A este respecto hay que señalar que Singapur, con una extensión superficial de 700 km2 similar a la de la isla de la Gomera, alberga actualmente una población superior a los cuatro millones y medio. Las estimaciones de una planificación ordenada que se ha valorado en el último Plan Conceptual de 2001 sobre el futuro espacial diseñado para la ciudad estado, elevan esta capacidad habitacional hasta los seis millones de personas lo que equivaldría a una densidad bruta superior a 85 habitantes por hectárea.
El entrono geográfico de Canarias al anochecer. Imagen de satélite
Acudamos a una metáfora literaria para entender como percibimos indirectamente estas cuestiones
Varios millones se alineaban, sin tocarse las manos, cada uno rígido al lado de los otros, a lo largo de un muro coronado de pólvora. Varios millones parían con una mueca cerrada, la luz de cada día, la oscuridad de cada noche, sin solución en un parto repetido con el ejercicio doloroso de la premura: el día jamás se encadenaba a los días, ni la noche a las noches. Cada uno nacía de esa flora humana para cumplir un horario estricto y desaparecer, sin memoria, sin posibilidad de resurrección.
Estas palabras nihilistas, nacidas de la pluma del escritor mexicano Carlos Fuentes, corresponden a la novela que le elevó a la fama a comienzos de los años 60, titulada como he encabezado este artículo. Probablemente, el autor quería expresar con esa alusión, las fluctuaciones sociales que se producían entre clases en un tiempo y paisaje radicalmente diferentes, la ciudad de México a mediados del siglo XX.
La transparencia es una metáfora que bien podría aplicarse también al archipiélago canario, puesto que es una región con una gran accesibilidad, tanto interior como exterior. Por Canarias circula muchísima gente y ello, de una manera cada vez más acelerada.
Vienen estas líneas a cuento de un artículo que escribí en 1992, La isla es una ciudad, que he vuelto a rescatar hace unos meses, en el que asimilaba la isla de Tenerife a una gran ciudad. Alguien me comentó a raíz del mismo, la fuerza de los cambios que hemos experimentado en solo década y media desde su publicación. En ese lapso temporal, muchas de aquellas reflexiones se han quedado bastante anticuadas, superadas por la dinámica de una realidad territorial extremadamente volátil.
Este proceso de transformación en la relación de los canarios con el territorio lo he podido experimentar personalmente. Hubo un tiempo en el que todas las semanas me desplazaba por la mañana temprano en avión a Gran Canaria para impartir clases de urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Las Palmas. Al mediodía estaba de vuelta en mi casa para almorzar en una suerte de conmuting interinsular. Ello ejemplifica la fuerte compresión que el espacio sufre en la sociedad contemporánea. Paul Virilio lo ha señalado certeramente en su libro Cibermundo, la política de lo peor, al describir algunos de los males de nuestra época. Entre otros, la continua aceleración vital y el estrechamiento de nuestro espacio cotidiano.
Hoy en día, muchos isleños hacen sus gestiones entre islas con una gran naturalidad, pudiendo desplazarse fácilmente entre capitales y lugares remotos de las islas utilizando para ello la gran cantidad de medios de transporte disponibles. Se puede viajar por vía marítima desde Gran Canaria a Tenerife y luego desplazarse en coche solamente por el goce de almorzar en los restaurantes especializados en carne, situados en el enclave rural de Agua García. Otros, por el placer del desplazamiento, se acercan a la Gomera para comprar productos frescos y regresar para la cena como me cuentan algunos amigos. Ayer mismo he hecho algo parecido por motivos de trabajo.
La visita al parque del Jardín Canario o la asistencia a un congreso en el Auditorio Alfredo Kraus en Gran Canaria o incluso, recíprocamente, visitar una exposición o una fiesta popular en Tenerife, son nuevas posibilidades en la relación con el territorio isleño que han empezado a producirse con normalidad entre los habitantes de este archipiélago.
Las islas Canarias llevan años funcionando como una gran unidad metropolitana con un fuerte grado de integración que va camino de lograr una alta especialización en los espacios y ciudades que la componen. El puerto de la Luz en Gran Canaria se ha convertido en la gran puerta de entrada y salida de mercancías con origen y destino en el archipiélago, canalizando y redistribuyendo los flujos físicos de multitud de productos y mercancías.
Un papel diferente ocurre con el sistema aeroportuario del archipiélago, compuesto por ocho aeropuertos operativos. Según recientes estadísticas mueven más de 25 millones de pasajeros anualmente, lo que lo sitúan como una de las plataformas aéreas más importantes del país, en un tercer o cuarto puesto de la jerarquía solo por detrás de Madrid y Barcelona. Estas es una potencialidad de Canarias no suficientemente explorada desde una perspectiva económica.
