CIUDADES DECRECIENTES

Grabado tradicional japonés. corbis

Reflexionar sobre la posibilidad del decrecimiento de las ciudades puede parecer exótico en un contexto de crecimiento exponencial de la población. Sin embargo, es algo que está ocurriendo en algunos lugares del mundo como consecuencia de una reducción demográfica acelerada.

Los expertos consideran que un país ha alcanzado el equilibrio poblacional cuando la tasa de reproducción es de 2, 1 hijos por mujer fértil. Esta tasa ha descendido fuertemente en épocas recientes en algunos países, entre ellos los europeos y España a la cabeza,. Sin embargo, la urbanización ha seguido un patrón de crecimiento acelerado como consecuencia de la inmigración y del incremento de los hogares monoparentales, de una sola persona o adulto con hijo. Es curioso que el mercado inmobiliario haya seguido produciendo masivamente viviendas al ser consideradas también como una fuente de ahorro e inversión, a pesar del estancamiento de la población.
Es significativo que este retroceso poblacional lleva tiempo produciéndose en los países que han alcanzado un mayor desarrollo económico en las últimas décadas, lo que se lleva a identificarlo como un símbolo de progreso. Uno de los casos más extraordinarios a este respecto es el de Japón que alcanzó los 128 millones de habitantes en 2005 y que, debido al envejecimiento acelerado de su población, se espera que reduzca su población hasta solo 95 a lo largo de los próximos cuarenta años. En ese país, los nacimientos correspondientes a la tasa de reproducción llegaron a un límite record de 1,26 por mujer en 2005.
Recientemente la revista
Economist, del 3 de agosto de 2007, ha llevado a cabo una curiosa reflexión sobre este asunto, como la disminución de la población influye en la ordenación de los territorios y las ciudades con la consecuente escasez de la fuerza de trabajo disponible. Para señalar la gravedad del asunto presentaba la evolución en cien años de la pirámide de población japonesa con la siguiente metáfora visual: Japón pasaría de tener la forma de un árbol de Navidad a la de una cometa. Un reflejo gráfico de la transición entre una situación poblacional con gran proporción de gente joven a otra caracterizada por una alta tasa de población mayor de 60 años y una escasez preocupante de niños. En el país asiático, se estima que el número de aquellos por debajo de los veinte años se reducirá de los 16 millones de la actualidad a 3 millones en el escenario temporal analizado.
Presentaba el caso de un pequeño caserío en la costa del mar de Japón, Ogama, los escasos habitantes que aun permanecen en este enclave, han vendido su valle natal para que sirva de vertedero de desechos industriales según cuenta el reportaje de la revista. Con esos recursos podrán emigrar a lugares mejor dotados de servicios, mudándose probablemente a una ciudad cercana en un futuro próximo.
Como es usual, la estrategia de los responsables políticos en muchos lugares para evitar este tipo de declive de los municipios consiste en inventar grandes obras públicas o servicios que generen trabajo y actúen como atractores de actividad. Los representantes de los organismos públicos locales, ayuntamientos, empresarios y comisiones de ciudadanos, acostumbran a peregrinar a las capitales, reclamando inversiones de todo tipo con el objetivo de mejorar supuestamente lugares que, en realidad no lo necesitan. La creación de nuevas vías y asfaltados redundantes, subvenciones a agricultores inexistentes, festejos innecesarios y servicios con escasos usuarios suelen estar en la lista de demandas más habituales.
Debería reflexionarse sobre si el crecimiento económico es necesariamente un buen objetivo en sí mismo. Por el contrario, podría argumentarse que, en la situación actual de desaparición creciente de recursos, es conveniente la disminución de la actividad en los países más desarrollados. No es necesario ni saludable para una comunidad llevar a cabo decenas de puertos deportivos o centros comerciales por doquier. En la mayor parte de los casos, como es obvio, obedecen a la ambición de rentabilizar operaciones particulares fuertemente especulativas que no tienen como objetivo el bien común, en la mayor parte de los casos.
Un caso curioso de implementación de estrategias alternativas para afrontar el decrecimiento urbano es el de la
ciudad de Aomori, con 300.000 habitantes situada en el norte de la isla japonesa de Honshu. El clima de esta zona septentrional se caracteriza por unas bajísimas temperaturas y grandes cantidades de nieve durante el invierno. El lugar cuenta también con una altísima proporción de personas de edad avanzada y hogares monoparentales, muy superior a la que existe en el resto del país.
Considerando los enormes costos que suponía el mantenimiento de las calles en invierno, el gobierno local ha adoptado una serie de medidas destinadas a concentrar la decreciente población y para ello ha redefinido su plan de ordenación urbana para reducir el tamaño de la ciudad. Una primera opción ha sido marcar claramente los límites de la urbanización para evitar en lo posible el desparramamiento habitual de la edificación. Así mismo, se ha decidido a agrupar en el centro de la ciudad las sedes de las posibles instituciones y equipamientos que sea necesario llevar a cabo en un futuro no muy lejano como por ejemplo, la biblioteca, el mercado, un nuevo hospital, etc. Por otra parte, se han transformado las calles principales facilitando su uso peatonal y la mejora generalizada del transporte público para aumentar el atractivo de la zona central al objeto de facilitar la reconstrucción de los espacios más próximos con edificación residencial de mayor densidad.
