LA CRECIENTE IMPOSIBILIDAD DEL PLANEAMIENTO

La planificación urbanística contiene en su fundamento un germen letal que puede transformar la tarea de la ordenación del crecimiento de las ciudades en pasto de especuladores y corruptelas múltiples. La asignación de aprovechamiento a terrenos que previamente no tienen valor edificatorio, ha ido derivando paulatinamente en un espacio para la expansión de la picaresca.

Por supuesto, el planeamiento tuvo en sus orígenes una justificación más o menos lógica en la previsión del crecimiento urbano y que surge como un instrumento con un aura racionalizadora. Formalizar la ciudad futura ha sido una tarea que ha ocupado durante la última centena de años a innumerables disciplinas y profesionales: desde la arquitectura y la ingeniería a la geografía, la abogacía, etc. Para la urbanística española y por extensión mundial, el precedente de los proyectos de ensanche de las ciudades de Madrid y Barcelona es un hito histórico de referencia al respecto.

Plan Castro para el ensanche de Madrid. 1857

La planificación del nacimiento y desarrollo de las ciudades ha sido una herramienta más dentro de la panoplia instrumental surgida del ideario racionalista que se ha basado en una confianza en la fuerza de la colectividad para ordenar el espacio habitado en beneficio colectivo. Sin embargo, la creciente apetencia de los operadores inmobiliarios por obtener el máximo beneficio en la explotación de un bien monopolístico, el suelo, ha llevado siempre a la continua tergiversación y retorcimiento de los elementos proyectados. En los últimos tiempos en España, las continúas triquiñuelas y trampas multimillonarias que están detrás del manejo del suelo han aflorado abruptamente a la luz de los medios de comunicación. Ello espoleado por promotores y propietarios de variado pelaje con la connivencia entusiasta de muchos políticos municipales elegidos supuestamente para manejar el interés común de los ciudadanos.
Por otra parte, el control de estas cuestiones se ha confiado a una burocracia especializada cuyo supuesto cometido fundamental es la tutela del interés general y la búsqueda del beneficio colectivo. Desgraciadamente en algunos casos, la corrupción alcanza también a funcionarios dispuestos a hacer las interpretaciones convenientes a cambio de las correspondientes dádivas con lo que la bienintencionada instrumentación urbanística queda deslegitimado.
En el último medio siglo, la vertiginosa evolución de las ciudades españolas ha estado ligada, en primer lugar, a un desarrollo económico fulgurante que ha necesitado crecientemente suelo para la implantación de todo tipo de actividades. El sector turístico ha tenido un papel relevante en la extensión urbanizadora de las islas y la franja litoral de este país, originando posteriormente una creciente apetencia de los ciudadanos del norte de Europa por establecer su residencia vacacional o de retiro en este extenso espacio de borde.
El proceso urbanístico consiguiente se ha intentado encauzar mediante la implantación paulatina de una legislación cada vez más rigurosa y compleja que ha establecido una densa armazón jurídica que también intenta atajar ansías y ambiciones de enriquecimiento fácil. En Canarias, están vigentes una docena de preceptos legislativos sobre la ordenación del territorio que no han logrado extirpar un mal manejo del suelo. Sin embargo, las leyes territoriales y los reglamentos que se han ido creando, definen una maraña irrespirable. Lo que algunos adjetivan como diarrea legislativa impide en la práctica llevar a cabo las tareas básicas de la ordenación urbanística, la consecución de un espacio urbano armonioso y equilibrado que funcione eficientemente.
Por el contrario, la planificación urbanística y la ordenación del territorio se han convertido en campos abonados para transacciones oscuras entre políticos y promotores que han ido despojando de capacidad de decisión a los verdaderos usufructuarios del espacio urbano, los ciudadanos de a pie. La especialidad de la urbanística en España se ha convertido en un espacio viciado en el que es muy difícil lograr mejoras reales en el uso y disfrute del territorio y donde la participación pública en los procesos de decisión está francamente coartada.
Hoy en día algunos abogan por abandonar definitivamente la realización de planes generales de ordenación urbana por considerarlos una tarea de casi imposible cumplimiento. Es algo a lo que hacía referencia recientemente el profesor José Fariña en una reflexión esclarecedora sobre la cuestión.

