Llátzer Moix
Editorial Anagrama. Barcelona, 2010
Este libro es una reflexión sobre esta circunstancia y una recopilación de varios relatos sobre esa producción arquitectónica grandilocuente realizada en unas cuantas ciudades españolas. Se refiere a Bilbao, Valencia, Santiago de Compostela, Zaragoza, Barcelona, Madrid, etc. en las que se han producido (y siguen produciéndose) las mas disparatadas apuestas en aras de una deseable concentración icónica de hitos urbanos de aparente referencia a nivel mundial.
<---Todo ello ha sido posible gracias a una época de gran bonanza económica en España, caracterizada por una amplia disponibilidad de recursos públicos y privados. La conjunción entre una etapa de gran crecimiento del sector de la construcción, la generación de beneficios asociada, junto a la entrada de ingentes subvenciones procedentes de los fondos estructurales europeos, ha permitido que los responsables políticos de autonomías y ayuntamientos hayan dispuesto de excedentes presupuestarios para dedicarlos a todo tipo de actuaciones megalomaníacas y altamente innecesarias. Las coartadas para realizar estas inversiones escandalosas siempre han estado ligadas a la provisión de nuevos servicios culturales y deportivos, concebidos como el nuevo campo espectacular que genera mayor atractivo popular junto a la estimulación de una especie de turismo peregrino a la visita de esos nuevos santuarios contemporáneos. La construcción de todo tipo de infraestructuras dotacionales, museos, auditorios, centros de congresos, estadios, etc. ha sido el motor de esta hornada de desafueros que ha generado uno de los mayores espacios de despilfarro de los recursos públicos en la historia reciente de este país. El falso argumento utilizado para avalar apuestas disparatadas, ha sido la necesidad de determinadas ciudades de propiciar un renacimiento económico, de establecer una nueva conexión con la escena internacional a través de la promoción de eventos espectaculares. Según esa mitología aquellas regiones que no generan un acontecimiento que se refleje masivamente en los medios, corren el riesgo de un declive irremediable en esta etapa de globalización galopante a nivel mundial. La verdad es que en esta epidemia de construcción de todo tipo de iconos arquitectónicos se ha producido una conjunción de egos extremos para generar una serie de lugares en los que expresar el deseo de gloria y trascendencia hacia el futuro tanto de los responsables políticos promotores como la de aquellos arquitectos que se consideran a sí mismos una reencarnación contemporánea de las grandes figuras de la historia del arte. Santiago Calatrava, por ejemplo, que se ve a sí mismo como una especie de Leonardo da Vinci, a la vez arquitecto, escultor e ingeniero. Como diría un compañero de una manera cínica, los arquitectos son aquella especie animal más cercana a Dios. El libro de Llátzer Moix relata con todo lujo de detalles cuales han sido ese abanico de argumentos y coartadas que han utilizado tanto políticos como arquitectos, para justificar ante la población las más disparatadas apuestas edificatorias, muchas de ellas realizadas sin control ni freno de ningún tipo. El texto incluye múltiples peripecias auspiciadas por algunos representantes con responsabilidad en las instituciones locales y regionales del estado español. Abarca ejemplos increíbles del descontrol que ha supuesto este tipo de acciones en la administración de unos recursos públicos que se han hecho escasísimos de repente con la crisis económica actual. Un posible resumen de esta etapa histórica que se haga en el futuro debería calificarse como mínimo de irresponsable.—>
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Palau de les Arts y Hemisferic. Valencia, 1998 y 2005. Santiago Calatrava, arquitecto, ingeniero y escultor. Pabellón Puente. Zaragoza, 2008. Zaha Hadid, arquitecta
El caso de Santiago de Compostela y su futura Ciudad de la Cultura quizás podría ser el ejemplo más significativo de toda esta serie de desatinos que han adjetivado a la arquitectura más reciente realizada en España.
En esa iniciativa, todavía inconclusa después de superar ya más de una década de gestación y la inversión de ingentes cantidades de dinero público, se han reflejado de una manera más extrema las consecuencias de una concepción espectacular de la arquitectura; aquella en la que confluye la búsqueda de una inasible gloria política y las paranoias artísticas de algunos arquitectos contemporáneos reconocidos internacionalmente. Todo ello, apoyado en un despilfarro extremo e inconsecuente de los recursos públicos obtenidos a través de los impuestos.
En la monumental y mastodóntica Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, los protagonistas principales son un político de larga trayectoria -Manuel Fraga- con voluntad de trascendencia histórica y un teórico vanguardista –Peter Eisenman- con escasas obras de dimensión y muy acostumbrado a desenvolverse en los foros académicos universitarios.
