El Coliseo a vista de pájaro. Vedutta de’ll anfiteatro Flavio detto il Colosseo. De Vedute di Roma, 1776
En un mundo presidido por las imágenes, no deja de ser relevante recuperar a aquellos que vieron las cosas y los lugares por primera vez. Uno de esos personajes sorprendentes es el arquitecto y grabador veneciano Giovanni Battista Piranesi, que haría una interpretación iconográfica particular del mundo que le rodeaba. Gracias a él y a partir del siglo XVIII, los ilustrados europeos descubrirían realmente la grandeza trágica de la ciudad de Roma.
La herencia de Piranesi presenta múltiples facetas relacionadas con su amor a la arquitectura. En su vida acumularía conocimiento y trataría de actuar como notario de una situación de decadencia, en un momento en que -probablemente- el concepto de la arqueología ni siquiera existía todavía. Finalmente, sería solamente un extraordinario artista encuadrado en el tiempo del Barroco, que trascendería esa visión para instalarse en el futuro de un lenguaje nuevo, ya Neoclásico.
En un tiempo poco propenso a experimentos, transcurriría su existencia sin poder ver sus ideas reflejadas en espacios reales. Ello, a excepción de algunas escaramuzas arquitectónicas que no le depararían un gran reconocimiento posterior. Singularmente, su especial aportación artística se reflejaría mayoritariamente en las miles de planchas para grabados al aguafuerte que realizaría a lo largo de su vida.
Retrato de Piranesi, realizado por Giusepe Cades y grabado por Francesco Piranesi
La voluntad por ensanchar el conocimiento personal es uno de los elixires más potentes para el estudioso de la historia. En Piranesi, ese sería el motivo que le llevaría a realizar maravillosas obras dibujadas. Ese interés por el pasado y el efecto destructor de su continua obsolescencia se reflejaría en este texto suyo de 1761, recogido de su Della magnificenza ed architettura dei romani,
Cuando me percaté de que en Roma, la mayor parte de los monumentos antiguos yacían abandonados en campos y jardines, o bien servían de cantera para construir nuevos edificios, resolví preservar su recuerdo en mis grabados. Por lo tanto, traté de poner en ellos la mayor exactitud posible.
Marguerite Yourcenar, también ella misma una entusiasta exploradora de la historia se interesaría por este arquitecto frustrado del que escribiría un esclarecedor relato descriptivo El negro cerebro de Piranesi, publicado en un libro de pequeños ensayos de 1967, titulado A beneficio de inventario. Allí reflejaría la extrema pasión de aquel veneciano, residente en Roma, por los restos de una antigüedad que le rodeaba cotidianamente en su ciudad de adopción. En ese artículo, esta genial escritora describiría incisivamente y con interés su trayectoria vital y las motivaciones profundas de este arquitecto.
Su apelativo parece que alude al origen familiar, proveniente de la ciudad eslovena de Pirano en Istria. Nacido realmente en los alrededores de Venecia a comienzos del siglo XVIII, partiría muy joven hacia la Ciudad Eterna. Iría formando parte del séquito del embajador veneciano Foscarini como dibujante, para quedarse allí el resto de su vida. En su formación inicial tendría un papel determinante su tío Mateo Lucchesi, arquitecto principal de la veneciana Magistratura del Agua. Con él aprendería los rudimentos del dibujo y la perspectiva e iría adquiriendo un interés creciente por las construcciones y los edificios del pasado clásico. Dos factores que influirían poderosamente en su trayectoria posterior.
Ya en Roma depuraría su forma de representación y estilo de grabado sobre láminas de cobre en el taller del siciliano Giuseppe Vasi. Al igual que otros contemporáneos, la gran habilidad y oficio en el dibujo de Piranesi le permitiría mantener una vida desahogada con la venta de ese tipo de estampas en papel que se adquieren como recuerdo de viajes. Así como los turistas usan hoy las vistas fotográficas a la manera de souvenirs de su estancia en los lugares, en el siglo XVIII, los visitantes de Roma retornarían a sus lugares de origen con láminas grabadas de los paisajes urbanos más significativos. Sería en la famosa vía del Corso romana donde instalaría su tienda, en la que vendería sus conocidas vistas a los ilustres visitantes de la ciudad.
