Por Richard Sennet
Ed. Anagrama. Barcelona 2009
Hace varios años un amigo me recomendó leer un libro de Richard Sennet titulado La cultura del nuevo capitalismo y desde entonces me he convertido en un asiduo de este sociólogo británico. Una de las últimas ediciones de su vasta obra que ha aparecido en castellano es este El artesano (publicado por primera vez en 2008) y que trata sobre la general voluntad de las personas para hacer bien las cosas que se les encomiendan. Constituye el inicio de una trilogía que promete ser apasionante, que continuará con un segundo volumen que tratará de desvelar los rituales que pautan la agresión y terminará con un estudio sobre la forma de lograr y habitar entornos humanos más sostenibles.
<---
Si hay algo que caracteriza a Richard Sennet es que presenta las cuestiones más densas y complejas de una manera muy amena. Utiliza la narración de anécdotas y experiencias concretas para explicar los asuntos más abstrusos. Su último trabajo publicado se titula precisamente, How I write, Sociology as literature (Como escribo, sociología como literatura), lo que indicaría su segunda vocación, la de enseñar escribiendo bien. Esa habilidad especial del autor hace que El artesano sea un texto que se lea con sumo placer. Tiene que ver en ello su adscripción confesa a la corriente filosófica del pragmatismo que aspira a dar sentido amplío a las experiencias específicas de cada ser humano y que ha contado con precedentes tan cualificados como William James o Richard Rorty.
El sociólogo Sennet hace un extraordinario trabajo en El artesano, narrando y describiendo la gran perdida colectiva que ha supuesto el menosprecio de numerosas especialidades artesanas en las sociedades contemporáneas. El mito de la procedimentación del trabajo como forma de industrializar las tareas y el consecuente sometimiento del desarrollo paulatino de la experiencia personal concreta, llevan ya bastante tiempo produciendo unos estragos terribles. Algo que ya denunciaron hace más de un siglo, gentes como John Ruskin o Charles Rennie Mackintosh, impulsor de la recuperación artesana ligada al movimiento anglosajón del Arts and Crafts.
Taller de encuadernación. Grabado de la Enciclopedia de Diderot y D’Alambert
En el libro se señala una cifra recurrente derivada de numerosas investigaciones, que indica que el proceso de adquisición de las habilidades mínimas necesarias para llevar adelante una tarea artesanal de una manera eficiente, requiere aproximadamente unas 10.000 horas de entrenamiento de la persona. Ese tiempo común es esencial para lograr un conocimiento artesanal adecuado sobre cualquier materia. Sennet ejemplifica también al respecto la forma cómo se instituyó el manejo del escalpelo, un proceso de codificación de la experiencia que duró más de 100 años desde que en el siglo XV se pudo empezar a producir cuchillos de hierro con una mayor calidad de templado. En 1543, Andrés Vesalio publicó De humani corporis fabrica, un texto ilustrado esencial para el progreso de la actividad medica y que fue solo posible debido a las disecciones del cuerpo humano realizadas por su autor con escalpelos que permitían una precisión adecuada.
Vesalio produjo su descripción a partir del desarrollo de una práctica artesanal de calidad en el arte de la disección de cadáveres. Una habilidad que requiere de una gran precisión para no estropear las muestras y que permitió realizar esa maravilla descriptiva de la anatomía que todavía constituye una fuente de referencia básica en la disciplina anatómica.
El sistema sanguineo. De humanis corpore fabrica. Andrés Vesalio. 1543
El desarrollo del conocimiento artesanal es un proceso lento que en el medioevo requería de una organización gremial muy precisa y jerarquizada. Es debido a este proceso que los aprendices lograban adecuar su práctica a la realización correcta de las distintas tareas que eran necesarias en la práctica de una especialidad concreta. Sennet lo define como la transformación del conocimiento explicito en conocimiento tácito. Dice al respecto que la asimilación constituye un proceso esencial para todas las habilidades. Al aprender una habilidad, desarrollamos un complicado repertorio de procedimientos que acaban convertidos en unas rutinas sobre las que no pensamos directamente. En la fase superior de la habilidad, hay una constante interrelación entre ese conocimiento tácito y el reflexivo, el primero de los cuales sirve como ancla, mientras que el otro cumple una función critica y correctiva. La calidad artesanal es el resultado de esta fase superior.
El problema que suscita esta característica de la acumulación de la calidad es que es muy difícil de transmitir de forma explicita, escrita o de acuerdo al lenguaje. Algo que ya ocurría frecuentemente en los talleres artesanales del pasado. Pone como ejemplo la maestría como orfebre de Benvenuto Cellini, cuyo famoso salero de metales preciosos constituye una cumbre en el manejo de la forja y que ha sido imposible reproducir posteriormente. Como el mismo dijo, su arte moriría con él. Algo similar ha ocurrido con los violines fabricados por Guarnieri o Stradivarius: nadie ha sido capaz de realizar piezas de sonido tan perfecto y delicado después de la muerte de aquellos maestros artesanos de la región italiana de Cremona. Sus violines siguen siendo autenticas joyas irreproductibles que, debido a su especial timbre, son de un valor incalculable.
