Territorios insulares futuros


Centro de la nueva ciudad de Vällingby a las afueras de Estocolmo. Sven Markelius, 1954

Socialdemocracia y urbanismo

Hoy vivimos en un constante proceso de transformación territorial en el que la riqueza tiende a concentrarse en unos pocos lugares del planeta al servicio de un número cada vez más reducido de privilegiados. Mientras. aquellos que viven en el resto de la geografía mundial se van acomodando constantemente al servicio de esas estructuras y personas que detentan el poder y los medios económicos. Es el resultado de las tendencias irrestrictas e incontroladas del sistema capitalista que siempre acaba imponiendo procesos que van contra la mayoría de la población y contra la viabilidad ecológica.

En el siglo XX, sin embargo, se experimentó durante un corto período de tiempo un proceso de reducción paulatina de las situaciones de desigualdad. Esa anomalía tuvo lugar esencialmente en Europa y fue motivada por las estrategias relacionadas con las políticas del movimiento socialdemócrata. En ellas, el urbanismo desempeñó un papel relevante, tal y como ha señalado el gran urbanista Bernardo Secchi, recientemente desaparecido:

Si la desigualdad en los países europeos es menor que en Estados Unidos u otros países, ello se debe a las políticas urbanas y su continua búsqueda de una dimensión concreta del estado del bienestar. Durante el siglo XX, el urbanismo europeo ha intentado reducir las desigualdades sociales a través de la provisión de prestaciones básicas –escuelas, guarderías parques y viviendas- para todos sin distinción, tratando de fijar con precisión de forma igualitaria, quizás de forma demasiado burocrática, las cantidades estándar a disposición de cada individuo, grupo, barrio y parte de ciudad. (Ciudad de ricos, ciudad de pobres, Secchi, 2013. Pag.69).

En nuestro país, hemos experimentado en las últimas décadas un momento de esplendor  en este sentido que se ha correspondido con los años posteriores a la entrada en ese grupo de naciones que hoy integran la Unión Europea. Nos hemos beneficiado de la magnanimidad de determinados países que se correspondía con una forma de entender el progreso colectivo como un reparto igualitario de los recursos para mejorar las condiciones de vida comunes, ayudando de alguna manera a los más atrasados. Fue el resultado de una concepción de la política claramente intervencionista en beneficio de los desfavorecidos y que ha sido recientemente sustituida por otra más despiadada en base a un relato diferente: el que se refiere a suprimir los corsés a la economía, facilitar la innovación y liberar las fuerzas que permitan unas nuevas capacidades de transformación. Siempre a costa de la mayoría y en descarado beneficio de unas minorías cada vez más exiguas.


Las escasas diferencias entre las estrategias de ordenación insular. Plan Doxiadis para Tenerife (1972) y Plan Insular de Ordenación de Tenerife (Adsuara y Beltrán, 2002)

Las políticas públicas y el territorio en Canarias

Las islas Canarias lleva una década sufriendo los estragos de una crisis económica inducida desde el exterior, consentida desde dentro por los líderes locales y que ha servido para extender una visión sumamente injusta en relación a la disposición de los bienes públicos. El argumento de la eliminación de los déficits públicos y el cierre de la financiación subvencionada ha impulsado una reestructuración descarnada de las prioridades y los objetivos de las políticas colectivas. Se ha propiciado así una mayor dependencia del exterior, el crecimiento de las desigualdades entre la población y favorecido un mejor aprovechamiento del archipiélago como destino turístico exclusivo en un mundo crecientemente competitivo.

La afluencia masiva de capitales y la estrategia de captación de subvenciones europeas ha significado en el pasado un reparto muy desequilibrado de esos beneficios otorgados grácilmente. Una vez captadas la mayor parte de las rentas por unos pocos se ha producido un cierre radical en la disposición de recursos que supongan una redistribución del bienestar. Y ello con el agravante de la implantación de unas burocracias excesivas y mecanismos empresariales públicos costosísimos, que se ha sido incapaz de refrenar y mucho menos desmontar y que se dedican descaradamente a racionar aquello que se pretendía redistribuir de una manera más igualitaria

A la indecible ineficacia en la atención a las políticas redistributivas ha contribuido también una concepción legalista del urbanismo que ha inundado la práctica de la ordenación del territorio con un maremágnum de leyes y preceptos que hace inviable cualquier iniciativa que tenga como base el espacio. Como señalaba recientemente el profesor Fran Villar: mejor es no acometer ningún proyecto territorial y mantener las cosas como están porque en otro caso se caerá en un agujero negro del que será muy difícil salir exitoso.

