Hay lugares en los que existe una riqueza artística que se expresa de manera destacada en las formas de su arquitectura urbana. Venecia es uno de esos sitios en los que ha logrado acumularse una arquitectura que es fascinante en su conjunto, debido a su innegable hermosura, su dignidad formal y, finalmente su unidad estilística. Hasta que llega un momento en que las razones colectivas que le dieron origen desaparecen y ese canon estético logrado se asienta definitivamente, inmovilizando con ello la vida para admiración de turistas e historiadores.
La ciudad de Venecia condensa la historia de una civilización con más de mil años de antigüedad, que se desarrollaría en una geografía peculiar muy característica. Allí, en unas condiciones territoriales complejas y durante largos siglos, se produciría una cultural muy sofisticada. La realidad de Venecia se expresa de manera evidente en la arquitectura de sus edificios. Una herencia que ha quedado en una situación de decadencia paulatina, desde que se produjera en 1797 disolución de sus instituciones seculares y su sometimiento a las tropas napoleónicas.
La ciudad de Venecia condensa la historia de una civilización con más de mil años de antigüedad, que se desarrollaría en una geografía peculiar muy característica. Allí, en unas condiciones territoriales complejas y durante largos siglos, se produciría una cultural muy sofisticada. La realidad de Venecia se expresa de manera evidente en la arquitectura de sus edificios. Una herencia que ha quedado en una situación de decadencia paulatina, desde que se produjera en 1797 disolución de sus instituciones seculares y su sometimiento a las tropas napoleónicas.
Puente de Rialto. Uno de los hitos urbanos de la ciudad. Terminado a finales del siglo XVI, según diseño de Antonio da Ponte de 1524
Según John Julius Norwich, la fundación de la Republica Serenísima se remonta a los albores de la Edad Media, cuando un grupo de ilirios atemorizados por las consecuencias de las invasiones bárbaras provenientes del Norte optaran por esconderse en las islas y marismas arenosas de aquella zona lacustre costera del Veneto, situada entre las desembocaduras de los ríos Piave y Brenta.
Sobre unos suelos inexistentes algunos esforzados empezaría a construir una base territorial para una ciudad que sería luego asombro de muchos durante siglos. Según leyendas locales, su primitiva población se compondría inicialmente con la inmigración de los habitantes de las continuamente arrasadas ciudades romanas de Aquilea, Padua, Altino y Oderzo. Allí, en el conjunto de pequeñas islas que formaban el archipiélago de Rialto situado en el centro de la laguna, se fundaría la ciudad en el año 421, según consta en una antigua tradición veneciana.
Al principio, se ocuparían pequeñas franjas alargadas de arena que apenas superaban el nivel del agua, entre los innumerables meandros y canales serpenteantes por donde desaguaba los varios ríos que vierten sobre la laguna. Unos espacios sometidos a todo tipo de contingencias derivadas de crecidas, tormentas y el influjo recurrente de las mareas. Con el curso de los años se consolidarían aquellos pequeños recintos y unas formas constructivas peculiares, apoyadas sobre el caranto, ese sustrato de arcilla limosa e inestable arena que ha constituido el problemático fundamento de la arquitectura veneciana. Las maneras constructivas de Venecia harían que se importara casi todo, desde los artesanos, artistas y constructores hasta los materiales reutilizados, que provendrían de antiguos edificios demolidos en las proximidades. Un ejemplo de ello es el uso recurrente del llamado mattone altinelle de origen romano, en las fábricas tradicionales de la ciudad y casi siempre traído desde el exterior.
Indefectiblemente, las extremas condiciones geográficas empujarían a los venecianos a convertirse en expertos marinos y, al mismo tiempo enormemente conservadores en lo referente a las acciones sobre la ciudad. A lo largo de su historia, aquella civilización se sustentaría por un lado en la innovación de las tecnologías ligadas al mar y el comercio subsiguiente y, por otro, en la acumulación creciente de riquezas y sofisticación social.