El problema de la calidad artesana se deriva de la dificultad para transmitir el conocimiento tácito mediante el lenguaje y, en consecuencia, las descripciones detalladas escritas son insuficientes. Sennet, para avalar esta tesis, recurre al contraste entre el médico experto y el novato y sus distintas formas de aplicación de las reglas conocidas. El experto, como es lógico, es más preciso en el diagnóstico al integrar una visión amplia del paciente y analizar el caso en relación a las perspectivas de evolución derivadas de experiencias anteriores; al mismo tiempo y ante el mismo caso, el estudiante tenderá a ser más formalista en el seguimiento de los manuales y procedimientos aplicables según criterios más rígidos.
La minusvaloración del conocimiento tácito adquirido en beneficio del establecimiento de procedimientos tasados descritos mediante la formulación de reglas escritas ha erosionado y empobrecido claramente la producción concreta de los bienes en aras de una supuesta mayor eficacia. Un inconveniente de este hecho es que no contempla el progreso personal a partir de la experiencia concreta y el adiestramiento dirigido. Es un problema clásico que afrontan desde hace muchos años las grandes empresas consultoras sin haber logrado una praxis adecuada todavía. De ello, se derivan las ventajas del grupo artesanal para lograr el grado de experto necesario. Es en el contacto cotidiano entre el maestro, los oficiales y aprendices como en el pasado se podía lograr una transmisión adecuada de ese tipo de conocimiento tácito.
Muchas tácticas laborales específicas se transmiten entre maestros y aprendices con el ejemplo en acción y su descripición es difícilmente reproductible mediante una habilidad complementaria como es el lenguaje escrito. La traslación de estos problemas a las comunidades profesionales y la deriva actual hacia una imposición burocratizada y reglada del trabajo lleva mucho tiempo ocasionado un empeoramiento de las condiciones en que las distintas profesiones realizan sus responsabilidades.
Escalpelo. Foto: Aesop, Flickr
Y es que la voluntad de progreso personal es esencial en el desarrollo artesanal de los individuos. En el proceso de enriquecimiento en las habilidades de los individuos es esencial la motivación en el adiestramiento que incentiva el progreso. Como dice Sennet, volver una y otra vez a una acción permite la autocrítica. Y es que además, la repetición genera una satisfacción no explícita, que lleva a que a medida que las habilidades mejoran sea posible realizar más repeticiones sin aburrimiento.
Allí donde esta necesidad, y la libertad que lleva aparejada, están coartadas por la eficiencia o la rapidez, se produce un cortocircuito que lleva a la ineficacia conjunta de las personas implicadas. Es por ello que sociedades extremadamente limitadas por reglas y normas jurídicas no progresan adecuadamente. En un extremo, las experiencias comunistas de brigadas profesionales han significado la desmoralización de los trabajadores y la ausencia de motivación de sus partícipes y con ello, la paulatina degradación de las tareas que tuvieran encomendadas.
Algo similar ocurre respecto a las herramientas de diseño asistido por ordenador. Un sistema que los arquitectos han abrazado con fervor y que parece que facilita la labor profesional. Según Sennet, es todo lo contrario ya que impide un conocimiento preciso de los objetos que se diseñan; ausencia derivada de la facilidad para sobrepasar la necesidad de volver una y otra vez sobre una misma tarea para poder aprehender su esencia profunda. Como se dice en el libro, el conocimiento de un terreno se adquiere trazándolo una y otra vez y no dejando que el ordenador lo regenere para ti.
Sennet tiene también una especial predilección por los problemas relacionados con el espacio, la ciudad y la arquitectura, derivada de su contacto con especialistas americanos y europeos como Joseph Rikwert y Saskia Sassen. Una disquisición muy interesante que se integra en el texto, relacionada con la diferencia entre experiencia intelectual y artesanal, es la que se refiere a la contraposición de dos obras concretas de arquitectura desarrolladas por dos vieneses universales, el filósofo Ludwig Wittgenstein y el arquitecto Adolf Loos.
La casa Moller de Loos ejemplificaría para Sennet el esfuerzo del arquitecto de integrar la imperfección implícita en la experiencia artesanal. En toda obra de arquitectura surgen constantemente imponderables que transforman – a veces radicalmente- la idea inicial de proyecto. Y, sin embargo, la integración inteligente de estas supuestas deficiencias puede transformar una obra de arquitectura en una experiencia artística que transmite la sabiduría de múltiples operadores.
Casa Moller, Adolf Loos. Foto: Klaas5, Flickr
En otra dirección, la casa que Wittgenstein hizo para su hermana en la Kudmanngasse vienesa representa la voluntad del filósofo para localizar y extraer las reglas esenciales de la arquitectura. En su arrogancia, pretendía entender la naturaleza del pensamiento arquitectónico, construyendo un edificio ejemplar y al primer intento. Algo en lo que de alguna manera siguió las pautas de Loos intentando establecer estructuras y condiciones espaciales universales.