Esta idea de una hipermovilidad ha calado en el gobierno autonómico que ha llegado a planificar un sistema de unificación regional basado en la conjunción de carreteras y transporte marítimo y aéreo. La definición del llamado Eje Transinsular del Transporte y posteriormente, la Red Transcanaria del Transporte, presentados en la pasada legislatura, es una apuesta en este sentido. Es significativo, aunque probablemente poco efectivo, el importante esfuerzo que se ha hecho para subvencionar compañías aéreas y marítimas al objeto de incrementar los desplazamientos de personas hacia islas distintas al lugar de residencia y aumentando con ello indirectamente la cohesión social del archipiélago
Incluso existen posibilidades ciertas para ir más allá, algo que sonará habitual a nuestros representantes en el Parlamento nacional, que se trasladan ahbitualmente a Madrid o Barcelona. Canarias es una región que péndula excesivamente de Madrid en lo que se refiere a la movilidad de las personas. En mi opinión, nuestra dependencia del aeropuerto de Barajas es extrema para las conexiones personales con el resto del mundo lo que representa una notable desventaja.
Las conexiones aéres de Canarias en 2003
Recientemente se han producido la apertura de conexiones impensables hace quince años. Las líneas aéreas regulares desde Canarias a Marrakech y Madeira son ya una realidad efectiva. El enlace marítimo con Tarfaya ha empezado a funcionar, extendiendo nuestra red de carreteras por el sur de Marruecos. Incluso es factible llegar desde aquí más allá, a Dakar en Senegal, a Cabo Verde o incluso a La Habana y Caracas en Venezuela en viajes de no más de cinco horas.
Hace un par de años asistí, en el aeropuerto de Gran Canaria, volviendo de Marrakech, a una procesión de personas envueltas en vaporosas túnicas que bajaban de un avión de Air Mauritanie que me hicieron reflexionar sobre la cercanía de nuestro archipiélago a una humanidad extensísima y próxima de la que poco solemos conocer. Hoy vienen también pero con grandes dificultades en grandes barcazas de pescadores en busca de un destino mejor que aquel al que Occidente les ha condenado.
Este archipiélago se ha convertido con el paso de las décadas en un espacio transparente por el que transitan innumerables viajeros. Algunos vienen del norte en busca de sol y calor, otros tratan de llegar a Europa para conseguir aquello que se les niega, trabajo y un futuro mejor para los suyos. Debemos estar al tanto sobre lo que ocurre en este entorno que se ha convertido en próximo con los años. Marruecos, Mauritania, Malí, Burkina, Senegal están ahí desde hace siglos en un limbo del cual los canarios sabemos muy poco. Los afanes y desvelos de sus gentes deberían ser muy importantes para nosotros puesto que son nuestros vecinos inmediatos y, en algunos casos, necesitan ayuda urgentemente.
Las islas Canarias en 50 años han dejado de ser una arcadia autárquica basada en una agricultura de subsistencia para pasar a ser un territorio económicamente potente y más diversificado, fuertemente conectado y que depende del exterior en un nivel excesivo, casi peligroso para los tiempos que se avecinan.
La fuerte inmigración que ha experimentado el archipiélago ha introducido enormes dificultades para dotar con los servicios necesarios a la creciente población, lo que ha llevado aparejado el deterioro paulatino de algunas infraestructuras existentes que, en algunos casos, requerirían de mayores esfuerzos colectivos. Canarias, junto con sus visitantes, ha pasado a contener cotidianamente casi dos millones y medio de personas en sus 7.000 km2.
Nuestro referente inmediato son entornos insulares como Hongkong o Singapur. Tomando como lema referencial el título de un cuadro de Nicolas Poussin, Et in arcadia ego, nuestro futuro territorial será más parecido a Et in arcadia pluribus.
Sí, Federico, se puede ir desde Gando a Marrakech, pero a un precio tres veces mayor que el que sale conseguir un vuelo a Madrid y desde allí, en una low-cost, ir a la ciudad marroquí. Eso pude comprobar los pasados carnavales. Ciertamente, la dependencia de Madrid es excesiva; a ver si continua la implantación de las compañías de bajo coste en el archipiélago.
De otra parte, mis sensaciones sobre esa alta movilidad interinsular que describes son más modestas que las tuyas. Aunque sin duda nos movemos en base a esa tendencia.