Editorial Ariel. Barcelona, 2008
<---Viene este alegato a cuento de un libro esclarecedor que habla sin tapujos de los lugares comunes de la política contemporánea, poniendo para ello como ejemplo el espacio más cercano al autor, el estado español. La disección y catalogación de los infinitos desafueros que se cometen tomando como bandera la administración de lo que es de todos, define el objetivo principal del Desgobierno de lo público, el último libro de Alejandro Nieto, catedrático emérito de Derecho Administrativo.
El alcance de las argumentaciones de Alejandro Nieto es extremadamente contundente sobre la manipulación y creciente corrupción de ese espacio fundamental que es la organización política de las sociedades. El objetivo declarado del autor consistiría en exponer crudamente la realidad de los gobiernos, una situación enmascarada por inmensas dosis de ideología y demagogia sobre la que, en la lectura de sus argumentaciones, se tiene la sensación inmediata de algo claramente percibido: un dejá vu.
En consecuencia, la metáfora esencial, aquella que definiría el sentido último de la política en la esfera contemporánea, debiera ser el desarrollo personal de los administrados, en los planos económico, social y cultural. Sin embargo, el desgobierno al que alude Nieto, tiene que ver con el constante falseamiento y desviación de estos fines loables, de tal manera que en lugar de servir a los intereses públicos nuestros gobernantes atienden otros, que ordinariamente son los intereses de la propia clase dominante que ocupa el poder del estado.
Insiste en la cuestión señalando los rasgos más destacados del desgobierno actual español que consiste en el establecimiento de unas políticas públicas absolutamente prioritarias dirigidas a: a) mantenerse en el poder; b) ejercerlo en beneficio personal de sus titulares, asociados y clientes; c) aceptar y practicar a tal efecto las técnicas de patrimonialización, corrupción y manipulación; y d) limitar el servicio al pueblo a las medidas estrictamente necesarias para que se tolere el desgobierno y se pueda volver a legitimar en un nuevo proceso electoral.. Parafraseando a Ortega y Gasset, la España oficial consiste en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos ministerios de alucinación.
<--- La transformación de la política en beneficio de quienes dirigen y administran los bienes colectivos sería así una deriva consustancial del sistema económico imperante, que se enmascara mediante la demagogia y la propaganda; todo ello, de una manera cada vez más apabullante en la situación contemporánea. Según Nieto, el esfuerzo del poder en la sombra consistiría en tratar de reducir la democracia a un procedimiento de renovación pacífica y periódica de las oligarquías políticas locales, dejando las grandes decisiones a los titulares de la soberanía difusa internacional. No obstante, el asunto no sería tan fácil como en una primera lectura pareciera. Gobernar en la situación actual es una tarea compleja que no puede ejercerse por la imposición sino que debe basarse en la consecución de alianzas múltiples y estas requieren de un intercambio de prebendas. Con ello, los estados han dejado de ser los proveedores universales para convertirse en catalizadores, habilitadores, protectores, negociadores, mediadores, orientadores y constructores de consenso.Todo el sistema se basa en la justificación de la democracia actual como el menos malo de los sistemas políticos. Algo que ya señaló Winston Churchill hace varias décadas. Los gobiernos y los líderes políticos democráticos tendrían como aval principal solamente su sometimiento a una selección periódica. A este respecto se sugiere en el libro que así como la justificación y legitimación de esta actividad en el pasado venía de una autoridad inconmensurable (Dios era el que otorgaba su poder al soberano), en nuestros días el poder se ejerce en virtud del pacto social. Pacto social que, de una forma arriesgada, se podría definir como el compromiso de servicio desinteresado a la consecución del bien común y que, en el fondo es otra argucia ideológizante para convencer a la sociedad sobre aquello en lo que cree cada vez menos gente. Lo cierto es que el gobierno de las cosas no se ejerce sobre la base de lo razonable sino que la imposición del interés partidario se realiza mediante la manipulación. Dice Nieto, el gran descubrimiento de la praxis política moderna es el relevo del orden ejercido por la fuerza hacia el orden impuesto mediante la manipulación. A la violencia ha seguido, en otras palabras, el engaño, lo que no deja de suponer un cierto progreso si se entiende que así se justifica la paz social.
