En su libro Armas, gérmenes y acero, Jared Diamond definía un eje geográfico fundamental para la transmisión de las innovaciones y el conocimiento, aquel que se desarrolla en dirección Este Oeste, desde Bretaña en Francia hasta Japón, aproximadamente a lo largo del paralelo 50. Este es un espacio terrestre que ha permitido un movimiento recurrente de las migraciones históricas, sin impedimentos infranqueables, así como una transmisión de las innovaciones y el conocimiento aportados sucesivamente por las distintas culturas que se han organizado y desarrollado a lo largo del mismo. Desde los sumerios y griegos hasta los imperios persa, chino y mongol.
Proceso de destrucción de la Expo 85 de Tsukuba. Foto: Ryuji Miyamoto
Por Thomas Daniell
Princeton Architectural Press. New York, 2008
En ese conjunto de islas se produce un refinamiento extremo de muchas ideas y experiencias que a lo largo de la historia se han ido incorporando al acervo humano. Por ello, es tan interesante observar los procesos que allí tienen lugar. Esa potencia cultural heredada ha permitido a un país concreto, y a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, haber logrado situarse a la vanguardia del desarrollo económico y social. Y también experimentar con ello, la anticipación de las consecuencias positivas y negativas del modelo de crecimiento global sin límites ni contrapesos en el que estamos inmersos.
Frente a otras posibles directrices de transmisión geográfica -como las orientadas de Norte a Sur (es decir, las que se podrían haber dado en el continente americano o en África) las principales aportaciones a la historia de la humanidad se han movido principalmente entre Europa y Asia. Ello se debe a la continuidad esencial del territorio, caracterizado por esa plataforma sensiblemente horizontal de más de 12.000 kilómetros de longitud. Un espacio que está interconectado geográficamente sin la existencia de grandes barreras. África cuenta con la frontera que supone el enorme desierto del Sahara y América con el istmo de Panamá; dos hitos territoriales que han impedido una relación fluida entre las partes dividiendo esos dos continentes en grandes espacios infranqueables y no relacionados. Los Mayas y Aztecas no pudieron tener un contacto con la civilización del Tahuantinsuyu, los llamados incas
Las nuevas ideas y los sucesivos sistemas de pensamiento han llegado a Japón siempre en último lugar. Sus habitantes han ido absorbiendo las aportaciones intelectuales de una variedad enorme de naciones situadas al Oeste, definiendo una cultura peculiar que además ha permanecido también aislada durante largos períodos de la historia. Ese país insular ha representado siempre un extraordinario laboratorio de pruebas de la cultura global.
Este libro, After the crash, analiza un período económicamente convulso de la historia reciente de Japón, un testimonio de lo ocurrido desde la perspectiva específica de la arquitectura y el urbanismo, aquel que se ha desarrollado desde 1990 hasta casi nuestros días. Como arquitecto extranjero que reside allí, Thomas Daniell es un privilegiado observador inmerso en las peculiaridades de esa cultura tan sofisticada y avanzada que pretende mimetizarse dentro del panorama internacional.
A partir de 1990, los japoneses han experimentado una situación económica similar a la que actualmente se sufre en numerosos países avanzados. Un desarrollo acelerado y muy potente que estalla de repente, como consecuencia de la explosión de una burbuja especulativa acumulada y que lleva al país a entrar en una recesión prolongada, que dura ya más de una década. Las consecuencias para la industria de la construcción y para la arquitectura en Japón han sido devastadoras y cuando se empezaban a ver los primeros síntomas de un tímido resurgimiento, nuevamente la economía nipona se ha visto azotada también por las consecuencias del desplome del sistema financiero internacional.
Desde 1960, el archipiélago asiático experimentó un crecimiento extraordinario originado por su exitosa incorporación a la producción industrial avanzada primero y por sus aportaciones tecnológicas de vanguardia posteriormente. En paralelo, y sobre todo a partir de los años 80, se desarrolló una espectacular expansión del sector de la construcción, apoyado por unos bancos muy potentes que llegaron a situarse entre los primeros del mundo por recursos. Desde otras partes del mundo se observaba Japón como una especie de fenómeno fascinante, el país más rico del mundo, admirado y temido a la vez que empezaba a comprar masivamente activos extranjeros con sus excedentes de capital.
