En el año 900 de nuestra era, Eric el Rojo llegaba a Groenlandia después de haber sido expulsado sucesivamente de varios sitios, primero de su tierra natal en Noruega y después de la colonia de Islandia, debido a su carácter fuertemente violento. Encontró en aquella isla remota, valles y fiordos con pastos veraniegos que asemejaban notablemente lo que había dejado atrás en su tierra de nacimiento. La aventura de este vikingo excepcional dio lugar a varios asentamientos que sobrevivirían en esta tierra inhóspita durante más de cuatrocientos años hasta finalmente desaparecer.
La hazaña fue descrita en una saga que forma parte sustancial de la cultura y del imaginario de Escandinavia. Pero la cuestión relevante es porqué esta sociedad de agricultores y ganaderos que alcanzó un tamaño superior a las diez mil personas en dos asentamientos separados y que basaban su subsistencia principalmente en la cría de vacas y cerdos, no pudo prolongar su existencia y sus costumbres sucumbiendo finalmente
Este es un hecho, la desaparición de sociedades organizadas y con un fuerte respaldo en su proceso de expansión por el mundo que no constituye una excepción sino que se ha repetido históricamente en muchas ocasiones al igual que la viabilidad a largo plazo de otros grupos humanos ¿Porqué dos países como Haití y Santo Domingo que comparten un espacio único, la antigua isla de la Española, son tan diferentes en su relación con los elementos naturales y su capacidad de sobrevivir? ¿Porque los antiguos habitantes de la isla de Pascua acabaron por desaparecer? ¿Porque una colonia de raíz europea como la que los vikingos noruegos establecieron en Groenlandia no pudo resistir al lugar y los esquimales siguen allí todavía?
Este tipo de preguntas es la que ha pretendido responder este interesante libro que trata de explicar la influencia de los factores ambientales en la capacidad de permanencia de sociedades y de comunidades concretas en relación con su medio físico y cultural. La obra que ha sido elegida libro del año en 2005 por multitud de periódicos norteamericanos, como el Washington Post o Los Angeles Times, tiene el respaldo de su autor, el profesor de geografía californiano Jared Diamond que, anteriormente, ya fue Premio Pulitzer con su ensayo Armas, Gérmenes y Acero.
Varias son las causas que determinan la viabilidad de una sociedad a partir de su relación con el medio físico según Diamond y que hoy han pasado a convertirse en problemas determinantes de la viabilidad de la especie en el futuro. La existencia de bosques y biodiversidad junto con la desaparición de la fertilidad de los suelos son causas ambientales de primer orden que posibilitan la existencia biológica de la especie humana sobre la tierra.
La deforestación ha sido históricamente el mayor problema que se cita como causa en la desaparición de las sociedades en el pasado. Y ello tiene que ver no solo con la supresión de la fuente principal para la obtención de madera y combustible sino con la provisión de un ecosistema eficiente que garantice una protección frente a la erosión del suelo fértil, las riadas y la existencia de un hábitat adecuado para la supervivencia de la mayor parte de las plantas terrestres y las especies animales. Un proceso de fuerte deforestación tuvo que ver probablemente con la desaparición de los Mayas en la península del Yucatán varias centurias antes de la llegada de Hernán Cortés.
La extinción acelerada de los alimentos salvajes es otro problema al que se enfrenta la humanidad en estos momentos y al que no se le presta la debida atención. Especies como el pescado o los mariscos representan todavía una fracción importante de las proteínas que hoy en día se consume habitualmente entre los habitantes de los países ribereños de los mares y océanos. La colonización del Pacífico Oriental se apoyó en la gran riqueza de sus mares y fue aprovechada hasta su colapso por los polinesios que llegaron más al Este, a las islas de Mangareva, Henderson y Pitcairn. En ese caso, la falta de control colectivo de los escasos recursos disponibles determinó el declive y desaparición final de aquellos isleños de tal manera que cuando los amotinados de la nave británica H.M.S Bounty tomaron como base de su destierro Pitcairn, fue precisamente porque no existía población nativa.
La perdida de biodiversidad que va a significar esta decadencia acelerada los productos naturales y del mar, tendrá notables consecuencias negativas por cuanto los ecosistemas funcionan como una unidad en la que desaparición de una parte lleva implícita la aniquilación del conjunto.
