A lo largo del siglo XVII, el arte de la jardinería experimentó un desarrollo extraordinario en Francia. En el centro de esta evolución técnica hacia una proyectación integral del paisaje estuvo un influyente personaje del cual se conoce poco, André Le Notre. Su influencia estética en el diseño de la ciudad posterior se puede rastrear hasta nuestros días, en que los conceptos de Hausmann para París o Le Corbusier y su Carta de Atenas han sido asumidos plenamente
Directa o indirectamente, el jardín clásico a la francesa ha sido durante los últimos siglos fuente de inspiración para la articulación urbanística del crecimiento de numerosas ciudades como podemos comprobar en los ejemplos de numerosos textos y proyectos urbanos para lugares tan dispares como la ordenación de las ciudades de Washington y Filadelfia y el movimiento del City Beautiful en Estados Unidos o el diseño de Canberra en Australia, la nueva ciudad capital desarrollada sobre la base del proyecto de Walter Burley Griffin. Hoy en día, si observamos las más recientes propuestas para Dubai, algunas reminiscencias de aquellos conceptos clásicos todavía subsisten inconscientemente, ayudando a la difusión de las propuestas espectaculares que formalizan empresas y arquitectos de renombre mediático.
A finales del siglo XVI, sobre todo a partir del reinado de Enrique IV y la influencia de María de Medicis, se consagró el predominio definitivo del poder real sobre la nobleza en la corte francesa. En ese tránsito, se abandonan las formas tradicionales medievales de relación con el territorio abriéndose los castillos al espacio circundante y surgiendo los chateaus como complejos residenciales inscritos dentro de extensos parques. El caso del castillo de Courances, en la periferia de París, es un precedente del cambio de actitud de los terratenientes en el uso a gran escala del territorio. En Courances, la apertura de grandes visuales en los bosques circundantes, mediante su talado selectivo o la replantación ordenada, junto con la utilización de las láminas de agua como efectos que acentúan la grandeza del espacio, son algunas de las tácticas que en la reordenación territorial utilizaron aquellos jardineros del pasado a la busqueda del placer estético de sus clientes.
Los inicios de André Le Notre son bastante oscuros y existe una ausencia notable de referencias históricas o escritas. Se sabe que su padre, Jean Le Notre, tenía el cargo de Jardinier Ordinaire en Las Tuilleries, el jardín a la italiana anexo al palacio real del Louvre. Este espacio tan característico de la actual ciudad de París, fue remodelado a mediados del siglo XVII por su hijo André, a partir de un encargo expreso de Luís XIV para transformarlo en el primer parque público de la historia, con destino no solo al uso de los cortesanos sino también al conjunto de los habitantes de la ciudad.
Las obras de ordenación paisajística más conocidas de Le Notre son las que están asociadas a numerosas mansiones campestres, entre las que destacarían Marly, Chantilly, Vaux Le Viconte y, sobre todo, el parque del palacio de Versalles. En esta selección de obras se expresa lo más selecto del genio y la grandeza de Le Notre como planificador del territorio. En cada caso, la implantación de una linealidad contundente de las masas arboladas nos explica brillantemente que estamos en presencia de una actuación humana deliberada mientras que el movimiento masivo de la topografía y el plegamiento del suelo contribuyen a la grandiosidad de las distintas propuestas. Las axialidades son incorporadas como instrumentos para la definición de perspectivas de vasto alcance, planificadas a partir de la aparición de nuevos conocimientos matemáticos y su aplicación con instrumentos de medida y replanteo apropiados. El trazado de grandes avenidas paisajísticas y el despliegue de extensas láminas de agua dialogan con el horizonte y el cielo a partir de la intervención de todo un grupo de expertos que surgen a partir de necesidades concretas, botánicos, fontaneros, topógrafos, etc.
Conceptos novedosos fueron asentándose durante el siglo XVII en multitud de vastas obras en las que siempre se observa la mano de Le Notre y que pasarían a ser esenciales en la composición formal de la jardinería clásica a la francesa. Posteriormente, todo ese bagaje cultural formalizado en el desarrollo histórico del arte del diseño paisajístico de ese país serviría en siglos posteriores como contraposición estética a las propuestas del parc paysager a la manera de Alphand y otros más inspirados en el pintoresquismo británico. En nuestros días, el estado francés ha extendido este interés por el paisaje hacia la preservación formal del territorio, una referencia para el resto del mundo.
El eje central de Vaux Le Viconte con los parterres de broderie en primer plano. Truthmaker, Flickr
En el Chateau de Vaux Le Viconte, construido entre 1656 y 1661, Le Notre plantea por primera vez, con plena libertad, la formalización de una vasta porción territorial a gran escala. Lástima que este espacio tan extraordinario esté asociado al episodio de la caída en desgracia de su promotor Nicolás Bouquet, defenestrado por Luís XIV precisamente por la afrenta que supuso que un subordinado hubiera podido llevar a cabo un lugar tan suntuoso que ensombreciera las riquezas del propio Roi Soleil.
