EL TALENTO EN ARQUITECTURA

Sala de sesiones del Ayuntamiento de Hilversum. Arquitecto: Willem Marinus Dudok, 1930
Algunas cuestiones nos intrigan a los arquitectos
¿Cuándo estamos ante el talento en arquitectura? ¿Como es posible discernir los valores de un buen edificio?
En nuestros días esos juicios -esenciales para entender la contribución cultural de la arquitectura a la sociedad a la que sirve- están claramente distorsionados por el espectáculo, la manipulación de la crítica profesional y artística asociada, así como por la directa corrupción del conocimiento específico.

<---Este proceso de distorsión de los juicios sobre la arquitectura ha sufrido una aceleración importante en las últimas décadas como consecuencia de la aparición de la espectacularización de las artes en general. En el espacio económico de las sociedades opulentas, las estrategias de mercadotecnia ligadas a los medios de comunicación y el espectáculo social se han convertido en la herramienta fundamental para imponer unos productos sobre otros. En los últimos tiempos, en ello está también la arquitectura y los arquitectos, convertidos algunos en estrellas mediáticas y otros aspirando a serlo. En el escenario de los países más avanzados, un mundo hipercompetitivo en el que sobra casi de todo, los artistas y profesionales se someten a ritos despiadados por la supervivencia en los que lo que se dirime es imponer la propia visibilidad. Ser visible es un atributo esencial como consecuencia de la altísima densidad de titulados universitarios y tener un título de arquitectura ya no es una garantía de alcanzar un trabajo remunerado. Es necesario además, tener imagen y ser conocido por ello en el mercado de clientes profesionales.

<--- Proporción de arquitectos por 1000 habitantes en los distintos paises europeos, segun Asem Abderaziq. Fuente: Blog anArchitecture

El talento propio, en sí mismo, ya no es suficiente para obtener un reconocimiento como arquitecto y, en consecuencia, la presencia en los medios que certifican la capacidad y la calidad de las trayectorias arquitectónicas se ha convertido en un objetivo altamente perseguido por los aspirantes a obtener los mejores encargos. En Europa, al igual que en otros muchos lugares y países, se ha alcanzado una saturación extrema de profesionales encuadrados en el sector de la construcción. Países como España o Italia presentan una alta tasa de titulados, lo cual espolea una competencia exacerbada.
Para profundizar en el conocimiento de estos procesos habría que entender cuales son los elementos básicos del talento en arquitectura. Hay que volver a los orígenes vitrubianos, a aquellas referencias que aportan los criterios esenciales para valorar los edificios: la funcionalidad de los espacios para responder a las necesidades demandadas; su eficacia constructiva y estructural que garanticen una durabilidad a largo plazo; y finalmente, su capacidad para la generación de emoción estética.
En los escenarios cotidianos en los que se desenvuelve el colectivo mayoritario de los arquitectos -su ciudad, su región- el umbral mínimo del talento es el que se relaciona con las dos primeras cuestiones señaladas por Vitrubio, la utilitas y la firmitas. Mas allá, aquellos aspirantes que buscan monopolizar el trabajo relevante o incluso participar en el juego de la
starchitecture (como han bautizado los anglosajones a la arquitectura con vocación espectacular), se necesitan unos recursos más poderosos ligados, no tanto a la poesía o la pulsión estética como a la generación de una imagen diferencial. La interacción a todos los niveles con los medios de comunicación para obtener presencia requiere mecanismos diferentes, inusuales que amplifiquen y atraigan una audiencia profesional.
La idea es seleccionar o inventar una combinación particular de elementos que distinga al aspirante de la competencia; sea ello una particular forma de aproximación a la arquitectura, la constante narración de aspectos que definan una historia personal, el establecimiento de un carisma basado en la competencia, la habilidad profesional, inteligencia, empatía, etc. Crear estrategias que atraigan la atención es la base y generar audiencia es fundamental para el crecimiento del arquitecto como estrella profesional. Como se puede observar, todo lo anterior tiene poco que ver con la competencia profesional que es considerada como un estándar mínimo para participar en este juego espurio del reconocimiento masivo.
La persecución de la fama se ha convertido en un objetivo preciado que aparta a las artes de su cometido esencial, el progreso intelectual de la humanidad. Lo cierto es que hoy en día, plataformas como los medios de comunicación de masas, acompañados por la crítica especializada, las revistas profesionales, los premios de arquitectura, la presencia física de los autores en conferencias, debates y encuentros, etc., se han constituido en los notarios que amplifican una arquitectura de autenticidad agonizante. Y es que la determinación del talento es una cuestión subjetiva, resultado del consenso manipulado entre los miembros de un determinado grupo profesional. Críticos, profesores, periodistas, incluso los propios profesionales, fans y admiradores contribuyen a establecer los criterios de juicio por los que se define el talento en arquitectura. Incluso ello es así cuando no hay un acuerdo claramente generalizado. Lo importante es que se comente, y cuanto más mejor, sobre determinadas personalidades autoimpuestas
El posicionamiento en arquitectura, el estar ahí en la mente de los que deciden, en el momento en que surge la idea de realizar un edificio, es algo primario y para lo que es esencial la visibilidad. Como figurar en la lista de preselección de candidatos para acceder a un proyecto concreto es el truco al que se dedican con ahínco los arquitectos. En el universo del espectáculo arquitectónico, los concursos de arquitectura por invitación a las estrellas es un resultado de la alta visibilidad alcanzada en los medios profesionales y de masas. Algo que genera disfunciones insatisfactorias, tal y como he señalado en un
artículo anterior.