La destrucción lenta pero progresiva de los suelos fértiles destinados a la agricultura intensiva es un proceso del que no se tiene conciencia real y que, sin embargo, está haciendo que la capacidad productiva y el tamaño de las cosechas vayan disminuyendo paulatinamente. Diamond cita como ejemplo un caso concreto en Iowa, Estados Unidos, en pleno corazón del territorio más productivo de trigo y maíz, las grandes planicies americanas. Allí, una iglesia construida a mediados del siglo XIX en el centro de un campo de cultivo que se había trabajado desde entonces estaba en el momento de la visita, hace escasos años, situada a una altura de 3 metros sobre la superficie de la llanura.
Otros condicionantes importantes para una buena relación humana con el medio tienen que ver con las posibilidades de aprovisionamiento de bienes esenciales como la energía, el agua y el tamaño poblacional respecto a la capacidad del territorio.
Las mayores fuentes actuales de energía en las sociedades industrializadas provienen de combustibles fósiles no renovables, petróleo, gas y carbón, y que tienen techos de producción científicamente estimados. Estos límites finales se presentan bastante cercanos en el tiempo, a partir de los cuales su aportación a la demanda energética tiene que ir disminuyendo progresivamente a pesar de que las demandas energéticas no cesan de aumentar.
El agua potable, un factor considerado inagotable hasta fechas muy recientes es objeto ya de múltiples disputas entre países y regiones por garantizar su control. Las reservas de lagos y ríos se están utilizando ya a plena capacidad por lo que cualquier contaminación como la salinización produce además consecuencias catastróficas. El ejemplo del mar de Aral en el centro de Asia es suficiente significativo a este respecto. La adecuada captación, administración y ahorro de este recurso va a ser una de las claves para la supervivencia de la mayor parte de los territorios habitados del planeta.
La aportación energética del sol sobre la tierra se considera infinita pero lo cierto es que según cálculos científicos efectuados más de la mitad de la capacidad de fotosíntesis posible aplicada a cosechas, plantaciones de árboles, campos de golf, y similares ya es usada habitualmente en el planeta.
La industria química junto con otras actividades manufactureras representan un peligro importantísimo por la facilidad con que pueden distribuir tóxicos altamente contaminantes sobre los cursos de agua que afectan a los seres vivos y produciendo procesos instantáneos de desertización y eliminación de la vida
La introducción de especies foráneas de plantas y animales sin una evaluación adecuada de su repercusión sobre las existentes ha traído en el pasado casos positivos pero en nuestros días se producen casos de consecuencias desastrosas como la introducción de pestes que devastan la flora o animales con una gran agresividad que eliminan rápidamente a los vernáculos en una competencia despiadada.
Finalmente, el crecimiento de la población humana es un factor acelerador del conjunto de problemas señalado, máxime si se considera la potente voluntad de los habitantes de los países no desarrollados para alcanzar unos estándares de vida similares a los obtenidos en el hemisferio norte del planeta.
Pero lo seguro es que también han existido sociedades que han sabido adaptarse a su medio geográfico para sobrevivir a lo largo de períodos temporales de aislamiento físico. El autor cita el caso de la isla de Tikopia, de Papua Nueva Guinea y la Republica Dominicana.
En Tikopia, una pequeña isla tropical en el Suroeste del Pacífico, se ha producido una combinación sostenible entre población y medio. Con una superficie de 6 kilómetros cuadrados escasos ha sobrevivido durante más de 3.000 años una población que se mantiene regularmente en 1.200 personas aisladas de sus más próximos vecinos de las islas Salomón a más de 200 kilómetros. Para ello, los habitantes de Tikopia han aprendido a mantener una relación con su medio físico y biológico que se caracteriza por la conciencia sobre la capacidad máxima de regeneración botánica y la gestión colectiva a largo plazo de los recursos con que cuentan. A primera vista, parece otro atolón cubierto de una vegetación natural lujuriosa pero cuando el visitante se aproxima y entra en contacto más directo comprueba que hasta los cocoteros son cultivados primorosamente.
Algo similar ha ocurrido en Nueva Guinea y la Republica Dominicana. En este último caso, debido a la visión de un solo hombre, el presidente Balaguer, que impuso, de una manera cuasi dictatorial, su percepción erudita sobre la necesidad de proteger los bosques y los recursos naturales para garantizar la viabilidad a largo plazo de los habitantes de su país. Actualmente, se percibe de una manera neta la diferencia entre la devastación de Haití y la existencia de vegetación y bosques en Republica Dominicana, dentro de un mismo espacio territorial.
