INTERACTUAR CON EL PAISAJE

María en el huerto cerrado. Maestro del Paraiso. 1430. Stadelches Kunstinstitut, Frankfut am Main

La creciente proliferación en los países avanzados de documentos legales para la protección del paisaje, como el Convenio Europeo del Paisaje que ha sido ratificado recientemente por España, reflejan una preocupación por la acelerada destrucción del entorno que ha acompañado los inicios del siglo XXI. Toda una parafernalia de planes, leyes y textos diversos han surgido para intentar una mejor salvaguarda de un bien impreciso que no llega a definirse de una manera clara. En este contexto, el paisaje depende de la interpretación conceptual que intenta imponerse desde diversas perspectivas disciplinares con resultados inciertos.

Según la interpretación del historiador italiano Giulio Carlo Argan,

El paisaje, la belleza de la naturaleza, es en realidad un producto de la inteligencia humana, del pensamiento del hombre y del trabajo de los individuos que ha llevado centurias desarrollar. Es un libro infinito, un palimpsesto que recuerda la historia de milenios.
El aspecto estético del paisaje es el resultado y no la precondición o causa de una buena política, una buena economía y una buena administración del ambiente. Si hoy en día el entorno parece hostil, destruido y destructivo es debido a una mala política y una mala economía que ha hecho que sea así.

Estas palabras pronunciadas por Argan ante el Senado italiano en 1985 como argumento para superar una concepción estrictamente estética del término. No obstante, se reconoce que tiene que ver un conocimiento subjetivo y parcial de las cosas: una visión peculiar del territorio que puede ser muy específicamente europea. Es en este continente donde la civilización ha ido conformando un espacio altamente humanizado y en el que naturaleza y cultura se funden en una infinita serie de acciones superpuestas.
La concepción global del territorio como el hábitat lógico de la humanidad ha partido de la concepción de la ciudad como un espacio controlado alternativo al entorno salvaje. La sede del hombre pasó de ser un punto en el bosque inhóspito a su transformación en residencia y campo cultivado; posteriormente ese entorno modificado se percibe y pasa a ser paisaje al que se aspira a retornar como fuente de la vida para habitarlo como ciudad continua sin límites. En otros continentes, como en las Américas, este proceso se ha experimentado de una manera mucho más acelerada y virulenta. Por ello el paisaje americano se experimenta de otra manera. Allí lo natural se observa con reverencia y admiración. En Europa, la mirada se vuelve más crítica.

Credle, Colorado. Andreas Feiniger, 1942. Foto: Library of the Congress

El concepto del paisaje como tal debe considerarse una forma de percepción cultural de un territorio determinado. El territorio varía constantemente a partir de la utilización individual y colectiva que del mismo hacemos de una manera paulatina. Su disfrute o rechazo depende de los instrumentos que utilicemos y de los medios perceptivos de los que disponemos. No es lo mismo observar la ciudad cuando la recorremos a pie que disfrutar del territorio con la vista desde un avión.

¿Como se puede proteger algo tan inasible y variable?

El paisaje es el resumen de la relación histórica mantenida por nuestros predecesores con el medio físico en que nos desenvolvemos. Es una consecuencia de la acción humana sobre la geografía y sobre la biología que alberga. Hoy depende del grado de desarrollo cultural y la consciencia que tengamos sobre la enorme capacidad de que disponemos para transformarlo.
En el pasado esto no era así. Si buceamos en la historia y analizamos la disposición de los jardines en la Edad Media, la concepción del paisaje era completamente opuesta a la que podamos tener hoy. El jardín medieval, el hortus conclusus, era un patio separado por una tapia de un entorno muy peligroso que albergaba fieras y todo tipo de amenazas; un lugar en el que la humanidad se recluía para disfrutar placidamente de algunos árboles y flores escogidas con primor; un espacio que daba sustento espiritual y material frente a las incertidumbres del mundo. En la etimología de la palabra jardín, que procede del alemán garten, se encuentra la referencia al claustro: un lugar de acumulación de lo mejor, mejores frutos, flores, legumbres y una mejor forma de vivir.
El paisaje se apoya en un sustrato geográfico que depende de la geología, de la forma en que se han formado sus suelos, la topografía y la relación con el agua y el clima. La vegetación y la fauna han evolucionado teniendo en cuenta obligatoriamente estas condiciones de partida y ello ha generado una gran variedad de especies y biomas. Topographic landscape. Maya Lin, 2006. Foto:LorenaCupcake, Flickr