Escuela en Rudrapur, Bangladesh. Arquitecto Heiringer Roswag. Premio Aga Khan de Arquitectura. 2007

En estos momentos, las revistas profesionales son el factor cardinal para alcanzar una presencia estratégica que conduzca de una manera sutil e indirecta al acceso al prestigio profesional y con ello la consecución de los encargos más suculentos. Lamentablemente, su creciente proliferación ha llevado a que, en muchos casos, exista una clara colonización por la imagen, la crítica superficial y el establecimiento de argumentos estentóreos como criterios para evaluar una supuesta calidad. La adulación a los porteros que establecen el franqueo hacia el reconocimiento mediático se ha convertido en una actividad en sí misma, algo que requiere una habilidad que nada tiene que ver con la autenticidad de la arquitectura. Observando a España solamente, se comprueba que existen más de 50 medios de comunicación relacionados específicamente con la arquitectura y de los que la revista El Croquis es el buque insignia que establece el canon de la arquitectura de este país con más de 35.000 ejemplares publicados y difusión internacional masiva.
Actualmente por ello, la máxima ambición de muchos arquitectos es que su obra sea publicada de alguna manera. Si ello ocurre en las revistas profesionales tanto mejor, estableciendo una relación extraña puesto que este medio se consume casi exclusivamente entre los propios arquitectos o los estudiantes de arquitectura. Aquellos que curiosamente son o serán sus mas directos competidores y que no constituyen el mercado objetivo de la acción publicitaria, es decir los que realizan realmente los encargos de proyectos y estableciendo una relación promocional indirecta. Que un edificio aparezca publicado en una revista de arquitectura no se debe solamente a que el edificio esté bien construido o funcione adecuadamente, es algo que tiene que ver en gran medida, con el prestigio acumulado por el arquitecto que es su autor. Ello, al margen de la concreta calidad real de los edificios o de su acierto formal. Las publicaciones especializadas se caracterizan por una repetición cansina de unas pocas obras de un reducido grupo de arquitectos. Lo cierto es que las revistas son unas formidables herramientas para publicitar y promocionar el trabajo de marcas regionales como ocurre en el caso de países como Holanda, Gran Bretaña o Japón que exportan claramente a sus arquitectos.
A estos efectos, la creciente necesidad para los arquitectos de contar con recursos de relaciones públicas, mercadotecnia y publicidad ha generado ya la aparición de secciones especializadas entre las grandes firmas de la arquitectura internacional, unas armas que suponen ya una parte sustancial de su poder de atracción. Potentes departamentos de relaciones publicas, como el de
Foster and Partners dirigido desde hace más de 20 años por alguien poco conocido como Katy Harris, expertos como Peter Carzasty o agencias especializadas como Cohn Davis Bigar Comunications de Nueva York, consultora de marcas profesionales contratados habitualmente por gente como Santiago Calatrava o la Aga Khan Foundation, se dedican a asesorar y a fortalecer a determinados personajes, empresas y entes relacionados con el campo de la arquitectura entendida como actividad económica relacionada con la cultura.