Muchos artistas y arquitectos británicos como George Dance o Robert Adam serían sus clientes y, con ello, acabarían así transmitiendo el gusto por el arte clásico a la cultura de la Inglaterra de principios del siglo XIX. Piranesi se dedicaría también a la venta de antigüedades y de ahí que algunos de sus grabados se consagraran a reflejar vasijas, columnas y otros ornamentos pétreos que estarían regados por toda la ciudad. Probablemente, lo consideraría como una forma de presentación para su posible venta entre los numerosos visitantes que acudirían a su comercio. Entre esas piezas traficadas se encuentran los mármoles que forman parte de la colección de antigüedades del Palacio Real de Estocolmo; unos materiales que nuestro artista suministraría al rey Gustavo III, como señala Marguerite Yourcenar en su narración. Acabaría finalmente siendo encumbrado como miembro de la Accademia di San Luca e investido noble por el papa Clemente XIII en sus años postreros.
Ruinas de la villa Adriana. Rovine d’una Galleria di Statue nella Villa Adriana a Tivoli. De Vedute di Roma, 1770
El carácter heterodoxo e intrigante de la forma artística para la representación de espacios en Piranesi ha interesado a numerosos investigadores y artistas posteriores. Es el caso de el historiador francés Henry Focillon que le dedicaría un completo estudio monográfico G.B. Piranesi, Essai, de catalogue raisonné de son ouvre, publicado en 1918. Con toda probabilidad sería un texto que usaría Yourcenar como referente para le montaje de su relato.
Piranesi recorrería un pintoresco paisaje de ruinas durante años, indagando con la mirada de la arquitectura en los orígenes de tantas y tantas maravillas que se le presentarían en su temprana juventud. Su pasión le llevaría a representar los monumentos de la ciudad eterna en varias series completas de grabados que se inician en 1743 con Prima parte de architettura e prospettiva. Allí haría ya toda una serie de propuestas espaciales innovadoras, basadas en los elementos compositivos del clasicismo, que no encontraron eco en una clientela inexistente. Ese trabajo concreto, que publicó a la edad de 23 años, comenzaría su larga producción utilizando la técnica del aguafuerte.
La prisión de la hoguera. De Carceri Invenzione, 1761
Le siguieron otros vastos proyectos dedicados principalmente a la representación y catalogación de las innumerables riquezas arqueológicas, subsistentes todavía en el siglo XVIII en la ciudad y sus alrededores. Entre ellos, hay que destacar las Antichitá Romane, las Vedute di Roma y sobre todo, las famosísimas Carceri e Invenzione. Todas ellas se constituirían en un monumento a la representación del carácter de una urbe ambigua y sugerente en la que como describiría el académico Lafuente Ferrari,
era entonces una ciudad en la que carrozas rococó de una aristocracia refinada, que vivía la vida elegante e internacional de la corte papal, circulaban por un paisaje tapizado de grandiosos palacios renacentistas, de fuentes barrocas, de soberbios domos de iglesias y de ruinas clásicas, colosales en su monumentalidad, pero que abandonadas, erguían su muñones entre la vegetación parásita y la cochambre de los suburbios populares.
Y también se inscribiría ahí, en esas vistas, una nutrida fauna de personajes menesterosos, lisiados y mendigos, que el grabador tomaría como contrapunto a la grandeza de los restos del pasado, muchas veces imaginados en unas perspectivas imposibles. Es lo que ocurre por ejemplo, con su grabado sobre la Plaza de San Pedro, vista desde las alturas en una época en la que todavía no existían globos, ni mucho menos aviones.