Decenas de leyes que tienen como objeto la ordenación del territorio y el urbanismo, hacen hoy extremadamente confuso el sistema de otorgamiento de permisos para la ejecución de obras y actividades en el espacio geográfico. A ello ha contribuido también una cierta perversión del lenguaje y de las palabras. Unos documentos urbanísticos, los mal llamados planes de ordenación, que en realidad planifican nada o muy poco para la mejora de la situación territorial. Su objetivo, en el mejor de los casos, es fijar las reglas de juego preexistentes y hacer ligeros retoques sobre aquello que se planificó hace ya décadas. Estamos ante un urbanismo estático pensado casi contra los residentes y hacia la fijación de territorios museísticos para los que nos visitan. Con ello, hemos acabado añadiendo otros inmensos cuerpos normativos y puesto esas herramientas burocráticas en manos de letrados y técnicos inexpertos, por no decir otra cosa.

El Eje Transinsular de Infraestructuras de 2005. El último documento de planificación de carácter estratégico desarrollado en Canarias


Las consecuencias de la desigualdad en Canarias

La implosión de la actual recesión económica que afecta a los países meridionales europeos ha tenido consecuencias singulares en una región como el archipiélago canario. En estas islas atlánticas se viene experimentando con especial crudeza las consecuencias económicas de esa crisis económica inducida desde el sector financiero. La disminución de la actividad constructora e inmobiliaria, uno de los pilares económicos del desarrollo territorial de Canarias, junto a la implantación de una legislación sumamente restrictiva que encorseta las acciones de carácter urbanístico han llevado a una suerte de decrecimiento al conjunto de estas islas. Y, especialmente, a sus dos islas más pobladas, Gran Canaria y Tenerife.

Las áreas metropolitanas principales, las que componen la comarca de Las Palmas y Telde en Gran Canaria y Santa Cruz y La Laguna en Tenerife, han experimentado en los últimos años un proceso de decrecimiento poblacional que conviene analizar. Es preciso que se adquiera consciencia de lo que ocurre ahí, analizar sus razones y actuar en consecuencia.


Las consecuencias del abandono del espacio urbano en América. Detroit, 2010

Según trabajos recientes sobre la cuestión reseñados por el profesor José Fariña en Ciudades menguantes, en una entrada reciente a su blog personal (2/2/2015), las también conocidas en el mundo anglosajón como Shrinkingcities (ciudades que encojen) son un fenómeno que ha sorprendido a algunos en este etapa del desarrollo de la humanidad. Alrededor de 370 espacios metropolitanos de más de 100.000 habitantes han venido experimentando este tipo de procesos en los últimos cincuenta años. El fenómeno se concentra con carácter más acusado en Estados Unidos y Europa, siendo la ciudad de Detroit junto al lago Michigan uno de los casos más conocidos.

En Detroit, amplias zonas residenciales han visto disminuir su población y la desaparición de numerosos edificios engullidos por el abandono. La situación de su centro urbano es espectacular con grandes edificios administrativos, institucionales y culturales no utilizados y dejados a las fuerzas naturales como consecuencia de un declive económico generalizado.

Las características que identifican a los territorios en los que se produce este fenómeno de decrecimiento urbanístico suelen coincidir con áreas urbanas densamente pobladas que han sufrido pérdidas de población significativas durante varios años seguidos. Son espacios geográficos que experimentan una crisis estructural en sus soportes económicos que han llevado a sus habitantes a decidir una emigración masiva. También son territorios en los que se acumulan problemas medioambientales ligados a la urbanización y la aparición de cambios bruscos en sus sistemas políticos. El declive social que experimentan los territorios decrecientes es consecuencia de diversos factores económicos y demográficos.