Lo cierto es que existe un público devoto que contribuye a la formación de marcas y la creación de estrellas mediáticas en el campo de la arquitectura. Este público es poco consciente de la creciente manipulación que ejercen los medios de comunicación profesional. Ello es consecuencia de que muchos arquitectos y, sobre todo, los estudiantes de arquitectura estén constantemente a la búsqueda de experiencias que les puedan proporcionar conocimiento. La constante consulta de revistas de arquitectura y la lectura de algunos textos que enseñan las claves del trabajo disciplinar están a la orden del día para muchos artistas, profesionales y aspirantes a serlo. El problema es que este tipo de cuestiones ha sido colonizado masivamente por una práctica caracterizada por la publicidad, la manipulación y la propaganda. Muchas revistas de arquitectura se dedican a promocionar supuestos talentos arquitectónicos y obras caracterizadas por una creciente incongruencia entre las necesidades sociales y la verdadera aportación disciplinar que se pretende positiva y renovadora.
La acción de las modas moviliza hacia el turismo cultural a masas relacionadas con la arquitectura en una proporción que se incrementa con los años. En muchos casos, la decepción es el resultado de estos esfuerzos de intensivo desplazamiento a la búsqueda de unas experiencias elusivas y manipuladas. Como consecuencia de todo lo anterior, la adquisición y percepción directa de lo publicitado es una actividad que, crecientemente se practica por arquitectos y estudiantes. Este fenómeno es algo que ha estado siempre en la base del turismo cultural, la penetración en la experiencia concreta mediante su percepción en el lugar.
Recientemente, me comentaban la desilusión que supone la realidad del llamado Ecobulevar de Vallecas en la ciudad de Madrid, obra del equipo
Ecosistema Urbano. Una obra publicitada y premiada hasta la nausea por sus supuestos valores relacionados con la sostenibilidad, un supuesto reciclaje, el empleo de energías renovables y la estimulación de las relaciones comunitarias. El Ecobulevar de Vallecas, al igual que otros espacios públicos de muchos barrios residenciales recientes de la periferia de Madrid, se ha convertido en lugar de peregrinación habitual para muchos enseñantes y alumnos españoles con el objetivo de presenciar en directo las maravillas de la última arquitectura. La realidad del entorno es que consiste en un lugar inhóspito en el que el encuentro de sus habitantes brilla por su ausencia; no existen lugares donde se pueda producir la sociabilidad y el carácter del paisaje urbano es realmente desolador como consecuencia de una mala práctica urbanística de base.
Por poner un ejemplo de contraste citaría el caso del relativamente desconocido ahora
Ayuntamiento de Hilversum, una obra del maestro holandés Willem M. Dudok de 1930. La sofisticación de la arquitectura realizada se percibe en cada rincón y cualquier detalle evidencia la presencia constante de su autor en unos espacios en los que la luz y la calidad constructiva del edificio confirman una obra ejemplar que abrió realmente nuevos caminos y que ha influenciado directamente a la obra de tantísima gente posterior. Es el caso, por ejemplo, de Rafael Moneo y algunos edificios suyos como el Ayuntamiento de Logroño y la sede de Bankinter en Madrid.

