Una nueva generación está abrazando aceleradamente una forma de vida diferente, cuya metáfora más aproximada es la que se identifica con el modo de vida de las tribus nómadas que habitaban los desiertos en el pasado. El beduino tecnológico contemporáneo, como bautizaba el semanario The Economist a esta nueva especie en un informe reciente (12/04/2008), aprovecha las tecnologías digitales y habita un inmenso espacio a la manera de desierto por el que se desplaza constantemente con un equipaje muy reducido. El nómada digital apenas necesita recursos físicos para su subsistencia económica e intelectual. Estos nuevos comportamientos inéditos de los individuos, que van a experimentar una aceleración sin precedentes en los próximos años, probablemente transformarán las relaciones habituales con el medio físico de una manera extraordinaria, cumpliendo así una de las profecías que ya avanzó Alvin Topfler en La tercera ola, la irrelevancia de un lugar concreto para trabajar o relacionarse socialmente, la superación de muchos desplazamientos obligatorios a los que estamos acostumbrados.
La extensión ubicua de la interconexión de los lugares y las personas a partir de las tecnologías de las telecomunicaciones móviles está originando una auténtica revolución en las áreas metropolitanas más desarrolladas del mundo. Los nómadas digitales se relacionan con el mundo provistos de herramientas cada vez más compactas, bautizadas con acrónimos renovados constantemente, un universo de palabras y definiciones en progresiva evolución: Ordenadores Portátiles, PDAs (Asistentes Digitales Personales), UMPC (Ordenadores Personales Ultra-Móviles), Blackberrys, IPhone, etc.
Estas nuevas tribus no necesitan un lugar concreto para acceder a la información y al trabajo, existen oasis que les ofrecen un enlace para su relación con la red de redes. Internet. Concurren protocolos y herramientas de acceso que se renuevan constantemente: las actuales opciones ADSL (conexiones fijas de alta capacidad de transmisión) WiFi (Telecomunicaciones abiertas y universalmente accesibles sin cables), HotSpots, etc. El nómada contemporáneo puede ser alguien cercano, no identificable fácilmente y que ni siquiera necesita ya trasladarse constantemente por razones de trabajo. Lo hace probablemente por motivos más afectivos, por conocer personalmente los atractivos de los lugares y las sociedades así como a determinados individuos con intereses similares. Se caracteriza no por lo que porta sino por lo que conoce y al igual que los habitantes del desierto, su equipaje es mínimo aunque sabe donde puede obtener los recursos que necesita.
Un espacio WiFi: Bryant Park, New York. Foto: wallyq, Flickr
Está transformación en curso hará posible que, dentro de muy poco, aquellos que trabajamos en la administración y los servicios no necesitemos acudir diariamente a un lugar concreto para realizar nuestras tareas. Un parque, un café, nuestras casas o nuevos lugares adaptados a las necesidades digitales, lo que alguien ha definido como Third Space (el Tercer Espacio), podrán ser ámbitos que sustituyan a oficinas y sedes empresariales tal y como las concebimos actualmente. La interacción cara a cara seguirá siendo una necesidad a largo plazo, pero la realización de aquellas tareas concretas que siempre se han ejecutado individualmente, podrán ocurrir en la mesa de al lado o al otro lado del océano. Según Manuel Castells, la característica básica y más importante de estas nuevas relaciones que se expanden es la permanente conectividad y la disponibilidad constante en red.
No obstante, las tecnologías asociadas a la telefonía móvil están todavía en un grado incipiente de desarrollo, incluso en aquellos lugares con mejor acceso a las conexiones inalámbricas. Todavía no se ha alcanzado el grado de sofisticación que anticipaba la película de Ridley Scott, Blade Runner, que ya en 1982 mostraba la relación oral con las maquinas como el mecanismo más apropiado de acceso a las fuentes de información.
En este panorama, el énfasis decimonónico en la acumulación de capital fijo, el continuo añadido de construcciones e infraestructuras potentes, está perdiendo importancia frente a la relevancia creciente de los elementos que componen el capital intangible. Habría que entender este tipo de capital como algo que va más allá del acceso sencillo y barato a la información, sino también como una mejor calidad de las instituciones humanas que nos amparan colectivamente y una mayor complejidad e interrelación de las redes que canalizan el talento. Es decir, una superior eficacia de los lugares y las fuentes en las que bebe la clase creativa a la que suele referirse Richard Florida.
