Uno de los últimos países que se ha incorporado a la Organización de Naciones Unidas es la pequeña isla de Nauru en la región de la Micronesia al norte deAustralia. De acuerdo a los datos de Wikipedia, la República de Nauru es una nación insular sobre un atolón cuya superficie es de solo 21 km2, que contaba con 9.275 habitantes en 2007, que fue primero colonia alemana y luego dependió de Australia hasta que alcanzó la independencia en 1968.
Tikopia, que ya he comentado en otra ocasión, forma parte del archipiélago de las islas Salomón y cubre un área de 5 km2 alrededor de un pequeño lago interior, el Te Roto albergando a 1.200 habitantes de una manera constante a lo largo de la historia. Según el arqueólogo Patrick Kirch, su primer poblamiento se produjo a partir de las sucesivas oleadas de polinesios que se expandieron por el Pacífico desde China y Taiwán hace más de 5.000 años.
La economía de Nauru se ha basado históricamente en la exportación de un producto que es el resultado de la acumulación milenaria del detritus de las gaviotas, el fosfato que se usa como fertilizante agrícola. A esta producción de mineral se añadió en 2001 una segunda actividad productiva heterodoxa, el funcionamiento como centro subsidiario de detención de inmigrantes ilegales y de personas en busca de asilo con destino a Australia. Los habitantes de Nauru han vivido en consecuencia a lo largo de esta década, en una especie de paraíso subvencionado en la que los isleños permanecen desempleados esperando su cheque mensual mientras algunos trabajadores extranjeros extraen los depósitos de fosfatos.
Aeropuerto de la Republica de Nauru. Foto: Cedric, Flickr
Por el contrario, la economía de Tikopia se ha basado históricamente en una explotación agrícola intensiva y altamente racionalizada del escaso territorio disponible de tal manera que se garantizase una autosuficiencia completa. La producción se ha organizado según principios de cultivo muy adaptados territorialmente a las características del bosque tropical preexistente y con la consciencia de una capacidad de población muy determinada y limitada. La organización política de la isla muy enraizada en una cultura participativa ha tenido que adoptar en algunos momentos decisiones extremadamente difíciles para garantizar la supervivencia colectiva. Según datos históricos, en 1600 resolvieron colectivamente eliminar todos los cerdos de la isla y sustituirlos por la pesca de altura, ya que esa especie consumía demasiado vegetal que podía ser necesario para la alimentación de la población. También se ha señalado que en algunos momentos no ha estado mal visto socialmente el infanticidio con el objetivo de mantener una población estable y autosuficiente.
Nauru, por el contrario, es una isla absolutamente dependiente de las exportaciones y del intercambio internacional, que está sometida a crisis frecuentes originadas en el cambio de unas condiciones externas incontrolables por la población local. Su inmersión absoluta en la economía global hace que se tengan que producir procesos migratorios recurrentes. La última situación conflictiva se ha producido como consecuencia del cambio del gobierno conservador australiano y su sustitución por una coalición progresista encabezada por Kevin Rudd. Una decisión del nuevo gobierno del país vecino por la que ha decidido el mes pasado el cierre de los centros de detención en Nauru, va a generar una crisis sin precedentes en la pequeña republica, cuyos dirigentes ya están solicitando vivamente la protección caritativa de donantes internacionales para mantener su modo de vida. Es posible que la incapacidad para la autosuficiencia y la total insostenibilidad de Nauru lleve nuevamente a la emigración como consecuencia del aumento desorbitado del precio de la energía al que se asiste en la última década y que mueve el trasporte marítimo de mercancías.
Tikopia representa una situación radicalmente diferente y constituye un ejemplo muy interesante de sostenibilidad radical basada en una gestión política y medio ambiental de abajo a arriba. Su millar de habitantes conocen cada palmo de la isla y son conscientes de las acciones de cada cual, mantienen una gran sensibilidad sobre cuales son los intereses colectivos que conviene estimular y como controlar las acciones del vecino para que no perjudiquen al conjunto.
La muy eficaz gestión territorial en Tikopia floreció paulatinamente a consecuencia de la aplicación sucesiva de decisiones colectivas sobre el medio. Según excavaciones arqueológicas recientes, hace 3000 años ya los Tikopios se alimentaban de la caza en las colonias de pájaros marinos, el consumo de fruta salvaje, la pesca cercana y el marisqueo. Alrededor del año 100 de nuestra era esas fuentes se habían consumido o desaparecido casi en su totalidad. En los mil años siguientes, los habitantes de la isla fueron recurriendo a una recolección más controlada de las frutas tropicales y el cultivo progresivo de huertos bajo los árboles y palmeras. La posterior introducción de especies foráneas adaptadas como el cerdo y las gallinas, como sustitutivo proteico del pescado y los pájaros, facilitó la compensación de su perdida. La transformación final del lago central en una granja de pescado gestionada eficientemente permitió la eliminación de los cerdos cuya cría exigía 10 kilos de vegetales por cada kilo de carne, una producción nada eficiente en una situación insular de escasez extrema.
La laguna central de Tikopia. Foto: Archidose.org
Hasta fechas muy recientes y desde un punto de vista social y político, la solución de los problemas que se plantean en esta pequeña isla se ha decidido colectivamente, con la gente valorando y trabajando conjuntamente para su resolución. Un caso interesante es el que se refiere a los métodos tradicionales empleados en Tikopia para el control poblacional, se han manejado con naturalidad técnicas simples para la contracepción y el aborto con el objetivo de no superar la población máxima asumida por todos. En casos extremos, la exigencia social del celibato, la poligamia o incluso, el infanticidio han funcionado como solución a un crecimiento desmedido. El antropólogo Jared Diamond en su libro Colapso, señalaba también otro método sorprendente de control poblacional, el suicidio colectivo practicado en Tikopia hasta fechas tan recientes como 1950.
Aunque pueda parecer desmesurado e irracional a ojos occidentales, el ejemplo de la isla de Tikopia en las Salomón, representa el otro extremo de una relación viable con el medio ambiente disponible. En situaciones de crisis, como las que vivimos actualmente en el conjunto del planeta, se deberían buscar alternativas y soluciones de gestión territorial menos dependientes del consumo energético y el transporte, como la que representa la Republica de Nauru y más orientadas al autoabastecimiento, como la llevada a cabo en Tikopia durante milenios.