El tamizado de la luz interior de la casa Aki Sami. UNa obra del arquitecto egipcio Hassan Fathi

El caso es que el talento es la base para alcanzar la fama y este estado es perseguido con ahínco por multitud de aspirantes. Porque a la fama le acompañan otros atributos suculentos codiciados ansiadamente por el común de los mortales. Ya lo señaló León Batista Alberti en Fama (una condición presentada para él en la forma de diosa monstruosa y que, por otra parte, consideraba despreciable), uno de sus textos menos conocidos perteneciente a las fabulas satíricas recolectadas en las Piezas para la Comida de 1430. Ahí lo explica sutilmente:

Te contaré la historia tan brevemente como pueda. En la plaza, no demasiado lejos del templo de la fortuna, se levanta una antigua y sagrada capilla, solo conocida por unos pocos y dedicada a la diosa Fama. Dado que quienquiera que entra vivirá eternamente, sus sacerdotes mantienen una estrecha vigilancia para que el que acceda no lo haga por casualidad. Hay cuatro sacerdotes allí que continuamente hacen guardia, examinando la vida y carácter de cualquiera que se aproxime. Ello son la Riqueza, el Poder, la Acción y la Oportunidad. —>

7 comments to EL TALENTO EN ARQUITECTURA

  • Federico, no sé como puedes escribir tanto. Apenas me da tiempo a seguirte porque, además, los temas que tocas son ciertamente interesantes y me produce una cierta inquietud dejar alguno sin leer. Este, en concreto, ha sido una de mis preocupaciones desde hace muchos años. En la revista “Arquitectura” de julio/agosto de 1980 publiqué un artículo titulado “La crítica de arquitectura y el arquitecto de a pie” en el que denunciaba a ciertas revistas de arquitectura por ejercer una crítica banal y superficial más ligada a amiguismos que a otros valores. Algunas de las cosas que entonces dije las volvería a suscribir hoy (casi treinta años después) como, por ejemplo: “…una labor de este tipo parece consistir en la elaboración de hermosas pseudofilosofías maravillosamente escritas, acompañadas de excelentes fotos (trucajes de la realidad con filtro naranja), con indescifrables pies y abundantes notas, citando al final del artículo a compañeros que, a su vez, los citan a ellos con paréntesis de algún Kant, o Spengler o Eco, en párrafos generalistas que también servirían de proemio para un recetario de cocina”. En el articulo sigo hablando del problema que, en aquellos momentos se planteaba, entre la arquitectura real (la del arquitecto de a pie) y la de aquellos “numinosos geniecillos de turno” que “Cual Temis susurrándole a Zeus el verdadero camino, aconseja, dirige, aclara, fundamenta, relaciona, cita, sube, baja, olvida. Heraldo, consejero y copero (me refiero al pseudocrítico o “numinosos geniecillo de turno”) muy pocas veces tiene detrás de sí los trabajos de un Hércules y avisos, susurros y néctares son más falsos que Circe”.

    El engolamiento del vocabulario estaba pensado para imitar y denunciar a la mayor parte de los comentarios de arquitectura de entonces. Terminaba el articulo diciendo “los peatones de la arquitectura recorremos, generalmente hastiados, las páginas de las revistas, intentamos leer un par de líneas (sólo para confirmar que aquello es lo de siempre), miramos las fotografías sin intentar descifrar los pies obnubilados por aquellos arquitectos numinosos, miramos las citas por si algún autor tiene nuestro apellido, vemos que no (si nuestro patronímicos son un tanto raros), calamos el chapeo, requerimos la espada, miramos de soslayo ‘vámonos y no hubo nada’”. No es que no hubiera nada, es que esos arquitectos de a pie estaban construyendo el 95% de nuestras ciudades sin que a las citadas revistas pareciera importarles lo más mínimo. En el editorial de ese número me contestaban (el equipo de redacción era: Gabriel Allende, Jerónimo Junquera, Estanislao Pérez Pita y Martha Thorne) que “desde estas líneas nunca hemos hecho crítica arquitectónica; siempre hemos creído y creemos, que la lectura de un proyecto, siempre que esta sea profunda es la mejor introducción a la comprensión del mismo.” Lo malo es que si se mira el índice de la revista que está justo al lado del editorial se puede uno dar cuenta de que esto no era así simplemente mirando la selección que se hacía de los proyectos.

    Sin embargo pienso que, en el momento actual, existen algunos elementos más que en los años ochenta que influyen notablemente en la creación de opinión sobre las obras de arquitectura y sobre los arquitectos y que señalas acertadamente en el artículo. Por ejemplo, las grandes operaciones de los departamentos de relaciones públicas de las grandes firmas tienen una influencia muy importante sobre todo a la hora de las invitaciones a los “concursos restringidos”. También me gustaría conocer la composición de la propiedad de las grandes revistas (ahora hay muchas y algunas, con tiradas importantes) y los grupos a los que apoyan. Así como los “débitos” que se establecen entre empresas, arquitectos, políticos y críticos de arquitectura. A pesar de todo esto pienso que el tiempo suele poner las cosas en su sitio y que, transcurridos unos años, las arquitecturas numinosas del algunos arquitectos del Olimpo quedarán olvidadas o reducidas a la nada como ya ha sucedido con el ochenta por ciento de las que aparecían hace treinta o cuarenta año como ejemplos para los pobres arquitectos de a pie.

    Si que me ha salido largo el comentario, si.