Espacio del crucero de la basílica de San Marcos de Venecia
Una de las primeras influencias culturales provendría de la poderosa y lejana Constantinopla de la que importarían la sofisticación de su arquitectura bizantina. Una clara y evidente muestra de esta ascendencia es la basílica de San Marcos, un edificio que perpetuaría aquella tradición fundacional de la sede episcopal por el propio apóstol y cuyos restos se trasladarían finalmente desde Alejandría para reposar allí. Esencialmente, su planta en cruz griega nos da ya una pista de las referencias técnicas y motivos estéticos traídos a Venecia desde la lejana ciudad a orillas del Bósforo. Cuando observamos sus interiores, presididos por su cúpula central sobre pechinas, totalmente estucados al oro y llenos de iconos pintados, se hace evidente la estrecha relación comercial de la Republica con la capital del imperio oriental.
Pero sería el arte gótico medieval, tamizado por esas primitivas expresiones bizantinas, lo que conformaría definitivamente esa especial manera de construir la arquitectura en Venecia. Un sello que caracterizaría la ciudad a lo largo de los siglos posteriores y que glosaría John Ruskin en su libro The Stones of Venice, de 1853, de una manera sumamente elogiosa e inigualable.
Fachada al Canal Grande de Ca d’Oro. Terminada en 1434, según proyecto de Marco Amadio
Algunas muestras de ese peculiar estilo gótico local se insertarían en el propio Palazzo Ducale, el principal edificio de la ciudad situado al final del Canal Grande. La parte gótica del palacio se empezaría adosándose a la basílica de San Marcos y se proyectaría en la forma de castillo fortaleza. A lo largo de los siglos iría ampliándose y reconstruyéndose paulatinamente hasta alcanzar la forma actual. En sus fachadas destaca la característica doble logia porticada de arcos apuntados y la tracería de óculos cuadrilobulados. La suntuosidad pétrea del edificio se complementa con el diseño cuadrangular de la fábrica de ladrillo bicolor, empleado en su parte superior. Un material que le da esa tonalidad blanco rosácea tan característica, conformando esa imagen tan particular y única.
Las formas tipológicas venecianas tienen su expresión mas asentada en su arquitectura residencial y, especialmente, en los palacios. En esas estructuras masivas, la actividad comercial característica de los venecianos se encaja en amplios espacios diáfanos en la planta baja, conectados directamente con el canal a través de pórticos a cubierto donde descargar las mercancías. En primera planta se colocaban las oficinas destinadas a la administración de las empresas familiares. Estos recintos, interiores junto con la típica composición tripartita de las fachadas constituirían los elementos esenciales tipológicos presentes en numerosos edificios que dan frente a los principales canales. Ejemplo de ello, es la llamada Ca D’Oro, realizada en el siglo XV por Marco d’Amadio en la etapa más brillante del gótico. O el Palazzo Corner construido por Mauro Coducci y que constituye una de las joyas del renacimiento veneciano. O incluso, Ca Pesaro, la inmensa estructura que iniciaría el arquitecto Baldessare Longhena en 1676 y es una muestra del estilo barroco en la ciudad.
Il Bucintoro frente al Palacio del Dogo. Giovanni Antonio Canal, Canaletto. 1750
El espacio de la plaza frente a la basílica de San Marcos es uno de los recintos urbanos más significativos de la historia. Lo que fue una simple explanada vacía iría rodeándose de edificios que acabarían por conformar espacialmente el corazón de la ciudad. Un lugar donde se harían las más importantes celebraciones y se recibiría a lo dignatarios que visitaban la ciudad, en unas condiciones de magnificencia acordes con el poder que la republica alcanzaría en su momento de máximo esplendor.
Veduta del tramo del Canal Grande que incluye las iglesias de Santa Lucía y Santa María di Nazareth, pintado por Francesco Guardi en 1780
Allí se situarían las oficinas comunes, aquellas que apuntalarían el entramado administrativo y comercial de la sociedad veneciana. Son las llamadas Procuratie, que se empezarían a construir en el siglo XII; que rodeando el regularizado espacio de la plaza, integrarían en un espacio organizado a las distintas magistraturas que compondrían el gobierno colectivo de la republica, bajo el mandato del Procurador de San Marco. Junto con la Biblioteca Marciana, la Logetta y la Zecca, esas maravillosas obras de Jacopo Sansovino de una finura extrema, acabarían de definir uno de los espacios urbanos más bellos que se han hecho en la historia de la humanidad.El Canal Grande, la arteria principal de la ciudad, contaría probablemente en sus orígenes con una acumulación de edificios anodinos, como aquellos que nos muestra Francesco Guardi en su vista de 1780 y que hoy han desaparecido. Con el paso del tiempo y la acumulación de poder y riqueza por los venecianos irían disponiendo sus residencias en los márgenes de esa arteria fluvial, agregando así una serie de episodios de arquitectura soberbios.