Algunas instituciones académicas y empresas ya han comprendido inteligentemente la mutación en curso y se están aprovechando de ello para mejorar la productividad de sus trabajadores y usuarios. Es el caso del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y el buscador Google que han proyectado edificios y espacios mejor adaptados a las nuevas necesidades de sus frescos usuarios digitales.
En Boston, MIT ha diseñado un nuevo edificio dentro de su complejo educativo, el llamado Stata Center. Proyectado por el arquitecto californiano Frank Gehry para albergar diversos departamentos de la institución, como el Laboratorio de Inteligencia Artificial y Ciencias de la Computación, el Stata Center se ha planteado como un lugar que contiene gran cantidad de espacios informales y la presencia ubicua de acceso digital y telecomunicaciones de alta capacidad.
Stata Center, MIT. Vista Aérea del nuevo edificio
La característica arquitectura de Gehry, con sus reminiscencias al Cubismo, se adapta maravillosamente a una demanda de lugares variados y sorprendentes que permitan el encuentro despreocupado de estudiantes y profesores, así como espacios para el retiro temporal de sus usuarios sin recurrir a las habituales aulas y despachos departamentales que tanto han caracterizado a los edificios universitarios en el pasado reciente.
Espacio interior del Stata Center con sus pintorescos usuarios
La palabra clave es informalidad, que se suele emplear como referencia para el fomento de la creatividad y la atracción del talento. Un discurso que tiene un fundamento equivalente entre muchas empresas tecnológicas y que encaja muy bien con el cambio sociológico que está teniendo lugar con el acceso universal a la información.
Una actitud similar es la que inspira a los que proyectan los espacios de trabajo para la empresa Google. La estrategia de organización espacial de la sede central en Mountain View, California, ha aprovechado unos edificios comprados a Silicon Graphics y ha encajado sus actividades a partir de su transformación radical. El llamado Googleplex incluye atracciones de todo tipo que buscan favorecer y facilitar la vida de sus usuarios-empleados y, aparte de una redecoración anárquica que presume de divertida, incluye espacios de guardería, gimnasios, salas de relajación, restaurantes, etc.
El CooglePlex de Mountain View a vista de pájaro
Nuevas sedes de Google se están realizando en otros países siempre con la idea de lograr espacios placenteros y altamente conectados a la red de telecomunicaciones. En estos casos, se utilizan también referencias a las costumbres y modos de vida local como atractivo para identificar a esa multinacional con la idiosincrasia de las distintas regiones a las que se dirige su expansión.
Un espacio de trabajo de la nueva sede de Google en Zurich
Muchas empresas están teniendo muy en cuenta estos procesos en su crecimiento. El ejemplo de los cafés Starbucks o las librerías Barnes&Noble en Estados Unidos señalan el camino. Sus puntos de venta se plantean buscando una identificación con sus clientes, su comodidad y, nuevamente, dotando de facilidades para la conexión inalámbrica.
En otro plano más amplío, el espacio para la socialización en las ciudades está sufriendo en consecuencia una mutación sutil que no acabamos de percibir todavía en su integridad. El despliegue urbano de redes de telecomunicaciones de alta capacidad para la transmisión de todo tipo de datos, texto, imágenes, video, etc. está ocurriendo con una rapidez extraordinaria y afecta tanto a los países avanzados como a muchos en desarrollo. Los oasis para los beduinos digitales que están apareciendo en aeropuertos, universidades, cafés e incluso parques y otros espacios públicos urbanos se fundamentan en la extensión de una multitud de antenas de alta capacidad de transmisión y conexión de aparatos digitales.
En las ciudades, un fenómeno social interesante, que se desarrolla en este momento, es el que se refiere a la construcción de mallas colaborativas de puntos de acceso gratuito a Internet. Con ello, el acceso a la información puede tener un coste muy bajo o gratuito y, como resultado, se está desarrollando una importante brecha entre los ilustrados que tienen capacidad para conocer las posibilidades que otorgará el creciente saber disponible y aquellos que habría que adjetivar como analfabetos tecnológicos que representaran un papel subalterno en la conformación de este nuevo mundo en formación.