Pero la forma del paisaje obedece también a las maneras concretas en que el hombre se relaciona con el medio. Es una expresión de su cultura material específica y del grado de sensibilidad alcanzado en la valoración del hábitat habitual, del entorno próximo. Eso nos lleva a reconocer una variabilidad muy grande en las formas del paisaje en el mundo; variedad que acaba interactuando con la cultura de los pueblos para definir especificidades muy peculiares.
Por ello, es tan difícil proteger el paisaje. Porque su valoración contemporánea parte de su reconocimiento estético, pero esto es como la espuma del fenómeno que, según señalaba Argan, fundamentalmente es una cuestión económica y, finalmente, política. Hoy el paisaje se ha convertido en solo un recurso más concebido para su mera apropiación económica y la política ha amparado esta visión simplificadora olvidando las consecuencias estéticas negativas, y si me apuran espirituales, que tanto perturban a los que lo observamos en nuestros días. En el entorno de la cultura occidental estos hechos se han producido con especial virulencia y la violencia de la destrucción de nuestro entorno cotidiano se aprecia especialmente en el paisaje urbano.
El paisaje es por tanto, un concepto de una gran subjetividad que requiere ser identificado. Para que un lugar u objeto adquiera valor primero tiene que ser designado, señalado. La representación de los objetos es la tarea previa para la puesta en valor de determinadas cuestiones en el marco de la cultura.
El primer paso en esta dirección tiene que ser de la identificación de los valores que queremos destacar y ahí nos han precedido los artistas. El arte es el instrumento básico para identificar la belleza de las maravillas que nos rodean. La percepción del paisaje como valor cultural ha sido siempre una tarea de artistas, escritores, pintores y más recientemente, fotógrafos y cineastas. Ellos han descrito de una manera comprensible para los demás los elementos importantes que componen el paisaje que nos rodea, iniciando así su inventario. Posteriormente, antropólogos, historiadores, geógrafos y otros especialistas han seguido completando la tarea, recopilando, inventariando y clasificando. Pero nosotros los arquitectos también somos a veces notarios y partícipes en este proceso debido al carácter transversal, holístico de nuestra disciplina.

Las Palmas de Gran Canaria. Foto: Carlos Schwartz, 2007

Pero en definitiva, ¿De que hablamos cuando queremos proteger el paisaje?

Yo creo que es una cuestión relacionada con la ordenación territorial y el manejo de un mundo que cada vez está más completo. El espacio físico que nos ha tocado vivir es un ámbito reducido que se rebosa por momentos. Ya no se puede concebir la naturaleza como un lugar externo que se extiende hasta el infinito y una fuente inagotable de recursos y materias primas. Actualmente, asistimos a innumerables desmanes que afectan al territorio. El paisaje del que disfrutaron nuestros abuelos ha sido transformado y desfigurado brutalmente debido a un aprovechamiento y depredación salvaje de los recursos heredados. La dictadura de una concepción económica liberal o del desenfreno individual ha ocasionado ya una destrucción sin parangón en la historia de la humanidad.

Beirut. Interrupted city. Foto Gabriele Basilico

Por ello su correcta administración es una tarea esencial y para ello lo primero que hay que hacer es un cambio radical en las mentalidades. A medida que transcurre el tiempo y la historia humana se acelera, cada vez es menos posible seguir apropiándonos individualmente sin control de la materia prima que forma nuestro mundo. El paisaje debe gestionarse colectivamente en nuestros días. Es a partir de la constatación de este hecho cuando se puede emprender la tarea de su protección.
En un mundo lleno de personas, la protección de los restos inventariados del paisaje cultural heredado que no han sido deformados, se debe culminar. Pero además se debe emprender una tarea complementaria que es la de una posible rehabilitación de aquello destruido allí donde sea posible.
Un trabajo sumamente complejo y respecto al que estamos actualmente improvisando las herramientas para llevarlo a cabo. En el último siglo y medio se ha trabajado mucho en el discernimiento de cuales deben ser las pautas correctas para la restauración y rehabilitación de la arquitectura. Se han generado amplios debates y extensas polémicas que nacieron en los países que cuentan con un patrimonio cultural más rico y variado. Italia y Francia por ejemplo. La rehabilitación del patrimonio paisajístico es una cuestión absolutamente novedosa sobre la que estamos en los umbrales de su planteamiento y sobre la que no contamos con elementos de juicio razonables todavía.

