Bosque de Anaga en la isla de Tenerife. Una muestra del paisaje de la era Terciaria que aun permanece en nuestros días. Foto: Mataparda, Flickr
Patrocinado por el Centro Atlántico de Arte Moderno y la demarcación de Gran Canaria del Colegio de Arquitectos de Canarias ha aparecido esta semana el libro titulado Paisaje y esfera pública que recopila los textos aportados por una centena de profesionales de la cultura de este archipiélago, a través de la edición realizada por Orlando Franco y Mariano de Santa Ana.
<--- En sí mismo, este esfuerzo constituye una interesante plataforma para escudriñar las opiniones de un colectivo de personas que se aproximan a los problemas del territorio del archipiélago canario desde muy diversas opciones y posiciones. En él se encuentran textos de artistas, historiadores, profesores, arquitectos, periodistas, economistas, escritores y empresarios que ofrecen razonamientos y relatos variopintos que intentan explicar las razones de un proceso que afecta dolorosamente a esta sociedad concreta.
La constatación de los límites del espacio insular así como la transformación desordenada e ineficiente del territorio está presente, de una manera o de otra, si se observa el conjunto de textos de una manera desapasionada. El paisaje en Canarias se ha convertido en un elemento de referencia básico para afrontar el debate sobre las cuestiones que afectan al territorio.
El despilfarro social consentido del territorio. Paisaje de los municipios de La Victoria y Santa Ursula en la costa norte de la isla de Tenerife. Interpretación realizada con Google Earth
Quizás por el carácter elusivo del concepto paisaje se presta a múltiples interpretaciones y a un desvío hacia el error de las loables aspiraciones que se desprenden de visiones muy diferentes. El caso es que este archipiélago formado por 8 islas y multitud de islotes y peñones ha experimentado una transformación brutal en el último medio siglo, lo que ha supuesto la desaparición de una forma de vida tradicional ligada al aprovechamiento agrícola del suelo y, en consecuencia, a una creciente insostenibilidad.
De alguna manera también, las islas Canarias representan una prefiguración en miniatura de los procesos globales autodestructivos actualmente en curso en este planeta; un ámbito que ha acabado configurándose como un espacio cerrado y finito en la conciencia de sus habitantes. Desde muchos puntos de vista, en este libro se buscan incansablemente responsables y culpables a esta brutal mutación sufrida en estas islas, sin aportar realmente soluciones para garantizar efectivamente una supervivencia futura a este colectivo de 2 millones de personas que formamos los canarios. Es quizás la expresión de una inmadurez colectiva que refleja una voluntad de no responsabilizarse por el propio destino y que nos puede llevar a un proceso de extinción, al igual que aquellos que el antropólogo Jared Diamond presentaba en su libro Colapso y que ha citado aquí también mi tocayo el economista canario Federico Aguilera.
Bosque quemado. Foto: PatyC, Flickr
Valga para representar el sentir general presente en este libro, el magnífico poema del poeta tinerfeño Rafael José Díaz y titulado
<--- AGRIMENSOR DEL DESIERTO
<--- 1. Crece el desierto: la extensión del desastre es mayor que el tamaño de la esperanza; 2. La cultura milenaria del mar que agoniza nada podrá hacer para salvarlo; 3. Ante el asedio imparable de los titanes del asfalto y del cemento, las antiguas pirámides apenas brillan ya en su ilusoria eternidad: sepulturas que acabarán, a su vez, sepultadas; 4. Ni siquiera las islas bendecidas con bosques de otras eras, santuarios habitados aún por ninfas y por faunos, han sabido protegerlos: unas horas han bastado para destruir la tela urdida durante milenios; 5. Recorrí el bosque quemado: la andrajosa memoria de las ramas en que, intacto, glorioso, gorjeó en tantas tardes de dicha el mágico pinzón azul me salía al encuentro a cada paso; 6.- Cadáveres de árboles que fueron templos vivos de la brisa, de los juegos de niños confiados, de las risas del aire mezcladas con sus risas; 7. Quise bajar al mar, a acantilados que recordaba majestuosos, a playas en que el agua estaba antaño tan limpia que traslucía la piel del cuerpo amado entre mis manos: todo era fango y podredumbre y urbanizaciones turísticas y polígonos y fábricas y muros y vigilantes y putas y dolor y piscinas y solares alineados para la masacre futura; 8. Y orondos, en despachos con vistas, propietarios de hoteles caribeños, titulares de cuentas en dudosos bancos suizos o cómplices de mafias extranjeras, los culpables de toda esta historia universal de la infamia se frotan las manos manchadas con la sangre de su propia tierra; 9. Contempla, contra el asco, contra la desazón, contra la impotencia cada vez más profunda, una flor que renace en medio de las cenizas, un delfín que aún da saltos en el pútrido mar; 10. Boquearan hasta hundirse en ese mar los miserables causantes de esta ruina sin retorno, de este lento apagarse de la luz de la vida; 11. Lo que perdura, me he dicho mientras escribía, un tiempo en la palabra es el brillo ocasional, condenado a extinguirse, de un ala imprevista, de una nube blanquísima, de un labio esperanzado sobre otro sometido, la efímera dulzura de un milagro ahí al lado, aquí mismo, junto a ti, junto a mí: nada más; 12. De ninguna otra hazaña es capaz la palabra, ni siquiera la palabra heroica del poema, liberada de cualquier atadura o convención: no va a enmudecer frente al más mínimo abuso, pero solo podrá, aunque lo condene, decirse en soledad, acallada su voz por el estruendo de un mundo sordo a sus secretos, a su inútil lucidez; 13. No va a callarse, pero nadie va a oírla; 14. Y aún si alguien la oyera, le serían impedidos, como al agrimensor K, los accesos a las dependencias (¡oh sí, lujosos despachos con vistas!) del castillo en que los infames deciden la lenta pero implacable destrucción de la tierra; 15. Y un humus putrefacto absorberá nuestros huesos.—>
Federico: impresionante la fotografía interpretada del Paisaje de los municipios de La Victoria y Santa Ursula en la costa norte de la isla de Tenerife, lo mismo que el poema de Rafael José Díaz (poeta del que desconocía su existencia pero del que voy a intentar conseguir algún material más).