Aunque el archipiélago canario no presenta unas condiciones ambientales similares al trópico en el océano pacífico, se podría llevar a cabo un paralelismo simplista, considerando una posible sostenibilidad similar a la de aquellas islas. De acuerdo al planteamiento anterior, Canarias con 7.000 km2, sería capaz de albergar a 1.400.000 habitantes en una situación de aislamiento, por lo que habríamos ya sobrepasado en un 50% una posible capacidad teórica. Algo similar se podría plantear respecto a las islas centrales; en Tenerife la cifra sería de 400.000 habitantes, superada en dos veces y media por la actual realidad poblacional.
Lo cierto es que el archipiélago canario ha dejado atrás la posibilidad de una autosuficiencia alimentaria, energética, etc. y ha pasado a constituirse en una realidad metropolitana desde hace varias décadas que depende totalmente de contar con un territorio externo que le ofrezca suministros. Esta es una reflexión que convendría tener en cuenta sobre todo cuando estas cuestiones aparecen en programas de gobierno como el que esta semana se ha anunciado para este archipiélago.
Todo esto se describe con detalle en esta magnifica obra que nos sitúa ante el panorama de un colapso generalizado de las sociedades contemporáneas en un plazo no superior a varias décadas si no se modifican las actuales pautas de comportamiento económico insostenible.
Este es un hecho, la desaparición de sociedades organizadas y con un fuerte respaldo en su proceso de expansión por el mundo que no constituye una excepción sino que se ha repetido históricamente en muchas ocasiones al igual que la viabilidad a largo plazo de otros grupos humanos ¿Porqué dos países como Haití y Santo Domingo que comparten un espacio único, la antigua isla de la Española, son tan diferentes en su relación con los elementos naturales y su capacidad de sobrevivir? ¿Porque los antiguos habitantes de la isla de Pascua acabaron por desaparecer? ¿Porque una colonia de raíz europea como la que los vikingos noruegos establecieron en Groenlandia no pudo resistir al lugar y los esquimales siguen allí todavía?
Este tipo de preguntas es la que ha pretendido responder este interesante libro que trata de explicar la influencia de los factores ambientales en la capacidad de permanencia de sociedades y de comunidades concretas en relación con su medio físico y cultural. La obra que ha sido elegida libro del año en 2005 por multitud de periódicos norteamericanos, como el Washington Post o Los Angeles Times, tiene el respaldo de su autor, el profesor de geografía californiano Jared Diamond que, anteriormente, ya fue Premio Pulitzer con su ensayo Armas, Gérmenes y Acero.
Varias son las causas que determinan la viabilidad de una sociedad a partir de su relación con el medio físico según Diamond y que hoy han pasado a convertirse en problemas determinantes de la viabilidad de la especie en el futuro. La existencia de bosques y biodiversidad junto con la desaparición de la fertilidad de los suelos son causas ambientales de primer orden que posibilitan la existencia biológica de la especie humana sobre la tierra.
La deforestación ha sido históricamente el mayor problema que se cita como causa en la desaparición de las sociedades en el pasado. Y ello tiene que ver no solo con la supresión de la fuente principal para la obtención de madera y combustible sino con la provisión de un ecosistema eficiente que garantice una protección frente a la erosión del suelo fértil, las riadas y la existencia de un hábitat adecuado para la supervivencia de la mayor parte de las plantas terrestres y las especies animales. Un proceso de fuerte deforestación tuvo que ver probablemente con la desaparición de los Mayas en la península del Yucatán varias centurias antes de la llegada de Hernán Cortés.
La extinción acelerada de los alimentos salvajes es otro problema al que se enfrenta la humanidad en estos momentos y al que no se le presta la debida atención. Especies como el pescado o los mariscos representan todavía una fracción importante de las proteínas que hoy en día se consume habitualmente entre los habitantes de los países ribereños de los mares y océanos. La colonización del Pacífico Oriental se apoyó en la gran riqueza de sus mares y fue aprovechada hasta su colapso por los polinesios que llegaron más al Este, a las islas de Mangareva, Henderson y Pitcairn. En ese caso, la falta de control colectivo de los escasos recursos disponibles determinó el declive y desaparición final de aquellos isleños de tal manera que cuando los amotinados de la nave británica H.M.S Bounty tomaron como base de su destierro Pitcairn, fue precisamente porque no existía población nativa.
