Granjeros del futuro
En esta línea de pensamiento, la revista Economist ha dedicado el pasado 21 de junio un monográfico especial dedicado a esta cuestión. En el que se reconoce la inviabilidad a largo plazo de los derivados del petróleo ante una demanda desbocada, espoleada desde los países en desarrollo y su consecuencia más inmediata, una fuerte escalada de los precios en los mercados mundiales de materias primas.
Los redactores de esta revista, oráculo oficial del liberalismo económico, reconocen por primera vez las enormes dificultades que representa hacia el futuro el actual modelo energético fundamentado en el petróleo y el carbón. De una manera sorprendente se inclinan por primera vez hacia un apoyo sin fisuras de las renovables como una alternativa creíble ante la actual crisis energética mundial. Reconociendo que los ejercicios de prospectiva suelen fracasar en sus predicciones la mayor parte de las veces, el monográfico de la revista hace una evaluación detallada sobre las posibilidades de las distintas alternativas energéticas renovables, biocombustibles, eólica, solar, hidrológica, geotermal y también sobre lo que algunos denominan “negavatios” o el incentivo hacia una mejor eficiencia energética a partir de las disponibilidades actuales.
La cosecha de plantas con destino a la producción de agrocombustibles, al igual que la energía nuclear, es una opción con una imagen altamente desfavorable. La competencia directa a la alimentación que supone el desvío de inmensas superficies agrícolas hacia el cultivo de especialidades rentables para su transformación en combustible es algo éticamente reprobable cuando existen poblaciones con hambre. Además, según se ha demostrado científicamente la eficiencia energética es muy baja, excepto en el caso de la transformación de la caña de azúcar en alcoholes de alta graduación, que es algo que en Brasil se ha perfeccionado notablemente.
Parque eolíco en el mar. Midelgrunden, Dinamarca. Foto: Archidose
La potencia de los vientos para producir electricidad es otra posibilidad que actualmente cuenta con un gran predicamento al haberse consolidado claramente su rentabilidad a largo plazo con el abaratamiento tecnológico producido en las últimas décadas. En los años 80 del siglo XX todavía se consideraba de una manera generalizada como una idea propiciada por iluminados ecosofistas irredentos. La apuesta por la tecnología eólica realizada por determinados países europeos, como Dinamarca, Alemania y más tardíamente España, con un fuerte apoyo de financiación pública, ha llevado a que el paisaje agrícola de estos países europeos se haya cubierto de innumerables molinos que harían las delicias de Don Quijote. En este momento, la capacidad eólica mundial está creciendo a una tasa del 30% anual, superando ya los 100 Gigavatios, lo que evidencia el éxito de este tipo de iniciativas.
El problema del viento es su inestabilidad y en consecuencia, la incapacidad para mantener una constancia productiva durante largos períodos temporales. Y aquí surge el dilema del eventual almacenaje del exceso de capacidad para una utilización en épocas de escasez de vientos. El recurso al movimiento y trasvase del agua a cotas superiores junto a su almacenaje en presas situadas a lo largo de la cuenca de un gran río u otro tipo de depósitos elevados se ha convertido en la gran apuesta para transformar la inconstante energía de origen eólico en una solución a largo plazo que se está explorando denodadamente a gran escala.
Campo de prototipos de turbinas heliodinámicas. Stirling Energy Systems
Otro campo de experimentación energética es el que se refiere a la transformación directa de la radiación solar. El dispositivo de referencia en el aprovechamiento del sol es la célula fotovoltaica basada en obleas de silicio. Desde el descubrimiento de las condiciones eléctricas de este mineral y su posterior empleo en el programa espacial americano ha experimentado un escaso desarrollo. Sin embargo, la mejora de la eficiencia de estos aparatos que transforman directamente la energía del sol en electricidad ha sido fulgurante en los últimos tiempos a partir del uso de otros materiales más sofisticados como el Telurido de Cadmio.
La producción fotovoltáica de energía eléctrica todavía no es asumible debido al altísimo coste de producción de las células solares. Otro de los problemas que se plantea para rentabilizar la transformación de la radiación solar en energía aprovechable es el del transporte y por ello, probablemente, será interesante en aquellos casos en los que conviene que su producción y consumo sea eminentemente local. El dilema en este caso estaría en reconocer que conviene si apoyar la producción energética en cada lugar y casi en cada casa o mantener el sistema imperante de transporte y distribución basado en líneas de alta tensión que comunican los lugares de producción con los alejados puntos en que se produce el consumo.
La energía geotermal es otra alternativa basada en un hecho evidente, las altas temperaturas existentes en capas profundas de la tierra y, en zonas volcánicas, casi a ras de suelo. En Islandia, el 100% de la producción eléctrica se basa en el aprovechamiento de este tipo de reservas de calor del subsuelo. El principio para la extracción de estas reservas consiste en la creación de una especie de volcanismo controlado, perforando la roca hasta llegar a puntos con temperatura superior a 200º e inyectar agua para extraer a continuación el vapor de agua a través de conducciones paralelas apropiadas. A partir del vapor se mueven turbinas convencionales para la producción eléctrica con costes muy bajos al no necesitarse combustible de apoyo.