Así como la ciudad entre las aguas de la laguna tuvo un proceso de crecimiento y consolidación urbana que duró más de un milenio, en la que se experimentó un intenso proceso de adaptación y transformación de la geografía, a finales del siglo XVII había alcanzado su máximo esplendor y entraría en una etapa de decadencia que conduciría primero a la desaparición final de la república, luego a su señalamiento como lugar de intensidad artística sin competencia y en tercer lugar, a su transformación en espacio dedicado al turismo cultural por excelencia.
Es durante el siglo XVIII cuando tanto el alcance de las posesiones territoriales de la Republica Serenísima veneciana disminuye a pasos agigantados y con ello iría languideciendo su importancia política. Todo un conjunto de factores, políticos, sociales, económicos, etc. harían que la propia ciudad y sus arquitecturas fuera deteniéndose lentamente, convirtiéndose así, de manera paulatina, en un museo de su propio pasado que se expresa en las formas de sus espacios construidos. Es curioso constatar que ese inicio del proceso de frenado y congelación coincide con una eclosión cultural sin precedentes en la que se acumulan multitud de obras y artistas relevantes en el lugar. Son los años en que vivirían allí músicos como Vivaldi, Albinoni y Monteverdi; pintores como Tiépolo, Guardi y Canaletto; y arquitectos como Palladio.
La plaza de San Marcos en dirección a la Basílica. Canaletto, 1724
Finalmente, Giovanni Antonio Canal, mas conocido como Canaletto, establecería, mediante sus famosas Vedute, el imaginario canónico de Venecia a lo largo de su vida en una anticipación hiperrealista, casi fotográfica de una realidad ampliada. Esas pinturas detallistas describen con minuciosidad la forma de habitar la ciudad en su época de mayor esplendor. Sin embargo, como señalaría André Corboz en su interesante ensayo sobre la obra del pintor veneciano, muchas de sus vistas están retocadas para realzar la grandiosidad de los lugares en los que se fijaría, el Gran Canal, la plaza de San Marcos, las vistas del Palacio Ducal, la Biblioteca y su próximo Campanile.
Canaletto describiría así una ciudad que nos acerca a un pasado interpretado. Su trabajo abre una ventana que, más allá de su cuestionado realismo, nos presenta a los fantasmas de una sociedad sofisticada. Una época ligada colateralmente a la Ilustración europea y cuyas ricas costumbres hoy nos asombran. Imaginar a través de los ojos del pintor, el carácter de la sociedad veneciana arropando a su Dux en la celebración anual del Desposorio de las Aguas, presidiendo la Regata anual del Gran Canal en su embarcación Bucentoro o incluso observar las mejoradas perspectivas de la Piazza de San Marco y el Campanile, son experiencias deliciosas que definen su esencial contribución a la comprensión de una época estelar en la historia de la humanidad.
Las vistas urbanas de Canaletto representan también el momento de consolidación de ese imaginario veneciano de origen más gótico y medieval que renacentista. El pintor padovano contribuiría enormemente a su fijación arquetípica, impidiendo cualquier reconfiguración posterior y, con ello, surgiría la extrema dificultad que existe para añadir nuevas piezas de arquitectura a esa maravillosa aglomeración urbana.
Capricho del Canal Grande incluyendo la catedral londinense de San Pablo. William Marlow, 1797
Según Sansovino, el hijo del afamado arquitecto, el nombre de Venecia vendría del latín Veni etiam, venid otra vez. Una invitación permanente a visitar ese lugar ya que, según él, por muchas veces que vengáis, siempre veréis cosas nuevas, y nuevas bellezas.
Compañeros turistas, sigamos visitando Venecia en estos momentos de decadencia europea como nos recomienda Sansovino. Quizás así logremos entender lo que nos sucede y aprendamos algo.
Saludos desde campo Santa Margherita.
Y yo, desde el campanario de la fabulosa basílica de Palladio, después de la Cena de Tintoretto, te mando besos.
¡Ah, Venecia…!
venecia es la ciudad màs increìble que jamàs he conocido. Sobretodo porque no se puede comparar con ninguna otra ciudad, la vida cotidiana y el arte, son distintos. El encanto de esta ciudad es asombroso.
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