Auditorio de Puerto del Rosario, isla de Fuerteventura. 2015

Canarias, una región en decrecimiento

En el caso de las islas Canarias, si recogemos uno de los  parámetros significativos, el que refiere a la evolución de la población (tomando como referencia los estudios del Instituto de Estadística ISTAC), se puede observar como la población ha crecido en la última década de una manera regular hasta el año 2011, alcanzándose entonces una población conjunta de 2.126.769 habitantes. Desde entonces y hasta finales del año 2014 se ha experimentado una disminución poblacional del 1 % hasta llegar a 2.104.895 personas

Por otra parte, según los valores estadísticos que sobre la economía regional da la página datosmacro.com, el PIB per cápita de Canarias se distinguió por una notable aceleración entre 2005 y 2007 hasta alcanzar un máximo de 21.167 Euros en ese último año. Luego experimentaría una disminución paulatina hasta alcanzar un nuevo punto de inflexión en 2013 con 18.873 Euros. Si añadimos el desempleo que ha alcanzado una tasa superior al 30% y que se eleva por encima del 59% entre los menores de 25 años, podríamos considerar que la región ha estado sufriendo una especie de catástrofe colectiva. es decir, un claro proceso de decrecimiento.

El resultado de esta situación experimentada en las islas es que la desigualdad se ha acrecentado hasta llegar a límites intolerables. Y donde los servicios públicos no han hecho sino precipitarse en su deterioro. Aquellos que nos gobiernan solo presentan excusas que intentan ser plausibles mientras se siguen derivando los escasos recursos disponibles hacia obras faraónicas e innecesarias, que ocultan corruptelas innombrables y opacas. Véase si no la estrategia llevada a cabo hasta el día de hoy en determinadas infraestructuras supuestamente culturales y asistenciales que se disponen en lugares inapropiados y acaban siendo innecesarias. Un ejemplo, el excesivo auditorio de 1.200 plazas para Puerto del Rosario (Fuerteventura), donde ya hemos invertido entre todos más de 35 millones de €uros y aun no ha podido inaugurarse. Otro es el enorme complejo acuático en construcción en el pequeño pueblo de Hermigua (La Gomera) que va a necesitar para su funcionamiento un presupuesto superior a los 250.000 €uros anuales. Algo claramente inviable en una comunidad de 2000 habitantes escasos.


Centro de Talasoterapia en la costa de Hermigua, isla de La Gomera. 2015

Sin embargo, las necesidades colectivas se acrecientan mientras las prioridades políticas son erróneas. Y la perentoriedad de la acción se hace cada vez más evidente para tratar de atajar esos crecientes problemas que aquejan a las islas; aquellos que se expresan en ese creciente desempleo colectivo. Es necesario actuar aunque para ello haya que cambiar las palabras y la orientación de los esfuerzos. Si hay que denominar las cosas de otra manera, que se haga. Es preciso acometer estrategias territoriales o visiones de futuro para la dotación de nuevos servicios, maniobrar para la mejora colectiva de las condiciones de vida. Y no solo orientarse a la exclusiva dinamización turística con esos escasos recursos públicos.

 
Estado de ejecución del eje transinsular en las cercanías de Corralejo, Fuerteventura. 2014

Soñar las utopías posibles

Hay que determinar en primer lugar, la orientación con la que se reconfigura nuestro territorio. No puede fiarse todo a la iniciativa de unos operadores privados orientados hacia el logro del máximo beneficio. O se pretenden unas islas más competitivas o unas ciudades más cohesionadas. O ambas cosas a la vez desde unas directrices claramente definidas desde el interés colectivo y de mejora del espacio común. Lo público por encima de los objetivos empresariales.

Hay que pensar con anticipación y visión cual debe ser el carácter y el papel de estas islas en relación a un entorno que se mueve tratando también de mejorar en sus condiciones de vida. Aprovechando las enorme ventaja que supone contar con espacios dotados de infraestructuras potentes y una población altamente preparada.

Hace falta soñar la utopía. Aquella que nos presente ideas de cambio que se puedan realizar con los recursos de que se dispone realmente, que son muchos. Y para eso hace falta invertir en pensamiento estratégico, en propuestas realmente innovadoras y no en documentos burocráticos inservibles.

Y es algo que siempre ha estado ahí como una oportunidad. Y que surge cuando se apoya decididamente a aquellos que tienen algo relevante que aportar. Es preciso recordar en este momento la contribución de nuestro paisano César Manrique, un artista ya desaparecido que logró poner a la isla de Lanzarote en el mapa mundial del interés colectivo.


Auditorio de los Jameos del Agua, Lanzarote. César Manrique, 1979

Más información:

La creciente imposibilidad del planeamiento. Islas y territorio, 22/06/2008

La fealdad de las ciudades canarias. Islas y territorio, 15/11/2008

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