Por el contrario, los responsables municipales han advertido a la población de la imposibilidad económica para ofrecer servicios en la periferia más allá de lo básico, buscando con ello desincentivar la disgregación de las viviendas en el territorio y favorecer así una ciudad más compacta. En cualquier caso, el costo económico de dotar con infraestructuras y servicios en emplazamientos remotos es un despilfarro irracional que en pura lógica no debería ser asumido colectivamente, incluso en sociedades con menores recursos.
Yendo más allá, el gobierno central japonés está tratando de implementar una reorganización política que reduzca drásticamente el número de entidades poblacionales con capacidad para la gestión administrativa. De esta manera, se pretende una concentración de los escasos recursos para la mejora de los servicios con destino a un conjunto poblacional más amplío y permitir con ello una base mejor para los impuestos necesarios al mantenimiento de las infraestructuras y servicios comunes.
Este ejemplo de una sociedad que afronta un decrecimiento poblacional suena a ciencia ficción, pero podría considerarse también una utopía posible, incluso necesaria, allí donde se propugna un crecimiento sostenible.
El paradigma del crecimiento sostenible se ha convertido en una frase hueca puesto que plantea una contradicción básica. En una primera lectura podríamos considerar que lo que se pretende es perpetuar el crecimiento de una manera constante.
Lo ciertos es que para poder mantener un desarrollo de mejor calidad en el conjunto del planeta debería cambiarse el objetivo y propugnar la tesis del decrecimiento como alternativa real al desideratum falso del crecimiento sostenible. En estos momentos y en las condiciones actuales de actividad económica, sería necesario decrecer en los países avanzados para que los más desfavorecidos puedan acceder a bienes básicos para su supervivencia.
No obstante, está claro que esto es una utopía irrealizable en las condiciones actuales de manipulación informativa y política. Como ejemplo se podría reseñar la constante referencia periodística a indicadores que apoyan la insostenibilidad del modelo actual como el que se refiere, por ejemplo, al crecimiento genérico del Producto Interior Bruto de los países. En cualquier caso este indicador debe de valorarse en su referencia al conjunto de personas que componen esos países. Así según Nation Master,
la clasificación estadística del PIB por capita relacionado con la capacidad de compra, nos da como resultado que un pequeño país como Luxemburgo tiene el record actual de capacidad de compra con más de 70.000 $ per capita frente a Senegal, Costa de Marfil, Burkina Fasso, Malí, Sierra Leona, y Liberia con 1.720, 1.612, 1309, 1231, 887 y 882 $ per capita, lo que viene a reflejar la enorme disparidad e injusticia entre los países que propicia el sistema económico imperante.
Yendo más allá, podríamos considerar un indicador alternativo como el que representa el
índice de Gini. El coeficiente que definió el estadístico Corrado Gini, permite establecer una medida de la desigualdad en cualquier tipo de sistemas. En referencia a la distribución de los ingresos familiares y su desigual reparto, la aplicación del índice de Gini a los países nos ofrece una desoladora perspectiva, puesto que los países más pobres son los que cuentan, por lo general con una mayor desigualdad. Es el caso otra vez, de Sierra Leona, Malí, Burkina Fasso Costa de Marfil y Senegal en los puestos número 4, 25, 31 y 49 de máxima desigualdad sobre un total de 122 países analizados.
Lógicamente, es a partir de estos datos cuando se constata que sean estas naciones de África Occidental los principales lugares exportadores de inmigrantes hacia Canarias.
La sustitución de los indicadores económicos por otros que reflejen más efectivamente un verdadero desarrollo humano, en una valoración cualitativa, es una tarea necesaria e inaplazable para superar la creciente manipulación de nuestras conciencias, la cual corresponde al gremio de los economistas.

2 comments to CIUDADES DECRECIENTES

  • M. Reyna

    Estoy totalmente de acuerdo con que hay que definir y, sobre todo, calcular, indicadores de desarrollo que no sean puramente económicos. En cambio, dudo con que deba corresponder a los economistas hacerlo, precisamente porque se salen de su campo (y porque, como todos los especialistas, tenderían a sesgarlos hacia la disciplina en la que se sienten cómodos)

  • Carlos Marqués

    A menudo se utiliza el índice de desarrollo humano (IDH) Que tiene en cuenta el acceso de la población a los servicios básicos (Niveles educativos, sanidad etc) y el PIB/cápita, que deforma notablente el resultado. Si se mide eliminando la influencia del PIB cápita, encontramos resultados muy peculiares. Países muy ricos se quedan altamente penalizados por sus desigualdades frente a otros que han logrado importantes niveles de universalización de satisfacción de las necesidades básicas. Por desgracia, no se trata tanto de un problema de indicadores como de intenciones.

    Un Saludo

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