Los proyectos de Adolf Loos eran documentos abiertos que planteaban una estructura integradora reconociendo la imperfección y por ello, los edificios resultantes pueden transmitir una emoción intensa mientras que la frialdad perfecta de la única obra arquitectónica de Witgenstein nació como algo muerto, tal y como reconoció el propio filósofo que, al acabar la casa familiar después de múltiples avatares, señaló que su lucha por lograr una perfección ideal produjo un objeto sin vida. Los efectos que él veía en su casa reflejan, en la época autocrítica, el efecto destructivo del perfeccionismo en filosofía y, más en general, en la vida mental.
Finalmente Sennet señala otro problema frente a la necesidad de la recuperación artesana como vía para un mejor desarrollo de las personas y el logro de trabajos adecuados. Un enemigo último de la artesanía sería el que representa la falacia de la calidad total y su control exhaustivo a base de procedimientos. Un sistema que busca teóricamente la excelencia pero, que en el fondo, esconde una incapacidad manifiesta para lograrlo consecuentemente.
El libro concluye con la reflexión sobre la entrelazada dualidad en el desarrollo artesanal que representan mitológicamente Hefesto y Pandora. Mientras Hefesto es un personaje que representa el valor social del artesano a pesar de su deformidad, Pandora es la belleza como atributo maligno. La fusión ambivalente de estas dos figuras estaría en la base de la cultura material de nuestra civilización. Mientras el artesanado nos puede dotar de bienes cotidianos y estéticos, solo el deseo artístico y la búsqueda de la gloria nos otorgan un mayor placer.
La excelsa belleza irrepetible abriría con ello la puerta a otras fuerzas destructoras e incontenibles. Es difícil contenerse para no destapar la caja de Pandora.—>
Hola Fede: por hoy sólo darte las gracias por tu comentario de ayer en mi post “y la ciudad salvó…”, que contestaré en breve; también en breve me ocuparé de leer con atención y comentar sobre este post artesano, tema que me interesa mucho. Saludos, A.
Me encanta esa visión artesanal del trabajo aún en la acelerada dinámica en la que nos movemos hoy en día. (Gracias por acercar estas reflexiones a nuestra vida cotidiana.)
Excelente
Hola Federico
Es curioso. Hace 10 minutos acabo de encargar mi primer libro de Sennet, Carne y Piedra, gracias a la referencia de un lector, y luego encuentro este interesante post tuyo acerca del mismo autor.
Por lo que dices tiene buena pinta, muchas gracias por la minuciosa referencia.
Un abrazo
Lo mejor que tiene Sennet para nosotros, aparte de lo bien que escribe y que ofrece una perspectiva enormemente erudita y diversa, es su constante interés en las cuestiones de arquitectura y urbanismo.
Yo estoy intentando adquirir la edición de otro trabajo suyo, La consciencia del ojo de 1991 que trata sobre la forma en que se construyen las ciudades.
Enhorabuena! gran artículo.
Yo tuve la suerte de tener a R.Sennet como ponente de una parte de un Master. Puedes conseguir fragmentos de “The Conscience of the eye” en la revista UR nº 9-10 del Laboratorio de Urbanismo UPC.
Col. 1289
Interesantísismo, aunque quizás sea una causa perdida. El “trabajo gustoso”, del que hablaba Juan Ramón Jiménez (el que se hace “con poesía y sentimiento”), que yo creo que se refiere a lo mismo que Sennett, es cada vez más escaso. El individuo de nuestro tiempo se inclina por aplicar su experiencia y sus conocimientos a producir dinero de forma genérica, sin tener especila interés en el oficio que le permite obtenerlo, prescindiendo por tanto de obtener el alto nivel de calidad que proporciona la satisfacción de hacer algo bien.
Me parece un asunto de vital importancia, también en lo relacionado con la asfixia que produce la multiplicación de normativas en el gusto por el trabajo del arquitecto o el urbanista.
Sí, comparto la opinión de que hoy la inmensa mayoría de la población trabaja solo para que algunos amasen dinero.
Masivamente, ha dejado de importar que las cosas se hagan con pasión, por el mero hecho de que estén bien hechas.
Como explica muy bien Sennet, esto es una fuente de placer en si misma que originaba productos de gran calidad. En algunos casos artesanales, irreproductibles con toda la tecnología de la que disponemos actualmente.
Sin embargo, la estructura productiva se organiza progresivamente para laminar estas pequeñas satisfacciones y de esa manera, cada vez tenemos resultados peores y sutilmente el consumo se va degradando.
Una verdadera desgracia colectiva que está motivada por la dictadura de la economía.
Federico, hay una frase que una vez me dijiste, al mostrarte unos dibujos en el estudio, y de la que siempre me acuerdo: “Tener ideas está muy bien, pero lo difícil es formalizarlas”. El conocimiento del artesano!
Así que mientras no cumpla las 10.000 horas prometo esforzarme en mantener la boca callada ante los maestros del gremio.
Gracias por la recomendación del libro, a ver si lo encuentro por aquí.
carlos