En el parque del castillo de Chantilly, en el que se empezó a trabajar en 1663, se actúa a una escala de mayor alcance. La disposición de grandes láminas de agua aparece aquí por primera vez, junto con el arte de la topiaria aplicado al recorte masivo de las masas boscosas y la configuración de grandes ejes visuales intersectados diagonalmente por avenidas.
Finalmente, en Versalles, Le Notre llega a la plenitud de su concepción del espacio territorial considerado como un lienzo monumental, preparado para desplegar la obra de arte paisajística. La labor de una vida, progresivamente ampliada, que no llegaría a ver culminada en todo su esplendor. En Versalles, tuvo que lidiar con la intromisión y batalla constante con otros personajes influyentes de la corte, empezando por el propio rey y siguiendo por los arquitectos del palacio, Le Vau, Hardouin Mansart, etc. El resultado es la más magnificente expresión del poder absoluto, del poder hombre sobre la naturaleza y sobre los otros hombres, de la concentración de la riqueza en el monarca como consecuencia de la implantación de una concepción política determinada que ya es historia. La desigualdad extrema que genera como contrapartida excelsas obras de arte.
En el caso francés, los trabajos prácticos se acompañan de toda una codificación teórica paralela. En 1636 se publica el Traité du jardinage selon les raisons de la nature et de l’art de Jacques Boyceau de la Baraudière, que expone por primera vez los criterios y preocupaciones de la gran cohorte de jardineros galos del siglo XVII. En el se explican, por ejemplo, las técnicas y plantas necesarias para formalizar parterres y realizar las famosas broderies, encajes decorativos de base botánica formados por setos recortados, que dibujan las zonas próximas a los edificios en los parques de la época de una manera tan característica. El texto también refleja en cierta medida la influencia del Hypnerotomachia Poliphili, del que ya he hablado en otra ocasión al comentar los jardines de la Villa d’Este en Tivoli. Pero las prescripciones y enseñanzas de Le Notre fueron finalmente recopiladas y presentadas a posteriori en el tratado de Dezallier dÁrgenville, La théorie et la practique du jardinage de 1709.
D’Argenville establece cuatro normas fundamentales para lograr un jardín correcto a la francesa. Sorprendentemente, destaca un primer criterio básico, la necesidad de ceder la expresión artística a los elementos naturales. Las otras tres normas son más prácticas, no sobrecargar con sombras, ni dejar demasiado descubiertos los espacios ajardinados junto con buscar que el espacio paisajístico parezca mayor de lo que es realmente.
En épocas posteriores, la influencia de la concepción del paisaje barroco a la francesa se ha extendido por toda Europa y América hasta llegar a nuestros días en que los problemas del diseño territorial son otros. Uno de ellos, cada vez más relevante, consistiría en como mantener las vastas extensiones rústicas y con una agricultura en retroceso en un estado aceptable.
Propuesta para la reforma de las Tullerías como arqueología poética vegetal. Bernanrd Lassus, 1990
El problema de la recuperación de los jardines históricos es un tema apasionante que ha abordado Bernard Lassus, un gran paisajista francés contemporáneo, en el parque de la Corderie Royal en Rochefort sur mer, un trabajo realizado entre 1982 y 1987, o en sus propuestas para la renovación del Jardín Real de las Tullerías de 1990. En la propuesta para la reforma de las Tullerías, Lassus reflexiona sobre como tratar un espacio vegetal que ha sido remodelado sucesivamente a partir de la destrucción de Le Notre del trabajo anterior a la italiana de Claude Mollet, hasta nuestros días. Lassus propone mostrar conjuntamente las diferentes capas del palimpsesto en una unidad compleja al que bautiza como jardín del retorno, restableciendo una serie de conexiones históricas a partir del tratamiento de las plantas en forma de vestigios biológicos de épocas pasadas.
En América, otro paisajista notable, Richard Haag, ha investigado la relación espiritual entre la biología de los bosques y los mecanismos de la jardinería clásica. Haag pasó unos años en Japón y la influencia del Zen es patente en la formalización de sus jardines, traduciendo a los Estados Unidos una tradición milenaria de aquél país. Los cuatro jardines preparados por este paisajista en la década de los 80 para la Reserva Bloedel en Seattle, nacen de esta integración de varios mundos en las que relación entre lo natural y lo artificial son el fundamento básico de la concepción espacial y estética.
En uno de esos jardines se ha producido una recuperación contemporánea de uno de los conceptos paisajísticos de la visión de Le Notre, el contraste de una línea de agua frente a la masa informe del bosque. La escenificación del jardín del Estanque Reflectante en la Reserva Bloedel se inspira en ese precedente de la jardinería clásica a la francesa, desde una concepción del espacio naturalizado como lugar para la presentación de lo sublime o sagrado.
La expresión de lo sagrado. Reflection Pool, Bloedel Reserve. Richard Haag, 1987. Seaturtle, Flickr
En nuestros días, el arte del diseño del paisaje no cuenta con el apoyo de monarcas como Luís XIV, pero es conveniente conocer estas experiencias para intentar mejorar la calidad de unos entornos antropizados cada vez más deteriorados por la incultura generalizada sobre el tratamiento del territorio.