Sin embargo está abundancia de nuevo conocimiento colectivo plantea otros problemas como el que se refiere al discernimiento y elección sobre lo que interesa a cada cual. El ruido informativo en red está requiriendo de profesiones y técnicas que guíen la navegación por este nuevo océano de posibilidades.
En estas circunstancias, el devenir futuro de las ciudades tendría menos que ver con la construcción de nuevos artefactos físicos y más con la disposición de espacios públicos apropiados para la interrelación telemática pero también social. Este proceso podrá permitir una mayor interacción colectiva de los individuos y sin embargo, el proceso de deterioro de lo físico pasará a un segundo plano de las agendas políticas. Es posible que nuestras ciudades y espacios metropolitanos se conviertan en lugares más inhabitables e inhóspitos, un espacio para transitar a gran velocidad sin apenas contacto con nuestros vecinos o en el que, incluso, interactuaremos físicamente menos con nuestras familias y amigos.
Estos días, he recogido una metáfora brillante para explicar estos procesos en curso. Me ha surgido al escuchar las reflexiones sobre la ciudad contemporánea del filósofo Francisco Jarauta. Según lo sugerido, estaríamos asistiendo a la revancha de Abel, el pastor, que una vez asesinado vilmente por su hermano Caín fue apartado de la imaginería del mundo occidental para que pudiera construirse una sociedad agraria sedentarizada durante milenios. La vuelta al nomadeo digital representaría el retornado triunfo de la libertad y pureza primigenia de una humanidad liberada de los lugares.
Muy interesante de nuevo, Federico, ¡enhorabuena! Me interesa especialmente pues nuestros alumnos de proyectos en la Etsav este cuatrimestre están desarrollando un CRAI, que viene a ser una biblioteca de nueva era con estos espacios ambiguos de los que hablas. Abrazos, y hasta otro momento. Am
Muy bueno, pero dudo que los cafés y parques se convuertan en espacios de trabajo.. Ya iremos unos cuantos a cantar Asturias patria queridaaa!! en la mesa de al lado…
Desde que, hace algunos años, descubrí la “arquitectura defensiva” de Frank Gehry (a la que se dedicó unos cuantos años y de la que nadie ahora parece querer hablar) me siento incapaz de pensar en su arquitectura de otra manera. Las ventanas salientes, aquellas otras como troneras desde las que se disparan miradas al posible delincuente, las formas bunkerizadas, los grandes paños ciegos… Vamos, parece un manual de arquitectura segura. Y el caso es que luego por dentro las cosas son bastante distintas. Si os digo la verdad no acabo de entenderlo.
Acerca de la parábola sobre la venganza de Abel, a pesar de que mucha gente la esgrime como la esencia de la modernidad (además de Jarauta, en cierta medida Castels y, sobre todo, Careri que pienso fue uno de los primeros en plantearla hace ya unos cuantos años) no estoy demasiado seguro que no sea simplemente un estado transitorio. Si se refiere a los desplazamientos físicos no hay ninguna duda. Un sistema de desplazamientos físicos horizontales generalizado para una parte importante de la población mundial y basado en la velocidad es insoportable e insostenible. Pero es que, incluso, el “nomadismo en red” sin desplazamientos físicos (ni horizontales ni verticales) choca con lo que se ha dado en llamar “nichos del conocimiento”. Esto lo saben muy bien el propio MIT, Google o Microsoft que apuestan por la concentración física pensante en lugar de tener sus efectivos desparramados por todo el mundo por muy unidos en red que estén.
En cualquier caso estamos en un momento extraordinario en el que, aquí y allá, surgen ideas a borbotones y nadie sabe muy bien en qué acabará todo. Y eso es lo maravilloso. Me ha gustado mucho el artículo porque me ha hecho pensar (que es una de mis aficiones favoritas aunque a veces, de tanto pensar según sobre que cosas, me duermo). Pero no ha sido el caso esta vez. Un abrazo.