  • Bueno, Pepe. Me parece que la cosa ha ido a más desde entonces.
    Aquí tenemos ahora en marcha los fastos de la pomposa II Bienal de Arquitectura, Arte y Paisaje de Canarias. Ayer sin ir más lejos nos presentaron a James Turrell un interesante artista americano que no conocía en profundidad.
    Lo preocupante fueron los panegíricos con que lo arroparon. Unos discursos del estilo engolado que esconde el vacío al que te refieres con frases como “el paisaje del territorio enmarca al territorio del paisaje estableciendo la territorialización paisajística que descubre la obra poética”
    Lo malo es que son personas del estamento académico que uno conoce y trata a menudo. Creo que ya me entiendes…

  • Federico, para mí Turrell es uno de los artistas más interesantes de los últimos años. Ya conoces mi querencia a los temas perceptivos asociados al paisaje y Turrell trabaja con percepciones. Es verdad que no tan puras como me gustaría ya que no las manipula sólo mentalmente sino a través de objetos que le sirven para controlar la luz. Pero para mí es un artista muy querido. Tienes razón con lo de los panegíricos y las frases huecas. Es terrible y preocupante y parece una especie de vuelta a aquellos nefastos ochenta. Pero pienso que, en el fondo, sólo esconden vacío e ignorancia (lo que, por desgracia, abunda más de lo necesario en el mundo académico). También la ausencia de auténticos intelectuales (piénsalo, o no existen en determinados campos o son octogenarios) que, a veces, son sustituidos por geniecillos que pretenden dirigir la sociedad cuando no son capaces de dirigirse a sí mismos.

  • Federico, el ecobulevar de Vallecas tiene mucho que ver con “los concursos fallidos” de los que hablas en el artículo anterior. Una vez ganado el concurso para hacer todo el bulevar, se encontraron que la urbanización había sido terminada, con una rambla de lo más anodino y hablando en plata, cutre. El proyecto, con un presupuesto muy inferior al debido, se limitó a tratar de corregir lo anterior sin demoler (no sería muy ecológico) y a concentrarse en esas piezas difíciles de definir que concentran todas las intenciones y que tan bien funcionan… A saber, quizás el proyecto original no hubiera salido tan bien….

    un abrazo

    carlos

  • Hola Federico, te escribo porque entré “casualmente” en tu blog. Buscaba datos sobre el Panteón, uno de mis edificios preferidos (he tenido la fortuna de visitarlo varias veces, hipnotizándome siempre con sus proporciones y sobre todo con el óculo, que desde la primera vez me pareció una relación maravillosa entre la obra del Hombre y la Naturaleza…así Brunelleschi se pasó un tiempo en Roma, para luego hacer la maravilla que hizo en Florencia, es cierto, no?)y llegué hasta tu blog.
    Me parecen muy valientes y acertadas tus opiniones acerca de algunos edificios recientes de Tenerife.
    También quiero decirte que siempre que bajamos por el enlace de las autopistas , se nos desvía la mirada hacia el Hospital de Dolores. Ahora he visto que es tuyo. Igual con el Polideportivo de La Cuesta, que me parecía precioso, hasta que entramos el otro día, después de ver que también es tuyo. Luego, he leido tus reflexiones acerca de Rotkho, un ser especial, cuyos cuadros me emociona contemplar.
    También veo que nombras a James Turrell y que ha estado por aquí, no lo sabía. Había visto cosas de él en revistas y periódicos y me parecía interesante, pero no sé mucho, lo más que puedo asociar es si Chillida se inspiró en él para lo de Tindaya.
    Así que ahora entro en tu blog para aprender nuevas cosas,como lo de “La gestión insostenible de Canarias” y otras. Mil gracias, Virginia

  • Al leer tu post no podía evitar la sensación de que estabas describiendo algo muy viejo. La carta que escribió en el año 80 Fariña a la revista Arquitectura bien la habría podido firmar yo por esas fechas. De entonces acá, imagino por lo que dices (y le insistes a Fariña) que las cosas han ido a peor (o a mejor, desde el punto de vista de los sacerdotes que trabajan en el templo de la Fama); no lo sé, porque apenas leo ya revistas de arquitectura ni sigo ese mundo tan fashion (quehaceres mucho más prosaicos me lo impiden). En fin …

  • Anonymous

    Bueno, vivimos en el mundo de la imagen y todo en este sistema económico, es susceptible de marketing. Ello no es novedad alguna.

    Me gustaría que tuviéramos en España un star system verdaderamete interesante, con gente de menos de cuarenta y pico talentosa, que la hay.

    En ese sentido, tengo una gran admiración por los arquitectos holandeses y por su obra, pertenezcan o no al “mundo fashion” del capitalismo post-fordista.

    El problema es que nuestro star system, es en general, bastante cutre….

    Y el problema de cierta gente que intenta defenestrar la “arquitectura de las revistas” es que cuando vez lo que ellos hacen, da una cierta gracia.

    Desde donde se critica -en general- a los personajes del star system….?

    Desde la mas básica envidia…
    O desde la mas meditada impotencia….?

    Un saludo

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