En aquellos años, la búsqueda constante de nuevos paradigmas hizo surgir planteamientos interesantes en el campo de la teoría y la práctica de la arquitectura. Gentes como el matrimonio Smithson, Louis Kahn, Ernesto N. Rogers y tantos otros hicieron concebir nuevas esperanzas para una renovación más ajustada a los sitios y lugares. La apertura de nuevos caminos de experimentación y sustento teórico sobre bases concretas condujo finalmente a la aparición de algunos escenarios alternativos al Movimiento Moderno, tales como el llamado Brutalismo en arquitectura, la experiencia Neorealista Italiana o la recuperación de un clasicismo actualizado. Así se iniciaría la sucesión de modas que ha pautado el desarrollo de la arquitectura en la segunda parte del siglo XX.
Erdman Hall, Bryn Mawr, Philadelphia. Louis I. Kahn. Foto: stosh1978, Flickr
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Can Liz, Mallorca. Jorn Utzon. Foto: drz image, Flickr
En esa época, frente al encandilamiento generalizado que significó el movimiento postmoderno, la propuesta de un regionalismo racionalizado de Framptom, una posible estrategia de integración entre el lugar concreto y el conocimiento global parecía un camino más apropiado para el desarrollo de la arquitectura en un ámbito periférico como el que puede representar el archipiélago canario en el contexto internacional de la cultura.
La primera referencia a estas nuevas ideas la encontré en un pequeño texto titulado El regionalismo crítico: arquitectura moderna e identidad cultural, de Kenneth Framptom y publicado en 1985 por la revista madrileña A&V Monografías de Arquitectura y Vivienda. En esa reflexión se exponía el carácter renovador que podría suponer la confrontación dialéctica entre tradiciones locales y modernidad universal. A través del recurso a determinados grupos regionales y personalidades cualificadas de la arquitectura más reciente, aquel texto exponía lo que podrían parecer los elementos constitutivos de un posible movimiento realmente innovador en la arquitectura.
Casa de veraneo en Muuratsalo, Jyväskilä. Alvar Aalto. Foto: Paula Moya, Flickr
Decía Framptom, si hay un principio que resuma fácilmente al regionalismo crítico es el del compromiso con el lugar antes que con el espacio. Apoyándose a su vez en Hannah Arendt, el autor valoraba aquí lugar como una forma de resistencia frente a una unificación universal indiscriminada; como la encarnación de una cultura en un espacio geografíco determinado; ello, frente al universalismo del espacio impuesto por la globalización cultural imperante. Por otra parte, esa forma de abordar la arquitectura podría ser el resultado de la expresión del talento de individuos concretos enraizados en un territorio muy delimitado.
En el pensamiento de Kenneth Framptom el regionalismo crítico no pretendería recuperar las tradiciones locales como una evocación simplista, irónica o sentimental, tal como pudo ser propuesta por los neohistoricismos y regionalismos de carácter romántico que surgieron a finales del XIX y tampoco por la panoplia formal desplegada por el estilo postmodernista de finales del años 70. Por el contrario, tomaría como eje de sus propuestas una reinterpretación de lo vernáculo, analizando sus fundamentos espontáneos aquellos relacionados con la etnografía y la sabiduría ancestral: la coherencia de las construcciones populares con la topografía, su adecuación al clima, el aprovechamiento visual del paisaje, etc. En definitiva, la recuperación de los fundamentos culturales y los mitos locales que condujeron a una acumulación de pautas adecuadas para el encaje de la arquitectura en unos territorios determinados.
Aquellos planteamientos tuvieron un gran impacto en mi manera de concebir una arquitectura posible en un ambiente como el que existía en el archipiélago canario por esos años. Una sociedad embarcada en la construcción de una identidad específica en la que, por fin parecía florecer el esfuerzo y el pensamiento de tantos y tantos intelectuales que nos habían precedido en estas islas.
Como ya he explicado en un texto anterior, es muy difícil realizar un trabajo artístico e intelectual realmente novedoso sin entender el contexto cultural y sin analizar las raíces que han originado una forma peculiar de entender el lugar específico y el concreto espíritu del tiempo, acudir a los recurrentes genius loci.
Capilla del Instituto Tecnológico de Illinois, Chicago. Mies vander Rohe. Foto: planckstudios, Flickr
En la lectura y aplicación correcta de las especialidades constructivas relacionadas con cada lugar, en la extracción austera de su esencia volumétrica y tectónica, en la persecución de la fiabilidad de los materiales, su brillo, su fiabilidad peculiar, etc. se encontraría, según Mies, la verdadera trascendencia en arquitectura.
