EL RASCACIELOS COMO EXPRESIÓN FALLIDA DEL PODER

Turistas nativos esperando para visitar la casa natal del lider carismático King Jong Il.
Corea de l Norte. Briehn, Flickr

Las ruinas del Hotel Ryugyong tienen una altura cercana a los 300 metros y en su origen está un proyecto de edificio para albergar 3.000 habitaciones junto con siete restaurantes en su cúspide. De haberse culminado, hubiera tenido casi 4 millones de metros cuadrados y la intención de sus promotores y creadores era que se convirtiera en el hotel más alto del mundo. Una expresión de la magnificencia y modernidad de la dictadura comunista en Corea del Norte que fue pensado para conmemorar un evento del régimen previsto para 1989 y que nunca llegó a celebrarse.

Según informaciones no contrastadas, a partir de aquel año las obras fueron abandonadas y pasó a constituir un hito referencial y siniestro del paisaje urbano de
Pyongyang, la capital del país. Si se hubiera terminado, podría haber entrado en una de esas clasificaciones estúpidas que nos rodean. Hubiera sido, en su momento, el séptimo edificio más alto del mundo y el primero con más de 90 pisos fuera de los Estados Unidos.

Hotel Ryugyong, Pyongyang. Corea del Norte. Urbanity

Hoy, es un ejemplo patético de las miserias políticas de ese país asiático y un paradigma de la megalomanía que enmascaran ciertas arquitecturas cuya expresión se apoya en el gigantismo. El poder político, y en nuestros días más aun el económico, siempre ha acudido a la arquitectura para lograr una representación de su fuerza. El recurso a los maximalismos junto con el asombro son estrategias fáciles para cualificar la arquitectura o enmascarar los problemas reales de las ciudades. En el caso norcoreano se trataba de encubrir con ello los fantasmas de un racionalismo despótico como el que gobierna este país asiático desde hace muchos años, relicto de un pasado ideológico de desastres y excesos.
La ciudad de Pyongyang representa el paradigma de un entorno planificado hasta el extremo en que la vida ha sido sometida a un control y un ordenamiento carente de toda libertad. Debido a ello, esta capital es un espacio inhóspito en el que la urbanidad y las expresiones de vitalidad que normalmente acompañan a las urbes han sido abolidas por las imposiciones derivadas de la dictadura política.
En el otro extremo de la balanza, el de la libertad sin contrapeso que propugnan los regimenes ultraconservadores y de economía neoliberal, se plantean espacios insolidarios que están definiendo unos territorios urbanizados que se encaminan hacia un futuro caracterizado por conflictos entre los que tienen y los desposeídos, así como una anomia social creciente. La aparición en los últimos años de reductos acorazados en las metrópolis americanas y en los que el control y la seguridad son una garantía ficticia de protección ante los desmanes de la vida en común, pretenden ofrecer una alternativa defensiva organizada en beneficio de los poderosos y excluyente de los desfavorecidos .
La aparición de las llamadas Gated Comunities en Estados Unidos, urbanizaciones cerradas con alambradas, extremas medidas de seguridad y control de acceso junto con el establecimiento de estrictas reglas de comportamiento obligatorias para sus vecinos, se ha ido extendiendo a lo largo y a lo ancho del planeta en aquellos países y sociedades en las que no se confía en la capacidad colectiva para lograr entornos habitables adecuados para la vida en común. Son preludio del deterioro al que están abocadas las grandes concentraciones metropolitanas de varios millones de habitantes.
El rascacielos como tipo arquitectónico es una construcción que también se adapta magníficamente a esta forma de concepción de la ciudad basada en el control y el acceso restringido a unos privilegiados. Su uso para actividades terciarias y sus posibilidades como espacio hotelero y residencial es un recurso urbanístico muy reivindicado en los últimos años. En el caso de Londres, forma parte de la estrategia para la consolidación de esta ciudad como centro de negocios a la cabeza del sistema económico mundial. Ello a costa de la forma urbana y el paisaje tradicional de la ciudad.
En la capital inglesa se está produciendo un proceso de reconversión urbana que busca la aceptación de este tipo de enclaves a partir de su presentación como iconos de la modernidad. Algo que hubiera sido impensable hace 30 años (habría que recordar la polémica suscitada a comienzos de los años 60 con la pretensión de un promotor para construir una torre firmada por Mies van der Rohe en Trafalgar Square que fue abortada a raíz de una oposición ciudadana masiva), se está produciendo aceleradamente en nuestros días con la contribución de firmas famosas de la arquitectura, como ejemplifican edificios como la sede de
Swiss Re de Norman Foster o la propuesta londinense de Renzo Piano, en curso de ejecución.

Edificio Swiss Re, Foster and Partners. Londres, GoogleEarth

La fascinación de los arquitectos mediáticos por las arquitecturas superlativas y de gran tamaño es un reflejo del creciente sometimiento de la disciplina a los intereses de las grandes corporaciones transnacionales y de los poderes económicos consolidados. El camino recorrido a partir de Rem Koolhaas y su apuesta por lo desmesurado, Bigness, como titulaba un ensayo muy citado años atrás, no oculta la potente voluntad de algunos arquitectos para llevar a cabo sus delirios artísticos y formales aunque sea desde posiciones extremadamente cínicas y conscientes de su carácter lacayo.