Seed bombing para el cultivo de trigo en terrenos no ajardinados. Periferia de una ciudad indeterminada. Foto: Torrion28, Flickr


Ante esta situación de deslegitimación de la ordenación territorial como actividad burocratizada algunos han optado por respuestas cínicas, y hasta simpáticas, en la denuncia de las prácticas irracionales y corruptas que se presentan en el manejo de nuestros terrritorios. Es el caso de las propuestas del arquitecto sevillano Santiago Cirugeda que desarrolla sus actividades en España y, también de las acciones del grupo londinense Guerrilla Gardening.
Meses atrás he entablado contacto con Santiago Cirugeda en el IV Foro de Urbanismo que se celebró en Murcia. Un encuentro extraordinario en el que se vio reflejado el fuerte proceso de mutación que está sufriendo especialmente la actividad de arquitectos y urbanistas. En su intervención en el Foro explicó algunas peculiares acciones orientadas a exacerbar las contradicciones del sistema legal urbanístico.
Cirugeda es una auténtica estrella que convierte sus trabajos en una especie de recurrente actuación teatral o circense y que va recopilando en su página de Internet
Recetas Urbanas que recomendaría visitar. Cuenta ya con muchos ejemplos de acciones interesantes que evidencian lagunas de la actual legislación urbanística así como los absurdos de algunas normativas aplicadas en los municipios españoles. La búsqueda de resquicios legales permite a este arquitecto apropiarse de espacios públicos mal utilizados o simplemente abandonados.
Una acción singular es la que desarrolló el año pasado en la isla canaria de Fuerteventura dentro del marco de una Bienal de Arquitectura y Paisaje. En el paradisíaco paraje de Cotillo al norte de la isla y sobre una urbanización turística clandestina que se apoyaba en un plan urbanístico ilegal, llevó acabo el desmontaje de una de las calles ejecutadas con el objetivo de hacer aflorar las contradicciones implícitas a un sistema legal disparatado. El trabajo lo tituló Plan de Recuperación del Territorio Majorero y Protección Especial de la Población Autóctona y se presentaba como un instrumento de ordenación supuestamente aprobado por el organismo que controla estas cuestiones en el archipiélago, la Comisión de Ordenación del Territorio y Medio de Canarias.

El arquitecto Santiago Cirugeda ante su “obra”

La instalación en el lugar de grandes carteles en tres idiomas con sus correspondientes anagramas falsos de instituciones locales, indicando la posible implantación de una limitación a la población europea no autóctona de la isla desató protestas de posibles compradores ante las respectivas embajadas a pesar de que la urbanización era claramente clandestina. El texto central de la pancarta decía textualmente:

El uso extensivo del territorio por parte de una oferta turística desarrollada para la masiva inmigración europea (alemana principalmente), que ha llevado a la aparición y aumento del parque inmobiliario en la Isla, y la disolución y desfigure de la cultura majorera, evidencia la necesaria y urgente implantación del Plan Especial de Protección de la Identidad Majorera (PPIM), aprobado el 3 de Marzo del 2007, y que tiene como base fundamental para su desarrollo la siguiente normativa y en especial, la aplicación urgente de su artículo 7 (PPIM)

Y haciendo referencia a esa norma supuesta señalaba lo siguiente:

Art.7 PPIM Limitación de la población europea, no autóctona, en territorio majorero, según baremos marcados por directrices y acuerdos europeos vigentes. En ningún caso una comunidad de cualquier nacionalidad europea superará el 30% de la población residente en Fuerteventura. Comienzo Fecha de aplicación. Julio 2007.