El presupuesto inicial preveía una inversión superior a 100 millones de euros, cuya realización duraría 36 meses y sería capaz de atraer a dos o tres millones de visitantes anuales. El resultado es que estimaciones de los responsables políticos actuales ya han admitido que el gasto se quintuplicará como mínimo y las obras culminaran en 2021 si la construcción sigue el ritmo actual. ¡32 años después del lanzamiento del proyecto! Un esfuerzo más digno de faraones egipcios que de líderes de una democracia teóricamente homologada con Europa.
He aquí el resultado de una malísima inversión pública que se gesta con la coartada del aumento del atractivo turístico de un lugar pero cuyas verdaderas razones tienen más que ver con el deseo de un político concreto de pasar a la historia con una obra arquitectónica que represente su legado. Como él mismo Manuel Fraga ha declarado se hará justicia si alguien quiere ponerle mi nombre a la ciudad.
Ya en el momento del fallo del concurso la propuesta de Peter Eisenman para la Ciudad de la Cultura de Santiago se destacaba por la indefinición de aspectos significativos tales como fachadas y cubiertas y el excesivo tamaño lo que originará severas desviaciones presupuestarias, tal y como se exponía en el voto particular de uno de los miembros del jurado, el arquitecto Wilfred Wang.
La ristra de edificios monumentales realizados en el cauce del río Turia por este arquitecto taumatúrgico, constituyen una muestra más del síndrome del traje del emperador. Una especie de enfermedad epidémica que ha aquejado a numerosos responsables políticos españoles y al que ya me referí en relación a sucesos similares ocurridos en mi propia ciudad.
Por el libro desfilan también otros inefables representantes de esta fauna desgraciada que ha representado a la arquitectura contemporánea en las dos últimas décadas. Frank Gehry, Jean Nouvel, Zaha Hadid, Dominique Perrault, etc. Arquitectos capaces de convencer a los más reticentes auditorios y personajes, basándose en sus increíbles dotes retóricas y en la exhibición de supuestas capacidades artísticas que son solo ensoñaciones sin un soporte en un conocimiento técnico real.
Una consecuencia de su papel hegemónico en el espectáculo mediático es el afán de muchos arquitectos por lograr encargos en unas condiciones similares, olvidando las verdaderas necesidades de sus clientes privados y públicos. Sin embargo, la actual crisis de escasez de recursos tiene visos de una larga duración y reclama un cambio en las actitudes políticas y profesionales. Pues como señala certeramente Moix, se trata de poner coto al derroche. Una obra pública que puede inaugurarse por 20 millones de euros, si acaba costando 100, la administración deja de invertir 80 de nuestros millones en obras menos vistosas, pero quizás más necesarias. Urge devolver la sensatez a la arquitectura, en especial la que se levanta con inversión pública.
Un libro muy ameno e ilustrativo, lleno de anécdotas de las tragicomedias de nuestra época, en especial sobre una cuestión que nos cuesta muchísimo dinero.—>
Muy apetitosa esta entrada.
La he leído a la carrera, vuelvo seguro. Pero me quedo con lo de Calatrava…¿por qué lo han encumbrado tanto? Si casi todo es una pura repetición de esqueletos, uno detrás de otro…y lo de los puentes! Menudo lío para sacar adelante el de Venecia! Y luego en el Auditorio, tienes que levantarte para que pasen los de al lado…
Querido Federico,
además de la elasticidad (que ya mencionas) respecto a los métodos con que estas figuras reciben los encargos, habría que añadir la manga ancha con que se les concede las licencias a sus caprichos formales, cuando los comunes mortales debemos estar peleando para que nos acepten un color determinado de carpintería; me viene a la cabeza, por ejemplo, el engendro de RCalatrava en el centro de Oviedo (http://asturplant.com/imagen_popup.php?img=imag%2Fcliente%2Fes-fotos-web026.jpg) que el otro día ví al pasar y que no podía creer. Un saludo, A.
No me parece tan inocente la ampliación de los presupuestos de estas obras faraónicas. Es más fácil justificar aumentos desproporcionadas en obras de carácter singular (lease “ALA DEL AUDITORIO QUE NO SIRVE PARA NADA Y QUE ESTÁ HECHA EN ¡¡ACERO!!”) y así, desviar fondos a los partidos políticos, mediante la interesada intermediación del contratista de turno. Algunos políticos quieren pasar a la posteridad (a su manera, claro) pero a otros muchos les basta con una vida burguesa de club de golf, mujer enjoyada y reconocimiento social, aunque sea a costa del erario público.
Algo parecido a esto está ocurriendo desde hace más de 10 años con Santa Cruz de Tenerife con el empeño de los políticos que gobiernan de hacer museos, auditorios, recintos feriales y remodelaciones de Plazas firmados por arquitectos del Star System actual que más que resolver problemas urbanísticos han dotado a la ciudad de un conjunto de edificios de formas imposibles, innecesarias y que poco tienen que ver con la arquitectura canaria
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