Los rascacielos adoran la obra incomparable del arquitecto estrella
Propuesta para Dubai Renaissance. Rem Koolhaas y OMA. Eikongraphia

Dentro de este contexto cultural e intelectual, es significativo que estos días se esté intentando recuperar las tipologías de los rascacielos para la recualificación de la ciudad europea. En un reciente libro del Departamento de Arquitectura del Instituto Federal de Tecnología de Zurich, titulado Bigscale, Grossform, (Gran escala, forma grande) Josep Lluis Mateo hace un panegírico del rascacielos para incentivar la reintroducción de este tipo edificatorio en la propia ciudad suiza, apoyándose en razones fútiles e inconsistentes que reflejan la enorme fascinación de los arquitectos ligados a la vanguardia estetizante así como de los responsables de la enseñanza en algunas Escuelas de Arquitectura por la forma como recurso exclusivo para llevar a cabo su visión del progreso ligado a la expresión artística.

Propuesta para la transformación del paisaje de Zurich mediante el añadido de rascacielos. Zurich’s vertigo, Josep Luis Mateo. Big scale-grossform, 2006.

La suerte futura de la arquitectura está ligada a su transformación en una herramienta para el marketing de las ciudades y la representación empresarial. La alianza entre las ciudades y las empresas basada en el objetivo de las primeras para atraer más y más visitantes y de las segundas para obtener un mejor posicionamiento y visibilidad en un entorno económico muy competitivo es el fundamento principal para el actual renacimiento de la arquitectura como herramienta al servicio del poder.
Con ello, la arquitectura que se defiende en los foros profesionales de mayor repercusión mediática se ha ido convirtiendo paulatinamente en las últimas décadas en una herramienta para el apoyo y extensión de las visiones neoliberales y depredadoras de lo colectivo.

Panoramica de Zurich desde la esplanada de la Universidad

5 comments to EL RASCACIELOS COMO EXPRESIÓN FALLIDA DEL PODER

  • Además de todo esto los grandes edificios en altura tienen graves problemas desde el punto de vista de la teoría de catástrofes. El hecho de concentrar una gran cantidad de actividad en un espacio muy pequeño los hace sumamente vulnerables ante los imprevistos, cualquier impacto negativo se multiplica y la capacidad de reacción es muy pequeña. Afortunadamente la proporción de m2 de este tipo de edificios frente al total construido es muy baja y la “cuota” de desastres que les corresponde es ínfima. Pero si la proporción aumentara y se empezaran a ver afectados por “hechos anómalos” las consecuencias podrían ser graves. Un cierto grado de desmesura puede incluso ser interesante. La desmesura como norma debería estar incluida en el Código Penal.

  • Interesante artículo y muy clarividente el hecho de como la arquitectura se ha convertido en esa megalomanía que ya se marcaba desde la época romana.

    Yo reflexionaría sobre como las ciudades mediatizan el contacto social, en este primero insuflando un sentimiento mayestático inexistente, o, en la mayoría de los casos eliminando la posibilidad de ser ciudadanos para ser solo consumidores.

    El mobiliario urbano de las grandes ciudades, anti deambulantes, tiene este sentido: que no haya huecos ni lugares donde hacer estancia, aún corta, sino dejar las ciudades con la asepsia de los pasillos de los hospitales para que solo en lugares determinados, y por los que se paga, se puedan establecer relaciones sociales.

    Escribí algo sobre ello aquí: http://almadormida.blogspot.com/2007/10/bancos-unipersonales-ciudades-extintas.html

    Enhorabuena por el blog, es un soplo de aire y gracias por el vínculo.

  • Este comentario ha sido eliminado por el autor.

  • Xavier Adsuara

    Ciertamente hay mucho de pacatismo en esa aatracción por lo desmesurado. El rascacielos sería nuestro icono profesional, así como las obras audaces con rejos de Guinness serían las de los ingenieros (piensa en algunos ejemplos recientes en alguna isla cercana). Lo demesurado goza de varias incuestionables ventajas: halaga la vanidad de quienes se suman al carro (promotor, arquitecto, ciudadanos que pasan a tener el edificio más alto de …), se hace ver, es llamativo y por lo tanto existe (lo que no aparece en la TV no exciste y la invisibilidad es el peor pecado en nuestros días), etc …

    No obstante, el rascacielos no deja de ser una tipología con su sentido urbano e histórico que no debemos condenar. Condenemos, eso sí, su apología acrítica y simplona. En tal sentido: me ha parecido genial la infografía de los rascacielos “adorando” al sumo rascacielos. Saludos

  • Me encantó este post. soy muy crítico de las torres desde que vi como destruian (y lo siguen haciendo) muchos barrios de mi querida Buenos Aires.

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