La perdida de biodiversidad que va a significar esta decadencia acelerada los productos naturales y del mar, tendrá notables consecuencias negativas por cuanto los ecosistemas funcionan como una unidad en la que desaparición de una parte lleva implícita la aniquilación del conjunto.
La destrucción lenta pero progresiva de los suelos fértiles destinados a la agricultura intensiva es un proceso del que no se tiene conciencia real y que, sin embargo, está haciendo que la capacidad productiva y el tamaño de las cosechas vayan disminuyendo paulatinamente. Diamond cita como ejemplo un caso concreto en Iowa, Estados Unidos, en pleno corazón del territorio más productivo de trigo y maíz, las grandes planicies americanas. Allí, una iglesia construida a mediados del siglo XIX en el centro de un campo de cultivo que se había trabajado desde entonces estaba en el momento de la visita, hace escasos años, situada a una altura de 3 metros sobre la superficie de la llanura.
Otros condicionantes importantes para una buena relación humana con el medio tienen que ver con las posibilidades de aprovisionamiento de bienes esenciales como la energía, el agua y el tamaño poblacional respecto a la capacidad del territorio.
Las mayores fuentes actuales de energía en las sociedades industrializadas provienen de combustibles fósiles no renovables, petróleo, gas y carbón, y que tienen techos de producción científicamente estimados. Estos límites finales se presentan bastante cercanos en el tiempo, a partir de los cuales su aportación a la demanda energética tiene que ir disminuyendo progresivamente a pesar de que las demandas energéticas no cesan de aumentar.
El agua potable, un factor considerado inagotable hasta fechas muy recientes es objeto ya de múltiples disputas entre países y regiones por garantizar su control. Las reservas de lagos y ríos se están utilizando ya a plena capacidad por lo que cualquier contaminación como la salinización produce además consecuencias catastróficas. El ejemplo del mar de Aral en el centro de Asia es suficiente significativo a este respecto. La adecuada captación, administración y ahorro de este recurso va a ser una de las claves para la supervivencia de la mayor parte de los territorios habitados del planeta.
La aportación energética del sol sobre la tierra se considera infinita pero lo cierto es que según cálculos científicos efectuados más de la mitad de la capacidad de fotosíntesis posible aplicada a cosechas, plantaciones de árboles, campos de golf, y similares ya es usada habitualmente en el planeta.
La industria química junto con otras actividades manufactureras representan un peligro importantísimo por la facilidad con que pueden distribuir tóxicos altamente contaminantes sobre los cursos de agua que afectan a los seres vivos y produciendo procesos instantáneos de desertización y eliminación de la vida
La introducción de especies foráneas de plantas y animales sin una evaluación adecuada de su repercusión sobre las existentes ha traído en el pasado casos positivos pero en nuestros días se producen casos de consecuencias desastrosas como la introducción de pestes que devastan la flora o animales con una gran agresividad que eliminan rápidamente a los vernáculos en una competencia despiadada.
Finalmente, el crecimiento de la población humana es un factor acelerador del conjunto de problemas señalado, máxime si se considera la potente voluntad de los habitantes de los países no desarrollados para alcanzar unos estándares de vida similares a los obtenidos en el hemisferio norte del planeta.
Pero lo seguro es que también han existido sociedades que han sabido adaptarse a su medio geográfico para sobrevivir a lo largo de períodos temporales de aislamiento físico. El autor cita el caso de la isla de Tikopia, de Papua Nueva Guinea y la Republica Dominicana.
En Tikopia, una pequeña isla tropical en el Suroeste del Pacífico, se ha producido una combinación sostenible entre población y medio. Con una superficie de 6 kilómetros cuadrados escasos ha sobrevivido durante más de 3.000 años una población que se mantiene regularmente en 1.200 personas aisladas de sus más próximos vecinos de las islas Salomón a más de 200 kilómetros. Para ello, los habitantes de Tikopia han aprendido a mantener una relación con su medio físico y biológico que se caracteriza por la conciencia sobre la capacidad máxima de regeneración botánica y la gestión colectiva a largo plazo de los recursos con que cuentan. A primera vista, parece otro atolón cubierto de una vegetación natural lujuriosa pero cuando el visitante se aproxima y entra en contacto más directo comprueba que hasta los cocoteros son cultivados primorosamente.