Siguiendo con el relato del autor (que no me resisto a transcribir parcialmente) el secreto de la política actual se encuentra, pues, en la falsificación de todas las instituciones y en la manipulación de todas las personas. Así como el mercado es el eje de la economía, la democracia sería el eje de la política. De lo que se trata es de utilizar ambas estructuras como rehenes. Las empresas se atrincheran en la libertad de mercado pero manipulan la oferta a través de oligopolios. La demanda a través del fomento compulsivo de necesidades inexistentes y los precios a través de protecciones estatales. De la democracia se han apoderado los partidos políticos y deslumbran a los ciudadanos con técnicas publicitarias, engañosas.
Mientras la tiranía se apoyaba en la fuerza, los partidos políticos se apoyan para gobernar cada vez más en propaganda y artimañas cada vez más descaradas. Y aquí aparece otra idea fundamental que recoge este libro: la democracia no es la organización de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones colectivas sino la descarada imposición de la partitocracia. Es decir, la sucesiva apropiación del ejercicio del poder por oligarquías muy reducidas situadas en las cúspides de los partidos políticos que se disputan constantemente el gobierno de las instituciones del estado.
El discurso de Nieto continúa en una vena cuasi anarquista, estableciendo la necesidad inexcusable de la constitución oligárquica para ejercer el poder, señalando que cuando un colectivo humano quiere formar y expresar su voluntad y, sobre todo, si quiere actuar, es imprescindible que delegue en una minoría que le represente habida cuenta de que es imposible que la masa actúe de forma directa. Y siguiendo lo planteado por Robert Michels establece la condición oligárquica de los partidos políticos que actúan dentro del marco de la democracia formal representativa, existe una ley histórica de bronce que convierte inevitablemente a los partidos en un simple aparato de poder que se encuentra en manos de un reducido núcleo de personas que, a través de la organización, controlan al pueblo por un lado y se apoderan del Estado por otro.
El corolario inevitable de todo lo argumentado hasta aquí, (que en el trabajo de Alejandro Nieto se disecciona de una manera mucho más extensa lógicamente) es que el resultado del asalto partidario del poder se concreta en el reparto del botín, formado por las distintas instituciones y poderes que conforman el estado. La corrupción y el mal funcionamiento de las instituciones junto con la desmotivación del funcionariado, cuando no su directa corrupción subsidiaria son las consecuencias de este desgobierno que se señala y que supondría una apropiación indebida de los bienes que pertenecerían a todos los ciudadanos.
De aquí el enorme descrédito actual de la política, que está socavada por la actitud depredadora derivada del ejercicio del poder de las oligarquías partidarias y, en un segundo y tercer planos, por la corrupción de grupos cada vez más extensos de miembros de los propios partidos y de los funcionarios encargados de la administración de los servicios y de la riqueza común.
Así, se ha llegado a una situación en la cual poca gente en nuestro país se toma el gobierno y las leyes con seriedad. Se entiende que la picaresca sea un deporte nacional en España; una actitud que levanta admiración por doquier, cuando los que nos dirigen ofrecen un constante espectáculo de despropósitos sucesivamente renovados. Sin embargo, existe también dentro de la propia administración el otro extremo, el de la imposición legal excesiva. Como señala Nieto, los gestores deben de ocuparse de la eficacia, pero a sus espaldas están los controladores que vigilan el respeto a la legalidad. Pero lo más extraño es cuando este equilibrio se rompe. Porque la eficacia sin el contrapeso de la legalidad desemboca en el despotismo como los escrúpulos excesivos de la legalidad en la parálisis.
La pulsión de la violencia y la dominación es el argumento definitivo que está en la base de los poderes que controlan nuestro mundo. Según Lledó, es en el círculo, o mejor dicho, en el circo de la política, ese necesario instrumento de la convivencia y la filantropía -amar la vida de los otros y no solo la nuestra-, donde se presentan las más sorprendentes patologías en torno a estas cuestiones que se arrastran desde hace siglos en la historia.