Reforma del Paseo de Colón. Puerto de la Cruz, 2003. Federico García Barba, arquitecto en colaboración con Cristina González Vázquez y Ángel García Palmas

Hoy en día, después de atravesar un período de intensa degradación paisajística, se requieren otro tipo de herramientas mas activas y la disciplina del paisajismo ofrece mejores recursos para ello. Una aproximación que supone una intervención positiva en el paisaje como la que se realiza desde la jardinería y el paisajismo, es una necesidad y a la vez supone un peligro. En este caso, se actúa también desde la subjetividad y desde el talento del arte que puede fallar o atinar. No obstante, hay que actuar con valentía en la esperanza del acierto en la rehabilitación y mejora de los lugares que conforman el paisaje heredado.
Las islas, por sus peculiaridades espaciales, ofrecen la posibilidad de experimentar de una manera muy directa estas cuestiones, relacionadas con la transformación positiva del entorno. Convendría trabajar intensamente en estos espacios finitos para definir el alcance de la protección del paisaje sin contradecir excesivamente las enormes transformaciones en curso.
Una de las aportaciones que considero más interesantes que he leído últimamente sobre estas cuestiones es la que ha establecido el trabajo del paisajista francés Gilles Clement en su trabajo, Une ecologie humaniste, resumen de 25 años de pensamiento y enseñanza sobre esta joven disciplina del paisajismo.

En palabras de Clement, la vida avanza según un caos poético que se ofrece a aquellos que no quieren cerrar los ojos.

3 comments to INTERACTUAR CON EL PAISAJE

  • Comparto la definición que haces acerca de considerar el paisaje como una forma de percepción cultural de un territorio determinado. Por contra, me cuesta verlo como una percepción puramente estética, que caiga en la valoración feo/bello. Me ha gustado la foto que has seleccionado sobre Beirut, es un paisaje urbano de enorme significado, sobrecogedor que dice mucho de lo que esta viviendo el habitante del lugar. Para mi este caso es un PAISAJE CON MAYUSCULAS, no lo valoraría como feo o bello, su estética proviene enteramente del devenir cultural de una sociedad enfrascada en una lucha fraticida.
    La construcción estética sin un proceso cultural detrás esta abocada, salvo el caso de algunos genios, al fracaso y ojo que el proceso cultural del paisaje viene de los paisanos no del político o técnico.
    Gracias por el texto y ojalá podamos continuar con un tema tan sugerente como el paisaje

  • Federico: hay muchas formas de entender el paisaje y el paisajismo. Pero (desde mi punto vista) en todas ellas, para que estemos hablando de paisaje y no de otra cosa, tiene que existir siempre un espectador en actitud contemplativa. La existencia del espectador es la primera nota que, pienso, caracteriza la existencia de un paisaje y (aunque a primera vista pueda parecer chocante) no la existencia del objeto que es donde, normalmente, se pone el énfasis. La segunda es la actitud contemplativa. El habitante de una ciudad que, normalmente, la usa para desempeñar los diferentes roles que le corresponden, se desenvuelve en escenarios urbanos que tienen connotaciones distintas a los paisajes urbanos. Por supuesto que, si ese mismo ciudadano adopta el rol de contemplador (lo que hace algunas veces) el escenario se convierte en paisaje. En la naturaleza pasa igual sólo que para el habitante de la ciudad es mucho más sencillo adoptar el rol de espectador o contemplador que el de agricultor, ganadero o apicultor para los cuales el campo es un escenario más que un paisaje. Ya hace tiempo que vengo centrando mis esfuerzos “paisajísticos” en el espectador contemplativo y no en el objeto porque, de lo contrario, todo este campo se vuelve confuso y, según parece, más polisémico todavía que el de la sostenibilidad. Por cierto, que hace unos días llegó a mis manos un libro titulado LANDSCAPE AND
    SUSTAINABILITY editado por John F. Benson and Maggie Roe, que deber ser ya el colmo de la polisemia (estoy deseando hincarle el diente, lo haré en cuanto lo artilugios médicos me dejen tranquilo).

    Lamento un comentario tan largo pero esta entrada (desde mi punto de vista) tan interesante, lo merecía.

  • Siento no estar del todo de acuerdo en este caso con el profesor Fariña en eso de que “el concepto ‘paisaje’supone una actitud contemplativa”; aprehender el paisaje, entenderlo o sencillamente disfrutar de él, se puede hacer de manera no sólo consciente (la capacidad terapéutica de ciertos paisajes muy concretos sobre personas en circunstancia también muy especiales). Por eso creo que el campo semántico más adecuado para diseccionarlo semánticamente es el de la tradicional Estética.

    Un abrazo a los dos. Andrés

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