La cuestión es que todavía la producción eléctrica derivada del uso del carbón sigue siendo rentable y la más competitiva en términos de coste. The Economist se pronuncia al respecto, indicando la necesidad de gravar el uso de este combustible fósil para apoyar el desarrollo de las alternativas renovables sobre la base de su altísima contribución a la producción de gases de efecto invernadero. Según las cifras aportadas el costo del KwH de carbón es, a día de hoy, de 0,05 $ mientras que las turbinas eólicas más avanzadas solo alcanzan un coste de 0,08 $/kwH, siendo menos competitivas por tanto. La producción de vapor de agua a partir de sistemas heliostáticos sofisticados puede tener un coste similar al eólico mientras que la electricidad de origen fotovoltáico ha bajado hasta los 0,2 $/KwH, manteniendo todavía un diferencial importante de rentabilidad.
Fachada recubierta con módulos fotovoltáicos convencionales de silicio. Museo de la Tecnología de Terrasa, Barcelona. Foto: Solar24horas, Flickr
En cuanto a la cuestión del esfuerzo para lograr una mayor eficiencia energética es una posibilidad que ataca directamente a las formas impuestas de relación social y productiva. Afectaría al insostenible sistema económico tal como se concibe actualmente. Habría que aumentar la consciencia social sobre lo que está suponiendo el transporte de todo tipo de mercancías y productos a muy larga distancia sobre la base de mecanismos logísticos sofisticados y que se fundamenta en el consumo de recursos energéticos no renovables y artificialmente baratos.
Planta solar en el desierto de Mojave, Estados Unidos. Foto: Inhabitat
El modelo de transporte personal en vehículo privado que permite el trabajo alejado de la residencia, las relaciones sociales en lugares distantes o el ocio turístico incluso en otros continentes mediante el desplazamiento aéreo, es un desatino para la humanidad si se consideran sus efectos a largo plazo. Los movimientos ecologistas propugnan actitudes radicalmente diferentes como el principio de desplazarse a pié siempre que ello sea posible para atenuar la altísima dependencia en los países industrializados del vehículo a motor. Según este principio sería deseable tener el trabajo lo más próximo al lugar de residencia; al igual que los colegios, el comercio y el acceso a los servicios básicos. Algunas alternativas intermedias consistirían por ejemplo, disponer de vehículos más pequeños, de eficiencia máxima y bajo consumo o realizar el desplazamiento en bicicletas, lo que en áreas urbanas permite una velocidad de movimiento totalmente similar a la que ofrecen los coches.
De todas maneras lo preocupante es la lentitud con la que se produce la transformación de las actitudes colectivas, lastradas en muchos casos por intereses económicos contrarios a la evolución positiva de la situación energética, así como por los excesos del burocratismo imperante que frenan los cambios necesarios para una supervivencia colectiva cada vez más amenazada.
Un ejemplo en este sentido es el que representa el proyecto para la construcción de una central hidroeólica en la isla canaria del Hierro, que ya he comentado en este Blog, y que fue anunciado por primera vez a bombo y platillo por las autoridades insulares hace ya más de un año. Iniciativa que se encuentra empantanado todavía en los procedimientos previos de evaluación ambiental y en la estimación de su viabilidad técnica a pesar de contar con todos los pronunciamientos favorables.
Plano de proyecto de la central hidroéolica de la isla del Hierro, con sus dos depósitos de agua a distinto nivel comunicados por un doble conducto y su parque de molinos superior. Fuente: Gorona del Viento S.A.
Ha sido presentado como un modelo energético ejemplar, 100% autosostenible para esa isla, cuenta con total apoyo institucional, tanto de los políticos de todo el arco político del archipiélago canario, español y europeo, y que, sin embargo, todavía tiene un largo trecho temporal hasta que pueda convertirse en esa realidad ilusionante e imaginada que se espera en estas islas.
Otras partes del archipiélago, como La Gomera y la Palma, trabajan también en la planificación energética desde perspectivas renovables similares, con el objetivo de lograr una transformación de la actual situación de dependencia total del suministro exterior hacia otra de completa autosuficiencia. Los modelos energéticos insulares deberían evolucionar desde la eliminación paulatina del consumo de petróleo y gas hacia la implantación de las energías eólica, solar y geotermal que son altamente viables en unos espacios insulares caracterizados por vientos constantes, altísimo soleamiento anual y un volcanismo latente; ello, en el menor tiempo posible dadas las difíciles condiciones que al respecto se avecinan en los escenarios energéticos que se plantean para el mundo futuro.
Es de esperar que los pronunciamientos y las proclamas políticas en pro de la independencia energética de las islas Canarias, puedan llevarse a cabo en un período no excesivamente largo. Mejor en años que en décadas, para no sufrir las consecuencias de la imparable escalada del precio del petróleo a la que asistimos actualmente.
Magnifico resumen sobre las “energías renovables”. Otro de los temas que me interesan aparece en las fotos: la utilización artística tanto de los paneles solares como de los molinos. Alguien tenía que meterse a fondo con esta cuestión básica para conseguir una mayor aceptación social de estos “artilugios técnicos”. Ya se empiezan a ver cosas interesantes (por ejemplo, Miguel Aguiló está trabajando sobre las posibilidades artísticas de los molinos de viento) pero se necesita una masa crítica más importante.
Tío, te ha salido un post que parece una clase del instituto, tienes que dar más caña, muchacho. Yo pensaba que ibas a meterte con las nucleares y nada. El otro día con los colegas tuvimos un debate muy chungo sobre la central que van a hacer los moros. Tú ya sabes que yo soy superecologista. Un abrazo, tío.