la cuidadosa recuperación de la antigua fábrica de Can Framis como sede de la Fundación Vila Casas, responsabilidad del arquitecto Jordi Badía y el equipo BAAS. Una correcta intervención sobre un antiguo edificio industrial, protegido por su interés patrimonial, al que se le añade nuevos volúmenes funcionales en una síntesis espacial muy rica. Es destacable la interesante solución de acceso en patio, las transparencias visuales, junto al cuidadoso tratamiento de los materiales y, en definitiva, su contenido lenguaje.
Fundació Vila Casas. Rehabilitación de las naves industriales de Can Framis. Jordi Badia y BASS, 2009
El antiguo enclave del Poble Nou fue uno de los núcleos poblacionales que formaban originalmente el extrarradio. En este proceso urbanístico, relacionado con el distrito de 22@, es aquel que ha sufrido más intensamente este proceso de transformación. Durante mucho tiempo fue considerado como una trastienda productiva de la ciudad en la que se habían ido situando numerosas fábricas y alrededor de la que el ensanche Cerdá quedó inconcluso y mal resuelto. Su espacio más significativo es la rambla central, que fue ligeramente ajustada en la década de 1990. En su entorno se conservan numerosos e interesantes edificios de su forma original, destacando el Casino de la Alianza.
A lo largo de las últimas décadas del siglo XX fue redescubierto por colectivos de artistas y profesionales del sector del diseño y la arquitectura como un territorio ideal para instalar sus talleres y estudios. Durante un tiempo fue un espacio chic de la ciudad que, con el advenimiento de las ideas de Richard Florida sobre la economía de la creatividad y su traslación a Barcelona, ha espoleado un interés por este lugar como elemento de la nueva oferta turística de lo barcelonés y catalán.
Indirectamente, y debido a ello, se ha espoleado y apoyado también aquí los procesos de transformación y elitización general que suelen ocurrir en las intervenciones de renovación urbana. La expulsión paulatina de los usuarios y residentes originales del Poble Nou está siendo una consecuencia de las transformaciones apoyadas por las estrategias en torno al proyecto 22@ Barcelona.
Aún así, y a pesar de la fuerza de la agresión sufrida en las últimas décadas, el Poble Nou es un barrio de Barcelona que mantiene las esencias de unas formas de vida peculiares. La potencia y vitalidad de sus habitantes hacen que sea todavía una de las zonas que conservan una autenticidad de la que ya carecen otras zonas de la ciudad, más celebradas por esa visión cosmopolita que se quiere imponer.
Rambla central del Poble Nou. Foto: Federico García Barba
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