Puente de Fabrizio. Spaccato del Ponte dei quattro capi. De Le antichitá Romane, 1756
Algunos percibirían en los dibujos de Piranesi una anticipación de la emoción melancólica típica del Romanticismo. Lo cierto es que era un magnífico dibujante, cuya precisión y capacidad de entendimiento técnico, le sirvieron para elaborar descripciones dibujadas muy incisivas; que luego usarían otros como fuente de conocimiento de la antigüedad romana y, especialmente, en la definición arquetípica de los elementos fundamentales de la arquitectura clásica. Es algo que reflejan las formidables láminas dedicadas a los elementos compositivos y constructivos que acompañan a la exposición escrita en la Magnificencia de la Arquitectura de los Romanos o también las incluidas en la Antigüedad Romana.
En este artista, la representación precisa de los volúmenes edificados y de los restos construidos en la antigüedad se plantea con una visión muy particular. Una característica que no se explicaría sin recurrir a su formación como arquitecto.
En las Vedute di Roma, Piranesi despliega su visión peculiar para explicar la arquitectura clásica. El uso magistral de las grandes masas de sombra en contraposición a los espacios iluminados descritos con trazos sensibles, rascados sobre las planchas, nos permitirían una apreciación sin igual de los lugares descritos, templos, acueductos, basílicas, etc.
Las Carceri representan la culminación del genio de este singular arquitecto. En esa serie de dibujos de gigantescos espacios imaginados, Piranesi liberaría su más profunda imaginación volumétrica para generar unos recintos monumentales. Unos recintos interiores recreados con una libertad extrema que representan un mundo artificial infinito, creado por el hombre, y del que sus encarcelados no podrán librarse nunca. Admirativamente, Marguerite Yourcenar escribiría al respecto que las elevadas Prisiones ofrecen una especie de imagen invertida de la grandeza romana y barroca reflejada en la cámara oscura de un cerebro visionario.
Ahmedabad International Institute of Management. Louis Kahn, 1974
Este Venetus Architectus, como el propio Gian Batista firmaba sus trabajos, ha inspirado en siglos posteriores a numerosos arquitectos y artistas. En nuestros días, ha sido recurso para trabajos tan destacados como el Museo de Arte Romano de Mérida, una obra de otro admirador de la antigüedad romana, el arquitecto navarro Rafael Moneo. Otro ejemplo de esta influencia son las imágenes de plazas del pintor mallorquín Miquel Barceló. Nos rememoran de alguna manera, el grabado del Coliseo realizado por Piranesi 1761, formando parte de su colección de Vedute di Roma. Es lo que ocurre con la obra Faena de Muleta de 1990, en la que Barceló nos presenta el espacio de la plaza en escorzo superior simétrico al igual que la forma de expuesta por el arquitecto italiano. Es interesante considerar el esfuerzo creativo que tuvo Piranesi para imaginar esa forma de visión aérea que tampoco pudo experimentar directamente.
La influencia de Piranesi en la obra contemporánea de Louis Kahnvendría de su coincidencia en el aprecio por la arquitectura romana del que el segundo era un gran admirador. Como su antecesor, Kahn accedería con enorme interés a las ruinas de la Villa Adriano en Tivoli. Una visita que reflejaría en una serie de magníficos dibujos y acuarelas de sus espacios más significados. En su última etapa profesional, incorporaría algunos temas extraídos de la interpretación piranesiana de las ruinas imperiales. Los inmensos oculos de ladrillo y arquitrabes de hormigón realizados para el International Institute of Management de la ciudad india de Ahmedabad o la composición de las plantas en la Asamblea Nacional de Dacca en Bangla Desh serían una demostración palpable de esta influencia.
Hoy en día, las obras de Piranesi se hayan desperdigadas por todo el mundo en numerosas colecciones y bibliotecas. Muchos han querido apropiarse y evocar el aura y el misterio de unos dibujos que desprenden autenticidad. Su autor intentaría trascender la reproducción de un pasado amado, para primero conocerlo e interpretarlo y posteriormente, imaginar una nueva arquitectura que, dolorosamente, nunca podría llegar a ver en la realidad.
Faena de Muleta. Miquel Barceló, 1990