La vorágine en la que nos encontramos inmersos nos impide un mínimo sosiego para disfrutar de las cosas pequeñas que no tienen coste. Nos desvía del disfrute de las cosas bien hechas y de la comprensión de su significado profundo, aquél que requiere una aproximación relajada a una creación artística determinada.
Escrito como un regalo a finales de 1985, todo el libro es una reflexión combativa sobre aquellas ideas y motivos que podrían contribuir a un nuevo florecimiento de la humanidad futura. Una visión humanista y una fe ciega en el valor de la literatura que recoge percepciones contrarias al consumismo que degrada la reflexión intelectual: Levedad, rapidez y exactitud junto con visibilidad y multiplicidad son las propuestas que en su enigmático planteamiento solo pueden ser comprendidos a partir de una lectura serena del texto original.
Uno de los capítulos centrales es el que se refiere a la exactitud. No me resisto a extraer algunos párrafos del mismo para ilustrar esta cavilación de finales de año, junto con una recolección de imágenes que representan lo contrario:
Para los antiguos egipcios el símbolo de la precisión era una pluma que servía de pesa en el platillo de la balanza donde se pesaban las almas. Aquella pluma ligera se llamaba Maat, diosa de la balanza. El jeroglífico de Maat indicaba también la unidad de longitud, los 33 centímetros del ladrillo unitario, y también el tono fundamental de la flauta.
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Exactitud quiere decir tres cosas:
1. un diseño de la obra bien definido y bien calculado;
2. la evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables;
3. un lenguaje lo más preciso posible y como expresión de los matices del pensamiento y la imaginación.
Liu Wei y el realismo cínico. Falls into Venezia. 2006
Telón para la renovación de la sede del gupo inmobiliario Bleeken. 39, Av George V Paris. Patrick de la Vie, 2007.
A veces tengo el pensamiento de que una epidemia de pestilencia azota a la humanidad en la facultad que más la caracteriza, es decir, en el uso de la palabra: una peste del lenguaje que se manifiesta como pérdida de fuerza cognoscitiva y de inmediatez, como automatismo que tiende a nivelar la expresión en sus formas más genéricas, anónimas, abstractas, a diluir los significados, a limar las puntas expresivas, a apagar cualquier chispa que brote del encuentro de las palabras con nuevas circunstancias.
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Quisiera añadir que no solo el lenguaje parece afectado por esta peste. También las imágenes, por ejemplo. Vivimos bajo una lluvia ininterrumpida de imágenes; los media más potentes no hacen sino transformar el mundo en imágenes y multiplicarlas a través de una fantasmagoría de juegos de espejos: Imágenes que en gran parte carecen de la necesidad interna que debería caracterizar a toda imagen, como forma y como significado, como capacidad de imponerse a la atención, como riqueza de significados posibles. Gran parte de esta nube de imágenes se disuelve inmediatamente, como los sueños que no dejan huella en la memoria; lo que no se disuelve es una sensación de extrañeza, de malestar.
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Pero quizá la inconsistencia no está solamente en las imágenes o en el lenguaje: está en el mundo. La peste ataca también a la vida de las personas y la historia de las naciones vuelve informes, casuales, confusas, sin principio ni fin, todas las historias. Mi malestar se debe a la pérdida de forma que constato en la vida, a la cual trato de oponer la única defensa que consigo concebir: una idea de la literatura.
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Atendiendo a las palabras de Calvino, parecería que el arte y la expresión artística han perdido su propósito de expresión de la trascendencia para sustituirse por uno de sus adjetivos la presentación de lo novedoso y, con ello, ha sido domesticado para conformarse con ser una herramienta económica para la extensión del consumo. La presentación de lo siempre diferente es un objetivo que facilita el marketing de los productos.
Recicladores de Dharavi, poblado chabolista a las afueras de Bombay. Marcus Fornell, Flickr
Pero esto solo se produce en las sociedades opulentas en las que nos hallamos inmersos. Sin embargo, sorprendentemente aquellos que no pueden acceder a los bienes más elementales mantienen viva la llama artística. Quizá ello tenga que ver con sus difíciles carencias, decía Pierre Bourdieu en sus Meditaciones pascalianas que:
Los más desposeídos, los más carenciados, son quizás quienes han perdido la lucha simbólica por ser reconocidos, por ser aceptados como parte de una entidad social reconocible, en una palabra, como parte de la humanidad.
A Federico, mi hijo que quiere ser artista
Los artistas son como los poetas.
Los poetas constituyen la vanguardia de aquellos que habitaran el tiempo futuro. Son lo representantes natos de una época por venir.
Su frenética actividad es la más irredenta e inclasificable desde los parámetros de la modernidad. No suele responder a la lógica que se desprende de la racionalidad y sí tiene que ver con los sentimientos tan queridos por los humanos.
Llevan a cabo la elaboración de un producto de alto valor pero para el que es difícil establecer un precio. Los practicantes de la poesía suelen ser pobres por ello. No les gusta dedicar su tiempo a acumular o a contar sus recursos. Algunos acaban en la mendicidad que es el destino de aquellos que no les interesa el dinero.
Por eso están enfrentados directamente contra la economía. Generalmente, son pobres pero no les importa. Su tarea tiene que ver más con el espíritu que con las cosas materiales.
¿Continuas el post autocomentándote? Me haa gustado el post, pero me ha sorprendido muy positivamente el comentario. Tanto que ya no recuerdo bien lo que iba a decirte.
A mí, como a Calvino, también me gusta más escribir que hablar e intuyo que es por razones similares. Lo importante, en todo caso, es el esfuerzo, la intención (lo digo para que no seamos demasiado severos en nuestras críticas). Al respecto me acuerdo de una frase atribuida a Unamuno: “Si un hombre nunca se contradice, será porque nunca dice nada”. Lo malo, quizás, es que hoy pareciera no hay ya ni siquiera la voluntad de trascender de la banalidad generalizada y efímera.
Feliz año nuevo.