En Japón tenía lugar la producción de una arquitectura altamente brillante, innovativa y sofisticada que emanaba de esas enormes cantidades de dinero disponibles. Ello se inscribía en un entorno de desarrollo inmobiliario masivo que alimentaba una burbuja de precios en las que el valor del suelo era irrelevante y donde los edificios se hacían para ser usados y sustituidos de una manera extremadamente rápida. Debido a ello, la experimentación surgía de un caldo de cultivo extraordinario que produjo una generación de arquitectos con un gran talento estético. Es el caso de Tadao Ando, Waro Kishi, Shin Takamatsu y tantos otros ampliamente divulgados en el panorama internacional de la cultura arquitectónica alrededor de 1980.
<---Según Daniell, de un día para otro, la siguiente generación de prometedores arquitectos se quedó sin un espacio propicio para un ejercicio profesional minimamente viable. Las alternativas exploradas por ellos ante el vacío originado, se orientaron hacia la introspección, la experimentación formal y al análisis de la realidad metropolitana existente. El discurso teórico de la arquitectura se recentró en el examen de la vida cotidiana y la identificación de los patrones de asentamiento suburbano más allá de la intensidad de los espacios centrales de las megaciudades principales. De acuerdo a lo expuesto en el capítulo titulado Less than zero, minimalism and beyond (Menos que cero, minimalismo y más allá), el resultado de esa catarsis se ha concretado en un período dominado por una arquitectura que ha tendido hacia la simplicidad, la insubstancialidad e, incluso, la banalidad. Para representar este posicionamiento generacional el autor cita una obra del joven arquitecto Junya Ishigami, incluida en la exposición Hi-energy field, celebrada en Tokio en 2004. Consistía en una simple mesa formada por una lámina de acero de 3 milímetros de grosor, nueve metros de largo y dos metros y medio de ancho, apoyada en cuatro patas de ese mismo material de un metro de alto. Para lograr un efecto de ligereza extraordinaria, la superficie y sus soportes fueron pretensazos previamente, formando una leve curvatura que permitía recuperar la horizontalidad con la acción del propio peso del elemento, una vez colocado en su posición definitiva.
El alto grado de sofisticación que tratan de expresar en Japón tiene una relación directa con una austeridad extrema y la búsqueda de una reducción material al mínimo posible. Se recurre a conceptos significativos como ligereza, transparencia y carácter efímero para adjetivar la voluntad hacia una arquitectura específica. Según el autor, también se puede detectar el recurso a valorar la necesaria sostenibilidad planetaria y la reutilización adaptativa de los materiales constructivos. Casi, cabría conceptualizar este esfuerzo como la búsqueda de una estética de la desaparición
Plantas esquemáticas de obras significativas del período. Arriba a la izquierda, Onishi Hall, Gunma de Kazuyo Sejima, 2005. Arriba a la derecha, Museo del Arte Contemporáneo del siglo XXI en Kanazawa de SANAA, 2004. Abajo a la izquierda, Museo Tomihiro, Gunma de aat+ de 2005. Abajo a la derecha, Forum para el Arte Ambiental en Annaka de Sou Fujimoto, 2003.
Otra característica interesante de la experiencia arquitectónica japonesa, surgida de la recesión económica, es la voluntad de mantener la simplicidad de los esquemas iniciales de proyecto y con ello lograr directamente la expresión constructiva de los diagramas abstractos que inspiran las ideas espaciales. Esta tensión formalista hacia la reducción simbólica de las obras, se fundamenta en formas geométricas muy simples, aquellas que tienen un enunciado fundamentalmente bidimensional, definido por cajas, cilindros, mallas y curvas informales.