Algo similar ha ocurrido en Nueva Guinea y la Republica Dominicana. En este último caso, debido a la visión de un solo hombre, el presidente Balaguer, que impuso, de una manera cuasi dictatorial, su percepción erudita sobre la necesidad de proteger los bosques y los recursos naturales para garantizar la viabilidad a largo plazo de los habitantes de su país. Actualmente, se percibe de una manera neta la diferencia entre la devastación de Haití y la existencia de vegetación y bosques en Republica Dominicana, dentro de un mismo espacio territorial.
Aunque el archipiélago canario no presenta unas condiciones ambientales similares al trópico en el océano pacífico, se podría llevar a cabo un paralelismo simplista, considerando una posible sostenibilidad similar a la de aquellas islas. De acuerdo al planteamiento anterior, Canarias con 7.000 km2, sería capaz de albergar a 1.400.000 habitantes en una situación de aislamiento, por lo que habríamos ya sobrepasado en un 50% una posible capacidad teórica. Algo similar se podría plantear respecto a las islas centrales; en Tenerife la cifra sería de 400.000 habitantes, superada en dos veces y media por la actual realidad poblacional.
Lo cierto es que el archipiélago canario ha dejado atrás la posibilidad de una autosuficiencia alimentaria, energética, etc. y ha pasado a constituirse en una realidad metropolitana desde hace varias décadas que depende totalmente de contar con un territorio externo que le ofrezca suministros. Esta es una reflexión que convendría tener en cuenta sobre todo cuando estas cuestiones aparecen en programas de gobierno como el que esta semana se ha anunciado para este archipiélago.
Todo esto se describe con detalle en esta magnifica obra que nos sitúa ante el panorama de un colapso generalizado de las sociedades contemporáneas en un plazo no superior a varias décadas si no se modifican las actuales pautas de comportamiento económico insostenible.
Colapso es un gran texto por su metodo y relato.
Ya lo hebía leido por recomendación de un colega en su versión inglesa el año pasado.
Las enseñanzas son claras a mi entender aunque la receta hay que elaborarla con ingredientes locales case by case.
1. Los sistemas con problemas complejos no admiten tratamientos unidemensionales ni recetas curalotodo…del tipo de la culpa es del turismo y/o paremos el crecimiento poblacional levantando muros a la inmigración.
2. Las sociedades/economias en que se han desencadenado problemas de desequilibrios estucturales entre recursos/territorio/población/medioambiente/inserción internacional en dirección al colapso ,requieren de medidas de ajuste hard y gestión soft,con amplios consensos público-privados y sentido del largo plazo…moratorias que generan más externalidades negativas que ajustes beneficos,alarmismos de campanario que tensan la sociedad con mensajes contradictorios que separan a “nuestra gente de los otros”,falta de liderazgo positivo y audacia en acometer las medidas consideradas por la comunidad como imprescindibles en la reconversión fisica de la oferta turistica y espacios publicos,manoseo linguistico del paradigma de la sostenibilidad con nulas practicas reales demostrativas,hiperlegislación burocratica que autoanuda camisas de fuerza cada vez más densas hacia la paralisis de los actores de cambio, van en la dirección contraria.
3. El preciado valor de los recursos medioambientales tiene un tiempo y exige una tecnología, (orgware+software del conocimiento) precisa para impedir la irreversibilidad de los procesos hacia el colapso.No hay armaggedon inexorable ni holocausto anunciadopor los periodicamente rentables profetas del desastre, que los humanos organizados democratica,firme y sabiamente no hayamos sido capaces de afrontar tomando las medidas adecuadas a tiempo.
4. Cualquiera que sea la dimensión del problema a escala local no puede sustraerse del escenario actual de la economia global informacional en red ….las decisiones deben ir en la dirección no de la autarquia o el desenganche sino del aprovechamiento de la integración y la conectividad,de las señales enviadas por los mercados y de la consideración de todos los costes y beneficios privados y sociales que las mismas implican. Moldear un nuevo modelo de equilibrio estructural debe hacerse con la puesta en valor de los componentes internos disponibles (energeticos,paisajisticos,informacionales) teniendo en cuentas la agenda de compromisos y realidades en las que estamos inmersos (union europea,continente africano,presencia usa y emergencia china,cambio climático,etc.)