El problema de estas disquisiciones es la imposibilidad de ofertar alternativas factibles para la reconducción de unos procesos de dominación colectiva contra los que es extremadamente difícil luchar. La transformación de la democracia representativa, aquella consistente en elegir a unos dirigentes por largos periodos temporales, a un espacio de participación y decisión social más amplío, es la tarea de nuestros días y sobre la que textos como éste intentan ofrecer una crítica superadora de errores que nos perjudican gravemente y con un alcance colectivo cada vez más amplío. —>
De las pocas ideas que se salvan de la quema, yo resaltaría tu referencia al pacto social ese gran paradigma (por casi todos deseado). Al respecto yo utilizaría la eterna pregunta de como diablos llevarlo al planeamiento ¿?. Lo cierto es que los planes son inertes, como inerte es la política actual en relación al pacto social. Creo que desde la esfera técnica del planeamiento se puede incidir “algo” aunque las posibilidades sean nimias, igual que desde la esfera ciudadana y sin tener que pasar obligatoriamente por la afiliación partidista. Ese “algo” a veces puede ser “mucho” aunque la mayoría de las veces hay que reconocer que se queda en “nada”. En cualquier caso el ejercicio de la praxis política siempre es auto-necesario ya que por mucho que nos de por intelectualizar este tema nuestras patologías del reino animal salen a flote ellas solitas pues ni los partidos ni los políticos son extraterrestres.
Vuelvo a agradecer el buen hacer del blog y a seguir su lectura semanal procurando soltar menos rollos, aunque este tema me resulta muy apasionante.
Como curiosidad decir que la UE está realizando una consulta ciudadana (http://www.consultas-europeas-a-la-ciudadania.eu/) para cada país de la Unión. Se trata de una sencilla votación online sobre una serie de propuestas formuladas por los propios ciudadanos. Aunque todavía quedan 16 días para el recuento, los resultados en España dan que pensar ….
Las propuestas más votadas tratan sobre la legalización de las drogas blandas, las descargas e intercambios en Internet y el uso de sotware libre; atrás y a duras penas aparecen otras propuestas sobre funcionamiento y participación en la democracia.
Pero es que por lo que veo en otros países europeos la situación es de autentico fracaso de la consulta ya que las propuestas tienen votos irrisorios.
Rafael:
Esto que planteas es un problema de difícil solución.
La inmensa mayoría de nosotros preferimos que nos dirijan y gobiernen y de ahí los procesos de oligarquización a los que hacer referencia el texto. Que se dan tanto en los partidos como en el conjunto de la sociedad.
No obstante, hay niveles y creo que se debería tender a ir exigiendo asumir el control de cada vez más cuestiones por capas cada vez más amplias de nuestras colectividades. Llámense esto capacidad de decisión colectiva sobre cuestiones municipales, insulares y regionales. Porque no, también nacionales.
Los ejemplos están ahí. En Suiza mediante el voto referendario se decide sobre todo tipo de cuestiones. Al igual que en los estados americanos (véase, California).
Lo que tenemos aquí es un estado primario de democracia representativa. La consecución de una democracia verdaderamente participativa será un proceso muy largo y mientras no se exija por una importante fracción de la población, seguiremos asistiendo a esta pantomima que se sufre en silencio.
Por no hablar de todo lo que suelen llevar aparejados los procesos oligárquicos de gestión del poder: nepotismo, corruptelas, apropiación descarada de los bienes públicos, etc.
En fin, es lo que hay. Y no señalo donde.
Hola Federico:
Magnífico artículo,mejor aún la reflexión a la que nos lleva.
Me temo que en España y la mayoría de las democracias europeas estamos por delegar responsabilidades y no implicarnos con lo cual la participación ciudadana en toma de decisiones es escasa. Nos movemos más por un carnaval que por una idea.
Me preocupa mucho el apartado de la desmotivación del funcionario, creo que es muy importante contar con un personal mejor o pero formado, pero que pueda tener una cierta independencia (debido a su sistema de selección pública y su seguridad) que debe velar por el cumplimiento de la legalidad y asegurar cierta estabilidad. Creo que tenemos que ahondar en este aspecto y evitar “el síndrome del funcionario quemado y pasota”.
Enhorabuena por la magnífica página
Un abrazo