Los atónitos visitantes locales ante la instalación artística

Pero lo más anecdótico ocurrió cuando destruyó parcialmente una de las calles de la urbanización clandestina con la connivencia de un operador local de movimiento de tierras al que ofreció una posible participación económica en las tareas de desmonte de las calles realizadas. En visita posterior de las autoridades locales y ante su asombro frente a lo ejecutado, la instalación artística desarrollada por el arquitecto, amenazaron con acciones judiciales por destruir una ilegalidad manifiesta.
Otro caso de acciones de hartazgo frente al secuestro de la participación ciudadana y en esta línea de clandestinidad es el que se refiere a la llamada Guerrilla Gardening. Me he encontrado con esta iniciativa de la Jardinería de Guerrilla hojeando el reciente suplemento del New York Times, titulado The Next City, dedicado a las arquitecturas emergentes. En principio, tal como tratan a este movimiento en ese periódico, parecería una de esas ideas bienintencionadas que se les ha ocurrido a unos ingleses disparatados. Sin embargo, en cuanto se profundiza un poco se observa que tiene muchísimos adeptos en distintas partes del mundo: Calgary, Turín o Los Ángeles, por ejemplo. Existen numerosísimas referencias sobre este tipo de acciones en la página de imágenes Flickr.
Según
Wikipedia, Guerrilla Gardening es jardinería política, una acción directa no violenta que se ha venido practicando inicialmente por personas relacionadas con el movimiento ambientalista. Se relaciona con la forma de tenencia del suelo, la necesidad de su reforma y la permacultura.

Ajardinamiento de parterres abandonados en Westminster Bridge. Londres, 2008

Incluso se han escrito varios libros sobre el tema. Richard Reynolds, un activista británico ha escrito On Guerrilla Gardening y define el heterogéneo movimiento como una práctica de la jardinería y el cultivo de plantas en terrenos ajenos sin permiso de sus responsables o dueños. Dice Reynolds en la entrevista del New York Times que esto es una historia política de gente que cultiva cosas donde no debe, desde los invasores hondureños hasta los artistas y estudiantes que bautizaron el término en Nueva York a comienzos de los años 70. Durante la crisis financiera, las autodenominadas Green Guerrillas empezaron a plantar en las parcelas abandonadas del Lower East Side, o recortaban setos con formas extrañas. Después de algunos enfrentamientos, la ciudad dio carta de naturaleza a muchas de estas plantaciones, creando el primer programa de jardinería comunitaria, reservando una parte de los terrenos abandonados como espacio libre antes de que se produjeran los clásicos procesos de gentrificación.

Chris Carlsson en su blog Nowtopia desde San Francisco habla también de estas cuestiones con un cierto optimismo muy americano:

Muchos jardineros consideran su trabajo como un hobby, pero las transformaciones urbanas desarrolladas por la generación previa de jardineros comunitarios no se pueden explicar como una tarea de simples aficionados. Al contrario estos jardineros están trabajando en la reforma de su entorno y sus propias vidas en sintonía con su visión del mundo, sus habilidades y una multidimensionalidad de acciones. Sus motivaciones son variadas pero una remuneración no está entre las prioritarias. Construir comunidad es un gran objetivo, que implica un variado rango de cuestiones, la necesidad de amistad, camaradería, ayuda mutua e intervención ecológica sobre el entorno próximo.

Un grupo de Jardineros Guerrilleros en Calgary, Canadá en plena acción. Foto: Grant Neufeld, Flickr

Pero lo importante de este asunto es que, en variados lugares del mundo desarrollado y con la participación de muchas personas, las propias comunidades se autorganizan frente a imposiciones cada vez más autoritarias al servicio de intereses que no tienen en cuenta las necesidades reales de la población.
No habría que desdeñar estas manifestaciones románticas. Expandamos acciones de bombardeo de semillas como las que realizan los guerrilleros jardineros a ver si algunos se dan cuenta que la democracia debe ampliarse a una mayor participación de todos los ciudadanos y que no es el secuestro de los bienes públicos para el beneficio de unos pocos.

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