5. Los nuevos modelos eficientes/innovadores de cohesión social,integración medioambiental,intensidad de conocimiento,alta productividad y ciudadania enraizada y abierta al cambio, son visibles en sociedades que con tamaños manejables y haciendo frente a colapsos parciales no se han quedado congeladas y han aprendido a moverse en el equilibrio inestable que evita el colapso total.
Entre el lapsus y el colapsus,hay un camino hacia el karma.
Curiosa esta islita de Tikopia; el propio nombre, tan cercano al de utopía. Por cierto, Federico, según la Wiki a la que enlazas, la superficie es de 5 km2 (no 6), lo que hace que la densidad pase a 240 hab/Km2, ya no tan distinta de la de Canarias (en torno a los 285). Por supuesto, esto es absolutamente irrelevante porque carece de todo sentido hacer paralelismos. Sin embargo, te recuerdo el peligro de las cifras mágicas, por el atractivo que tienen para muchos.
Me temo que el debate sobre la “capacidad de acogida” del archipiélago o de cada una de las islas va a estar plagado de simplismos y, lo que es peor, de medidas interesadas disimuladas bajo sobredosis de demagogias. Supongo que, al menos teóricamente, es posible plantear metodologías que nos aproximen a cifras límites, bien absolutas o, más probablemente, dependientes del comportamiento de otras variables. Sin embargo, soy bastante escéptico en cuanto a que se acometan esos trabajos. De otra parte, creo que es bastante obvio que hay una percepción generalizada de que aquí “habemos” demasiados y esa percepción, por sí sola, debiera bastar para articular políticas coherentes de gobierno.
Otra cosa es que entre esas políticas a mí me parezca prioritaria la del control poblacional (que tampoco estoy seguro de que no sea un elemento más a tener en cuenta, si bien es altamente complejo y conflictivo, amén de manipulable con fines espurios). Creo que es más fácil determinar (o consensuar, si se prefiere) una serie de relaciones que “midan” el grado de sostenibilidad relativa socialmente (o políticamente) aceptable. Se trata de recurrir a los famosos indicadores como elementos de control. Por ejemplo, y por referirme a algo que conoces, pactemos que entendemos por congestión viaria aceptable y vinculemos la posibilidad de urbanizar nuevos sectores a la previa o simultánea existencia de infraestructuras viarias de acceso con el nivel de congestión aceptable. Vincular los crecimientos a la existencia efectiva (no sobre los planitos de colores) de los niveles de servicio, sí sería una contribución efectiva a la sostenibilidad, mientras seguimos teorizando sobre cifras tope. Además, permitiría poner sobre la mesa otras cuestiones de las que no suele hablarse (interesadamente), tales como las externalidades del crecimiento.
En fin … Un saludo (en el comentario que se tragó la red te había dicho otras cosas, pero ya me he olvidado). A ver si consigues remover algo este apático mundo nuestro.
Estoy de acuerdo en que no se debe de extrapolar simplemente datos y que se debe de hacer un análisis de caso por caso.
Y es que desde hace años deberíamos estar trabajando en la evaluación real de la capacidad de acogida para llevara a cabo nuevas extensiones de urbanización.
¿Hay agua suficiente para la nueva demanda? Las conexiones y capacidades energéticas son adecuadas para las inserciones que pretende el promotor inmobiliario? ¿Qué previsiones y dispositivos hay de reciclaje urbano in situ?
Todas estas cuestiones han quedado sepultadas en Canarias por una maraña legal y burocrática irrespirable que en la mayoría de los casos no sirve para nada o sirve para albergar corruptelas de todo tipo.
Por no hablar del despilfarro territorial inconsciente que supone la indisciplina urbanística rampante que amparan nuestros políticos, incluso con leyes ad hoc.
Deberíamos ir pensando en otras cuestiones como la necesidad de pensar en la recogida del agua de lluvia y su almacenaje directo en las propias urbanizaciones y edificios; la producción energética distribuida capilarmente; la posiblidad de creación de huertos urbanos en vez de los estéticos parques con que nos brindan los Ayuntamientos, etc.
Pero esto son otras visiones utópicas frente a la percepción de nuestra sociedad de que aquí no ocurre nada y que este maravilloso mundo va a seguir funcionando igual hasta el infinito y más allá.