Siguiendo tanto el discreto planteamiento del regionalismo de Kenneth Framptom y la ambiciosa persecución de la verdad de Mies van der Rohe, creo que una perspectiva adecuada para estos momentos de incertidumbre podría situarse en una retaguardia crítica. Una posición alejada del fragor de la batalla de las arquitecturas rutilantes, casi un espacio de sosiego para la meditación sobre el trabajo personal, el encuentro entre las realidades próximas y la avalancha de imágenes procedente del exterior.
Casa del té. Matosihnos. Alvaro Siza Vieira
Federico: ya me voy reencontrando con las viejas cosas después de atender a las urgencias de la salud, y he tardado bastante tiempo en leer todos los artículos atrasados de tu blog pero ha merecido la pena. El de Bath es sencillamente genial y a la discusión entre las relaciones entre arquitectura y escultura debería de dedicarle unos cuantos párrafos pero todavía tengo bastantes urgencias que atender y, además, probablemente se haya pasado el momento. Pero sí que me gustaría decir algo respecto a la Retaguardia Crítica. Me ha parecido bastante lúcido y coherente el desarrollo del artículo pero no entiendo muy bien la conclusión a la que llegas (probablemente porque todavía no esté en plena forma y no sea capaz de detectar ciertas ironías y se me atraviesen las piruetas verbales).
Aparentemente parecería que en los momentos de crisis (no hay duda de que estamos en uno) justamente lo que tienen que hacer aquellos con cosas que decir, es situarse a la vanguardia e intentar que el nuevo tiempo alumbre cuanto antes y con los menores daños posibles. Comprendo que eso es, a veces, poco confortante y que se corre el riesgo de terminar quemado en el intento. Sin embargo pienso que esta debe de ser la obligación de cualquiera con unas mínimas inquietudes intelectuales. Por lo menos así entiendo la existencia de blogs como el tuyo o el de Andrés que se caracterizan precisamente por plantar cara a la situación. No me gustaría que, de repente, te recluyeras en una retaguardia sosegada y confortable (es un pensamiento retórico porque estoy seguro de que no lo vas a hacer). Un abrazo.
Estimado Fariña:
Me alegro mucho que haya salido hacia delante de esas fastidiosas cuestiones de salud que te tenían un poco retirado. La verdad es que echaba en falta esos comentarios a mis textos que me daban tanto ánimo.
La cuestión de la retaguardia crítica es algo que vengo pensando desde hace ya unos cuantos años. Creo que no es necesario estar en la primera fila del relumbrón mediático para aportar algo al debate de tu profesión. Pero también es verdad que hasta hace muy poco uno se veía totalmente frenado por el poder despiadado de aquellos que detentaban el control y filtro de acceso a los medios de comunicación convencionales.
En el caso de los arquitectos, es algo verdaderamente descorazonador lo que ha ocurrido con el mundo de las publicaciones profesionales en los últimos 20 años. Sobre todo en España. Un espacio que me atrevería a decir que ha quedado en manos de aquellos encantados con el glamour de las imágenes, si no ha sido totalmente colonizado por la publicidad.
Ahora ya es posible llegar a aquella gente que comulga con tus planteamientos de una manera más sencilla y debatir en pie de igualdad sobre las cosas que verdaderamente nos afectan. No sé cuanto durará este reducto de libertad que se ha abierto. Por eso, mejor mantenerse a la retaguardia sin asomarse mucho a la primera fila de esta guerra por el futuro y poder ver las cosas con un poco de distancia.
En cuanto a mi texto, es parte de un trabajo en progreso que, de una manera o de otra, formará parte de mi discurso de ingreso en la Academia Canaria de Bellas Artes. Un acto que tendrá lugar el mes próximo, si no ocurre algún imprevisto. Es una reflexión que junto con algunos post anteriores y otros que vendrán ha salido así en bruto para explicar, y explicarme, lo que yo personalmente he hecho en arquitectura. Si es que he hecho algo que valga verdaderamente, que realmente no lo sé.
Y lo hago así a base de pequeños recuerdos y empujes de pensamiento que les relato. El próximo que publicaré probablemente pronto se referirá a arquitectura y lugar específico.
¡Ya lo ven, queridos lectores, a mí también me puede la falsa modestia!