En estos años, un arquitecto de la generación anterior ha liderado las ideas más avanzadas y los procesos experimentales. Arata Isosaki ha estado presente en muchos de los debates e iniciativas culturales que sobre la arquitectura han tenido lugar en ese país. Desde su oficina se han coordinado experiencias tan interesantes como los barrios experimentales de Nexus World en Fukuoka y Motosu en la prefectura de Gifu. En ellos se han realizado obras muy interesantes de gente como Steven Holl, Rem Koolhaas y jóvenes locales como Kazuyo Sejima
Interior de la Mediateca de Sendai de Toyo Ito. Foto: cittadioro, Flickr
Posteriormente, todo este pensamiento colectivo ha cristalizado en una serie de obras esenciales y representativas de la época. Como las que suponen la famosa mediateca de Sendai de Toyo Ito de 2001 y el Museo de Arte Contemporáneo del Siglo XXI en Kanazawa de Kazuyo Sejima y Ryu Nishizawa de 2004, entre otros. En el primer caso, Ito logra aplicar su discurso sobre los flujos en unos espacios sin límites y altamente ambiguos.
Toyo Ito termina la mediateca en 2001, un proyecto ganado en el concurso correspondiente. Un edificio planteado como un híbrido entre biblioteca pública y espacio expositivo. En él, el arquitecto trata de expresar la dramática reducción de la capacidad de la arquitectura para representar las ansías culturales de aquella sociedad. Para Ito, las nuevas capacidades tecnológicas relacionadas con las telecomunicaciones y el acceso masivo a la información habrían vuelto redundante la corporeidad de la arquitectura. Así el diseño de este edificio trata de expresar la relación entre el espacio físico y el mundo digital. La característica estructura tubular de patios significaría el nexo de conexión entre el lugar y la dinámica de fluidos provenientes del resto del universo, información, agua, electricidad, etc.
En 1999, Sejima y Nishizawa ganan el concurso para realizar el museo de Kanazawa. En él plantean una forma extremadamente simple, un cilindro en el que casi desaparece la división entre espacios interiores y exteriores en la transparencia e invisibilidad de los paños acristalados. La forma que permite el máximo espacio interior con la mínima longitud de cerramiento se plantea como un recurso para lograr la total ausencia de voluntad expresiva. La estructura se estudia para lograr también su desaparición o su transformación en un simple recurso gráfico que forma parte del esquema primitivo. Todo ello se acompaña de una mínima elaboración de la idea inicial, una vez establecida la elección del esquema funcional en que va a encajar el programa solicitado.
Interior del Museo de Kanazawa de SANAA (Sejima y Nishizawa). Foto: vlaysuke, Flickr
Con este planteamiento extremadamente minimalista, se corre el riesgo, en mi opinión, de imponer una imposible estrategia constructiva, en la que el sometimiento de los materiales a la estética de las refelxiones soñadas transforme los edificios en una efeméride con un grado de caducidad muy corto. Quizás en Japón, la longevidad de los edificios no sea lo habitual pero este planteamiento encaja muy mal con la reclamación de una ética de lo sostenible.
No obstante, es muy interesante observar desde la distancia lo ocurrido en aquel país asiático para vislumbrar lo que puede suceder en otros lugares.—>
Estimado Federico
El mundo es un pañuelo, y en cuanto a la blogósfera es una estampilla.
Justo ayer publiqué un post sobre arquitectura y fenomenología, una conferencia llevada a cabo en la universidad de Seika, donde Thomas Daniell es profesor y de hecho uno de los principales organizadores de la conferencia.
Su libro fue muy comentado, aunque no tan profundamente como tu entrada (a la que con tu permiso haré un vínculo).
Bueno, en el Japón el minimalismo funciona muy bien por la misma razón que una estación construida hace 30 años parece nueva. El respeto colectivo, el mantenimiento y la limpieza son una cuestión cultural.
Un abrazo
En Japón se funciona desde lo efímero.
Lo eterno allí es el pueblo japonés, un pueblo con el vigor de una colmena.
Pero lo individual se rige por las estaciones. El ciclo natural de un producto es necesariamente corto : estaciones en que florecen árboles , vidas útiles cortas propiciadas por unos materiales necesariamente poco duraderos ( papel, bambú, madera…) .
Siempre esun lujo asomarse a este blog
lgb
Me has recordado una frase de Kasuyo Sejima que leí hace unos meses: “En un jardín, por pequeño que sea, siempre suceden cosas”.
Un beso